Una historia de Jesús I
Tomás Maza Ruiz
Madrid.
ECLESALIA, 07/07/23.- Se han escrito innumerables “biografías” de Jesús. Hay algunos especialistas que creen que es imposible hacer un relato histórico de su vida. Otros, apoyados en documentos de la época, en los relatos evangélicos y en las excavaciones arqueológicas recientes creen que es posible hacer un retrato aproximado de su vida y de su mensaje. Yo creo que las dos partes tienen algo de razón.
Pero lo que me propongo en este pequeño relato no es hacer una historia detallada de su vida y de su espiritualidad, sino explicar la imagen que, a lo largo de mi vida, me he formado de Jesús de Nazaret. Hay tantas imágenes de Jesús como personas que se hayan interesado por su vida y su obra y, por tanto estas imágenes son tan variadas y a veces tan contradictorias que forman un bosque de opiniones imposible de desentrañar. Los mismos evangelistas son a veces contradictorios (véanse los relatos de Mateo y de Lucas sobre el nacimiento de Jesús) y también en episodios descritos de formas extrañas (como los endemoniados) y a frases desconcertantes atribuidas al mismo Jesús como “al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo poco que tiene” que están en completa oposición con su mensaje de amor a todos los seres humanos y en especial a los pobres y excluidos de la sociedad.
Ante estos problemas yo me limito a dejar entre paréntesis lo que no entiendo y me centro en lo esencial de los relatos evangélicos y lo esencial es que Jesús nos dijo que Dios era como un padre bueno que quiere a todos sus hijos e hijas por igual y como el padre del hijo perdido de la parábola celebra una gran fiesta cuando regresa el hijo y no le deja confesar su falta. Un Padre, también podríamos decir Madre, que hace “salir el sol sobre buenos y malos y hace caer la lluvia sobre justos y pecadores”, un Padre-Madre que es todo amor.
Por otra parte los evangelistas, como buenos judíos, trataron de hacer que la vida de Jesús se ajustara a las tradiciones religiosas de su religión y a las expectativas del Pueblo Judío que esperaba un Mesías o Cristo (Ungido) que los liberara de la opresión del Imperio Romano y estableciera un reino político, el “Reino de Dios”. Esto no es extraño puesto que los primeros seguidores de Jesús se consideraban también Judíos de religión y formaron parte de las sinagogas hasta, al menos, la década de los ochenta del siglo I. Según los evangelistas todo lo ocurrido en la vida de Jesús estaba previamente anunciado por los profetas de Israel, hasta el punto que ponen en boca de Jesús que su pasión y muerte sucedió para “que se cumplieran las Escrituras”. Si esto hubiera sido así los que torturaron y mataron a Jesús estarían exentos de culpa porque se habrían limitado a cumplir lo que estaba previsto por los profetas y, por tanto, estaban cumpliendo la voluntad de Dios: “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya” es la oración que los evangelios sinópticos ponen en boca de Jesús en el Huerto de los Olivos. No puedo creer que fuera voluntad divina la muerte de Jesús.
Nazaret
En este comienzo prescindo de los relatos de Mateo y Lucas sobre el nacimiento de Jesús. Estos evangelistas sitúan el nacimiento en Belén por haber sido la patria de David y por la creencia de la tradición judía de que el Mesías tenía que ser descendiente del rey David. Para cumplir la profecía de Miqueas que decía de Belén que “de allí saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo de Israel”, Mateo sitúa el nacimiento en Belén. Lucas, que había situado Nazaret como el pueblo de José y María, hace viajar a la pareja a Belén cuando María estaba a punto de dar a luz y allí en Belén tuvo lugar el parto. Mi opinión es que el nacimiento tuvo lugar en Nazaret, ya que los relatos tanto de Mateo como de Lucas me parecen míticos y además, cada uno de estos dos evangelistas tenían distintos objetivos. Porque conviene tener en cuenta que los evangelios no son relatos históricos, sino que son una especie de parábolas, para transmitir una enseñanza.
Nazaret era una aldea tan pequeña que ni siquiera se la cita en el Antiguo Testamento. Por eso Natanael cuando le hablaron de Jesús dijo: ”¿De Nazaret puede salir algo bueno?” Nazaret estaba construida sobre un acantilado y muchas de sus casas estaban excavadas en las rocas. Supongo que entre los escasos vecinos, muchos de ellos todos formarían familias extensas de abuelos, padres, hijos, tíos y primos que se reunirían habitualmente alrededor del fuego en invierno y en los patios o en la explanada delante de sus casas, en verano, como en nuestros antiguos patios de vecindad, y hablarían, aparte de las historias familiares, de las tradiciones del antiguo pueblo de Israel. Esa sería la primera escuela de Jesús. También María, como la mayoría de las madres judías de la época, le transmitiría las ideas religiosas de su pueblo así como las esperanzas en un liberador.
En los evangelios se habla de la sinagoga de Nazaret donde Jesús enseñó. No sabemos si había un edificio para ello, pero también podía ser una casa un poco más amplia, lo suficiente para acoger a los escasos vecinos varones del pueblo. En esta sinagoga, posiblemente habría una especie de escuela para enseñar a los niños la Ley y los profetas de Israel. La educación, principalmente, sería aprender de memoria la historia del Pueblo contenida en la Biblia hebrea y puede que también enseñaran a los niños varones a leer y escribir, aunque para las gentes de aquella época la lectura y la escritura estaban generalmente reservadas a los sacerdotes, y funcionarios de la religión, así como a los del poder político. Según el relato de su actuación en la sinagoga de Nazaret, Jesús sabía leer, aunque su formación sería casi toda memorística, como lo era la de casi todo el pueblo. El idioma hablado era el arameo y el litúrgico el hebreo. Es posible que también se conociera el griego, puesto que a pocos kilómetros de Nazaret estaba la ciudad helénica de Séforis y tampoco estaban lejos de Galilea las diez ciudades de cultura griega, la Decápolis.
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