10.12.23: Dom 2 Adviento. Principio de Navidad, Juan Bautista (Mc 1, 1-8)
Del blog de Xabier Pikaza:
Muchos no sabemos cómo empezar Navidad, aunque muchas ciudades han encendido luces de colores, han alzado árboles de christmas y han sacado a la calle renos con Papa-Klaus o San Nicolas vestidos de blanco y colorado, con toques verdes, bellas muchachas y comidas de familia con turrones.
Todo eso está bien, aunque apenas aparece el niño del verdadero futuro de la vida cristianaque es Navidad. Está bien, aunque para los cristianos, según el Evangelio de Marcos, evangelio del año litúrgico que empieza, en el principio, como precursor de la Navidad, no está el Santo Klaus, ni los renos/abetos del norte, sino Juan Bautista, en el río del desierto, con comida y vestido especial, invitándonos al agua de su río, a la palabra de su mensaje, al presente y futuro más hondo de la vida de Jesús, porque es Adviento, viene la Navidad.
| Xabier Pikaza
Texto: Marcos 1,1-8
Éste es el comienza del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios, como está escrito en el profeta Isaías: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Este comienzo es Juan bautizando en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”
Desierto, contra una cultura consumo y desperdicio, que crea pobreza Jesús iniciará su camino en Galilea (Mc 1, 14), para culminarlo en Jerusalén. Juan, en cambio ha comenzado volviendo al desierto, al principio de la vida, que está hecha de lo esencial, de la vida simple, de los dones esenciales, sin cruzar el Jordán de la gran abundancia y empezar malgastando la vida con riquezas inútiles y opresoras, con comidas de derroche….
Juan nos invita a volver al desierto ¿estamos preparados? Al desierto de la vida compartida en el camino… para buscar lo esencial. Desde ese fondo, Juan rechaza las estructuras sociales y las instituciones sacrales de los judíos instalados ya en la tierra de la gran abundancia. Su estilo de vida es un signo de condena para aquellos que quieren tener y tener siempre más, oprimiendo si es preciso a los pobres los ricos. Por eso vuelve al principio de la historia israelita (trazada en los libros que van del Éxodo al Deuteronomio), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparar la llegada del juicio de Dios, que les permitirá entrar en la tierra prometida.
Río de frontera, emigrantes todos Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán y aquellos que lo crucen de verdad (como hicieron antaño Josué y los suyos; cf. Jos 1-4) recibirán la herencia de la tierra prometida. A la vera del río habita Juan, preparándose para pasar al otro lado, a la tierra de la fraternidad (Mc 1, 5). En su entorno se forma una “iglesia” o comunidad de emigrantes, atentos al primer “movimiento” del agua (cf. Jn 5, 3-4) para atravesar el río y entrar en la tierra prometida.
Juan no podrá pasar el rio, pues le matarán antes de cruzarlo; no podrá emigrar, pero quiere que otros emigremos con Jesús… Sigue habiendo emigrantes de necesidad, del sur pobre al norte rico, del hambre a la comida, de la persecución a la libertad… Muchos quieren sobrevivir, cruzando el río Grande de América del Norte, el gran Estrecho del mar para llegar a la Europa fecunda en vanidades; muchos mueren en el camino…
Pero la más honda emigración tenemos que hacerla nosotros, los instalados en la abundancia, los ricos de la tierra, una emigración para vaciarnos de nuestro egoísmo, para encontrar nuestra verdad, para celebrar con Juan el camino del Adviento que lleva a Jesús.
Vestidos con vestiduras de fidelidad a la tierra de comunicación de bienes.
La Navidad de nuestro mundo opulento es Navidad de vestiduras de lujo, de apariencia vanidosa de marcas, de colores de reclamo hacia un gozo de apariencia. En contra de esos vestidos de apariencia de mercado, tejidos con el sudor y opresión de los pobres, Juan Bautista, en el desierto, junto al río, nos pide ante todo con su ejemplo que nos desnudemos de nuestros “hábitos” de mentira y opresión, que quedemos desnudos, siendo lo que somos, en comunión de vida con los otros, lo que somos, para entrar de esa manera al río.
Juan quiere que abandonemos las vestiduras de poder, tejidas de orgullo, poder y opresión se los otros. Por eso, mientras llega el momento de cruzar el río, Juan y sus discípulos se cubren con túnicas sencillas, de pelo de camello, y se ciñen con simples cinturón de cuero (Mc 1, 6), recordando a a Elías, profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18).
Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida en comunión de todos, signo de vuelta a la naturaleza, en la línea de una ecología hecha de respeto a la naturaleza y a la vida. Se trata de no destruir el mundo para vestirnos nosotros; no vestirnos de lujo para que otros sufran de hambre… Nuestro “hábito (hábitat) es la naturaleza que nos ofrece, hojas de higuera, con tejidos naturales de lino y algodón, con de pelos/pieles de animales a los que hemos cuidado como hermanos. Somos de alguna manera lo que vestimos, lo que ponemos por encima de nuestra piel, igual para todos…
Adviento es aprender a desvestirnos de las ropas de orgullo y violencia, para establecer así una comunicación real, de persona a persona. Ser lo que somos, eso es adviento. Vestirnos de naturaleza, de pelo de camello (los animales del campo…), de cinturón de cuero, de la piel de animales que han sido nuestros compañeros de camino, con ellos, como ellos, en un mundo donde hay espacio para todos.
Comida natural, en fraternidad: saltamontes y miel silvestre (Mc 1, 6). Lo que vestimos somos, pero también lo que comemos, como sabe y dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 6, 25-34), en comunión con la naturaleza, con lirios del campo y la pájaros/cuervos del cielo. Nos viste Dios, es decir, la naturaleza, como sabe y dice Jesús, discípulo de Juan Batista. Podemos confiar, como pájaros y lirios, pero trabajando de un modo fraterna en la naturaleza, no para destruirla, sino para cuidarnos con ella y para devolverle su dignidad con nuestro cuidado.
Un tipo de cultura actual lo “come” (devora, fagocita todo…), combustibles fósiles y minerales, come y come, destruye y destruye todo, en todo el mundo, de todo el mundo. Juan, en cambio, quiere comer lo que le ofrece la naturaleza, de un modo normal, como sobrante…, lo que le sobra al mundo. En su contexto de desierto, junto al río, saltamontes y miel silvestre… En nuestro contexto otros frutos, plantas y animales, manzanas de árbol, cereales de campo… Pero comer lo que necesitamos, en fraternidad con la naturaleza, no para destruirla, para enriquecerse unos y pasar hambre otros, destruyéndonos y destruyendo la tierra.
Comer con sobriedad, sin devorarlo todo… Vivir con lo que nos da la naturaleza, allí donde estamos, cada uno en un hábitat distinto, compartiendo con solidaridad, para enriquecer a la tierra con nuestro paso por ella,s para dar gracias de Dios y bendecirnos mutuamente, unos a los otros.
Conversión, transformación, y bautismo. La vida de Adviento, preparación de la llegada del “más fuerte” que es un niño, ha de ser, conforme a lo anterior, una vida sobriedad, de inserción positiva en el mundo, de fraternidad, revestidos de la vida de la tierra, alimentados de ella, sin devorarlo todo, sin devorarnos unos a los otros, en gesto de conversión, dispuestos a pasar por el “agua nueva del bautismo a la vida” verdadera.
Bautizarse significa con-vertirse, transformarse, empezar de nuevo, como seres que respiran (viviendo), que comen, que se limpian y renuevan y reviven en el agua de la con-versión, para así “pasar” e introducirnos en la vida de Dios.
Esa vida de con-versión (en vestidos y comida, en fraternidad) culmina y se expresa en el bautismo. Ésta es la mayor esperanza de los discípulos de Juan; esta fue la esperanza de Jesús, discípulo de Juan, esta es nuestra esperanza de Adviento: pasar Jordán y entrarán, de manera liberada, en la tierra prometida.
El texto acentúa la función de Juan (¡yo os bautizo…!: Mc 1, 8), el contexto destaca su personalidad: ha convocado un grupo de seguidores, llevándoles al desierto y bautizándoles en el río de las promesas, con la certeza de que viene el Más Fuerte, es decir, el mismo Dios (o su delegado final, en línea mesiánica). Entrar en el río, transformarse y pasar y lo de más allá. Juan es profeta del río. Permanece al otro lado, llega hasta el agua e introduce a los creyentes (convertidos) en sus aguas de juicio y esperanza. Pero no se atreve a forzar el río e ir más allá, porque sólo Dios puede “dividir de verdad las aguas”, a fin de que los liberados pasen al otro lado, con la colaboración del Más Fuerte que es Jesús, plenitud del adviento.
En el fondo de su gesto hallamos la “esperanza de Josué”: cuando las aguas se abrieron y los israelitas pasaron a la tierra prometida (cf. Jos 5). Esa esperanza de que las aguas del río se mueran está igualmente en el fondo de Jn 5, 1-15 (el agua de la piscina de las ovejas que cura a los paralíticos). Sólo Dios o su delegado mesiánico puede “abrir el agua”, para que crucemos de la orilla del desierto a la tierra prometida. Pues bien, Jesús dirá que Dios ya ha llegado, y pasará el Jordán para realizar los signos del Reino en Galilea. Juan eleva así su protesta contra el judaísmo más oficial de su tiempo, esperando el signo de Dios para cruzar el Jordán e iniciar una vida nueva en la tierra prometida. Ciertamente, el Bautista aguarda el juicio de Dios, pero ése no es un juicio final/final de destrucción del mundo, sino un juicio histórico/escatológico. Los discípulos de Juan fueron varones y mujeres de esperanza, animados por la exigencia de conversión y la certeza de que Dios les abrirá las puertas de la tierra prometida. Así se situaron, a la orilla del Jordán, en la orilla del desierto de las promesas y los nuevos comienzos, dispuestos a escuchar la voz de Dios y ponerse en pie para cruzar el río y llegar a la orilla de la libertad. No necesitan programar lo que vendrá después: será Dios quien hablará, actuará el Más Fuerte.
Entre los que esperaron que se abriera el río y llegara el Más Fuerte estuvo por un tiempo Jesús Galileo y estamos nosotros, en este tiempo de adviento.
APÉNDICE. DEL EVANGELIO DE MARCOS, AL DE MATEO Y LUCAS.
El evangelio de este domingo ha sido el de Mc 1, 1-8. Con lo anterior, podemos quedar, esperando la llegada del más fuerte, que es Jesús en Navidad. Para algunos que tengan más tiempo y quieran seguir leyendo ofrezco este anexo del Q, un documento antiguo de la iglesia que está en el fondo de los evangelio de Mt y Lc.
La llegada del más fuerte, el tiempo y presencia de Dios
Tanto Marcos como el documento Q. hablan del mensaje de Juan (con la promesa de la llegada llegada del Mas fuerte) y le vinculan a su gesto de bautizar y a la llegada de aquel que es más fuerte Más Fuerte (esto es, el mismo Dios, a quien los cristianos descubren presente en Jesucristo. Éstos los textos principales que anuncian su llegada:Mc 1, 7-8: Detrás de mí está viniendo uno que es más poderoso que yo, del cual yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo mismo os he bautizado con agua ,pero él os bautizará con Espíritu Santo. Mt 3, 11-12 y Lc 3,16 (del texto Q) Yo os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene después de mí es más poderoso que yo a quien no soy digno ikanos) de desatar la correa de sus sandalias Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego Cf. Jn 1, 26-27. 33Yo mismo bautizo en agua,pero en medio de vosotros hay uno… viniendo después de míde quien yo no soy digno (axios) de desatar la correa del calzado.Éste es el que bautiza con Espíritu Santo . a. Juan anuncia la llegada de uno que es más poderoso (Ischyroteros). Este dicho de Juan no se refiere originalmente a Jesús, pero puede referirse a un tipo de figura mesiánica. Ciertamente, el mismo documento Q (Mt 11, 2-6//Lc 7, 8-23) presenta a Juan pensando en la posibilidad de que Jesús sea el Mesías, pero no le presenta como convencido de ella. Además, Josefo no traza ninguna línea de Juan a Jesús, aunque menciona a los dos. Hay textos de la era cristiana antigua que hablan de gente que ha recibido el bautismo de Juan, pero que no son cristianos (Hech 19, 3; cf. 18, 2) y diversas sectas de bautistas no cristianos que han continuado existiendo durante varios siglos, después de la muerte de su fundador .
¿Quién es el Más Poderoso del que habla Juan?
¿Un tipo de Mesías, Dios? Algunos estudiosos como E. Lohmeyer piensan que el “más fuerte” cuya venida espera Juan era Dios. En Is 40, 10 LXX el Señor viene con poder (ischys), y en Ap 18, 8 se le describe como Fuerte (ischyros; cf. Ecl 6, 10). Pero este interpretación supondría que Juan se colocaba a sí mismo casi en paralelo con Dios (“uno que es más fuerte que yo”) y habla de sí mismo como alguien que podría “desatar la correa de las sandalias de Dios”. En contra de eso, para Juan, el “más fuerte” era probablemente el Mesías, como supone Mc 1, 7-8.
Desatar la correa de sus sandalias.
La correa (himanta) era la cinta de cuero que sujetaba las sandalias a los pies . En las fuentes rabínicas, la tarea de desatar el calzado del maestro es propia de los esclavos, y resulta indigna de un discípulos; en b. Ketub 96a, R. Joshua b. Levi dice que “un discípulo hace por su maestro todas las tareas que un esclavo hace por su dueño, excepto la de desatarle el calzado”. Pues bien, Juan afirma que él es indigno de realizar incluso el más humilde de estos servicios, que es propio de los esclavos. La versión de Marcos, al añadir la referencia a “inclinarse delante de él” ha destacado aún con más fuerza esta inferioridad. Yo os he bautizado en agua, él os bautizará con Espíritu Santo…
El Bautismo de Juan está vinculado a otro bautismo…: él os bautizará con Espíritu Santo. hablan del Espíritu Santo que descansa, se posa sobre las personas. La misma raíz significar “empapar o impregnar” y esta variación en el significado puede ayudarnos a entender el sentido del bautismo en el Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. Jesús nos impregna de Espíritu, es decir, nos bautiza en el río de la vida de Dios.
Juan bautiza con agua de este mundo, para que así pasemos el Jordán. Jesús nos introduce en cambio en el río de Dios que es el Espíritu santo. El auténtico Jordán es Dios, en el vivimos, nos movemos y somos (Hch 17, 28).
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