A vueltas con el escándalo
“El Vaticano permite que personas transexuales puedan ser bautizadas“, según un documento enviado por el prefecto para la Doctrina de la Fe a un obispo de Brasil, ‘si no hay peligro de escandalo’, matiza.
A mí sí que me hubiera podido llegar a escandalizar, y mucho, el hecho que se haya tardado tanto tiempo en enderezar dicha injusticia, si no fuera porque hace tiempo que superé ya ese tipo de escándalos motivados por dar preeminencia a la ley, a costa de subyugar a las personas. Claro que, por lo que a mí respecta, me resultó muy fácil llegar a semejante conclusión después de ver la contundencia y rotundidad con la que Jesús hablaba a una gente que no tenía el más mínimo escrúpulo a la hora de observar estrictamente el cumplimiento de la ley religiosa, aunque fuera a costa de conculcar el bien y la dignidad de la persona: “el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. Porque debo decir que no puedo por menos de preguntarme si el Bautismo, en este caso, está ligado a aspectos físico-corporales, orientación sexual u otros factores que tienen que ver mucho con la morfología exterior y, muy poco o nada, con el corazón de la persona que pide recibir el sacramento que le abre la puerta de la Iglesia.
Me viene a la mente el pasaje del libro 1 de Samuel 16, 7: “Dijo Yahvé a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Yahvé no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Yahvé mira el corazón”.
Tal y como suele ocurrir, no sé si siempre, pero sí muchas veces, la posibilidad que una persona transexual, en este caso, pueda ser bautizada, lleva postdata, consistente en que alguien pueda decir que el supuesto bautismo le provoca escándalo. Esto yo lo llamo “coladero” o, lo que es lo mismo, excusa para que alguien, desde fuera, pueda impedir la celebración de dicho sacramento por razones obvias, con la cuestión del escándalo como telón de fondo.
Lo que me preocupa, en este asunto, no es que esto haya existido hasta ahora, sino que va seguir existiendo mientras las prédicas, sermones y catequesis sigan en muchas iglesias y centros de culto en la misma línea y vayan por semejantes derroteros.
Al hilo precisamente de la cuestión del escándalo, quiero citar unas palabras certeras y muy aclaratorias del recientemente fallecido José María Castillo: “Pueden darse situaciones en las que sea bueno el escándalo: cuando a alguien le hace caer de sus ideas equivocadas, de sus falsas seguridades, de sus sentimientos de superioridad o de estados de ánimo parecidos”. De su posesión, única e indiscutible, respecto a la verdad inmutable, añadiría yo.
“No deberíamos tener miedo, continúa diciendo el teólogo, a escandalizar a los puritanos, los prepotentes y los intolerantes”.
Que se me perdone mi falta de confianza, pero creo que por esos caminos no vamos a llegar nunca a buenos destinos. O, en caso de que pudiéramos llegar, que lo dudo, sería a costa de haber ido dejando antes mucho dolor y sufrimiento en los márgenes del camino.
Juan Zapatero Ballesteros
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