La Alegría de creer
Ya que las palabras no están hechas para permanecer inertes en nuestros libros,
sino para tomarlas y correr el mundo en nosotros,
permite, oh Señor, algunas chispas de esa lección de felicidad,
de ese fuego de alegría que encendiste un día en la montaña
nos toquen, nos muerdan, nos atropellen, nos invadan.
Que penetren como “chispas en la hojarasca”
y recorremos las calles de la ciudad acompañando la ola de las multitudes
contagiando la dicha, contagiando alegría.
Porque ya estamos hartos
de todos los heraldos de malas noticias, de tristes noticias:
hacen tanto ruido que ya no resuena tu palabra.
Que nuestro silencio estalle en su ruido, que palpita con tu mensaje.
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Madeleine Delbrêl
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