¿Quién es ese hombre?
Mt 16, 13-20
«Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»
¿Quién es ese hombre?… se preguntaban los galileos cuando asistían atónitos a los hechos asombrosos de Jesús, o cuando le veían dedicar su vida a enseñar y curar, o enfrentarse a los poderosos en defensa de los débiles, o en compañía de pecadores públicos, o salir airoso de sus constantes polémicas con doctores y letrados tan duchos en esas lides, o esquivar una a una las trampas que urdían para desacreditarle, o hablar de Dios con tal familiaridad que les desconcertaba, o cuando escuchaban fascinados sus enseñanzas… «Jamás hombre alguno habló como éste» …
¿Quién es ese hombre?… nos hemos preguntado también los cristianos de todos los tiempos, y unas veces hemos respondido desde la fe, otras desde la metafísica y otras (cada vez con más frecuencia) desde postulados culturales al uso. A lo largo de muchas generaciones, Jesús lo ha sido todo para los cristianos: ha sido su conexión con Dios, el que ha dado sentido a su vida, el que les ha proporcionado fortaleza para afrontar sus reveses, el que les ha librado del miedo a la muerte… Ha sido también su modelo de conducta y la meta a alcanzar en esta vida…
Pero esta actitud, antes normal, comienza a no serlo tanto. Mejor dicho, sigue siendo normal entre los sencillos, y comienza a ser excepción entre los sabios a los que Jesús dirigió aquella frase que tanto nos atañe y que tanto nos afanamos en ignorar: «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas…»
Es probable que este cambio de actitud sea el fruto de nuestro espíritu ilustrado, que condiciona, y no poco, nuestra forma de creer: que nos empuja con fuerza a poner en duda toda creencia heredada de nuestros padres. Es cada vez más frecuente cuestionar al Dios de Jesús —Abbá—, un Dios personal que nos ama, nos acompaña en nuestro caminar por la vida y nos espera al otro lado de la muerte. Comienza a ser habitual rechazar que Dios nos haya salido al encuentro y que ese punto de encuentro entre Dios y los hombres sea Jesús…
Como consecuencia de esta pérdida de fe en Jesús, vamos derivando hacia filosofías propias de otras culturas que conciben de manera distinta a Dios y al ser humano, y que plantean una forma distinta de relación con Él; unas filosofías sin duda respetables y enriquecedoras, pero que no son de Jesús; lo de Jesús es otra cosa.
Una característica destacada de la ilustración es su afán por romper con todo lo anterior, por rechazar lo antiguo por el hecho de ser antiguo. Y este espíritu es el que nos mueve a desacreditar el propio concepto de religión por considerar que aliena a la gente sencilla que carece de nuestro conocimiento de “la realidad”; el que nos lleva a buscar nuevos modelos de espiritualidad porque el nuestro ya no nos sirve… Jesús se vio como vino nuevo llamado a romper los odres viejos del ritualismo judaico, y nosotros corremos el riesgo de vernos también como vino nuevo llamado a romper los odres viejos de Jesús.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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