Filosofía de la vida del caracol
Mari Paz López Santos
Madrid
ECLESALIA, 27/10/23.- A veces la vida te pone del revés y no queda otra que ver cómo se ve en esa posición. A mí me ha pasado este verano y la verdad es que me ha ayudado a mirar y entender lo cotidiano desde otra perspectiva.
Mi rodilla izquierda dijo hasta aquí hemos llegado y trastocó el ritmo del movimiento en mi vida. Cuesta, vaya que si cuesta, pero mirando la realidad y a la espera de que me pudieran ayudar con la cirugía, podía hacer dos cosas: lamentarme o ver qué se cuece en esa forma de vivir despasito, como dice la canción de Fonsi.
Estaba yo metida en estos pensamientos, en el pequeño jardín del pueblo, y pasó cerca de mis pies un caracol. Se deslizaba sin prisa, dejando a su paso esas pequeñas manchas de humedad que dejan rastro de su camino. Seguro que va a algún sitio, pensé. Tuve que entrar un momento a la casa y cuando regresé, ya no estaba.
Habría llegado al lugar al que quería llegar y, de paso, me dejó un buen regalo para reflexionar sobre el tiempo y el movimiento.
La filosofía de vida del caracol no es una cuestión de tiempo invertido sino de llegar a donde se quiere llegar.
En estos tiempos en que mi movilidad se ha visto reducida reconozco que el caracol me invitó a poner en práctica otra forma de movimiento, más lento y más consciente; desechando la velocidad de hacer dos o tres cosas al tiempo y poniendo toda la atención en lo que quiero conseguir o a dónde quiero llegar.
La filosofía de vida del caracol tiene un punto friki (1) comparado con el ritmo de vida al que estamos acostumbrados. Se sale de los márgenes.
En realidad tiene un no sé qué revolucionario que podría modificar el sinsentido del uso del tiempo en una sociedad que vive en permanente stress.
La naturaleza también tiene un tiempo, un ritmo, una calma… para ser fértil y para recuperarse.
Me he dado paso lento en escribir y curiosamente he desembocado en tantos momentos de los evangelios (2) en que Jesús se para, o hace que sus discípulos se paren; ellos entienden que es perder el tiempo rodearse de niños. Atiende a un tipo como el centurión y se predispone a ir a su casa; y qué decir de la conversación en el pozo con la samaritana, seguramente sus discípulos pensarían que era una pérdida de tiempo lo que él valoraba como una ganancia. Y tantos espacios en donde la oración personal, la soledad y el silencio le reconfortaban para volver a salir por los caminos, a encontrar y a ser encontrado.
Dice el refrán: “El tiempo es oro”, discrepo, el tiempo es un tesoro, no una moneda de cambio.
¡Calma, mucha calma para llegar a donde haya que llegar, como el caracol!
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(1) Extravagante, raro o excéntrico.
(2) Mt 19, 14; Mc 10, 13-16; Mt 8, 5-13; Jn 4, 1-16; M
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