El discípulo de Jesús todo lo vive como gracia, no como pago.
Del blog de Tomás Muro, La verdad es libre:
01.- La justicia de Dios no es como la de los hombres.
La parábola del propietario que paga a todos los jornaleros por igual suele causar un cierto escozor en personas religiosas que ven la vida (y el cristianismo) desde la justicia humana y con una cierta envidia que les reconcome interiormente.
La justicia humana a la que estamos acostumbrados es aquella que dice: dar a cada uno lo suyo, lo que le corresponde o le es debido. En el caso del evangelio dar a cada uno lo que está estipulado. Hemos acordado tu sueldo en mil euros, pues toma los mil euros y vete.
Puede que esa justicia esté bien “de tejas abajo”, pero no es la justicia de Dios.Vuestros caminos no son mis caminos… Mis caminos son más altos que los vuestros.
La justicia de Dios no es la justicia humana. Dios no se acomoda a los moldes de la justicia humana. Dios es solamente amor y bondad: Dios infunde su respeto con bondad y perdón. Su amor no tiene fin, (salmo 139).
Si empleamos el lenguaje de la parábola, Dios no paga conforme a nuestra justicia, sino conforme a su infinita bondad.
El Señor es misericordioso con todos, sobre todo con los últimos y con los pecadores.
La justicia de Dios es Jesús y no se resuelve en el Juzgado de Atocha, ni en la cárcel, ni en el Santo Oficio eclesiástico, sino en el amor.
02.- Alegría de sentirse amado por Dios.
Para el cristiano -sea de primera hora o de última- la mayor alegría y gozo es haber sido amado primero y definitivamente por el Señor. Y desde esa perspectiva, el cristiano trabaja y disfruta en la vida con la esperanza de que todos somos acogidos por el Señor, aunque hayamos trabajado poco.
El discípulo de Jesús no anda exigiendo un sueldo o una retribución mayor. El que es discípulo de Jesús no se siente con mayores derechos. Todo lo experimenta como don: gracia
¿Qué otra cosa más gratificante (gratia) existe que sentirnos llamados a la vida y a trabajar en la viña del Señor?
03.- Una nota sobre la envidia
La envidia es una especie de tristeza por el bien ajeno que se considera como un mal o un agravio para nosotros, en cuanto que rebaja nuestro trabajo, nuestro esfuerzo… Se opone directamente a la caridad, que es gozarpor el bien del prójimo.
La envidia consiste en entristecerse por el bien ajeno. Es quizá uno de los vicios más estériles. De la envidia no disfruta nadie, ni el que la tiene ni aquel sobre sobre el que recae la envidia.
La envidia va destruyendo –como la carcoma– al envidioso. No le deja ser feliz, no le deja disfrutar de casi nada, pensando en que el otro quizás disfrute más.
El envidioso no es infeliz por sus propios males, sino por los bienes ajenos, por el bien hacer de los demás.
Cuando la envidia anida en nosotros es que nuestro corazón no es noble, porque no somos capaces de aceptar el amor de Dios y en la vida como algo gratuito y hacia todos.
04.- Vivir en gracia. El cristianismo es gratuidad.
La vida como el amor, como la bondad, como el cristianismo son gratuitos, un regalo, un don, gracia.
Nuestro Dios nos quiere a todos por igual y “a fondo perdido.”
¿Cuál es la “ventaja” de los que han trabajado desde primera hora de la mañana? No que el dueño de la viña les vaya a pagar más, o que vayan a tener “un mejor puesto en el cielo”, sino el haber gozado desde el comienzo, desde la mañana de la cercanía de Dios. Los primeros han experimentado desde muy de mañana ser amados por Dios y amar al Señor.
Claro que esto nos puede parecer poco, porque preferimos lo que Dios nos paga a lo que Dios es. Queremos a Dios no por Él mismo, que es amor, sino por la recompensa. Tenemos una visión mercantil de la vida, del evangelio, del sentido de la vida y de Dios: Dios nos interesa porque nos premia, no nos interesa como persona, como intimidad.
Los últimos, (sea en el tiempo, sea incluso en la vida moral) también son hijos amados de Dios porque Dios es amor (1Jn 4,8).
05.- ¿Premio – castigo?
Es un esquema -bastante infantil- que ha funcionado y funciona en las religiones, también en la católica: Dios premia a los buenos y castiga a los malos. [1]
Si eso fuese así, nos sobra toda religión y cristianismo. Si el cristianismo se reduce a informarnos de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, nos sobra la cristología y la redención.
Para tan poco viaje no hacía falta tanta alforja.
Jesús no piensa en términos de premios y castigos, méritos y horas trabajadas, sino que piensa en términos de gracia: de gratuidad y bondad.
No podemos reducir la gracia a mérito y premio.
De ahí que los trabajadores de la primera hora murmuraban. Es mucha la gente que murmura por este motivo. También ocurrió en la Biblia y ocurre en la vida normal:
- Jonás se enfada con Dios porque ha perdonado a los ninivitas (Nínive).
- El hermano mayor se enoja con su padre, porque acoge al hermano perdido.
- Marta echa en cara a Jesús porque su hermana María se ha decantado por dimensión amorosa de la vida (la mejor parte).
- No pocos curas se enfadan porque el obispo no les da una parroquia mejor.
- Los obispos aspiran a una diócesis más importante.
- Parece que el papa Francisco quiere cambiar un poco las cosas, pero el cardenalato era el pago a la “hoja de servicios” a determinadas personas.
- Mucha gente se indigna porque no le son reconocidos sus méritos en el trabajo, en la política, cultural, etc.
Disfrutemos por estar en la mies del Señor y gocemos con su gracia
[1] El Dios de muchos católicos, sobre todo “ultramontanos”, es muy justo, porque castiga a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan.
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