27.8. 23 ¿Quién dicen que soy? Y tú ¿qué dices que soy? Eres compañero y amigo del alma (cf. Mt 16, 13-16)
Del blog de Xabier Pikaza:
Ésta es la pregunta clave: ¿Y tú ¿quién dices que soy?. En diversos lugares he querido responder a ella. Aquí lo hago de manera nueva, conforme a mi próximo libro: “Compañeros y amigos de Jesús” (Sal Terrae, Santander 2023, en prensa).
Jesús es Cristo (humanidad plena), viniendo del pasado (Hijo de Hombre). Es compañero (cum-panis), compartiendo nuestro pan. Es amigo,se vincula en amor y vida con nosotros.
Ilustran esta postal portadas de libros dedicados al tema.
| J.Pikaza
Mateo 16,13-20
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
1. Tu eres el Cristo
Jesús era un nombre usual, el nombre de Josué, primer conquistador israelita de la tierra de Palestina pero la tradición cristiana ha resaltado pronto su sentido mesiánico diciendo/descubriendo que significa “Dios salva” (Mt 1, 21) y añadiendo que era el Cristo, es decir, el ungido de Dios o Mesías (cf. Mc 8, 29 par).
Esa tradición ha vinculado ese título (Cristo) con el nombre propio de Jesús, de forma que ambos vienen a hacerse inseparables, como indica ya san Pablo, que dice normalmente Jesucristo.
A partir de aquí los seguidores de Jesús le han dado diversos títulos, que expresan su importancia para los creyentes, pero sin olvidar que Jesús, su nombre propio, puede entenderse ya como un programa de su vida y así puede compararse a la de Josué/Jesús, que introdujo a los hebreos en la tierra prometida, más que con Abraham o Moisés.
2. El hijo de…
‒ Jesús era Hijo de Abraham. Todos los judíos se consideraban hijos de Abraham, patriarca original de los semitas occidentales, también se consideran hijos de Abraham (por línea de Agar e Ismael) los árabes… San Pablo le presenta así como Hijo de Abraham, heredero de las promesas en Gal 3‒4 y en Rom 4, lo mismo que Mt 1, 1.
‒ Hijo de David (Mc 10, 48; cf. 12, 37), heredero de las promesas mesiánicas, rey vencedor sobre los enemigos del pueblo… Pronto esa visión de Jesús como hijo de David toma matices distintos: Es sabio como Salomón, es misericordioso… ‒ Jesús era Hijo de María (Mc 6, 3), denominación sorprendente de tipo metronímico, que le vincula con la madre más que con el padre… Esa es la visión que está en el fondo de la historia de los magos en Mt 2, lo mismo que en los evangelios de la infancia (Lc 1‒2, Mt 1‒2).Esa visión ha marcado toda la tradición cristiana.
‒ Hijo de José, hijo del carpintero… Así le llama el evangelio de Mateo 13, 55, y más el de Juan desde el principio (cf. Jn 1, 45). Ésta es una tradición y nombre que ha sido luego menos desarrollada por la Iglesia.
‒ Hijo de hombre, título que aparece en diversos contextos de poder (Mc 2, 10.28), de entrega de la vida (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33) y de venida escatológica (cf. Mc 13, 26; 14, 62). Jesús es Hijo de hombre porque ha nacido de otros, integrándose en una experiencia y proceso de generación. Pero, al mismo tiempo, es Hijo de Dios: proviene de la humanidad, naciendo de Dios, conforme al testimonio unánime de los evangelios. Esta solidaridad receptiva le define, desde el principio de la iglesia como Aquel que depende de otros naciendo de Dios, como aquel que ofrece a los otros la vida del amor de Dios.
‒ Hijo de Dios, como pone de relieve Marcos en el comienzo de su evangelio (Mc 1, 1). hijo de Dios. Este título tiene una larga prehistoria, no sólo en el paganismo ambiental (donde cualquier taumaturgo o místico puede llamarse Hijo de Dios), sino en el judaísmo, donde el pueblo israelita y su rey reciben de un modo especial este nombre de hijos de Dios. Por su especial vinculación con Dios, en plano de conocimiento profundo y obediencia (cumplimiento de la voluntad divina), Jesús se llamó a sí mismo Hijo de Dios.
No es Hijo de Dios quien puede y manda, imponiéndose sobre los demás, sino quien puede y ama, obedeciendo en gesto de entrega de la vida. Siguiendo en esa línea, la comunidad cristiana le ha concebido después como el Hijo de Dios por antonomasia (el Hijo), no sólo en su vida temporal (en vocación/bautismo o nacimiento), sino en la misma intimidad de lo divino (cf. Mt 11, 25-30 par, y en todo el evangelio de Juan).
3. Exorcista, libera del “Diablo” interno y externo
‒ Sanador, terapeuta… Éste es quizá (con el de exorcista) el nombre más importante que le atribuye la tradición sinóptica… La verdadera libertad es la “salud”: Que los hombres, en especial los enfermos y excluidos vivan… Una tradición muy temprana, propia de los adversarios, le llamará muy pronto mago, hechicero…, hombre de fondo diabólico que cura en un sentido para oprimir mejor. Así le presentan los adversarios dentro del mismo judaísmo como en el mundo pagano, como ha puesto de relieve el filósofo Celso en el siglo II d.C. Cristo es el gran engañador.
‒ Maestro, rabino, rabbi… (cf. Mc 4, 18; 5, 35; 9, 17.38; 10, 17.20.35; 12, 14.19.32, etc.), título que se utiliza en varios niveles, desde dentro y desde fuera de la Iglesia, presentándole como alguien que tiene autoridad para enseñar y formar discípulos. Éste es el título más utilizado por la tradición cristiana primitiva… Jesús es el gran Maestro, el que enseña (el didáskalos…). No se impone como rey, sino que dirige e ilumina a los hombres por la verdad… En esa línea, en el juicio de Pilato, según el evangelio de Juan, él es rey porque “enseña”, porque dice la verdad.
‒ Profeta y siervo de Dios. Es Profeta (Mc 6, 15; 8, 28), no se limita a enseñar como maestro, sino que proclama la palabra, en gesto de anuncio y denuncia, en una línea que puede compararse a la de Juan Bautista. Pues bien, Jesús se ha pensado y presentado a sí mismo como Profeta escatológico en quien viene a culminar la esperanza israelita. Así le han visto e invocado también tras la pascua los judeo-cristianos. Pero, al mismo tiempo, ellos le han llamado Siervo (Servidor) de Dios, porque ha realizado la tarea de Dios sobre el mundo, en la perspectiva del Siervo de Yahvé del Segundo Isaías. Muchos israelitas veneraban (e incluso esperaban) la figura de un misterioso Siervo de Dios que debía enseñarles la lección fundamental de la historia: aceptar y transformar el sufrimiento. Aprender a sufrir y sufrir por los demás: ésta es la máxima experiencia salvadora. De un modo consecuente, siendo profeta escatológico, Jesús aparece también como el Siervo sufriente de Dios. No ha realizado su tarea triunfando, imponiendo su vida sobre los demás, sino muriendo por ellos, en actitud expiatoria (cf. Hch 4, 30; Mt 12, 15-21).
‒ Compasivo, misericordioso, hombre para los demás. Así le presentan sobre todo los evangelios de Mateo y Lucas (Manso y humilde de corazón, cargó con nuestros dolores…). Así le presenta la iglesia retomando un texto de Oseas, cf. Mt 9, 10‒13; 11, 1‒6. Según eso, la presencia de Dios en el mundo es la misericordia… Puso la misericordia por encima de un tipo de culto sacral judío o de justicia romana y por eso le mataron.
‒ Fuerte, el más. Así aparece en la tradición del bautismo y de los exorcismo así vence a los poderes del mal, conforme a palabra que hallamos en el fondo de Mc 1, 7 y 3, 27. Esa fuerza de Jesús se interpreta como amor capaz de liberar a los posesos, como presencia suprema de Dios en el camino de entrega por los demás, conforme al primer himno cristológico de Flp 2, 6‒11
‒ Pastor, pescador… En la línea anterior, desde la perspectiva de su acción, la iglesia le presentará muy pronto como buen pastor, que guía a las ovejas (Jn 10)y también como pescador paradójico, con discípulos pescadores (Mc 1, 16-20). No pesca para matar a los peces, sino para salvar a los hombres…
4. Nombres de muerte que da vida
Jesús, el Entregado, traicionado… (cf. Mc 9, 31 y 10, 33). Ésta es una de las tradiciones más importantes de los evangelios… Jesús no ha sido sólo crucificado (ajusticiado) por los hombres de la justicia de este mundo, sino que ha sido traicionado y entregado por aquellos en quienes había confiado…
Jesús, juzgado y condenado. Así le presenta no sólo la tradición sinóptica, sino el mismo Pablo en Gálatas. El hombre judío era el que estaba bajo la ley, el romano era el que estaba bajo la justicia… Pues bien, la mejor ley del mundo, la mejor justicia le han condenado. Así aparece Jesús como la piedra rechazada por los arquitectos de la historia (Mt 21, 42 par), conforme a una acerada tradición israelita (Sal 118, 22‒23). Así es Jesús, el hombre excluido, descartado para el templo del poder y sacralidad del mundo.
Se dio a sí mismo… (Me amó y se entregó por mí: Gal 2, 20). Ésta es la experiencia que está al fondo de toda la tradición sinóptica y paulina… El camino de muerte (sacrificio) de Jesús no fue un camino de ira vengadora de Dios, ni de sacrificio expiatorio… sino de amor solidario y cercano. Jesús viene a presentarse así como el que ha amado a los demás muy en concreto, aceptando así un camino de muerte.
Torturado, Crucificado, hombre de dolores… (Mc 16, 6, en la línea de Is 53, 3). Así le llama el joven de la pascua, añadiendo que Dios le ha resucitado. Al principio, la crucifixión era un escándalo, algo contrario a la fe, tanto en línea israelita como griega. Pero después, una vez que se ha visto a Jesús como hombre verdadero, Hijo de Dios, se puede afirmar también el valor salvador de la crucifixión, viendo en ella el testimonio más grande del amor de Dios: sólo así puede ser Mesías de Dios aquel que ofrecesu vida por todos, porque Dios es vida que se ofrece y se comparte.
Nazoreo-nazareno (Mc 14, 67; 16, 3). Así le presenta el título de la cruz… Jesús nazoreo, rey de los judíos (Jn 19, 19), que indica su procedencia y condición: su procedencia geográfica (de Nazaret de Galilea) o su origen mesiánico (forma parte del nezer o estirpe mesiánica de Jesé-David, como parece indicar Mt 2, 23 y Jn 19, 19). Es la raíz, es la semilla de la nueva humanidad
5. Nombres de pascua y vida
‒ Resucitado. Éste es el nombre y título puede verse en el en el fondo de toda la tradición sinóptica, desde Mc 16, 6, y de 8, 31; 9, 31; 1, 34; 14, 28. Es el título de la tradición de San Pablo, la primera conocida y desarrollada por el mensaje de la iglesia. Resucitado no es el que sale de la historia de los hombres, para habitar en un mundo distinto de cielo supracósmico, sino aquel que es semilla de nueva humanidad.
‒ Primogénito de entre los muertos, pródromos ol Precursor… Primero de los que renacen de la muerte (cf. Ap 1, 5). En esa línea se le llama el “pródromos” o explorador (Hbr 6, 20), el que abre una vía de humanidad, camino de futuro, promesa de vida… en una historia siempre amenazada por la muerte. La tradición posterior insistirá en Juan Bautista como precursor de Jesús. Pero la carta a los Hebreos presenta al mismo Jesús como pro‒dromos (primer corredor, precursor) de la nueva humanidad… En esa línea se sitúa el evangelio de Juan cuando dice que Jesús ofrecerá a los hombres su espíritu (paráclito) para que hagan (hagamos) sus obras y aún mayores (Jn 14, 12)
‒ Señor. Gran parte de los exegetas de la primera mitad del siglo XX pensaban que Jesús sólo había sido venerado como Kyrios o Señor* divino en las comunidades helenistas, influidas por la cultura y religión griega. Para los primeros cristianos palestinos Jesús habría sido simplemente un profeta moralista y un predicador del reino futuro. Eso significaría que el cristianismo como religión sólo pudo nacer en un contexto de cultura griega. Pues bien, en contra de eso, debemos afirmar que el título y culto del Kyrios divino provienen de la comunidad palestina, que invocaba ya a Jesús en arameo como su Marán o Señor, pidiéndole que venga a culminar su obra. Lógicamente, ese mismo título, que pone de relieve la condición divina de Jesús (presente en las comunidades de los cristianos), sirve para definir su experiencia social: los que veneran a Jesús como Kyrios, deben oponerse al culto político imperial del “Kyrios” de Roma. Éste Jesús muerto y resucitado es el Nombre sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús… (Flp 2, 6‒11).
6. Persona en quien somos: compañero, novio, amigo
‒ Novio y esposo del creyente, el gran amigo. Esta visión ha sido más desarrollada por mujeres, pero también por varones, al menos desde la Edad Media. Tiene raíces bíblicas, pues el Nuevo Testamento presenta a Jesús, al menos implícitamente, como esposo (cf. Mc 2, 19; Mt 25, 1-13; 2 Cor 11, 2; Ef 5, 22-33), siguiendo un mensaje de los profetas del amor de Dios (como Oseas y el Segundo y Tercer Isaías). En esta línea, la fe mesiánica más honda aparece como experiencia de enamoramiento y unión con Jesús, quien viene a presentarse como encarnación personal del amor de Dios. Éste es el Cristo de Teresa y Juan de la Cruz, de los enamorados de (en) Dios de todos los tiempos de la Iglesia. Éste es el Cristo místico, centro y sentido de la vida de millones de creyentes.
‒ Hermano universal, familia de Dios. Según la tradición, Jesús no se ha perpetuado en unos hijos que transmiten su memoria. Ciertamente, el Nuevo Testamento habla de sus hermanos (Santiago, Judas etc.) y afirma que dirigieron la iglesia de Jerusalén. Pero Jesús no ha trasmitido su memoria a través ellos, sino por medio de discípulos (seguidores, hermanos, varones y mujeres), que le han visto tras la muerte, reconociéndole como Señor (=Kyrios) y hermano de todos los que sufren (cf. Mt 25, 31-46). Jesús no ha dejado una familia, no ha fundado un califato, donde el poder va pasando por generaciones, de padres a hijos, como en las dinastías de reyes y sacerdotes del mundo, sino que extiende su familia como fraternidad universal, diciendo «haced discípulos a todos los pueblos» (cf. Mt 28, 16-20) y añadiendo «no llaméis a nadie Padre, pues sólo uno es vuestro Padre, el de los cielos y todos vosotros sois hermanos» (cf. Mt 23, 7-12). Así le presentó Karl Adam en un libro (Cristo, nuestro hermano) que deberá reformularse en nuestro tiempo.
‒ Hermano particular de los hambrientos y excluidos… No es hermano sólo espiritual, en línea genérica…, sino hermanos de los hambrientos, exilados, desnudos, enfermos y encarcelados de la tierra (Mt 25, 31‒47). Ciertamente, se puede cantar: “Porque Cristo nuestro hermano, nos ha redimido, Iglesia alégrate…”. Pero el canto se debe transformar en vida y obra: “Dar de comer a los hermanos más pobres, los hambrientos…”
‒ Novio, amigo, amor… Así aparece en el evangelio y en la tradición del Discípulo Amado… Jesús es en primer lugar aquel “Amado” primigenio, que ha venido para dejarse amar (como afirma la tradición del Shema de Dt 6, 4‒6: Amarás, Dios es aquel que se deja amar). Viene desde el principio bajo la imagen del novio cercano (cf. bodas de Jn 2, 1‒11), aparece luego (¡al mismo tiempo!) como amigo de todos los amigos (Jn 15, 15), y termina apareciendo en Dios como amor de todos los amores (1 Jn 4, 7‒9). La tradición posterior ha interpretado la realidad como “ser”, construyendo una cristología más ontológica que mesiánica. Conforme al evangelio, el ser es amor, y Cristo el amor encarnado.
7.Evangelio de Juan, un manantial de títulos
‒ Logos, palabra (Dabar). Es el primero de los títulos de Dios y de Jesús, desde Jn 1, 1. 14 hasta el fin del evangelio. Este título tiene paralelos en la literatura griega, en el hermetismo y en la gnosis; pero su identidad cristiana aparece ya, conforme al evangelio de Juan, en el primer judeocristianismo palestino vinculado con un tipo de judaísmo “heterodoxo” de Qumran y Samaría, donde se habla de un modo especial de la Palabra de Dios. En esta perspectiva se puede y se debe afirmar que Jesús es Logos (Verbo) de Dios, pues de Dios proviene, como ser divino y revelación de su misterio. Común a cristianos, judíos y griegos es la figura y función del Logos de Dios. Específicamente cristiana es la afirmación de que ese Logos de Dios se ha encarnado en la historia y/o vida terrena y pascual de Jesús de Nazaret. Por eso, lo propio del cristianismo no es el Logos en general, sino el logos como Verbo activo (más que como sustantivo), como contenido más hondo de todo que existe, como expresión de todo lo que se hace. En el principio era el Verbo, es decir, la acción creadora, amorosa, encarnada de Dios en Cristo y en todos los que aman.
‒ Luz, Verdad, Vida, Camino, Consolador. El evangelio de Juan no cuenta la biografía de Jesús (como los sinópticos), sino que interpreta a Jesús como ser de todos los seres, verdad de todas las verdades, camino de todos caminos. Él aplica a Jesús los títulos y experiencias que se utilizan en los círculos gnósticos… Jesús aparece así como el todo de la vida, en todos sus rasgos… pero un toco concretado en la historia pascual, como supone y dice Pablo en 1 Cor 15, 28 que el Dios de Cristo es todo en todos.
‒ Preexistente. De la confesión de fe en Jesús como Cristo que ha vivido ya (Profeta de la tierra) y que vendrá (Mesías escatológico), porque está presente en el culto de la iglesia (como Señor), los creyentes del Nuevo Testamento han pasado de un modo lógico a la certeza de que él ya existía en el principio. Aquel que ha venir en gloria es el mismo que existía en el principio de los tiempos de Dios (preexistencia*). De esta forma, los cristianos han superado un tipo de “barrera” puramente temporal de la historia, situado a Jesús en el nivel de la intimidad actuante de Dios. Los judíos ortodoxos no se atreven a pasar más allá de la historia (más allá sólo hay Dios). Por el contrario, desde el NT, los cristianos se han atrevido a decir que Jesús pertenece al misterio de Dios, como Logos, Hijo de Dios y ser divino (Dios) preexistente.
‒ Dios. Avanzando en esa dirección se llega a confesar la “divinidad” de Jesús, vinculada a su título cultual y escatológico de Kyrios: siendo Señor, Jesús se identifica con el mismo Dios en cuanto actúa. También han destacado este carácter divino de Jesús los títulos de Logos e Hijo de Dios; por eso no era necesario que el Nuevo Testamento le llamara “Dios” de un modo expreso, pero lo ha hecho en un número no muy extenso pero significativo en algunos textos como Jn 1, 1. De la identidad divina de Jesús tratarán los concilios cristianos, desde Nicea (año 325 d.C.).
8. Nombres de oficio sagrado: monje, sacerdote…
‒ Contemplativo, maestro interior de la humanidad. Una fuerte tradición, que está en el fondo del monacato oriental y occidental, ha presentado a Jesús como un solitario (asceta y/o contemplativo) que se separa del mundo, para así dirigirlo y gobernarlo mejor, desde su aislamiento y elevación orante (como en el Tabor: Mc 9, 2-9 par), distinguiéndose así de los poderes oficiales de imperios e iglesias (gobernadores y obispos) que organizan y gobiernan con leyes el orden externo de la vida. Sólo un contemplativo, que modera las pasiones, que supera el ansia de tener, que vence el arrebato del sexo y es dueño de sí mismo (cf. tentaciones: Mt 4 y Lc 4), en contemplación intensa, puede animar y alimentar en verdad el despliegue y destino de
– Sacerdote. Algunos grupos judíos, conocidos por los escritos de Qumrán, esperaban la llegada de un Mesías sacerdotal, que debía instaurar el verdadero culto israelita del fin de los tiempos. Jesús no ha sido sacerdote en sentido cultual, ni ha querido transformar los ritos del templo de Jerusalén. Pero su misma forma de entender la presencia de Dios y su manera de portarse en la Última Cena y en la muerte, han podido recrear y han recreado, en nueva perspectiva, el más hondo sentido del sacerdocio israelita. Frente al sacerdocio violento y dominador de sadoquitas y aaronitas de Jerusalén, que dominan con sangre (de animales) y dinero sobre el pueblo se alza el nuevo y eterno sacerdocio de Jesús, que se identifica con su misma vida humana, abierta a la humanidad entera, como dice la carta a los Hebreos. Siguiendo el modelo que ofrece la carta a los Hebreos, la tradición cristiana ha interpretado a Jesús como Sumo Sacerdote, no sólo según el orden de Melquisedec, sino también según el orden de Aarón y de Leví. De esa forma se han retomado en la iglesia elementos sacerdotales más propios del Antiguo Testamento que del evangelio, no para potenciar el carácter sacramental de todos los creyentes (como dice Hebreos), sino para crear una jerarquía de sacerdotes superiores, menos conforme con el evangelio. La mística de Jesús sacerdote debe volver a la Iglesia, como mística de amor y fidelidad universal a la vida, desde los más pobres.
– Salvador. Sólo porque está presente como Kyrios o Señor, Jesús puede mostrarse como Salvador, Sôter. Algunos teólogos piensan que éste es un título derivado, de tipo espiritualista y religioso. Pues bien, en contra de eso, podemos afirmar que el NT ha visto a Jesús no sólo como Señor divino (y asumiendo por tanto el nombre de Yahvé, Señor israelita), sino como el Sôter o salvador de los hombres, en un plano social y religioso, que está relacionado con otros títulos como redentor* y reconciliador. Este título se ha utilizado con más fuerza en los estratos más tardíos del NT, en aquellos donde Jesús ha venido a presentarse con toda claridad como presencia actuante de Dios dentro de la iglesia, aquel que ha vendido al Diablo y liberado a los hombres que estaban sometidos a su servidumbre (cf. Hch 4, 12; Jn 14, 6).
‒ Santo de Dios (Mc 1, 24), como le llaman los posesos, presentándole de esa forma como alguien que tiene poder de Dios para luchar contra lo satánico. Muchos judíos creían que al final de los tiempos llegaría el gran profeta para decir la última palabra de Dios y para abrir los últimos caminos de la historia humana.
9. Cristo cósmico, rey del mundo: pantocrátor, liberador
‒ Se me ha dado todo poder: Pantocrátor, emperador. Es la imagen más utilizada en la Iglesia antigua. Es dominante en todas las iglesias desde el siglo IV‒V hasta el XII. Después pierde fuerza en occidente (donde domina el Cristo de la Cruz y luego de la cristiandad colonizadora), para seguir siendo dominante el Oriente. Éste es el icono del Rey Supremo de la belleza y el misterio, en al ábside todos los templos, con el mundo en la mano, con el libro. Es el Señor de la belleza buena, de la transcendencia pura, supra‒temporal, con luz de Pascua.
‒ Capitán Gran, Buen Caballero. Siguiendo modelos medievales de entrega, al servicio de la conquista cristiana del mundo, partiendo de San Bernardo (siglo XII), se ha puesto de relieve en occidente la visión de un Cristo que dirige a los buenos soldados en la empresa de organizar y sacralizar el mundo bajo su reinado. Ciertamente, este Jesús no suele llevar espada (la espada la llevan San Miguel y San Jorge, Santiago y los reyes canonizados), pero capitanea, como portador de la Bandera de Dios, la gran lucha en la que se alistan sus soldados, que han de estar dispuestos a entregar la vida por el Reino. Esta visión tiene menos apoyo en los evangelios, pero puede apelar al pasaje de Ap 19, 11-16 donde Jesús aparece como capitán y jinete vencedor, armado con la espada de la palabra. Es la visión que domina en la Iglesia católica desde San Ignacio (siglo XVI), acompañando y presidiendo la misión universal católica que quiere implantar el reino de Dios en todo el mundo.
‒ Sagrado Corazón, Cristo Rey… Retomando elementos anteriores, y matizando algunos de sus rasgos más hirientes, la cristiandad del siglo XVII‒XX ha vuelto a destacar al Cristo amigo‒amor (con rasgos de Sagrado Corazón), pero vinculado, casi siempre, con otros rasgos de Cristo Rey, que extiende su dominio superior (de tipo casi siempre eclesial) sobre todo el mundo. En este contexto se han podido dar imágenes distintas, desde la del Cristo Dulzón y etéreo (signo de un amor poco encarnado) hasta la del Cristo militante de los Guerrilleros de Cristo Rey.
‒ Cristo liberador… Es, a mi juicio, la última de las grandes imágenes y nombres de Jesús en la Iglesia de los últimos cincuenta años. Frente Cristo Rey de una tradición eclesial que puede como favorable el poder establecido de las aristocracias políticas y económicas, vinculadas con un tipo de iglesia, ha surgido la experiencia y tarea de un Cristo que libera a los hombres y mujeres, para que sean y vivan, volviendo al origen del evangelio, antes de la iglesia establecida. En ese origen está el hombre llamado a vivir en libertad, está Jesús como mesías de los excluidos y los pobres…
10 Respuesta personal: y tú ¿quién dices que soy yo?
‒ Jesús ha sido y quiero que sea el “Dios” de mi vida. He corregido por dos o tres veces el derrotero concreto de mi vida, pero ha sido (¡lo prometo) para seguir mejor su camino, en las circunstancias cambiantes de mi biografía personal y de la tarea de la iglesia. Confieso que hasta ahora me ha ido bien, y he sido fiel (¡sin sobresaliente!), y quiero que así sea en el futuro (aunque algunos compañeros de iglesia no hayan entendido o compartido algunos de mis cambios).
‒ He escrito sobre Jesús una docena de libros, y cientos de trabajos. El próximo se titula “Compañeros y amigos de Jesús (Sal-Terrae, Santander 2023), pues él es el verdadero amigo y compañeroHe vuelto siempre a él, como un obseso de amor y compañía. No voy a repetir los títulos, algunos aparecen en esta postal en imágenes.
Soy profesor más que profeta, hombre de pacto reflexivo (¡a pesar de haber sido silenciado por cierta iglesia!)… y quiero escribir todavía mi último libro sobre Jesús. Para eso llevo meses y meses leyendo a Pablo, para retomar su proyecto. Entre los títulos de Jesús he querido y quiero destacar los cuatro siguientes:
‒ Jesús es Logos/Verbo/Palabra, aquel en quien todos podemos dialogar activamente; no una palabra por encima, sino en la vida de los hombres. Porque creo en la Palabra abierta a luz y a la vida (Cf. Jn 1, 1‒3) creo en Jesús y viceversa. Sobre el Dios Palabra ha tratado toda mi teología, sobre el Jesús Palabra encarnada (Jn 1, 14) vengo escribiendo en los últimos años. Cristo fue hombre de palabra, su palabra es la herencia en la iglesia, no una palabra sobre nosotros, sino en nosotros. Al servicio de ella he pensado y sigo escribiendo.
‒ Jesús es compañero, pionero o precursor (como dice Hebreos)… No es camino ya hecho, para que los demás dejemos de caminar (o abdiquemos de nuestra responsabilidad en el aparato de una iglesia única maestra), sino camino que debemos re‒inventar y re‒crear, de un modo generoso, imaginativo y responsable siendo así Iglesia. Sólo en la medida en que nos atrevamos a caminar en libertad desde Jesús iremos descubriendo, de un modo personal y en comunión libre de iglesia, el recorrido y final del Reino de Jesús.
‒ Jesús es amigo, como dice Juan. Soy ruboroso y no me atrevo a llamarle mi amor, mi novio, mi Amado (como hace Juan de la Cruz, aunque he publicado tres libros sobre el tema). Me contento con llamarle mi “amigo” (Jn 15, 15). Con el amigo se dialoga, se vive en libertad. Así Jesús Amigo del alma, me escucha y soporta, me anima, me impulsa, me ofrece su promesa, en esta vida concreta, antes en la Merced y en la Universidad Pontificia, ahora con Mabel, en los arrabales de la Iglesia oficial, manteniendo una palabra de amigo, de sacerdote de la vida
‒ Jesús es finalmente sacerdote, y con él todos los cristianos somos sacerdotes. Pienso que éste es el título más “manipulado” y falseado por cierto tipo de iglesia, que ha convertido el sacerdocio en poder (interpretando mal la carta a los Hebreos, con 1 Pedro y Apocalipsis), en un tipo de jerarquía administrativa y sacramental, cerrando así lo que Jesús había abierto y mistificando lo que él había aclarado. Jesús es sacerdote, haciéndonos a todos “sacerdotes” de la nueva alianza de experiencia de vida en Dios, de solidaridad con los hermanos, de transformación interna y externa de la historia.
‒ Me queda por encontrar el último círculo del camino, dentro de esta iglesia católica concreta, en comunión con las restantes iglesias de Jesús, en diálogo con religiones, en apertura humana… Para ello quiero seguir volviendo del sepulcro vacío e inútil de la vieja Jerusalén al Mar y Monte de Galilea, como Jesús pidió a María y sus amigas: Decid a mis hermanos y a Pedro que vuelvan a Galilea, allí me veréis. Al servicio de esta vuelta a Galilea estoy y quiero estar, ofreciendo el pequeño testimonio de mi vida y mis escritos.
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