Sanación del suicidio
Salud Mental y consideraciones sobre el suicidio
+ Uno de cada seis menores de 30 años de Euskadi recibe tratamiento psiquiátrico.
+ 96.000 jóvenes vascos tienen algún trastorno mental registrado en su historial.
+ La ansiedad, la depresión y los problemas del consumo de sustancias son los trastornos mentales más comunes.
Diario Vasco / 29. Agosto. 2023
En el año 2022 en Euskadi se suicidaron 184 personas (1 suicidio cada dos días).
En España y en el mismo año, 2022, fueron 4.097 los suicidados.
En los últimos 45 años, la porcentual del suicidio ha aumentado en un 60%. Cada 40 segundos se comete un suicidio en el mundo. En Estados Unidos, cada dos horas un joven se quita la vida. Lo encontramos entre las tres causas principales de muerte en las personas entre los 15 y 44 años de edad. Además hay muchas tentativas de suicidio y actos suicidas que suicidios consumados. Es importante tener presente que las tentativas de suicidio son aproximadamente 10-20 veces más que los suicidios consumados.
(El suicidio) es el punto de llegada de un proceso en el que, bajo diferentes formas, las personas tratan de reducir o eliminar su profundo sufrimiento emotivo. [1]
Lo que está fuera de discusión es que el suicidio constituye el mayor problema sanitario del mundo, con numerosos y variados aspectos relacionados con él. [2]
Eclipse de las motivaciones para seguir viviendo
Algunas causas del ocaso del sentido de la vida son la caída de los motivos que en otros tiempos y momentos culturales eran fundamento de la existencia. Los grandes puntales que cimentaban la existencia se van derrumbando: la religión, la Iglesia, la familia ya no son el habitat natural en el que accedíamos a la vida. La escuela, la educación está más que en crisis y más que educar se “perdigonean” conocimientos. Igualmente influye en este problema el ocaso de las creencias, los mitos y tradiciones que “explicaban” la vida del ser humano, etc.
Por otra parte: ¿Por qué se han eclipsado las razones y las ganas de vivir? (Algunas razones):
- Por la infinidad de quiebras psíquicas debidas al stress, depresiones, que muy fragmentariamente tratan de recomponer la farmacopea y la ciencia en general.
- La falta de «recursos» y criterios ante las grandes cuestiones de la vida y de la muerte. La cosnciencia del sin-sentido y absurdo de la vida lleva casi necesariamente a la eliminación de la misma. [3]
- La credibilidad de los mensajes religiosos se ha debilitado mucho principalmente desde el siglo xix. La quiebra y fisuras de la metafísica y de la ética clásicas, que han hecho tambalear la visión religiosa, así como la moral y el declive, si no el ocaso, de estructuras secularmente valiosas.
- Junto a ello estamos asistiendo a una configuración del ser humano muy peculiar y –quizás– decepcionante: El hombre está quedando anulado en el anonimato de unos mecanismos sociales, económicos, culturales, políticos, internacionales, etc. El individuo es un «juguete» en manos de las democracias: el hombre es «un voto», es un consumidor, es un cliente, etc. Y, lo que es más grave, el ser humano ya no cuenta en sí mismo, sino que lo que cuenta es más bien el rol, el papel que esa máquina humana desempeña en la sociedad: no hay relaciones interpersonales, sino sociales y funcionales. Lo cual produce:
- Sensaciones de incomunicación y soledad.
- Impotencia ante los poderes políticos, económicos, mediáticos.
- Una flojera y pérdida de dignidad social en cuestiones éticas
Algún apunte de protección
El ser humano que vive en familia, en un tejido social en el que uno se encuentra, más o menos, identificado y acogido: el tejido familiar, los amigos, la cultura, idioma, el deporte, fiesta, la tradición, etc., protege la vida.
Una persona que tiene una tarea (trabajo) donde realizarse, ganar un dinero, construir su existencia, etc. es una buena base para evitar o salir de las sombras del suicidio.
La medicina, psiquiatría son necesarias en estas cuestiones, pero hay que cuidar la mente, la transcendencia, la espiritualidad, los criterios que configuren una existencia sensata (con sentido) y desde los que vale la pena vivir.
En todo caso hemos de pensar siempre y para todos que morimos en la misericordia de Dios Padre.
[1] B.J. Säfsteb, «La crisis del suicidio», en Actas de la XVIII Conferencia Internacional Sobre la Depresión, en Dolentium hominum. Iglesia y salud en el mundo, n. 55, XIX (Roma-Vaticano 2004), n. 1, p. 43.
[2] Ibíd., p. 43.
[3] Ibíd., pp. 43-46.
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