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Archivo para Lunes, 25 de diciembre de 2023

Navidad ¿Qué va a cambiar?

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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¡Una vez más: NAVIDAD!

¿Qué va a cambiar?

Nada, excepto tú.

Hazte luz y verás la Luz …

Todo está ahí.

No busques en otra parte el significado de este  acontecimiento-advenimiento.

La humanidad fraterna de Jesús lleva el día que tiene que levantarse en ti.

El Dios vivo vuelve a ponerse en tus manos.

Por tí, para crear con Dios y a  su imagen, un mundo de alegría, luz, belleza.

*

Maurice Zundel

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***

           El sentido de la fiesta navideña es la Palabra, de la que el himno de Juan (cf. Jn 1) dice que al principio estaba ¡unto a Dios. De esta Palabra se dice también que se hizo carne y habitó entre nosotros.

        Este es el acontecimiento que celebramos cada año en Navidad: Dios ha venido a nosotros. El nos quita la falta de sentido y las monótonas repeticiones de nuestra vida cotidiana. El mismo es el sentido que da contenido a nuestra vida.

           Estamos acostumbrados a traducir así la primera frase del evangelio de Juan: «En el principio ya existía la Palabra». Pero el término griego logos que se encuentra en nuestro texto, es mucho más amplio. Logos no connota tanto a la pura palabra sino más bien el sentido que viene expresado mediante la palabra. En logos, sentido y palabra son inseparables: el sentido, pues, que captamos en cualquier acontecimiento, supera siempre el episodio concreto que puede ser expresado solamente con palabras. Si uno dice: «Te deseo muchas felicidades» o «Feliz Navidad», no se dirige cordialmente a otro solamente en este momento, sino que con estas palabras expresa algo que trasciende el momento. Así cada sentido supera el momento y el concreto evento en que se produce el encuentro.

           Cuando en Navidad oímos decir: «Nos ha nacido un niño», pensamos en el Niño del pesebre y en todos los demás niños, si bien diferenciándolo de todos, porque él no ha nacido sólo para sus padres, sino también para todos nosotros. También así el sentido del acontecimiento supera siempre el episodio particular, a través del cual ha entrado en nuestra vida. Quien ve sólo lo que tiene ante los ojos no capta el sentido, ni el de la Navidad ni el de la vida en general. El sentido, es decir, la profundidad de la realidad que constituye su contenido. Y porque el sentido de cada acontecimiento trasciende lo que está ante los ojos, para captarlo tenemos necesidad de la palabra.

        Si ahora decimos que: «En el principio era el Sentido», queremos expresar que en el principio era lo que da contenido y significado a toda vida. Ésta es la profundidad de la realidad, de la que se habla cuando se usa la Palabra de Dios. Este sentido último, que confiere contenido y significado a cualquier otro evento, ha sido participado al mundo en el acontecimiento de Navidad.

*

W. Pannenberg,
Presencia de Dios,
Brescia 1974, 119-120).

***

 

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , ,

Natividad del Señor

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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05-Navidad (B) cerezo


Misa del día

Isaías 52,7-10

Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey”! Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

*

Salmo responsorial: 97

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R.

*

Hebreos 1,1-6

Dios nos ha hablado por el HijoEn distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado que los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: “Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado”, o: “Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo”? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios.”

*

Juan 1,1-18

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotrosEn principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. [Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.] La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. [Juan da testimonio de él y grita diciendo: “Éste es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo.”” Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.]

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy
(25 de diciembre de 1977)

Hoy llega a nosotros la noticia del nacimiento de Cristo a través de su Iglesia. Cómo María, como nos cuenta el evangelio, al irse los pastorcitos que vinieron invitados por los ángeles a adorar al Niño Jesús, María se quedó reflexionando todo esto en su corazón. Para una comunidad cristiana la Navidad no tiene sentido si no es a base de una profunda reflexión, por eso para muchos cristianos la Navidad no es más que una fiesta que se espera y que luego pasa efímera, como la pólvora que se quema, y no deja más que basura en las calles. Para el cristiano es algo más que un cohetillo, es la gran noticia que debe reflexionarse y comprometer al hombre con este episodio en que Dios se hace hombre, no en una forma transitoria, sino para siempre, y el hombre debe también reflexionar ante el Señor.

Ese Cristo en Belén lo podemos representar hoy en esta homilía con este título: Cristo manifestación de Dios, Cristo manifestación del hombre y en tercer lugar, la Iglesia manifestación de Cristo.

PROLONGAR LA ENCARNACIÓN

Por eso la Iglesia, que prolonga la encarnación, o sea el Dios hecho hombre, no puede prescindir de la historia. Desde aquel momento Dios ha asumido la humanidad y ha dejado ese encargo de seguir asumiendo hacia Dios a todos los hombres, a la Iglesia, la cual, por tanto, peregrina en la historia, va recogiendo, no puede dejar de vivir las circunstancias en las cuales ella va prolongando esa encarnación. Por eso hermanos, estas noticias en las cuales yo reflejo lo más sobresaliente de la semana, no es con el afán de hacer aquí un noticiero. Lo hace mucho mejor cualquier instrumento de comunicación social, sino que es simplemente decirles a todos mis queridos hermanos, que vivimos en esta semana, en esta hora, que esta Navidad de 1977, siendo la eterna Navidad de Cristo, se ha vivido aquí en El Salvador en estas circunstancias de las cuales no podemos prescindir.

NAVIDADES TRISTES

Así es como tienen un sentido profundo, en medio de tarjetas y telegramas de Navidad, me hayan llegado cartas que son lamentos profundos, por ejemplo de aquellas madres y esposas que “en esta celebración de Navidad que con júbilo espera todo el pueblo cristiano, nosotras expresemos no una Navidad sino el profundo dolor de un calvario al albergar en nuestro corazón esa separación insuperable de nuestros hijos y esposos”. En otra carta parecida dice: “Estamos angustiadas y tristes por el llanto de nuestros hijitos que a cada momento que se despiertan en la noche están llamando a sus padres y de ellos no nos dan ninguna razón en los cuerpos de seguridad”. Y cartas de expresión así dolorosa, pues, son muchas las que llegan. Por nuestra parte hemos tratado de hacer todo lo que está a nuestro alcance recurriendo a recursos jurídicos y estamos dispuestos siempre, pues, a ayudar el dolor de la humanidad. Leer más…

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“No quedarnos fuera”. Natividad del Señor – B (Lucas 2,1-14)

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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IMG_1911Hay quienes viven la religión como «desde fuera». Pronuncian rezos, asisten a celebraciones religiosas, oyen hablar de Dios, pero se limitan a ser «espectadores». Como dice el pensador francés Marcel Légaut, lo viven todo desde una «representación extrínseca» de Dios. No «entran» en la aventura de encontrarse con Dios. Se quedan siempre a cierta distancia.

Sin embargo, Dios está en lo íntimo de cada ser humano. No es algo separado de nuestra vida. No es una fabricación de nuestra mente, una representación medio intelectual o medio afectiva, un juego de nuestra imaginación que nos sirve para vivir «ilusionados». Dios es una presencia real que está en la raíz misma de nuestro ser.

Esta presencia no es evidente. No se capta como se captan otras cosas más superficiales. Se la percibe en la medida en que uno se percibe a sí mismo hasta el fondo. Su misterio es tan inalcanzable como lo es el misterio de cada ser humano. Dios se me hace presente cuando me hago presente a mí mismo con verdad y sinceridad. No es posible entrar en la experiencia de Dios si uno vive permanentemente fuera de sí mismo.

Sin esta apertura interior a Dios no hay fe viva. La voz de Dios comenzamos a escucharla cuando escuchamos hasta el fondo nuestra verdad. Dios actúa en nosotros cuando le dejamos activar lo mejor que hay en nuestro ser. Toma cuerpo en nuestra existencia en la medida en que lo acogemos. Su presencia se va configurando en cada uno de nosotros adaptándose a lo que le dejamos ser.

Lo humano y lo divino no son realidades que se excluyen mutuamente. No tenemos que dejar de ser humanos para ser de Dios. Lo humano es «la puerta» que nos permite «entrar» en lo divino. De hecho, las experiencias más intensas de comunicación, de amor humano, de dolor purificador, de belleza o de verdad son el cauce que mejor nos abre a la experiencia de Dios.

No es extraño que el evangelio de Juan presente a Cristo, Dios hecho hombre, como la «puerta» por la que el creyente puede entrar y caminar hacia Dios. En Cristo podemos aprender a vivir una vida tan humana, tan verdadera, tan hasta el fondo, que, a pesar de nuestros errores y mediocridad, nos puede llevar hacia Dios. Pero hemos de escuchar bien la advertencia del evangelista. La Palabra de Dios «vino al mundo», y el mundo «no la conoció»; «vino a su casa», y «los suyos no la recibieron».

José Antonio Pagola

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Cristo entre los escombros…

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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Niño Jesús entre escombros. Captura de pantalla del video: Navidad silenciosa en Belén: Solidaridad con los palestinos en Gaza del canal de Al Jazeera en inglés en YouTube.

Una liturgia de lamento

Servicio dado en la Iglesia Evangélica Luterana de la Natividad: Belén, 23 de diciembre de 2023

Este pesebre es nuestro mensaje al mundo de hoy y es simplemente este: El genocidio debe terminar YA. Repitamos al mundo: ¡DETENGAN este genocidio YA!

Belén: cerrado por Navidad. Las iglesias cristianas de Belén han cancelado oficialmente todo tipo de celebraciones.

Estamos enfadados…

Estamos quebrantados…

Este debería haber sido un momento de alegría; en cambio, estamos de luto. Tenemos miedo. Más de 20 mil asesinados. Miles de personas siguen bajo los escombros. Cerca de 9 mil niños y niñas asesinadas de las formas más brutales. Día tras día tras día. ¡Un millón novecientos mil desplazados! Cientos de miles de viviendas destruidas. Gaza, tal como la hemos conocido, ya no existe. Esto es una aniquilación. Es un genocidio. El mundo está mirando; las iglesias están mirando. Los habitantes de Gaza envían imágenes en directo de su propia ejecución. ¿Quizás al mundo le importe? Pero continúa… Nos preguntamos: ¿podría ser este nuestro destino en Belén? ¿En Ramallah? ¿En Yenín? ¿Es este también nuestro destino?

Estamos atormentados por el silencio del mundo. Los líderes de los llamados “libres” se alinearon uno tras otro para dar luz verde a este genocidio contra una población cautiva. Dieron su cobertura. No sólo se aseguraron de pagar la factura por adelantado, sino que ocultaron la verdad y el contexto, proporcionando el respaldo político. Y se ha añadido otra capa más: el respaldo teológico, donde la Iglesia occidental ocupa el centro de atención. Nuestros queridos amigos y amigas sudafricanas nos enseñaron el concepto de “la teología de estado”, definida como la justificación teológica del status quo con su racismo, capitalismo y totalitarismo”. Esto lo logra haciendo un mal uso de conceptos teológicos y textos bíblicos para sus propios fines políticos.

Aquí en Palestina, la Biblia es usada como un arma en contra nuestra. Nuestro propio texto sagrado. En nuestra terminología, en Palestina, hablamos del Imperio. Aquí nos enfrentamos a la teología del Imperio. Un disfraz para superioridad, supremacía, “elección” y el derecho propio. A veces se le pone una bonita portada usando palabras como misión y evangelización, cumplimiento de las profecías y la expansión de la libertad. La teología del Imperio se convierte en una poderosa herramienta para enmascarar la opresión bajo el manto de la sanción divina. Divide a las personas en “nosotros” y “ellos“. Deshumaniza y demoniza. Habla de una tierra sin gente, incluso cuando saben que la tierra tiene gente, y no cualquier gente. Pide vaciar Gaza, del mismo modo que calificó la limpieza étnica de 1948 como “un milagro divino”. Ahora nos pide a nosotros y nosotras, palestinos y palestinas que vayamos a Egipto, o quizá a Jordania, o ¿por qué no directo al mar? Pienso en las palabras que le dijeron a Jesús sus discípulos cuando iban a entrar en Samaria: “Señor, ¿quieres que mandemos que baje fuego del cielo y los consuma?”. Esto dijeron de los samaritanos. Esta es la teología del Imperio, es lo que están diciendo acerca de nosotros hoy.

Esta guerra nos ha confirmado que el mundo no nos ve como iguales. Quizás sea el color de nuestra piel. Tal vez sea porque estamos del lado equivocado de una ecuación política. Ni siquiera nuestro parentesco con Cristo nos protegió. Como han dicho, si es necesario matar a 100 palestinos para capturar a un solo “militante de Hamás“, ¡que así sea! A sus ojos no somos humanos (pero a los ojos de Dios… ¡nadie puede decirnos que no lo somos!). ¡La hipocresía y el racismo del mundo occidental son transparentes y atroces! Siempre toman las palabras de los palestinos con sospecha y reservas. No, no nos tratan por igual. Sin embargo, a la otra parte, a pesar del claro historial de desinformación, ¡casi siempre se considera su palabra como infalible!

A nuestros amigos europeos: ¡No quiero volver a oírlos darnos sermones sobre derechos humanos o derecho internacional! No somos blancos, supongo, por lo que no se aplica a nosotros según la lógica que usan. En esta guerra, las muchas personas cristianas del mundo occidental se aseguraron que el Imperio tuviera la teología necesaria. ¡Es defensa propia, nos dijeron! (Y pregunto nuevamente, ¿de qué manera el asesinato de 9 mil niños y niñas es defensa propia?). Bajo la sombra del Imperio, convirtieron al colonizador en víctima y al colonizado en agresor. ¿Hemos olvidado que ese Estado fue construido sobre las ruinas de las ciudades y pueblos de los mismos habitantes de Gaza?

Estamos indignados por la complicidad de la iglesia. Que quede claro: el silencio es complicidad, y los llamados vacíos a la paz sin un alto el fuego y el fin de la ocupación, y las palabras superficiales de empatía sin acción directa, están todos bajo la bandera de la complicidad. Así que este es mi mensaje: hoy Gaza se ha convertido en la brújula moral del mundo. Gaza era un infierno en la tierra inclusive antes del 7 de octubre y el mundo mantuvo silencio. ¿Nos debería sorprender su silencio hoy?

Si no están consternados por lo que está sucediendo; si no están conmocionados hasta lo más profundo, algo anda mal con su humanidad. Si nosotros, como cristianos y cristianas, no estamos indignados por este genocidio, por el uso de la Biblia como arma para justificarlo, ¡algo anda mal con nuestro testimonio cristiano y está comprometiendo la credibilidad del mensaje del Evangelio! Si dejan de llamar lo que está sucediendo un genocidio, que recaiga sobre ustedes. Es un pecado y una oscuridad lo que abrazan voluntariamente. Algunos ni siquiera han pedido un alto el fuego… Me refiero a las iglesias.

Siento pena por ustedes; estaremos bien. A pesar del inmenso golpe que hemos sufrido, los palestinos nos recuperaremos. Nos levantaremos de nuevo de la destrucción, como siempre lo hemos hecho como palestinos; aunque este es, con diferencia, el mayor golpe que hemos recibido en mucho tiempo. Pero nuevamente, por aquellos que son cómplices, lo siento por ustedes. ¿Podrán algún día recuperarse de esto? Su caridad, sus palabras de asombro DESPUÉS del genocidio, no harán ninguna diferencia. Y sé que estas palabras vendrán. Pero sus palabras de arrepentimiento no te bastarán. No aceptaremos sus disculpas después del genocidio. Lo hecho, hecho está. Quiero que se miren al espejo… y pregunten: ¿dónde estaba yo cuando Gaza estaba viviendo un genocidio?

A nuestros amigos y amigas que están aquí con nosotros: han dejado a sus familias e iglesias para estar con nosotros. Encarnan el término “acompañamiento“: una solidaridad costosa. Pensemos en las palabras de Jesús: “Estábamos en prisión y nos visitaron“. Qué marcada diferencia con el silencio y la complicidad de los demás. Su presencia aquí es lo que significa la solidaridad. Su visita ya ha dejado una impresión que nunca nos podrán quitar. A través de ustedes, Dios nos ha dicho “no están desamparados”. Como dijo esta mañana el padre Rami de la Iglesia Católica, han venido a Belén y, como los Reyes Magos, trajeron regalos, pero regalos que son más preciosos que el oro, el incienso y la mirra. Trajeron el don del amor y la solidaridad”.

Necesitábamos esto. Para esta temporada, tal vez más que nada, nos preocupaba el silencio de Dios. En estos dos últimos meses, los Salmos de lamento se han convertido en preciosos compañeros. Gritamos: Dios mío, Dios mío, ¿por qué has abandonado Gaza? ¿Por qué escondes tu rostro a Gaza? En nuestro dolor, angustia y lamento, hemos buscado a Dios y lo hemos encontrado bajo los escombros en Gaza. Jesús se convirtió en víctima de la misma violencia del Imperio. Cuando estuvo en nuestra tierra fue torturado. Crucificado. Se desangró mientras otros observaban. Lo mataron y gritó de dolor: Dios mío, ¿dónde estás?

Hoy en Gaza, Dios está bajo los escombros. Y en esta temporada navideña, mientras buscamos a Jesús, no lo encontraremos del lado de Roma, sino de nuestro lado del muro. Está en una cueva, con una familia sencilla, bajo ocupación. Vulnerable. Habiendo a duras penas sobrevivido una masacre. Con una familia de refugiados. Aquí es donde se encuentra Jesús.

Si Jesús naciera hoy, nacería bajo los escombros de Gaza.

Cuando glorificamos el orgullo y la riqueza, Jesús está bajo los escombros…

Cuando confiamos en el poder, la fuerza y las armas, Jesús está bajo los escombros…

Cuando justificamos, racionalizamos y teologizamos el bombardeo de niños y niñas, Jesús está bajo los escombros…

Jesús está bajo los escombros. Este es su pesebre. Se siente en casa con los marginados y las marginadas, quienes sufren, los oprimidos y los desplazados.Este es su pesebre. He estado mirando, contemplando esta imagen icónica… Dios está con nosotros, precisamente de esta manera. ESTA es la encarnación. Desmarañado. Ensangrentado. Empobrecido.

Este niño es nuestra esperanza e inspiración. Lo miramos y lo vemos en cada niño asesinado y sacado de debajo de los escombros. Mientras el mundo continúa rechazando a los niños y las niñas de Gaza, Jesús dice: “cuanto le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron”. “Lo hicieron conmigo“. Jesús no sólo los llama suyos, ¡él es parte de ellos! Él es la niñez de Gaza. Miramos a la Sagrada Familia y la vemos en cada familia desplazada y errante, ahora sin hogar y desesperada. Mientras el mundo discute el destino del pueblo de Gaza, como si fueran cajas no deseadas en un garaje, Dios en la narrativa navideña comparte su destino. Él camina con ellos y los llama suyos.

Este pesebre trata sobre la resiliencia – صمود. La resiliencia de Jesús está en su mansedumbre; debilidad y vulnerabilidad. La majestuosidad de la encarnación reside en su solidaridad con los marginados. Resiliencia porque este mismo niño, se levantó en medio del dolor, la destrucción, la oscuridad y la muerte para desafiar a los Imperios; para decirle la verdad al poder y lograr una victoria eterna sobre la muerte y la oscuridad.

Hoy es Navidad en Palestina y este es el mensaje navideño. No se trata de Papá Noel, árboles, regalos, luces… etc. ¡Dios mío! ¿Cómo retorcimos el significado de la Navidad? ¿Cómo hemos comercializado la Navidad? Estuve en Estados Unidos el mes pasado, el primer lunes después del Día de Acción de Gracias, y me sorprendió la cantidad de adornos y luces navideñas, todos los productos comerciales. No pude evitar pensar: “Nos envían bombas, mientras celebran la Navidad en su tierra. Cantan sobre el príncipe de paz en su tierra, mientras tocan el tambor de la guerra en la nuestra”. Navidad en Belén, lugar del nacimiento de Jesús, es este pesebre. Este es nuestro mensaje al mundo de hoy. Es un mensaje evangélico, un mensaje de Navidad verdadero y auténtico, sobre el Dios que no se quedó callado, sino que dijo su palabra y su Palabra es Jesús. Nacido entre los que están bajo ocupación, las y los marginados, Él es solidario con nosotros en nuestro dolor y quebrantamiento.

Este pesebre es nuestro mensaje al mundo de hoy y es simplemente este: El genocidio debe terminar YA. Repitamos al mundo: ¡DETENGAN este genocidio YA!

Este es nuestro llamado. Esta es nuestra súplica. Esta es nuestra oración. ¡Escucha, oh Dios! Amén.

Sermón completo en inglés: (2) Vidéo | Facebook

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“Natividad del Señor. Tres misas el mismo día”. 25 de diciembre

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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62A8447D-D6C4-4A16-A106-872D8E4E133ADel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Natividad del Señor

Tres misas el mismo día

La celebración de tres misas el día de Navidad debe de ser muy antigua, porque la famosa misa del Gallo, por la noche, se remonta al siglo V. Sigue la misa de la aurora y se termina con la del día. Cada una de ellas tiene sus lecturas propias, las mismas en los tres ciclos (A, B, C). No es normal que la gente asista a las tres misas. Por eso indico brevemente el mensaje global de los tres evangelios.

El de la misa del Gallo nos habla de un niño que nace muy pobremente, sin nada que envidiarle a los más pobres de la actualidad. Pero, inmediatamente después, un ángel nos presenta a ese niño como Salvador, Mesías y Señor.

El de la misa de la aurora indica diversas reacciones ante ese niño: los pastores corren a visitarlo y vuelven alabando y dando gloria a Dios; los presentes se admiran; María medita todo lo que oye.

El evangelio de la misa del día, el Prólogo de Juan, dice de ese niño algo más grande que el ángel a los pastores: es el Verbo de Dios, que lo acompaña desde el principio, antes de la creación. Y, aunque fue ignorado por el mundo y rechazado por su propio pueblo, se hizo carne, habitó entre nosotros y nos concede poder ser hijos de Dios.

25 de diciembre

Misa de medianoche

Aunque desconocemos el día y la hora en que nació Jesús, imagino que fueron estas palabras del libro de la Sabiduría las que animaron a situar el nacimiento a medianoche: «Un silencio sereno lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu palabra todopoderosa se abalanzó desde el trono real de los cielos» (Sab 18,14-15).

En cualquier caso, el papa Sixto III (siglo V d.C.), introdujo en Roma la costumbre de celebrar en Navidad una vigilia nocturna, a medianoche, «en seguida de cantar el gallo», en un pequeño oratorio situado detrás del altar mayor de la Basílica de Santa María la Mayor. Ya que los antiguos romanos denominaban Canto del Gallo al comienzo del día, a la medianoche, se quedó con el nombre de Misa de Gallo la que se celebraba a esta hora.

La liturgia, con tres lecturas preciosas y muy ricas de contenido, suponen un desafío para quien pretenda comentarlas sin agotar al auditorio.

Tres motivos de alegría (Isaías 9,2-7)

En El Danubio rojo, película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, la noche de Navidad, en medio del frío y la nieve, un grupo numeroso de soldados y refugiados comienza a cantar en un tren el villancico «Noche de Dios». Ese es el ambiente más adecuado para entender la primera lectura. El profeta se dirige a un pueblo que camina en tinieblas, que ha sufrido durante un siglo la opresión del imperio asirio, y le anuncia un cambio prodigioso: un mundo de luz y alegría. Por tres motivos:

el fin del opresor, el imperio asirio, que oprime a Israel con el yugo y el bastón, como si fuera un animal de carga; será derrotado, igual que lo fueron los madianitas en tiempos de Gedeón;

el fin de la guerra, simbolizado por la desaparición, no de lanzas y espadas, sino de los elementos menos peligrosos del soldado: bota y túnica;

la aparición de un niño, que se puede interpretar como el nacimiento de un príncipe o su entronización. Influido por el ritual egipcio, se coloca sobre sus hombros un manto que simboliza el poder, y se le dan diversos nombres: en Egipto eran cinco, aquí son cuatro, que expresan las cualidades más admirables que se pueden esperar de un gobernante: que sepa aconsejar, que sepa defender, que se comporte como un padre con sus súbditos, que traiga un reinado de paz. Por último, abandonando el influjo egipcio y con mentalidad plenamente judía, se relaciona a este niño con David. Y su labor de paz, justicia y derecho, aparentemente imposible, será obra del celo de Dios.

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande;

Habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo:

Se gozan en tu presencia, como gozan al segar,

como se alegran al repartirse el botín.

Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, el bastón de su hombro,

los quebrantaste como el día de Madián.

Porque la bota que pisa con estrépito y la túnica empapada en sangre

serán combustible, pasto del fuego.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado:

lleva a hombros el principado, y es su nombre:

«Maravilla de Consejero, Dios fuerte,

Padre de eternidad, Príncipe de la paz».

Para dilatar el principado con una paz sin límites,

sobre el trono de David y sobre su reino.

Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho,

desde ahora y por siempre.

El celo del Señor del universo lo realizará.

Dos motivos de compromiso (Carta a Tito 2,11-14).

El autor une la primera venida de Jesús («se ha manifestado la gracia de Dios») con la segunda y definitiva («la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo»). ¿Motivos de alegría? Sin duda. Pero estas dos venidas son también motivo de compromiso. Amor con amor se paga. Hay que renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, llevar una vida sobria y honrada, esperar la vuelta del Señor, dedicarse a las buenas obras.

Querido hermano: Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.

¿Un niño pobre o un personaje maravilloso? (Lucas 2,1-14)

El evangelio de esta noche consta de dos escenas radicalmente distintas, pero que se complementan.

El nacimiento de un niño pobre

Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.

La primera escena, que se desarrolla únicamente en la tierra, contrasta a poderosos y débiles. Empieza hablando del emperador Augusto, con autoridad para dar órdenes a todos sus súbditos, y del gobernador de Siria, Cirino, que manda empadronarse a la población de su provincia, cada cual en su ciudad, sin preocuparle las molestias que eso puede causar.

Frente a los poderosos, los débiles, representados por una familia muy modesta, a la que solo le cabe obedecer, aunque la esposa deba recorrer, embarazada, los 150 km de Nazaret a Belén. Según Lucas, cuando llegan a su destino no encuentran alojamiento y deben pasar algunos días en la parte baja de una casa, donde están los animales. Son pobres, y para ellos no hay sitio en el piso de arriba («la posada»).

Los «nacimientos» que se montan actualmente en iglesias, casas particulares y otros sitios, ofrecen un pesebre bonito y limpio. Lucas piensa en uno muy distinto, en el que habrá comido un animal poco antes, arreglado aprisa para recostar al niño.

Es una escena de pobreza y humillación. Basta pensar en José, un padre que no tiene otra cosa que ofrecer a su mujer y a su hijo. La escena no se presta a comentarios románticos, sino a preguntas candentes: ¿por qué Gabriel no le dijo a María toda la verdad? ¿Por qué le anunció que su hijo sería el rey de Israel sin advertirle que no tendría riqueza ni poder? ¿Por qué elige Dios el camino de la pobreza y la humillación? ¿Por qué rechazamos los cristianos a quienes no pueden pagarse un pasaje en avión o en barco para llegar hasta nosotros? ¿Por qué no imaginamos que Dios pueda nacer en una chabola de mala muerte, en una familia pobre que trabaja recogiendo la aceituna? ¿Se puede esperar algo de este hijo de emigrantes, que no tendrá cultura ni formación?

El Salvador, el Mesías, el Señor

En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. De repente, un ángel del Señor se les presentó, la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo:

-No temáis, os anuncio una buena noticia, que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial que alababa a Dios diciendo:

-Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad.

La segunda escena se desarrolla en cielo y tierra. Es también de poderosos y débiles, de ángeles y pastores. La profesión de pastor, aunque a algunos le recuerde a los antiguos patriarcas de Israel, era de las más despreciadas y odiadas en aquel tiempo, sobre todo por los campesinos. En la escala social de la época, los pastores ocupan el penúltimo lugar, el de las clases impuras, porque su oficio se equipara al de los ladrones. Y pasar la noche al aire libre, vigilando el rebaño, no es la ocupación más agradable. El hecho de que el ángel se dirija a ellos deja clara la «política incorrecta» de Dios. El gran anuncio del nacimiento del Mesías no se comunica al Sumo Sacerdote de Jerusalén, ni a los sacerdotes y levitas, ni a los estudiosos escribas, ni a los piadosos fariseos.

Por otra parte, el anuncio modifica totalmente la imagen de la escena anterior. El niño que ha nacido no es un simple niño pobre. Su nacimiento supone «una gran alegría para todo el pueblo», porque es Salvador, Mesías y Señor. Este ángel anónimo es muy escueto. No comenta ninguno de los tres títulos. Pero es más sincero que Gabriel. No oculta que, a pesar de su grandeza, el niño está envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

Afortunadamente, los pastores no son especialistas en la Biblia ni teólogos. En tal caso habrían preguntado de inmediato de qué o de quién iba a salvar ese niño; si era un mesías-rey, como David, o un mesías-sacerdote, como Aarón; si su señorío era igual que el de Dios o que el del César; si los pañales y el pesebre debían ser interpretados de forma real o simbólica… y cómo se compagina la «gran alegría para todo el pueblo» con el hecho de que, años después, el pueblo termine alejándose del Calvario golpeándose el pecho. En realidad, los pastores no tienen tiempo de preguntar nada porque, de pronto, aparece una legión del ejército celestial alabando a Dios y proclamando la paz.

¿Qué harán los pastores? Quien desee saberlo tendrá la respuesta en el evangelio de la Misa de la Aurora.

Pero el lector del evangelio puede ponerse en su lugar y advertir el mensaje que le está proponiendo Lucas. La vida de Jesús se puede interpretar de dos formas muy distintas: desde una óptica puramente humana o desde la fe. La primera resulta descarnada y dura. La segunda puede parecer ingenua; si no de cuento de hadas, de cuento de ángeles. Si se mantiene en la primera, terminará viendo a Jesús como un personaje peligroso y considerando justa su condena a muerte. Si acepta la segunda, a pesar de todas las dudas, terminará creyendo en él como su Salvador.

25 de diciembre

Misa de la aurora

El evangelio de la misa del Gallo nos dejaba con una duda: ¿qué harán los pastores tras escuchar al ángel y al coro celeste? No han recibido ninguna orden, solo una buena noticia. Lucas no se limita a contar su reacción.

Tres reacciones ante la noticia (Lucas 2,15-20)

Sucedió que, cuando los ángeles se marcharon al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado». Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores.

María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.

Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

Empieza y termina con los pastores, que corren a Belén y vuelven alabando y dando gloria a Dios. Esta gente, tan despreciada socialmente, corre hacia Jesús, cree que un niño envuelto en pañales y en un pesebre puede ser el futuro salvador, aunque ellos no se beneficiarán de nada, porque, cuando ese niño crezca, ellos ya habrán muerto. La visita de los pastores simboliza lo que dirá Jesús más tarde: «Te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla».

Está también presente un grupo anónimo, que podría entenderse como referencia a la demás personas de la posada, pero que probablemente representa a todos los cristianos, que se admiran de lo que cuentan los pastores.

Finalmente, el personaje más importante, María, que conserva lo escuchado y medita sobre ello. En los relatos de la infancia, Lucas ofrece dos imágenes muy distintas de María. En la anunciación, Gabriel le comunica que será la madre del Mesías, y ella termina alabando en el Magnificat las maravillas que Dios ha hecho en ella. Sin embargo, cuando Jesús nace, Lucas habla de María de forma muy distinta. A partir de ese momento, todo lo relacionado con Jesús le resulta nuevo y desconcertante: lo que dicen los pastores, lo que dirá Simeón, lo que le dirá Jesús a los doce años cuando se quede en Jerusalén. En esas circunstancias, María no repite: «proclama mi alma la grandeza del Señor». Se limita a callar y meditar, igual que hará a lo largo de toda la vida pública de Jesús.

Estas tres actitudes se complementan: la admiración lleva a la meditación y termina en la alabanza de Dios.

Lucas juega con el lector, lo desafía. ¿Qué salvador les ha nacido a los pastores? ¿Qué señal portentosa puede ser un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre? Al día siguiente, los pastores estarán de nuevo con el rebaño, vigilando en medio del frío. Pero su vida ha cambiado, y la dureza de su vida no les impide alabar y dar gloria a Dios. Con ello se convierten en un ejemplo perfecto para el cristiano.

Una buena noticia para Jerusalén y la Iglesia (Isaías 62, 11-12)

Este breve pasaje recoge una imagen típica de la época del destierro en Babilonia: Jerusalén como esposa y madre. Como esposa, su marido, el Señor, la ha abandonado; como madre, ha perdido a su hijos, ha quedado despoblada. El profeta le anuncia un cambio radical: su marido vuelve, como salvador, acompañado de sus hijos.

La liturgia aplica este anuncio de la llegada de un salvador al nacimiento de Jesús. Y en los pastores podemos ver a ese «pueblo santo» y a «los redimidos del Señor». Cuando se piensa en los millones de cristianos que celebran la Navidad, vemos cómo se cumple la antigua profecía.

El Señor hace oír esto hasta el confín de la tierra:

«Decid a la hija de Sión: Mira a tu salvador, que llega.

El premio de su victoria lo acompaña, la recompensa lo precede».

Los llamarán «Pueblo santo», «Redimidos del Señor»,

y a ti te llamarán «Buscada», «Ciudad no abandonada».

Una buena noticia para nosotros (Carta a Tito 3,4-7)

El evangelio habla de tres reacciones ante el nacimiento de Jesús. La carta de Pablo se centra en Dios y en nosotros.

Ante todo, lo ocurrido es una manifestación de la bondad de Dios y de su amor al hombre. Como diría el cuarto evangelio: «De tal manera amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único» (Juan 3,16). Si la gente se admiró de lo que decían los pastores, igual debemos admirarnos nosotros de esta prueba del amor de Dios. Sobre todo, teniendo en cuenta que no es algo que nosotros hayamos merecido ni ganado por nuestros propios méritos.

Además, la salvación que entonces tuvo lugar se actualiza en nuestro bautismo, que nos hace nacer de nuevo, nos concede abundantemente el Espíritu Santo, y nos hace herederos de la vida eterna, donde «estaremos siempre con el Señor» (1 Tesalonicenses 4,17).

Querido hermano:

Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor al hombre, no por las obras de justicia que hubiéramos hecho nosotros, sino, según su propia misericordia, nos salvó por el baño del nuevo nacimiento y de la renovación del Espíritu Santo, que derramó copiosamente sobre nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna.

 

25 de diciembre

Misa del día

La misa de la aurora nos presentó a María meditando lo que han contado los pastores. Es una pena que Lucas, que transmitió en el Magnificat su reacción a las palabras de Isabel, en este caso guarde silencio. Dos teólogos cristianos, los autores del cuarto evangelio y de la carta a los Hebreos, sí nos dejaron su reflexión sobre Jesús y su nacimiento. La liturgia les antepone la visión de un profeta-poeta.

«El Señor ha consolado a su pueblo» (Isaías 52,7-10)

El texto de Isaías de la misa de la aurora presentaba a Jerusalén como esposa y madre, que recupera a su esposo y sus hijos. Este la presenta como ciudad, sin rey y en ruinas después de la caída en manos de los babilonios. Pero el mensaje de esperanza es el mismo: Dios vuelve a ella como rey, y las ruinas, reconstruidas, cantarán de alegría. Como en el caso anterior, la liturgia aplica la venida de Dios-rey a Jesús, que nace como Mesías y Salvador.

Qué hermoso son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!». Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

«El Señor nos ha hablado por su Hijo» (Hebreos 1,1-6)

Imaginemos al autor de la carta ante el pesebre. Pero el niño no acaba de nacer, él escribe bastantes años después. Es mucho lo que ya se ha dicho y discutido sobre Jesús. Y él comienza su carta con un resumen ambicioso, que abarca desde el comienzo de los siglos hasta la glorificación del Señor.

Lo primero que destaca es la novedad de que Dios nos hable a través de su Hijo, no a través de profetas. Un hecho tan grande que no debemos esperar algo distinto y mayor: estamos en la «etapa final».

Luego acumula palabras para describir la dignidad del Hijo. Retrocede del momento en el que hereda todo (se supone que tras la resurrección) al momento en el que intervino en la creación del mundo. Habla de su identidad e identificación con Dios con expresiones misteriosas: «reflejo de su gloria, impronta de su ser». Dedica una frase, casi de pasada, a la vida terrena, en la que solo sugiere, de forma velada, su muerte, que purifica nuestros pecados. Y termina con su triunfo a la derecha de la Majestad y su encumbramiento por encima de los ángeles.

San Ignacio de Loyola, al hablar del nacimiento de Jesús, sugiere al ejercitante pensar cómo el Señor nace en suma pobreza «y al cabo de tantos trabajos, de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz» (Ejercicios espirituales, 110). El autor de la carta a los Hebreos tiene una perspectiva más amplia. No menciona aquí los sufrimientos y la muerte (tema que desarrollará más adelante) sino su triunfo y su gloria.

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos.

Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: «Yo seré para él un padre, y él será para mí un hijo»? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios».

La historia del Verbo de Dios (Juan 1,1-5.9-14) (forma breve)

Dos advertencias:

1. Según muchos comentaristas, el autor del cuarto evangelio utilizó al comienzo un himno sobre el Verbo Dios, introduciendo por medio, en dos ocasiones, sendas referencias a Juan Bautista. La liturgia permite elegir entre la forma larga, con todo el texto actual, y la breve, que suprime lo referente a Juan. Es esta la que comentaré brevemente, presentando el himno como una historia del Verbo de Dios en cinco etapas.

2. Para comprender esta historia habría que conocer las reflexiones sobre la Sabiduría de Dios en los dos siglos antes de Jesús. En el segundo domingo después de Navidad se vuelve a leer el prólogo de Juan, y la lectura que lo acompaña es, con razón, la del libro del Eclesiástico.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios.

«En el principio creó Dios el cielo y la tierra». Así comienza el libro del Génesis. Para el autor del prólogo, en ese momento existía ya el Verbo, junto a Dios. Es lo mismo que se dice de la Sabiduría en el libro de los Proverbios y en el Eclesiástico.

Segunda etapa: el Verbo y la creación

Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.

Aunque parece una nueva matización del Génesis, supone un desarrollo. Allí se dice que Dios crea por su palabra («dijo Dios») y su acción. Aquí, esa palabra se convierte en compañera suya imprescindible durante el acto creador. Todo fue creado por el Verbo: sol, luna, estrellas, montañas, mar, animales de toda especie, ser humano. Además de habernos creado, es también nuestra vida y nuestra luz. Dos términos claves en la teología del cuarto evangelio, que presentará a Jesús como «el camino, la verdad y la vida». En esa misma teología encaja la referencia a la tiniebla como símbolo de la oposición a Jesús y a Dios.

Tercera etapa: el mundo, creado por el Verbo, lo ignora.

En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.

El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. El autor del Prólogo piensa en los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra se instala en Israel; unos lo rechazan, otros la acogen.

Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.

¿Qué hará el Verbo cuando se vea ignorado por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la Sabiduría: «Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad». Pero el Verbo se encuentra con una desagradable sorpresa: «los suyos no lo recibieron». Da la impresión de que un autor posterior consideró esta afirmación demasiado pesimista y añadió que algunos lo recibieron, convirtiéndose en hijos de Dios. Pero este aparente añadido destruye el dramatismo del himno primitivo.

Quinta etapa: el Verbo se hace carne y habita entre nosotros.  

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. El Verbo toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Reflexión final

El fiel cristiano que haya acudido a la iglesia pensando escuchar unas lecturas bonitas y sencillas sobre Jesús niño y los pastores se encuentra en la misa del día con unas lecturas muy teológicas, pero que le recuerdan la dignidad e importancia de ese niño que ve en el pesebre.

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25 Diciembre. Solemnidad de la Natividad del Señor, ciclo B

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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No era él la luz, sino testigo de la luz”

(Jn 1, 1-8)

¡El comienzo del Evangelio de Juan me parece tan poético! Si trato de no intentar entenderlo todo y solo escucho… me quedo embobada… La repetición de las palabras (al principio, la Palabra, Dios, el mundo…) nos llevan más y más a nuestro interior sin que nos demos cuenta.

Se nos dice que Juan el Bautista no es la luz, sino testigo de la misma. A menudo nos gustaría ser nosotras la luz, alumbrar y deslumbrar, que nos aplaudan, que nos feliciten, que alaben nuestro trabajo… Hoy se nos muestra a Juan no como el centro, sino como aquel que sabe reconocer en Jesús que Dios Trinidad se involucra con la humanidad. Juan no puede callárselo, sino que necesita compartirlo con los demás. ¿Y nosotras? ¿Queremos ser la luz o dar testimonio? ¿Cómo compartir este testimonio?

Tenemos una figura en el Belén que ponemos en la iglesia, de un pastor con el brazo estirado hacia lo alto. Está indicando a los demás que miren, que escuchen la Buena Noticia que el ángel, mensajero de Dios, anuncia. Me llama la atención que el brazo está realmente separado del cuerpo. Nos invita a salir de nosotras y a señalar allí donde está la luz, allí donde hay personas mensajeras de Dios. Allí donde el silencio acompaña un momento de dolor. Varias personas reunidas celebrando la vida. Una comunidad de laicos acogiendo a una familia refugiada. Un proyecto de ayuda a mujeres obligadas a prostituirse. Jóvenes con y sin discapacidad divirtiéndose juntos. Una mirada de aceptación y una conversación con una persona que vive en la calle…

En estas semanas de correos electrónicos y whatsapps de buenos deseos, podríamos aportar nosotras esas “buenas noticias” que se dan a nuestro alrededor. Podemos ser testigos de la luz.

No nos dejemos engañar. Como dice el versículo 5, “la luz resplandece en las tinieblas”. La oscuridad no apaga la luz. En nuestra sociedad, invadida de malas noticias, tampoco. Sepamos ver la luz, la alegría, la entrega, el amor.

Oración

Gracias, Jesús, por hacerte persona como nosotras. Envíanos tu Espíritu que nos haga vivir conscientes de tu presencia en la humanidad.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sólo la experiencia de Dios puede llevarnos a la comprensión del Prólogo..

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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Jn 1,1-18

Retomamos la idea central de la Navidad: La palabra se hizo carne, se hizo vida, se hizo luz. La encarnación es verdad fundamental del cristianismo, pero no siempre la hemos entendido bien. Estamos sin duda ante la página más sublime de toda la literatura. Se trata de un himno cristológico anterior a la redacción del evangelio, fruto de la experiencia de una comunidad eminentemente mística. Es una condensación de todo el evangelio. Es prólogo, pero con la misma rotundidad podía ser epílogo.

Es una osadía atreverme a comentar este texto. Ni tengo la preparación filosófica y teológica suficiente, ni la experiencia mística para hincarle el diente. El único consuelo es saber que lo que digo no es palabra de Dios, sino solamente un apunte que pueda ayudar a alguno a encontrar la dirección de su propia búsqueda. Querer expresar una experiencia mística con palabras es sencillamente descabellado, por eso se recurre a un lenguaje simbólico, poético, que violenta el sentido normal de las palabras.

El primer versículo nos dice ya tres cosas: Que el Logos está en el origen. (En el principio ya existía la Palabra). Que los dos estaban volcados el uno sobre el otro. (La Palabra estaba vuelta hacia Dios). Que, aunque distintos uno y otro eran lo mismo (La Palabra era Dios, Dios era la Palabra). Al comenzar con la misma palabra que el Génesis, nos está diciendo que la encarnación no es el comienzo de algo nuevo, sino la culminación de la creación. El Logos no comenzó, porque es el origen de todo. Luego se hace carne (comienza a ser en el tiempo) para terminar la creación del hombre. Arch no significa principio de tiempo sino origen, fundamento, anterior al tiempo.

La traducción de Logos por Palabra no es la más adecuada, porque se pierde la originalidad del concepto. La palabra Logos ya existía, pero el concepto al que quiere aludir es nuevo. Esta palabra se encuentra por primera vez en Heráclito. s. VI a C, (precisamente en Éfeso, donde parece que se escribió este evangelio) y significaba la realidad permanente dentro del devenir de la realidad material (panta rei). La utilizan los estoicos, Platón, y Filón de Alejandría que la emplea 1.200 veces en sus escritos. En NT tiene un amplísimo y a veces contradictorio significado; desde palabra engañosa hasta el sentido cristológico único del prólogo que estamos comentando.

Repito que aquí el concepto es original; no deducible de las distintas tradiciones literarias anteriores. Ese concepto no se vuelve a repetir ni siquiera en Juan. El concepto es incomprensible sin la experiencia pascual. Sin una experiencia mística no se puede acceder al significado que se quiere expresar. Podíamos decir que es el Proyecto eterno que en un momento dado se ejecuta. Dios crea por medio de su Palabra. También nos puede ayudar a comprender lo que quiere decir, la idea de Sabiduría preexistente de los libros sapienciales.

Es muy interesante la expresión: junto a Dios” (pros ton qeon)= vuelto hacia, volcado sobre. Expresa proximidad pero también distinción. Está en íntima unión por relación pero no se confunda con Dios. En griego (Kai qeos en o Logos) y en latín (et Deus erat Verbum), se dice que la Palabra era Dios, pero también que Dios era la palabra. qeos está sin artículo. Podíamos traducir: lo que era Dios, lo era la Palabra. Para los judíos, Dios era el totalmente trascendente; no podía haber otro. Para los helenistas, el peligro era lo contrario, el politeísmo. Por eso dice que ni es una “mónada” ni son dos.

Por medio de la Palabra se hizo todo”. En el AT, Dios crea por su Palabra. No se trata de un sonido que emite Dios. Otra vez tenemos que ir más allá del sentido primero. Quiere decir que el Logos es origen de todo. Con una redundancia, intenta llevarnos más allá de la misma palabra. Al margen de Dios y del Logos, no existe nada. No se trata sólo de lo que existe en el tiempo, sino de todo lo que existe en absoluto.

En la Palabra había Vida, y la Vida era la luz de los hombres”. Ojo al dato: No llegamos a la Vida a través de la luz, sino al revés. Jesús no es un Maestro que nos trae salvación con su enseñanza (como se da a entender en otras cristologías) sino Vida que nos lleva a la comprensión total viviéndola. Para la espiritual, el concepto es clave. Vivir es anterior a comprender. Sin vivencia no podremos comprender nada.

Y la tiniebla no la recibió. El mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Esta insistencia tiene que hacernos reflexionar. En Juan se percibe esa lucha entre la luz y la tiniebla. Era una idea que flotaba en el ambiente. En un escrito de Qunrám se dice: Que la luz no sea vencida por las tinieblas. Ni siquiera los suyos fueron capaces de descubrirla. Tenemos aquí el primer reproche al pueblo judío que no fue capaz de ver en Jesús la Vida que podía llevarle a la comprensión de la ley.

Pero a cuantos la recibieron… Vemos que lo anterior era una exageración. Unos no la recibieron, pero otros sí la recibieron. Se habla de creer en sentido bíblico. No se trata de la aceptación de verdades sino de aceptar su persona. Sería: Los que confían en el espíritu de Jesús. Les da poder para ser hijos de Dios. Aquí está la buena noticia. El que cree es engendrado como hijo de Dios. En Juan, se ve una diferencia clara en el concepto de hijo cuando se dice de Jesús y cuando se dice de otros. Para designar a Jesús dice uios y tekna para designar a otros, se emplea aquí y en Jn 11,52.

Es muy importante aclarar este concepto. En AT se usa la expresión “hijo de Dios” para referirse a los ángeles, al rey y al pueblo. Estos conceptos no sirven ni para aplicarlos a Jesús ni a los demás hombres. Nos dan una pista para poder comprender lo que quiere decir Juan. En el AT, el término hijo, se empleaba con sentido mesiánico. Se decía del enviado a cumplir una tarea de salvación en nombre de Dios. Esta idea, unida a la de la Sabiduría, pudo dar origen al concepto de “Hijo”, ser preexistente vuelto al Padre.

Y la Palabra se hizo carne. Meta de todo lo anterior. Se trata de la nueva presencia. Dios no está ya en el templo, ni en la tienda del encuentro. Ahora está en Jesús. No se identifica Palabra y Jesús. Se deja un margen para el misterio. Para la antropología semita hombre-carne, hombre-cuerpo, hombre-alma, hombre-espíritu, son aspectos de una solo realidad, el hombre. Se hizo hombre-carne; limitado pero susceptible de Espíritu. Se hizo carne, sin dejar de ser Logos, sin dejar de estar volcado sobre Dios.

Y habitó entre nosotros”. “eskenosen” significa plantar una tienda para vivir. Hace referencia a la presencia de Dios entre pueblo (tienda del encuen­tro). También de la Sabiduría se dice: “Habita en Jacob, pon tu tienda en Israel”. Siendo uno de nosotros, levantando su tienda en nuestro propio campamento, hizo presente y visible a Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Duerme el niño Jesús

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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llegamos-Navidad-pandemia-cuestas_2295980381_15161048_660x371Lc 2, 1-14

«Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

Ella estaba encinta, anochecía y se acercaba su hora. Recorrían las posadas pidiendo alojamiento, pero no había sitio para ellos. María aguantaba como podía el dolor y la zozobra. José suplicaba impotente y desgarrado, consciente del sufrimiento de su esposa. Al fin, un posadero les ofreció la cuadra para que María pudiese dar a luz con alguna intimidad.

Tras el parto se acurrucaron en un rincón sonriendo al niño que acababa de nacer. Algún pastor de los alrededores oyó su llanto en aquel lugar insólito y se acercó. Vio a María y José sonrientes en su rincón, pero ateridos de frío y extenuados de cansancio. Fue en busca de sus compañeros y volvieron con mantas y algo de alimento que llevaban en sus zurrones. Hicieron fuego y todos pudieron participar de la paz infinita de aquel momento. El niño dormía plácidamente.

Pasó lentamente la noche y llegó el alba. Parecía que todo seguía igual, pero todo había cambiado, porque el mundo, que caminaba en tinieblas, se había visto envuelto en una gran claridad. Como dijo el ángel a los pastores: «En la ciudad de David, ha nacido un salvador: el Mesías, el Señor».

Que Jesús hubiese nacido así es una magnífica señal. Si hubiera nacido en el Templo de Jerusalén, hijo de reyes y rodeado de gente importante, todos podríamos decir: “más de lo mismo” … Pero nace desapercibido para todos los poderes y anunciado a los marginales; y ésa es la mejor señal de que todo ha cambiado. Es la señal de que por fin Dios está con los que le necesitan, que Dios está para salvar, no para oprimir, que ningún poder opresor tiene nada que ver con Dios; que Dios no está con los poderosos para asegurar su poder, sino con las víctimas de su poder para liberarlos

Como decía Ruiz de Galarreta: «El signo de la Navidad es la luz en la noche vista solo por los más sencillos. La noche sigue siendo noche, sigue habiendo dolor, vejez y desgracia, nos siguen apeteciendo mil cosas que destrozan nuestra vida… Vivimos en la noche, pero en la noche hay luz para ver mejor y poder caminar por la vida sin tropiezo».

«Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre»

Para ver a Dios, mirad a ese niño.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

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Como niebla que se filtra bajo la puerta cerrada.

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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nacimiento-mesias_mdsvid20130328_0051_3Juan 1, 1-18

Quizá cuando lleguemos a la eucaristía el día de Navidad y escuchemos el evangelio nos quedemos un tanto sorprendidos. Casi sin pensarlo estábamos esperando la lectura de Lucas, ese texto entrañable que nos hace visualizar a María y José con el Niño, a la mula y el buey… eso que en un día como el de Navidad todos tenemos hondamente grabado.

Y sin embargo nos encontramos con un evangelio que, de entrada, puede resultarnos un tanto difícil. Conocido como prólogo del evangelio de Juan, nos presenta lo que podemos considerar un resumen de la revelación: Desde siempre y continuamente, Dios creador de todo, que es la Vida y la Luz, hace una alianza extraordinaria con el mundo, con la humanidad, entregándole a su Hijo. Pero este mundo amado por Dios puede aceptar esta alianza aceptando a Jesús o no hacerlo y de ello se siguen unas consecuencias que van a la raíz de la persona a su modo de ser y vivir en el mundo, como “hijo” o como extraño. Y nos lo dice en un lenguaje que responde al momento cultural en que fue escrito, en muchos aspectos distinto al nuestro. Por eso vamos a intentar acercarnos al texto preguntándonos, ¿qué quiere decir el autor a los primeros cristianos de la comunidad de Juan, cristianos que vivían fuera del contexto judío? ¿Qué nos quiere decir a nosotros hoy?

Os propongo que nos paremos en aquellas expresiones que nos resulten más significativas, que enganchen con nuestra vida. Pueden ser alguna de estas:

“Vino a su casa y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de Dios”

Vino a su casa es una expresión entrañable. Juan dice que el mundo, nuestro mundo, es la casa de Dios, ¿lo creemos y lo sentimos así? Nuestro mundo con todo lo que en él hay, con todas las personas y realidades. A todo ello Dios llama “su casa”.

Es más, si Dios viene a nosotros, cada uno de nosotros somos “casa” de Dios. ¿Lo experimentamos y disfrutamos así? Quizá sería bueno que pensásemos, si Dios viene a mi casa, ¿me encontrará en ella? ¿O estaré fuera corriendo enredada en mil cosas, incluso para preparar la Navidad?

¿Dónde busco a Dios? ¿Dónde espero encontrarle? Porque nos avisa “en el mundo estaba… y el mundo no le conoció” ¿Participo de ese afán que tenemos los seres humanos de clasificar, de hacer apartados y de dejar a Dios lejos, en su cielo, cuando Él, nos dice el evangelio, vino y está continuamente, desde el principio, viniendo a “su casa” que es nuestro mundo, nuestra persona…?

Y si no le reconocemos, ¿cómo vamos a recibirle? ¿No estamos muchas veces “recibiendo” a un Dios hecho a nuestra medida, según nos conviene, que poco tiene que ver con el Dios de Jesús?

La gran noticia de la Navidad no es solo que Dios nos entrega a su Hijo en ese niño, ser humano como nosotros, es también que nosotros podemos ser hijos de Dios. Pero solo si le descubrimos, si le acogemos, si le recibimos… a Él, a ese Jesús hecho niño, pobre, indefenso, vulnerable… todo eso que a nosotros no nos gusta, de lo que tantas veces huimos. Esta Navidad, ¿nos decidimos a abrir nuestro corazón y acoger a este Dios que nos sorprende y nos descoloca? Solo cuando lo hagamos podremos experimentar el inmenso amor de Dios que nos transforma en sus hijas e hijos queridos.

“Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”

La Palabra, el hijo de Dios, Jesús, que estaba junto a Dios desde el principio, viene para estar junto a nosotros. En estos días valoramos mucho el “juntarnos”, el estar cerca de las personas a las que queremos, sentirnos arropados, acompañados y protegidos. Y escuchamos que esta Palabra, este Jesús hijo de Dios, deja de estar solo junto a Dios para estar junto a nosotros.

Y el evangelio suele traducir el texto con el verbo acampar. Es importante, el que acampa se va a quedar, no viene de visita. Pero acampar es distinto de instalarse, de residir. Se queda con nosotros de una forma humilde y pobre. No viene al palacio, al templo, ni siquiera a una buena casa en una barriada segura. Las tiendas de campaña nos hablan de existencia cercana y precaria, en la que se comparte mucho con los vecinos, en la que no nos protegemos con puertas blindadas ni con alarmas, en las que nos conocemos todos y confiamos en los que nos rodean… Así ha venido Dios a vivir entre nosotros, sin deslumbrar, sin imponer…

¿Y nosotros, hemos acampado así en nuestro mundo, en nuestro entorno, o estamos parapetados tras unos gruesos muros que nos aíslan y defienden?

La Navidad, año tras año, también nos dice que esta alianza de Dios con nuestro mundo es definitiva. Que por mucho mal que veamos y experimentemos, nuestro Dios está presente en la raíz de nuestra naturaleza humana, de nuestro mundo y su historia. Que la Encarnación no es algo que sucedió, es algo que sucede continuamente. A veces es verdad, lo hace de una forma casi imperceptible, en palabras del Papa Francisco, “como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada” (LS 112) pero se filtra, aunque no abramos la puerta. ¡Qué gran promesa!

Nos queda a nosotros, llamados a ser hijos e hijas, descubrir esta empecinada resistencia del bien y la bondad en nuestro mundo, acogerla y multiplicarla acogiendo a este Niño que trastocará nuestra vida pero nos hará inmensamente felices para siempre. ¡Feliz Navidad!

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

Fuente Fe Adulta

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La vida tiene sentido y dirección desde el principio hasta el final

Lunes, 25 de diciembre de 2023
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31803518206_a8dc0b97a0_kDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Prólogo del evangelio de San Juan

        En este día de Navidad hemos escuchado el prólogo del Evangelio de San Juan. Un texto -un tejido- solemne.

Algún místico dijo con toda sensatez que, en diciendo el Logos / la Palabra, Dios ya no tenía nada más que decirnos a los seres humanos.

        El prólogo de S Juan es una meditación acerca de cómo Dios entra en la historia de la humanidad.

        Este prólogo no habla de cómo nació Jesús, ni dónde, ni cuándo, ni quienes fueron sus padres, ni de Belén, ni Herodes, ni magos…

        Todo queda centrado en que el Verbo, la Palabra se hicieron debilidad: sarx. El Verbo se hizo carne.

        S Juan se sitúa antes del tiempo, antes de la creación. La creación viene después: por medio de la Palabra.

02.- La Palabra (logos)

        La Palabra no es una cuestión gramatical, del Diccionario de la Lengua. La Palabra es lo que Dios nos quería decir. Y lo que Dios nos quería decir es Jesús: Dios salva.

        La Palabra, el Logos, significa también razón de ser, sentido de la vida.

        La Palabra es la luz, que ilumina al ser humano y confiere sentido a la existencia.

        Desde el principio, -en  principio- la existencia humana tiene sentido

Si miramos a nuestro mundo no podemos decir que la luz el sentido y la vida iluminen nuestro momento: cegueras culturales, guerras, depresión, suicidios…         En esta etapa de vacío nihilista, de sinsentido, de depresión humana, de suicidio, nos hace bien recordarnos a nosotros mismos que la vida tiene sentido. La Palabra llena de sensatez -sentido- la vida.

        Nos hace bien volver al niño nacido y ver en la Palabra  la expresión de Dios: luz y vida.

03.- La Palabra se hizo carne

El Evangelio de san Juan nos dice desde el principio que la Palabra se ha hecho carne (sarx), debilidad, ser humano.  Y esto es lo que celebramos en Navidad: que Dios es aquel, que menor no puede ser pensado: un débil y pobre niño.

        Con respeto hacia otras religiones, el cristianismo no es una religión pseudomística, un éxtasis, un nirvana o un yoga, mucho menos el cristianismo es una vivencia espiritualoide.

        Las comunidades que leían el evangelio de Juan habían sufrido las primeras desviaciones espiritualistas (gnósticas) de tipo griego a las que repugnaba lo material y corpóreo. Por eso San Juan desde el comienzo subraya que la Palabra se hizo no un dios etéreo y flotante, sino que se hizo hombre, sarx.

Los cristianos de aquellas comunidades joánicas se sentían herederos de una tradición muy noble, santamente corpórea y materialista: el Discípulo Amado había recostado su cabeza en el corazón de Cristo: la cabeza había entendido lo que decía el amor. Habían experimentado el servicio en el lavatorio de sus pies. El ciego vio con sus ojos la luz de la nueva creación del barro y el espíritu (saliva) de Jesús. Esa comunidad cristiana nacía al pie de la cruz (María y el Discípulo Amado). Tomás había tocado el cuerpo resucitado del Señor metiendo su mano en el costado bautismal del Señor.

        Os transmitimos lo que hemos visto y oído, (1Jn 1,3).

El Dios de Jesús, Jesús está en medio de la vida, de la humanidad: “En el corazón de las masas”, que decía aquel libro que R Voillaume publicó en 1968. [1]

Feliz Navidad

[1] R Voillaume perteneció a los “Hermanitos de Foucauld”, cristianos con una presencia callada, silenciosa en medio del mundo. Ni tan siquiera evangelizan, están con una silenciosa presencia pre-evangelizadora.

 

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