El perdón y la justicia.
Mt 18, 21-35
«Hasta setenta veces siete»
John Locke, filósofo empirista inglés y padre del liberalismo moderno, defiende que el orden natural establecido por Dios nos empuja a cultivar la tolerancia, el respeto a la personalidad y la fraternidad entre los hombres, y, desde esta concepción, imagina un estado perfecto de paz, benevolencia y ayuda mutua al que llama “Estado de la Naturaleza”. En esta sociedad los ciudadanos serían más felices, al concebir la vida desde el respeto, la ayuda y el compromiso.
Pero Locke es consciente del carácter utópico de esta sociedad (porque siempre será necesario proteger a los ciudadanos honrados de aquellos otros que no lo son), y reduce sus expectativas de convivencia hasta desembocar en lo que él llamó “Estado Civil”, que todos conocemos.
El Estado Civil basa la convivencia en las leyes. Quien se salta la ley es perseguido y en su caso juzgado y condenado. Y eso está muy bien, y es necesario, pero refleja una sociedad todavía inmadura a la que le falta mucho trecho por recorrer. Porque la ley deja a la persona a sus fuerzas, le pone preceptos que debe cumplir, le amenaza, le castiga, pero no le cambia el corazón… y el mal prevalece. En una sociedad madura se siembran unos valores que cambian a la persona por dentro y ya no es necesario mandarle nada.
Ello no significa que se pueda prescindir de las leyes, sino que el énfasis debe ponerse en el arraigo de esos valores y no en la promulgación leyes y más leyes. Y es que la convivencia se puede imponer (o tratar de imponer) y se puede sembrar. Si se siembra tarda un tiempo en dar fruto, pero cuando lo da, da el ciento por uno…
Y éste es el estilo de Jesús, el estilo del Reino, que lo fía todo al poder de la semilla o la acción de la levadura.
En Jesús hemos visto que el modo humano de vivir es perdonando, no llevando la cuenta de las ofensas recibidas, dejando siempre lugar a la concordia, no exigiendo de nadie la perfección… Es decir, hemos visto que el perdón es uno de los puntos clave de la buena Noticia (y es, además, un excelente test para medir la sinceridad de nuestra fe). El episodio de la mujer adúltera que iba a ser lapidada por los santos de Israel es una buena muestra del talante de Jesús, pero quizá la mejor de ellas sea la del propio Jesús perdonando en la cruz a quienes le están crucificando.
Los cristianos anhelamos una sociedad basada en el perdón, pero no estamos en ella y a lo máximo que podemos aspirar por el momento es a que prevalezca la justicia. Sin embargo, quien sigue a Jesús no se conforma, y se ve llamado a trabajar para propiciar otro tipo de convivencia; para hacer posible el perdón; para que la cultura del perdón y la concordia acabe empapando el mundo.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
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