Juan fue una figura decisiva y autónoma.
ADVIENTO 2º(B)
Mc 1,1-8
El evangelio del domingo pasado nos hablaba de estar despierto. Hoy hablan los que han despertado, los centinelas, los profetas. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco se trata de un ser humano elegido por Dios, que le va indicando lo que tiene que decir. Profeta es el que está despierto. La principal característica del profeta es precisamente su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Su principal objetivo ha sido denunciar la injusticia.
Verdadero profeta sería el que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a ella, ayuda a los demás a descubrir el camino de lo humano. Falso sería el que conduce al hombre a su deshumanización. El problema está en que lo “humano” solo se puede valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo verdadero, mientras no se tenga una mínima experiencia de humanidad.
No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico. Lo que el segundo Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. Las denuncias de todos los profetas advertían de que no se puede confiar en Dios mientras se practica toda clase de atropellos e injusticias.
La primera palabra del evangelio de Marcos es “arje”, que en griego designan el comienzo de un texto, pero también algo mucho más profundo. El evangelio de Juan comienza también con esta palabra y lo traducimos: “en el principio” = origen. “Arje” significa origen y fundamento, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja. La Vulgata lo tradujo por “Initium” que también significa “origen”. El texto se debía traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido, el Hijo de Dios.
Tampoco “euanggelion” debemos traducirlo por evangelio, que es un concepto muy elaborado, sino por buena noticia. Quiere decir que comienza el evangelio que es todo él una buena noticia. Lo mismo pasa con “Jesous” y “Christos” que en griego están separados y significan Jesús el ungido. Con el tiempo los cristianos unieron el nombre con el adjetivo y confesaron al Jesucristo que ha llegado hasta nosotros.
Mc es el primer evangelio que se escribió, pero no sabe nada de la infancia de Jesús. Debemos recordarlo a la hora de interpretar los textos de Lc y Mt, que vamos a leer en Navidad. Se fueron elaborando en primeros años de cristianismo y no tienen nada que ver con la historia. Son relatos míticos y leyendas anteriores al cristianismo que se han utilizado para dar mensajes teológicos, no para informarnos de lo que pasó.
Marcos pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es el personaje clave en el tiempo de Adviento, porque se trata del último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no había aparecido un profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo), donde empieza Jesús a manifestar lo que realmente era.
No podemos asegurar que este relato responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre la relación de Jesús con Juan. Es cierto que el primer dato histórico sobre Jesús, que se encuentra también en fuentes extrabíblicas, es su bautismo. No es descabellado suponer que Jesús, un buscador incansable, le llamara la atención un personaje como Juan que ya era famoso cuando él inició su vida pública. A Juan no le gustaba el cariz que había tomado su religión, como a Jesús.
Los primeros cristianos dieron al Bautista un papel relevante en la aparición del cristianismo, mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que, en un momento determinado, vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para dejar claro quién era el más importante. Seguramente esa relevancia se deba más a la necesidad de justificar una figura tan desconcertante como la de Jesús, conectándole con el profetismo del AT, que a una real influencia de Juan en Jesús.
Preparadle el camino al Señor. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Pero fijaros que fuerza el sentido del texto, que habla de prepararle un camino a Yahvé, mientras Mc habla de preparar un camino a Jesús. El texto está insinuando que si Dios no llega a nosotros es porque nosotros se lo impedimos, que orientamos nuestra vida en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos.
Yo bautizo con agua, pero él bautizará con Espíritu Santo. Es la clave del relato y marca la diferencia abismal entre Jesús y Juan. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús frente al pasado. Toda la relación con Dios, hasta la fecha, era considerada como externa al hombre y en relación desigual. Dios era el soberano y el ser humano el súbdito. Jesús manifiesta una relación con Dios distinta. Él está empapado del Espíritu y nos sumerge (bautiza) a todos en ese mismo Espíritu.
Los textos de este domingo nos hablan de utopía. Isaías dice: Aquí está vuestro Dios. Pedro: Nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia. El salmo: La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. Mc: Él bautizará con Espíritu Santo. En un mundo tan pesimista, encontrarnos con esta oferta, es impactante. Pero tampoco tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son estrategias extremas que utiliza el yo para fortalecerse.
Hoy la necesidad de estar alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humano tantos caminos falsos de salvación. Tenemos toda una gama de productos disponibles en el mercado, desde las drogas hasta los gurús a medida. Por eso necesitamos más que nunca de la figura del profeta. Seres humanos que por su experiencia personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan, pero son sendas perdidas que llevan a ninguna parte.
Nos volcarnos sobre lo sensible, buscando el placer inmediato o descubrir las posibilidades de plenitud que todos tenemos. El no tomar una decisión es ya tomar partido por lo que nos pide el cuerpo. No despertar es seguir dormidos. Decidirse por lo más difícil solo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un camino que ni siquiera sé a donde me va a llevar, pero convencido que me hará más humano.
Fray Marcos
Fuente Fe Adulta
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