10.9.23, Dom 23 TO. Si tu hermano peca contra ti convoca a la Iglesia (Mt 18, 15-20)
Del blog de Xabier Pikaza:
He planteado el tema en FB y RD, 3.9.23 (Confesión de Policarpo), insistiendo en la celebración eclesial del perdón, con o sin obispo.
Este es el mensaje del evangelio del domingo (Mt 18, 15-20), el texto más importante de la justicia/perdón del cristianismo, que ha de ser completado con 1 Cor 6,1-1 y con la historia posterior de la iglesia.
Tres son sus presupuestos. (a) La comunidad es anterior al obispo. (b) La iglesia no es una instancia sólo espiritualista sino de juicio. (c) Quien no acepta el juicio fraterno de la iglesia queda en manos del juicio de publicanos y gentiles (es decir, de no-hermanos, según lenguaje eclesial).
| X Pikaza Ibarrondo
Introducción.
Este pasaje supone que hay iglesias, comunidades de hermanos. Por eso, los “pecados entre hermanos” han de resolverse apelando a la iglesia. El mundo de fuera (publicanos/gentiles) tiene un sentido, con un derecho muy importante, al que en otro plano pueden apelar los cristianos; pero en clave de comunión ellos han de apelar a la iglesia que es comunión (escuela y camino de fraternidad).
Las iglesias no “nacen” de los obispos, y en esa línea el evangelio de Mateo nos describe una iglesia perfectamente estructurada y sin obispos. Pero en un momento determinado (en el siglo II-III) han podido nacer y han nacido en las iglesias obispos con la finalidad no siempre cumplida de unificar y realizar “monárquicamente” ciertas tareas eclesiales). De eso trataba mi “postal” sobre el caso Policarpo. De eso trato ahora, comentando el evangelio del domingo.
Este evangelio de Mateo no es todo el NT, ni toda la tradición de la iglesia. Pero es quizá (con 1 Cor 12-14) el texto eclesial más importante sobre Pedro, sobre las comunidades cristianas y sobre lo que han de hacer los obispos (todavía no existentes) , como he puesto de relieve en comentario de Mateo, donde he puesto de relieve cuatro rasgos:
- Giro Petrino (Mt 16, 13-20). Mateo asume desde Pedro (con Pedro) la misión universal de Pablo, la apertura universal del evangelio sobre la ley nacional judía.
- Autonomía de cada Iglesia/comunidad (Mt 18, 15-20), que hereda como propias las “llaves” de Pedro (como queda claro uniendo Mt 18 con Mt 16). Según eso, cada iglesia es autónoma, portadora de la autoridad de Cristo
- Mateo rechaza la autoridad monárquica de los obispos (Mt 23, 1-11), definida por las primera cátedras (prôto-kathredias) en la comunidad y los primeros asientos (prôtoklisias) en las comidas/eucaristías. El principio y esencia de la iglesia no son unos obispos, sino las comunidades.
- El evangelio de Mateo está lleno de autoridades (apóstoles, profetas, sabios, escribas, mujeres pascuales), pero de tipo ministerial, en una línea paulina no episcopal. Esas autoridades carismáticas bien organizadas, pero no episcopales, definen la esencia y misión de las iglesias.
La iglesia no es solo Mateo… En ella surgieron pronto tendencias que han desembocado en el establecimiento de un episcopado (cf. Ignacio de Antioquía, Ireneo…), pero quedando siempre firme la prioridad de las comunidades: No son las iglesias las que surgen de los obispos, sino los obispos los que surgen de las comunidades para realizar en su nombre algunos servicios, como puse de relieve en la postal anterior sobre el “caso Policarpo”, apoyándome en F Campenhausen. Y con esto paso ya al análisis y comentario de Mt 18, 15-20.
01.- Mt 18, 15-17. Norma general.
En un primer momento, las comunidades cristianas se parecen a la otros grupos judíos del entorno, como los esenios de Qumrán, que han buscado formas semejantes de integración y organización comunitaria. Pero en Qumrán hay una fuerte instancia jerárquica, con sacerdotes o miembros más altos que deciden las cuestiones; en Mateo, en cambio, decide toda la comunidad, como instancia de apelación universal:
18 15 Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano. 16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos, pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos. 17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano [1].
Este pasaje ratifica el derecho de la Iglesia para instituirse como grupo autónomo. Su fondo parece de tipo judeo-cristiano y define a los de “fuera de la iglesia comopublicanos/gentiles (cf. 15, 21-28; 21, 31), sin matiz peyorativo. Publicanos y gentiles son los del mundo externo, los que no forman parte de la hermandad de la iglesia.
− Paradoja. La Iglesia no puede mantenerse como instancia mesiánica ni ofrecer la salvación a publicanos y gentiles (tema clave de 9, 10-11; 11, 19, 21, 31; 28, 16-20), si no instaura y defiende su identidad, trazando unos espacios de fraternidad interior fuera de los cuales no se puede vivir el evangelio en forma eclesial.
− Ortodoxia práctica. Son comunidad los que se dejan perdonar y perdonan; pero quienes rechacen el perdón no puede formar parte de ella. Ésta es la norma central de la Iglesia: quienes excluyen a los otros (pobres y pequeños) se excluyen a sí mismos de la comunidad de los perdonados (cf. 18, 23-35).
Esta paradoja estaba implícita desde el comienzo de Mt 18 (las ovejas pueden rechazar el redil mesiánico), pero aquí se establece como norma jurídica, es decir, como proto-derecho, precisamente para salvaguardar el principio y fundamento de la gracia según la cual la iglesia es capaz de regularse (trazar su regla o canon), creando espacios abiertos (y al mismo tiempo resguardados) de comunión, superando así el pecado perdón.
De esta forma se instaura el centro y la frontera instituyente del evangelio: El centro es el perdón siempre ofrecido; la frontera no nace de la iglesia (que no excluye, ni condena), sino del pecador, que se define en este pasaje como aquel que no acepta la fraternidad eclesial (ni acepta el perdón, ni perdona), queda fuera de la hermandad del perdón (en el ancho mundo de las leyes se publicanos/pecadores, conforme a este lenguaje). La misma comunidad traza y delimita así el espacio de perdón propio de la hermandad de perdón de la iglesia. De un modo normal, este pasaje no apela a una instancia exterior, ni deja la respuesta en manos de una jerarquía separada, sino que ella misma aparece y actúa como instancia de vida y comunión.
El texto comienza diciendo “si peca contra ti tu hermano”, es decir, un miembro de la comunidad. No se trata pues de un pecado intimista (sólo entre el creyente y Dios), sino de tipo social, que enfrenta a unos creyentes con otros, poniendo en riesgo la unidad y vida de los hermanos. Esa fórmula (si tu hermano peca contra ti: eis sé.) puede indicar que se trata de un problema entre dos, pero el tú ofrece aquí un carácter colectivo, y así lo interpretan, en el fondo, aquellos manuscritos que ponen simplemente “quien peca” (sin añadir contra ti: cf. GNT y NTG). Se trata, pues, de un pecado de ruptura fraterna.
Por eso, a fin de restaurar la comunión se instituye un proceso juríco en regla, primero entre algunos hermanos concretos a quienes empieza afectando la ruptura y después entre todos los miembros de la comunidad. El principio y norma es el perdón, pero allí donde ese perdón no se acoge ni ofrece se rompe la comunión, centrada en la salvación de los pobres y en la universalidad mesiánica. Por eso, los que no perdonan, se desligan ellos mismos de la Iglesia.
Ese proceso de separación resulta doloroso, pero es necesario y no puede delegarse, dejándolo en manos de otra instancia, como podría suceder en la administración imperial, donde las autoridades o instancias inferiores podían apelar al Cesar, que era juez supremo, por encima de las ciudades o provincias del imperio.
Según Mateo, cada comunidad de creyentes es autónoma, presencia de Dios, pues está formada por personas capaces de juntarse y resolver dialogando sus problemas, en un proceso en regla, que permite conocer las exigencias y límites de las comunidades. Quien no acepta el perdón, ni se deja cambiar se excluye a mismo de la comunidad. Le dijo Pedro ¿Señor, cuantas veces debo perdonar…? Respondió Jesús ¡Has de perdonar setenta veces siete! (18, 21-22).El perdón se entiende así como palabra final de la Iglesia. El perdón es, según eso, una experiencia de comunión universal, de la que se excluyen solamente aquellos que no perdonan ni se dejan perdonar [2].
02.- Razón teológica y cristológica (18, 18).
18 18 En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo [3]
Según el testimonio de Lucas, en Hch 15, 28 ss., los participantes del llamado concilio de Jerusalén, donde coincidieron las grandes líneas de la Iglesia primitiva (Pedro, Santiago, Pablo), habían alcanzado un consenso de base, proclamando nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros…, para fijar de esa manera los principios básicos de la misión y mensaje de la iglesia.
Pues bien, en esa línea, tras haber ratificado la tradición petrina (cf. Mt 16, 19), afirmando según ella el carácter universal de la Iglesia, edificada sobre la Roca de la confesión de Pedro, Mateo ha formulado en este nuevo pasaje su experiencia de la Iglesia, que se expresa y concreta en cada una de las comunidades, que poseen una autoridad definitiva, en comunión con otras posibles comunidades, pero sin depender de ellas, y recibiendo así el nombre universal de Iglesia. No se puede hablar, según eso, de una Iglesia superior (universal) de la que dependen las iglesias concretas, ni de una suma de iglesias particulares, que forman así la Iglesia universal. Al contrario, cada comunidad es la Iglesia universal, concretada en un tiempo y lugar, con la misma autoridad creadora que había recibido y ejercicio Pedro en el principio. Así lo ratifica esta primera palabra de institución eclesial:
Estas palabras, lo que atareis y lo que desatareis se dirigen a cada comunidad de cristianos, afirmando que ella tiene la autoridad suprema, que se concretiza en la doble sentencia de atar y desatar, es decir, de acoger o no acoger, de confirmar o abrogar.
Los judeocristianoshabían sostenido sostenían que nadie puede desatar (lyô) los mandamientos de la ley (5, 19); pero Pedro había recibido las llaves del Reino, como primer escriba, intérprete de Jesús, y así pudo atar y desatar, estableciendo los principios de vida de la comunidad (cf. 16, 18-19). Pues bien, lo que hizo Pedro (para toda la iglesia) puede y debe hacerlo cada comunidad, avalada por el Cielo (=Dios), no para fundar otra iglesia, sino para expresar y actualidad en cada comunidad el fundamento y sentido de la Iglesia entera (evidentemente, en la línea de Pedro).
Eso significa que, en un sentido muy judío (y muy cristiano) la autoridad fundante la tiene y despliega cada iglesia, esto es, “vosotros”, los creyentes reunidos en comunidad, que podrán decir lo que dijeron los reunidos del “concilio de Jerusalén”: “nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros” (Hch 15, 28). En línea de evangelio, cada expresa en su vida la Vida del Cristo, siendo así comunidad mesiánica autónoma, gestionada por sí misma.
Ciertamente, pasado un tiempo, los mismos cristianos, herederos de Mateo, podrán nombrar y nombrarán presbíteros y obispos delegados, con autoridad para animar a las comunidades, pero, en su raíz, la autoridad (los llamados más tarde sacerdotes, en un sentido poco judío: presbíteros, obispos) sino la comunidad en cuanto tal, pues el diálogo de vida (de comunión y perdón) de los creyentes constituye la raíz y esencia de su autoridad, que no puede delegarse plenamente en nadie, pues no hay nadie por encima de la comunidad reunida [4].
La verdad (autoridad) eclesial de Jesús es la comunión dialogal de los creyentes, y no puede delegarse en manos de organismos o sistemas exteriores, pues ello iría en contra de la raíz del evangelio. La iglesia reunida puede y debe atar y desatar, es decir, vincular a los creyentes, en la línea de Jesús, sabiendo que algunos pueden quedar “fuera de ella”, no por ley impositiva, sino por experiencia de gracia, precisamente para bien de los niños y pequeños (18, 1-14), pues lo que va en contra de ellos va en contra de la comunión de la iglesia [5].
Signo y presencia de Dios es por tanto el diálogo concreto de perdón de la comunidad sobre cualquier ley punitiva, de manera que la misma comunión fraterna es revelación y signo de Dios, en la línea de Jesús, al servicio de los niños y pequeños. Según eso, una comunidad que es incapaz de reunirse, expresando su perdón y trazando sus caminos en diálogo de gracia (en defensa de los más pequeños), no es cristiana.
Diversos grupos judíos de aquel tiempo (qumramitas, fariseos…) lo sabían y practicaban (al menos en principio), afirmando que Dios está presente allí donde concuerdan los hermanos, pero corrían el riesgo de convertir la comunidad en unidades elitistas de puros, centrados en la observancia de la Ley. Los cristianos, en cambio, quisieron edificar su comunidad sobre los excluidos y pequeños, esto es, sobre los mismos pecadores perdonados.
Dos hermanos son ya comunidad, son iglesia, orando y perdonando
Ésta ha sido la experiencia clave de la iglesia, éste su razonamiento y su dogma inicial, que se identifica con el mismo diálogo comunitario, en una línea abierta a todos los hombres, sin separación de judíos y gentiles, conforme a la decisión fundacional de Pedro en 16, 15-19. Eso significa que la comunidad no puede delegar el despliegue de su vida en algunos individuos superiores (desentendiéndose ella), pues al hacerlo negaría su identidad evangélica. Por eso:
− 18 19 En verdad os digo: si dos de vosotros concuerdan en la tierra, sobre cualquier cosa que pidieren, les será dado por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.
De esa forma se vinculan el plano teológico (pues el mismo amor mutuo, expresado en forma de concordia o sinfonía entre los hermanos, es una oración que Dios Padre escucha) y el plano cristológico, pues Jesús está en aquellos que se reúnen en su nombre, siendo como es Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23; 28, 10). Esa comunión fraterna de la Iglesia no es el resultado de unas obras, que pueden regularse por ley, ni se organiza en forma de sistema judicial, sino que emerge y se cultiva en forma de oración, esto es, como encuentro personal de unos hermanos que dialogan entre sí dialogando con Dios.
Según eso, la autoridad suprema es el mismo diálogo orante, es decir, la unidad comunitaria que se expresa allí donde dos o tres concuerdan (symphônein), de manera que el mismo Dios Padre avala su plegaria, esto es, su misma vida. Esa autoridad no es privilegio de uno ni de otro, sino de la misma comunión fraterna, siendo así revelación de Dios (Mt 18, 16.19. Cf. Dt 19, 15). Mateo ha instaurado de esa forma la autoridad de comunión, que se funda en el Padre del cielo y se encarna en Jesús, Dios con nosotros (cf. Mt 1, 23; 28, 10).
‒ Autoridad, vida en comunión. En un primer momento, los hermanos reunidos en la familia mesiánica de Jesús no intentan resolver problemas, disensiones o pecados, sino simplemente vivir y formar comunidad ante Dios o desde Dios, hacerse iglesia, presencia compartida de Jesús. De esa forma vinculan y unifican la plegaria dirigida a Dios y la comunicación fraterna, de manera que su Iglesia se instituye a modo de comunión orante. Por eso, la autoridad de Cristo no se encarna en algunas personas superiores, sino en la misma comunión de los hermanos. Ciertamente, en la Iglesia de Mateo hay ministerios personales (doctores, profetas, escribas: cf. Mt 23, 34), pero ellos vienen en un segundo momento. La comunión de hermanos, reunida en oración, en nombre de Jesús, es autoridad suprema.
‒ Un camino difícil de mantener… Deseo de poder… Desde finales del siglo II, un tipo de iglesia más atenta al estilo jerárquico del entorno socio-cultural, ha vuelto a convertirse en un sistema sagrado muy eficaz, organizado de forma unitaria (desde arriba), pero ha podido perder esta raíz fraterna y evangélica de Mateo, que quiere ser fiel a Jesús, en sintonía con aquello que están empezando a realizar (a finales del I d.C.) muchos judíos de la federación de sinagogas. También los cristianos forman federaciones de Iglesias, cada una de las cuales constituye un espacio o campo de fraternidad completa, capaz de acoger nuevos miembros y de vivir con ellos en gratuidad y comunión personal [6].
Otras líneas de cristianismo (Marcos o Pablo, Santiago o Apocalipsis, Juan o pastorales) no han sentido la necesidad de trazar un pasaje de organización eclesial como éste de Mt 18, 15-20, pero en el fondo de ellas se expresa, con matices algo distinto, un mismo estilo de autoridad fraterna. Este esquema de organización comunitaria ha sido después parcialmente abandonado, por influjo de un tipo de autoridad mística y social, derivada del ambiente. Pero este pasaje de Mt 18 ha ejercido y sigue ejerciendo un gran influjo, suscitando una fuerte dinámica eclesial, que aún no se ha desarrollado plenamente, como están mostrando muchos movimientos comunitarios de la actualidad (año 2017) [7].
Conclusión y compendio
1. Norma fundante, el perdón (18 15).Y si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano. 16 Si no te escucha, toma contigo a uno o a dos, pues todo problema se resuelva por dos o tres testigos. 17 Y si no les escucha llama a la iglesia, y si no la escucha, sea para ti como gentil y publicano
2. Autoridad comunitaria. Lo que atareis en la tierra (18, 18). En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo [4]
3. Presencia de Dios y de Cristo (18 19-20)En verdad os digo: si dos de vosotros concuerdan en la tierra, sobre cualquier cosa que pidieren, les será dado por mi Padre que está en los cielos. 20 Porque donde se reúnen dos o tres en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.
Son comunidad los que se dejan perdonar y perdonan; pero quienes rechazan el perdón (ofrecido y/o recibido se excluyen a sí mismos de la comunidad de los perdonados (cf. 18, 23-35). Cada comunidad de creyentes es autónoma, presencia de Dios, pues está formada por personas capaces de juntarse y resolver dialogando sus problemas, en un proceso en regla, que permite conocer las exigencias y límites de las comunidades. El criterio de fondo es el evangelio, como indica una visión de conjunto de las tres formulaciones de perdón en Mateo:
Ciertamente, la iglesia antigua conoce autoridades especiales, es decir, fundacionales, como la de Pedro y Pablo, la de Santiago o Magdalena… Pero ya en concreto, en cada comunidad constituida. Cada iglesia es “auto-jerárquica”, si se puede utilizar esa palabra: 18 18 En verdad os digo: todo lo que atareis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo [4]
Excurso. Surgimiento y tarea de los obispos (tomado de RD y FB anterior)
He desarrollado el tema en Sistema, Libertad, Iglesia, basándome en trabajos de F. Von Campenhausen, que siguen siendo esenciales para plantear bien la renovación sinodal de la iglesia que el Papa Francisco.
- La razón fundamental del surgimiento y despliegue de los obispos no fue la de mantener la tradición como sucesores de los apóstoles. La sucesión de los apóstoles pasa a toda la iglesia, no a los obispos en particular, aunque los obispos son muy importantes en ella.. Para mantener la tradición de los apóstoles no hacían falta obispos.
- La causa principal del surgimiento y despliegue de los obispos no fue tampoco la presidencia de la celebración eucarística, por más que sigan afirmándolos muchos teólogos y algunos documentos ordinarios del magisterio. Para mantener la celebración eucarística, en cuanto tal, no eran ni son actualmente necesarios los obispos, pues esa función (haced esto en memoria mía) ha pasado también a toda la iglesia
- Campenhausen demostró (y nadie le ha refutado hasta ahora) que los obispos surgieron (fueron necesarios) en el siglo II d.C., para mantener la unidad e identidad de las iglesias, como garantes de la celebración del perdón iglesia, en una línea que asume la tradición paulina, fundándose especialmente en los evangelios de Mateo y Lucas (con Hechos)
- El riego de las iglesias es la ruptura interior de los creyentes, la imposición de unos sobre otros, la delimitación de los cristianos (en la línea de Mt 18). Para garantizar la unidad en el amor de los creyentes en la iglesia, fueron necesarios hombres (o mujeres) que fueran capaces de anunciar y visibilizar el perdón, la comunión entre todos, a través de una “terapia” de comunicación, de respeto, de acogida…
Los grandes obispos del siglo II-III fueron responsables del surgimiento de las iglesias, en su forma clásica de comunidades de diálogo y perdón mutuo,presididas por obispos. En contra de lo que muchos afirman, Campenhausen demostró que la unidad e identidad de la iglesia nace a partir (en torno) del perdón, ique en esa línea los obipos realizaron una función muy importante, pero determinada por la cosmovisión jerárquiza de su tiempo, que actualmente puede y debe ser revisada, para bien de las iglesias, según el evangelio, en línea sinodal más que monárquica.
NOTAS
[1] Así puede concretarse este pasaje: (a) Parábola,oveja errante 18, 12-14. Dejando a las noventa y nueve en el “redil”, el buen pastor busca y perdona a la errante sin imponerle condiciones, por pura gratuidad, aunque esperando que ella, a su vez, sepa perdonar a sus deudores (como supone la parábola posterior: 18, 21-35). (b) Ley del perdón (Mt 18, 15-20). Ésta es la tarea más alta: crear una comunidad que se rige por el perdón mutuo y que, para defenderlo, ha de estar dispuesta a dejar fuera de ella a quienes no perdonan. (c) Nueva parábola: El siervo perdonado 18, 21-35: Pedro pregunta cuántas veces ha de perdonar y Jesús responde “siempre”, contando desde ese fondo esta nueva parábola: el hombre perdonado (como la oveja de la parábola anterior) debe perdonar a su vez a los demás.
[2] D. R. Catchpole, Reproofand Reconciliation in the Q Community. A Study of the Tradition-History of Mt 18.15-17, 21-22/Lk 17.3-4: SNTU 77 (1983) 79-90; W. Doskocil, Der Bannin der Urkirche: eine rechtsgeschichtliche Untersuchung, Hueber, München 1958. F. García, La reprensión fraterna en Qumrán y Mt 18,15–17: Filol.Neot 2 (1989) 23–40;H. Giesen, Zum Problemder Exkommunikation nach dem Matthäus-Evangelium, en Glaube und Handeln.Beiträge zur Exegese und Theologie 1 (1983)17-83; L. M. White, Crisis Management and BoundaryMaintenance, en D. L. Balch (ed.)Social Historyof the Matthean Community,Fortress, Minneapolis 1991, 201-247.
[3] Para que la gracia lo sea, y para que esa gracia y el perdón puedan seguirse ofreciendo a los mismos que la niegan debe establecerse aquí ese límite, de manera que quienes no la aceptan quedan fuera del camino de Jesús. Eso supone que la Iglesia no puede ocupar todo el espacio social (como sabe la parábola del trigo y la cizaña en Mt 13), de manera que quienes no perdonan no son Iglesia, no pueden vivir sin más dentro de ella, aunque están invitados siempre a volver a la patria del perdón, que es esa iglesia. Los fundamentalismos o inquisiciones que han condenado a muerte a los que no aceptan un tipo de perdón se oponen totalmente al evangelio.
[4] En el origen de la Iglesia de Mateo se encuentra la decisión fundacional de Pedro (16, 17-19). Pero después, cada iglesia o comunidad debe instituir ese perdón, organizando su propia vida, conforme a la mejor tradición del judaísmo rabínico que se establecerá tras la caída del templo (70 dC) como federación de sinagogas. En esa línea, cada Iglesia es toda la Iglesia, en federación (comunión) con las demás.
[5] He desarrollado el tema en Sistema, libertad, iglesia (Trotta, Madrid 1999).Cf. también R. Banks, Paul’s idea of Community, Paternoster, Exeter 1980; C. K. Barret, Church, Ministry and Sacraments in the NT, Paternoster, Exeter 1985; R. A. Campbell, The Elders. Seniority within Earliest Christianity, Clark, Edinburgh 1994; H. von Campenhausen, Ecclesiastical Authority and Spiritual Power, Black, Edinburgh 1969; F. Fusco, Le prime Comunita Cristiane, EDB, Bologna 1995: J. Roloff, Die Kirche im NT, GNT 10, Vandenhoeck, Göttingen 1993; L. Schenke, La comunidad primitiva, Sígueme, Salamanca 1999.
[6] Cada comunidad cristiana, en diálogo con otras, puede y debe organizarse en línea de evangelio, pues los hermanos reunidos en nombre de Jesús son autoridad para admitir nuevos miembros, celebrar la eucaristía y declarar, si fuere necesario, la exclusión de aquellos que se excluyen a sí mismo, si no quieren ser iglesia (si no aceptan el perdón).
[7] Por situarse en el centro de Mt 18, este pasaje (18, 15-20) sigue recordando que la autoridad comunitaria resulta inseparable del valor de los pequeños-excluidos (18, 1-14) y del perdón universal (18, 21-35). Al servicio de aquellos que el sistema rechaza y como sacramento de gracia (no para imponerse sobre nadie), la iglesia ha de ofrecer su experiencia de comunión, pues la misma comunidad es fuente de “derecho” evangélico. En la línea de Frankemölle, Jahwebund, he destacado la riqueza comunitaria de Mateo en Hermanos, 394-422. En contra de esa experiencia dialogal, cierta iglesia posterior ha creado un tipo de lógica de grados (de órdenes sagrados), que deriva del pensamiento jerárquico del platonismo y de la administración romana, que regula desde arriba la vida de las comunidades. De esa forma, el evangelio, que debía ser espacio de gratuidad y comunicación personal para todos, ha podido convertirse en un sistema religioso, dominado por expertos o jerarcas, que parecen elevarse sobre el conjunto de la comunidad.
[8] En ese contexto podemos recordar los pasajes que Mateo ha dedicado al tema de las llaves (lo que atareis, lo que desatareis…):
(a) Llaves de Pedro (Mt 16, 17-19). Han servido para abrir el Reino a los pobres, gentiles e impuros, fundando así la universalidad del evangelio.
(b) Llaves de cada comunidad (Mt 18, 19-20). Son las que el Jesús de Mateo concede para atar–desatar a cada una de las comunidades cristianas (donde estén dos o tres reunidos en mi nombre…).
(c) Llaves de los escribas y fariseos (Mt 23, 13-14) son las de aquellos que quieren cerrar de nuevo la puerta universal del mensaje cristiano, para exigir que los cristianos de la gentilidad se hagan previamente judíos. Según eso, las llaves de Pedro se concretan y despliegan en las llaves de cada comunidad, formada por hermanos y hermanas que se reúnen en nombre de Cristo, orando a Dios Padre y resolviendo sus problemas (en comunión con otras iglesias, pero sin subordinarse a ellas). Cada Iglesia es responsable de su camino de oración, comunión y decisión, creando instituciones para la solución de problemas que no pueden delegarse en otra iglesia, aunque todas han de ser solidarias y han de unirse entre sí no sólo porque invocan al mismo Cristo, sino porque ese Cristo las vincula en comunión. Esta forma de entender las iglesias ha sido formulada de un modo específico por Mateo, pero responde igualmente a la teología de los herederos de Pablo, en una línea evocada de un modo especial por Efesios.
[1] D. R. Catchpole, Reproofand Reconciliation in the Q Community. A Study of the Tradition-History of Mt 18.15-17, 21-22/Lk 17.3-4: SNTU 77 (1983) 79-90; W. Doskocil, Der Bannin der Urkirche: eine rechtsgeschichtliche Untersuchung, Hueber, München 1958. F. García, La reprensión fraterna en Qumrán y Mt 18,15–17: Filol.Neot 2 (1989) 23–40;H. Giesen, Zum Problemder Exkommunikation nach dem Matthäus-Evangelium, en Glaube und Handeln.Beiträge zur Exegese und Theologie 1 (1983)17-83; L. M. White, Crisis Management and BoundaryMaintenance, en D. L. Balch (ed.)Social Historyof the Matthean Community,Fortress, Minneapolis 1991, 201-247.
[2] Para que la gracia lo sea, y para que esa gracia y el perdón puedan seguirse ofreciendo a los mismos que la niegan debe establecerse aquí ese límite, de manera que quienes no la aceptan quedan fuera del camino de Jesús. Eso supone que la Iglesia no puede ocupar todo el espacio social (como sabe la parábola del trigo y la cizaña en Mt 13), de manera que quienes no perdonan no son Iglesia, no pueden vivir sin más dentro de ella, aunque están invitados siempre a volver a la patria del perdón, que es esa iglesia. Los fundamentalismos o inquisiciones que han condenado a muerte a los que no aceptan un tipo de perdón se oponen totalmente al evangelio.
[3] En el origen de la Iglesia de Mateo se encuentra la decisión fundacional de Pedro (16, 17-19). Pero después, cada iglesia o comunidad debe instituir ese perdón, organizando su propia vida, conforme a la mejor tradición del judaísmo rabínico que se establecerá tras la caída del templo (70 dC) como federación de sinagogas. En esa línea, cada Iglesia es toda la Iglesia, en federación (comunión) con las demás.
[4]He desarrollado el tema en Sistema. Cf. también R. Banks, Paul’s idea of Community, Paternoster, Exeter 1980; C. K. Barret, Church, Ministry and Sacraments in the NT, Paternoster, Exeter 1985; R. A. Campbell, The Elders. Seniority within Earliest Christianity, Clark, Edinburgh 1994; H. von Campenhausen, Ecclesiastical Authority and Spiritual Power, Black, Edinburgh 1969; F. Fusco, Le prime Comunita Cristiane, EDB, Bologna 1995: J. Roloff, Die Kirche im NT, GNT 10, Vandenhoeck, Göttingen 1993; L. Schenke, La comunidad primitiva, Sígueme, Salamanca 1999.
[5] Cada comunidad cristiana, en diálogo con otras, puede y debe organizarse, pues los hermanos reunidos en nombre de Jesús son autoridad para admitir nuevos miembros, celebrar la eucaristía y declarar, si fuere necesario, la exclusión de aquellos que se excluyen a sí mismo, si no quieren ser iglesia (si no aceptan el perdón).
[6] Por situarse en el centro de Mt 18, este pasaje (18, 15-20) sigue recordando que la autoridad comunitaria resulta inseparable del valor de los pequeños-excluidos (18, 1-14) y del perdón universal (18, 21-35). Al servicio de aquellos que el sistema rechaza y como sacramento de gracia (no para imponerse sobre nadie), la iglesia ha de ofrecer su experiencia de comunión, pues la misma comunidad es fuente de “derecho” evangélico. En la línea de Frankemölle, Jahwebund, he destacado la riqueza comunitaria de Mateo en Hermanos, 394-422. En contra de esa experiencia dialogal, cierta iglesia posterior ha creado un tipo de lógica de grados (de órdenes sagrados), que deriva del pensamiento jerárquico del platonismo y de la administración romana, que regula desde arriba la vida de las comunidades. De esa forma, el evangelio, que debía ser espacio de gratuidad y comunicación personal para todos, ha podido convertirse en un sistema religioso, dominado por expertos o jerarcas, que parecen elevarse sobre el conjunto de la comunidad.
[7] En ese contexto podemos recordar los pasajes que Mateo ha dedicado al tema de las llaves (lo que atareis, lo que desatareis…): (a) Llaves de Pedro (Mt 16, 17-19). Han servido para abrir el Reino a los pobres, gentiles e impuros, fundando así la universalidad del evangelio. (b) Llaves de cada comunidad (Mt 18, 19-20). Son las que el Jesús de Mateo concede para atar–desatar a cada una de las comunidades cristianas (donde estén dos o tres reunidos en mi nombre…). (c) Llaves de los escribas y fariseos (Mt 23, 13-14) son las de aquellos que quieren cerrar de nuevo la puerta universal del mensaje cristiano, para exigir que los cristianos de la gentilidad se hagan previamente judíos. Según eso, las llaves de Pedro se concretan y despliegan en las llaves de cada comunidad, formada por hermanos y hermanas que se reúnen en nombre de Cristo, orando a Dios Padre y resolviendo sus problemas (en comunión con otras iglesias, pero sin subordinarse a ellas). Cada Iglesia es responsable de su camino de oración, comunión y decisión, creando instituciones para la solución de problemas que no pueden delegarse en otra iglesia, aunque todas han de ser solidarias y han de unirse entre sí no sólo porque invocan al mismo Cristo, sino porque ese Cristo las vincula en comunión. Esta forma de entender las iglesias ha sido formulada de un modo específico por Mateo, pero responde igualmente a la teología de los herederos de Pablo, en una línea evocada de un modo especial por Efesios.
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