20.8.23 (Dom 30 TO) Mi hija tiene un demonio malo… Una hija/niña enferma vale más que todo el dogma (Mt 15, 21-28)
La niña enferma, de Gabriël Metsu.
Rijksmuseum, Ámsterdam, Países Bajos
Del blog de Xabier Pikaza:
Ésta es la historia de una mujer que refuta el argumento “religioso” del mismo Jesús.
El futuro de las hijas (niñas, adolescentes) depende en gran parte de las madres; pero ellas no pueden resolverlo todo si no les acompaña “Jesús” (la sociedad, un tipo de iglesia).
La salud de la hija enferma de una mujer pagana (niña de barrio” o casa rica) importa más que el dogma de la religión, del estado o de la economía financiera mundial.
| X.Pikaza
Texto
‒ En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
‒ Y he aquí que una mujer cananea, saliendo de aquellos lugares, se puso a gritarle: Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija está duramente oprimida por un demonio. ‒ Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: Despídela, pues nos sigue gritando.
‒ Él contestó: No he sido enviado, sino las ovejas perdidas de la casa de Israel.
‒ Pero ella, llegando, se postró ante él, diciendo: Señor: ¡Socórreme!
‒ Él le contestó: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.
‒ Pero ella dijo: Tienes razón, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los amos.
‒ Y entonces Jesús respondiendo le dijo: Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas, En aquel momento quedó curada su hija (Mt 15, 21‒28) [1]
Temas de fondo.
- El problema de esta mujer es su hija enferma. Da la impresión de que no es capaz de educarla como mujer madura… Éste es el problema principal de la humanidad: La cadena de la vida que pasa de manera no exclusiva, pero muy importante, de madres a hijas.
- Jesús empieza escaqueándose: He sido enviado a las ovejas perdidas del pueblo de Israel, no a los gentiles. Jesús mesías tiene un pueblo al que debe cuidar: Su buena nación, su iglesia, su patria, su raza, su economía… Los demás que se arreglen como puedan o que mueran. Esta cananea refuta y supera ese argumento de Jesús
- Jesús razona su negativa:No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros. Éste es el dogma de casi todos los pueblos del mundo, que ayudan (alimentan, educan) a sus hijos, dejando que mueran los otros
- La mujer pagana insiste; ella sabe más que Jesús… (lo que importa es la hija enferma). Pero ella sola no puede curarla; necesita la ayuda de otros (Jesús, la iglesia, tú mismo. El Jesús de esta curación parabólica no sabe, pero puede aprender
- Este Jesús que aprende y cambia es el prototipo de la Iglesia Precisamente el hecho de cambiar ante la llamada concreta de la madre, indica que es “mesías. Esta mujer cananea de Mt 15 fue buena maestra de Jesús, pero Jesús fue también buen discípulo: Aprendió.
- Mujeres como ésta, que cambian al mismo Jesús, son el futuro de una iglesia donde no hay hijos y perros pues todos son hijos
Comentario (Mt 15, 21-28; cf. Mc 7, 24-30)
Este “milagro” (por mediación de la madre) se vincula con el milagro del padre archisinagogo con su hija ( Mc 5,21-43; Mt 9, 18-26). En el caso del paganismo tenemos padre con hija, en cl caso de la gentilidad madre con hija). Más específico es el milagro del padre y la hija; más genérico y universal es el milagro de la madre con la hija. De ese milagro depende el futuro del ser humano en el mundo.
En ambos casos (en uno un padre judío, en otro una madre pagana) el milagro se concreta en la curación de las hijas, signo de la humanidad que Jesús debe sanar, para que haya familia verdadera, pero se realiza a través de los padres, en un caso a través del padre (cuya esposa está en la sombra), en el otro caso a través de la madre (sin que se hable de padre, quizá porque no actúa como tal).
En el caso anterior Jesús curaba primero al archisinagogo, por su propia iniciativa. En este caso será la madre pagana la que empiece “enseñando su verdad” a Jesús. Éste un milagro de madre sin padre conocido, fuera del ámbito mesiánico de Jesús. Éste “milagro” es como un juego de espejos: La madre “cura” (ilumina), cambia) a Jesús, de manera que Jesús, a través de esta madre, puede curar a la hija enferma.Supongo aquí conocido el texto, y desde ese supuesto ofrezco una explicación más amplia de su contenido.
Entorno, una madre pagana. Este pasaje es más “dramático”, y va en la línea de la apertura social y religiosa de Marcos y de Mateo, de forma que muchos exegetas afirman que ha sido creado por su tradición (o por el mismo evangelista) para comentar y expandir su mensaje radical, centrado en la superación de las leyes alimenticias (y familiares) que separan a los judíos de los no judíos (tema de Mc 7, 1-23 y de Mt 15, 21-29). Del “mal” padre judío (el archisinagogo) pasamos a la madre pagana, que es buena, pero que, por sí misma, es incapaz de curar a su hija (acudiendo por eso a Jesús, a quien ella misma debe iluminar).
Ésta es pues una narración simbólica, pero ella hubiera sido imposible si no tuviera un “fondo” histórico centrado en el recuerdo de Jesús sanador, creador de una familia nueva, abierta a los gentiles (a diferencia de la familia rabínica judía), pues ante la hija enferma no hay distinción radical entre el “buen” padre judío y la madre pagana. Al situarse en un plano radical de “familia”, el evangelio supera los límites del sacralismo sinagogal, centrado en temas menores (de comidas y ritos), y se abre (nos abre), a la fe universal, es decir, a la experiencia de una relación que se extiende hacia el conjunto de la humanidad.
Aquí se desvela la más honda intención de Jesús, que a través de su mensaje de Reino quiere crear una familia en la que puedan crecer y vivir en humanidad todas las niñas (y niños) del mundo, sin diferencia entre judíos y gentiles. El hecho de que en este caso y en el anterior tengamos una hija curada (reintegrada a la familia, de padre judío o madre pagana) expresa la hondura del proyecto de Jesús, empeñado en que las hijas (muchachas jóvenes) puedan curarse y madurar en humanidad. De esa forma, el movimiento de Jesús se expresa como terapia de familia, curación integral, a partir de los eslabones más frágiles de la cadena de la vida, que son las hijas, como indicaré en el comentario que sigue, tomado de mi Evangelio de Marcos. La buena noticia de Jesús (Estella 2012), El evangelio de Mateo (VD, Estella 2017).
De esta forma se expresa la “buena noticia familiar” de Jesús, abierta a la vida de los niños (empezando por las niñas). En el caso anterior era Jesús el que debía “dirigir” el camino del padre judío, para que creyera de verdad en el Dios de la vida, y abriera un camino de futuro para su hija. En este caso es la mujer pagana la que conduce a Jesús y le enseña a descubrir el alcance y poder sanador de la fe, para que luego Jesús diga la “palabra” sanadora, ofreciendo su camino de vida a la niña pagana de madre solitaria (al parecer soltera o sin marido conocido).
El evangelio de Marcos ejemplifica con este relato la superación de un tipo de leyes de pureza y de comensalidad intrajudía, confirmando un veredicto anterior, en el Jesús ha declarado puros todos los alimentos (cf. Mc 7, 19). En esa línea, este milagro confirma y amplía el tema del milagro de la hija del archisinagogo), mostrando ahora que la pagana, una mujer de cultura helenista y raza sirofenicia cuya hija (se supone que es hija única) está enferma (cf. Mc 7, 25-26). Esta mujer tiene fe en la vida, que es donde Dios para todos, empezando por las niñas gentiles (a las queno cura para que se hacen judías, sino para que vivan). Como digo, esta mujer pagana tiene fe en la vida, de manera que es ella la que debe “convertir” a Jesús, mesías de Israel, haciéndole ver que él tiene que ser “mesías para todos”, es decir, que no se trata de educar y curar a las niñas de un grupo social o de una nación, sino a todas las niñas del mundo.
Estamos ante un ejemplo y camino de terapia, es decir, de educación universal, abierta a todos los grupos sociales del mundo (por encima de las diferencias nacionales o religiosas). En principio, la niña a la que Jesús debe “curar” no tiene religión ni raza, es simplemente una necesitada a la que se debe acoger y curar, pero tiene una madre que la quiere, y que acude a Jesús, pidiéndole ayuda (como muchas madres hoy, 2014, piden ayuda a la Iglesia o a la familia mercedaria).
Pues bien, en un sentido más concreto, esta madre y su hija son encarnación y figura visible de un pueblo (siro-fenicio, cananeo) que a lo largo de siglos ha luchado contra los judíos en la misma tierra palestina y/o en su entorno. Ellas son el signo de las razas, religiones y naciones que se han opuesto a Israel desde los tiempos más antiguos, desde el tiempo de la conquista de Palestina por los judíos hasta la restauración de Esdras-Nehemías y las guerras de los macabeos.
En ese contexto aparece Jesús, como profeta y mesías de Israel (que viene a recoger y sanar a las ovejas perdidas de su pueblo, como seguirá diciendo el texto) pero que, al mismo tiempo, tiene que curar también a los paganos del entorno, como indican las historias de Elías y Eliseo (cf. 1Rey 17-21; 2 Rey 2-7), que ayudaron también a diversas familias y a viudas paganas de la misma región de Fenicia, como he puesto de relieve en Las mujeres en la Biblia Judía (Clie, Terrasa 2013). En esa línea, esta pasaje nos sitúa ante la exigencia de acoger y curar a todas las niñas, y de un modo especial a las niñas de aquellos grupos que parecen enemigos del nuestro.
En un primer momento, el texto presenta a la madre simplemente como mujer(gynê), sin referencia a un marido. Es muy posible que un judío hubiera malinterpretado la ausencia de esposo diciendo que ella no es madre legítima, sino un signo de la prostitución constante de los cananeos y gentiles.De todas formas, es madre y madre de un grupo social que parece opuesto al de Israel, un grupo del que Jesús no debería ocuparse.
Pues bien, ella aparece ante el Kyrios (Señor poderoso de Israel: 7, 28) como mujer necesitada. Todo el mundo gentil, la humanidad entera se condensa en su figura de madre con hija enferma. En algún sentido, la muerte de la niña pagana podría significar una noticia buena para Israel: desaparecen los enemigos, el pueblo de Dios puede habitar tranquilo sobre el mundo (en la línea de un salmo donde se pide que Dios mate a los hijos de los enemigos: cf. Sal 137, 9). Pero el evangelio piensa lo contrario. Esta mujer es importante como madre, y la vida de su hija es muy valiosa. Ellas dos, madre e hija, son signo de la humanidad entera a cuyo servicio ha de ponerse el mesías de Israel.
En el contexto judío del milagro del archisinagogo, la figura dominante era el padre, mientras que aquí importan la madre y la hija, como expresión de los paganos. Una madre incapaz de transmitir vida a su hija, una hija que no logra madurar; eso son los pueblos y naciones de la tierra. La “buena” ley israelita las habría rechazado, prohibiendo el matrimonio con ellas, pues contaminaban a los puros judíos (cf. Esd 9-10). Pero el evangelio las toma como signo universal del ser humano. Más aún, en el despliegue del relato, la madre va apareciendo como la creyente más perfecta, la que capacita a Jesús para descubrir el dolor del paganismo, la miseria de una humanidad que espera salvación y la que le lleva a procurarla, curando a su hija.
Desde su propia impotencia familiar (engendra a su hija y no logra ofrecerle futuro de vida) esta mujer quiere abrir para su hija un camino de esperanza, y en esa línea “cree”, siendo capaz de cambiar (de iluminar) al mismo Jesús. Parece frustrada (no logra que su hija madure), pero tiene deseo de vida, y por eso conversa con Jesús y le enseña, para que él (Jesús) sea quien cure a su hija. Marcos ha dejado en segundo plano (ha silenciado o superado) otros rasgos que para un judaísmo legalista serían esenciales: la posible idolatría de esta mujer (adora a dioses falsos), su ideología política (quizá rechaza el orden social del judaísmo)… y sólo la presenta madre sufriente, pero deseosa de ofrecer vida a su hija. Ella es la protagonista del milagro: madre activa, esperanzada y, en el fondo, creyente.
Comentario, un texto esencial de familia.
Desde el fondo anterior ha de entenderse el pasaje, que pone en juego el sentido de la historia humana (toda la humanidad está representada por esta mujer) y la extensión de la obra mesiánica de Jesús. El texto es duro, pero al mismo tiempo abre un inmenso camino de esperanza: El dolor y argumento de la mujer pagana hacen que Jesús cambie de opinión sobre el sentido del paganismo y la familia, como muestra el despliegue de la trama:
‒ Jesús llega a los confines de Tiro y se refugia en una casa, no queriendo conocer a nadie(Mc 7, 24), pues viene cansado de discutir con los judíos. Él acaba de enfrentarse con una interpretación “nacional” de la ley del judaísmo (7, 1-23), y debe esconderse, para valorar las consecuencias de su gesto. Muchos no le aceptan, y así ha decidido salir de Galilea, “escondiéndose” en la raya o frontera de Fenicia, donde habitan los pueblos paganos del entorno israelita. Pues bien, paradójicamente, ese ocultamiento se vuelve principio de nueva revelación (lo mismo que había sucedido en Mc 6, 30-44: primera multiplicación). Lacasa donde está Jesús, en la frontera entre Israel (Galilea) y la región de Tiro, se convierte ahora en punto de partida de la misión cristiana.
‒ Una madre pagana que enseña a Jesús. Viene a su encuentro una pagana (sirofenicia de cultura griega, como precisa el texto: Mc 7, 26; Mt 15, 21), pidiéndole curación para su hija enferma (7, 25-26). Los escribas no han aceptado a Jesús, sino que le han combatido y así parecen encerrarse en un tipo de legalismo particular, dentro de las fronteras de su puro judaísmo, como si sólo ellos fueran familia de Dios (los únicos que pueden comer el pan verdadero de la mesa); parece que a ellos no les importan las hijas de las paganas. Pues bien, en contra de eso, esta madre pagana descubre más allá de la ley judía (y de todo tipo de ley particular), desde su mismo paganismo, el poder de curación mesiánica de Jesús, es decir, la posibilidad de que todos sean familia, superando la distinción entre hijos (que serían los judíos) y perros (que serían los gentiles). Ella se acerca a Jesús con el dolor más profundo de mujer y madre (su hija está enferma), pidiéndole ayuda, es decir, vida para su hija, que no es una “perra” sino hija de Dios, hermana de todos los hermanos. No le enseña básicamente como pagana, sino como mujer y madre que tiene una hija enferma. Ella es portadora de la primera y más honda sabiduría de la tierra: La sabiduría de una madre que quiere a su hija. Evidentemente, ella (que es mujer y madre) puede decir a Jesús algo que él no sabe, porque es varón y célibe.
‒ Deja que primero se sacien los hijos. No es bueno tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos…(Mc 7, 27; Mt 15, 26). Así responde Jesús, mostrándose fiel a la tradición y teología israelita. Primero han de alimentarse en la mesa del Reino los hijos/judíos, en abundancia mesiánica; sólo después, como una consecuencia, cuando Israel haya completado su cupo, podrá extenderse la hartura a los gentiles/perros. Es fuerte esta palabra, pero Jesús debe decirla, si quiere permanecer en la tradición israelita que la han enseñado. No lo hace en nombre propio, sino como portavoz de la ley y teología de su pueblo.
Según esa lógica, esta mujer y su hija enferma tendrán que esperar (y aunque Dios les ofrezca comida serán siempre “perros”). No forman parte de la familia de Dios, de la nación mesiánica; son sencillamente animales impuros que ladran; su lugar se encuentra fuera, separado de la mesa de los hijos. Ciertamente, Jesús no les condena al hambre para siempre, pero quiere que primero se alimenten los hijos. No ha llegado aún el tiempo de los gentiles, por eso (según la teología oficial de Israel) tiene que empezar distinguiendo entre los hijos de casa (buena familia) y los perros (los de fuera). En esa línea, no se puede dar buena educación a todos, sino sólo a los “hijos de la casa”, a los de buenas familias.
‒ ¡Señor! pero también los perrillos comen las migajas que caen debajo la mesa... (Mc 7, 28, Mt 15, 27). Así responde la mujer, aceptando el argumento israelita, pero profundizándolo y cambiándolo por dentro, de una forma sorprendente. Ella reconocer el valor de las palabras de Jesús, con la teología que está en su fondo (con la Escritura y la historia del pueblo judío, que distingue entre hijos y perrillos), pero invierte y completa su sentido, recordándole al Señor (Kyrios) de Israel que su banquete es abundante, que sobra pan sobre la mesa, que ha llegado el tiempo de hartura y de familia para todos, pues todos los niños y niñas son hijos, y todos pueden ser familia, recibiendo la ayuda de Jesús. Esta mujer no pide para el futuro (cuando se sacien los hijos…) sino para el presente, para este mismo momento, suponiendo que los hijos (si quieren) pueden encontrarse ya saciados, a fin de que ahora todos puedan ser familia (superando así la división entre hijos y perros). Ella aparece así como un auténtico “escriba” de la ley, pero en sentido mesiánico, como el mejor hermeneuta de la esperanza israelita, que se abre así a todos los pueblos, desde los niños y niñas que sufren enfermos. Para entender la Escritura de Israel, para interpretar el camino mesiánico de Jesús es necesaria la palabra de esta mujer y madre, que nos sitúa en el principio de la historia, es decir, en la tarea y promesa de la maternidad. Jesús (y la iglesia posterior) han de estar al servicio del hijo de esta madre, que es simplemente madre de una hija enferma, antes que pagana o cristiana.
‒ Por esta palabra que has dicho: ¡Vete! Tu hija está curada (Mc 7, 29; Mt 15, 28). De manera sorprendente, Jesús acepta el argumento de la mujer, deja que ella le enseñe, y así, aprendiendo, él también puede ver las cosas desde el otro lado, es decir, desde los oprimidos, desde aquellos que carecen de familia (que no pueden alimentar a sus hijos). De esa forma, con la ayuda de la siro-fenicia, Jesús consigue descubrir las últimas consecuencias de su propio mensaje: el banquete de pan compartido, la mesa abundante de nueva familia (la iglesia) ha de abrirse a todos, porque el hambre y la necesidad no tienen fronteras, ni razas, ni clases sociales. A través de la palabra de esta mujer, aprendiendo a leer la Escritura desde la necesidad de los paganos, Jesús supera o rompe el muro que escindía a judíos y gentiles, aprendiendo que todos pueden y deben ser familia. No se puede hablar desde Jesús de “buenas familias de hijos” (privilegiados) y de familias de perros, pues el pan mesiánico, la vida compartida, es para todos. Mirado así, más que milagro de la curación de una hija pagana, éste es el “milagro” de la transformación del Jesús judío, que empieza a creer y actuar de un modo universal.
Retomemos la trama del texto. La primera respuesta de Jesús (¡deja que se sacien los hijos!…: 24, 27) produce una fuerte disonancia dentro del evangelio. Alguien pudiera pensar que él se vuelve atrás, que olvida el carácter universal del pan de la multiplicación (Mc 6, 30-46), y que vuelve a distinguir puros e impuros (hijos y perros), diciendo que unos son familia y otros no, como si quisiera añadir que se puede curar y alimentar a los “buenos hijos”, pero no a los niños-perros de los paganos. Pues bien, esta disonancia ha de entenderse (y superarse) desde la figura sorprendente de la madre pagana que acepta el argumento de Jesús para cambiarlo, recordando las implicaciones de su mensaje.
La primera enseñanza del pasaje, en el principio de toda religión y vida humana trata de la relación de una madre con su hija (o hijo), y Jesús está al servicio de esa relación, que la madre sea madre, que la hija se cure. Para que esa madre pueda seguir queriendo a su hija, para que esa hija se cure y viva ha venido Jesús, y desde ese fondo ha de cambiar el “mesianismo” israelita, poniéndose al servicio de los llamados “perritos”, es decir, de los hijos e hijas de otros pueblos. Jesús (como educador de vida) no se hace dueño de la niña, no la toma para sí, sino que la “educa” (interviene en su curación) para que ella pueda seguir viviendo con su madre.
No le pregunta a la madre (ni a la hija) si creen en el Dios de Israel. Le basta con saber que creen en el Dios de la vida (Dios de la vida universal, expresada por la madre), como los antiguos patriarcas (Abrahán, Isaac, Jacob) que creían en el “Dios de los padres”. El primer signo de Dios es ahora que una madre pueda acompañar a su hija, educándola para la vida. La opción religiosa más particular vendrá después…
Ver las cosas desde el otro lado. Desde el puro judaísmo resultaba difícil precisar las cosas como hará Jesús con la ayuda de esta madre pagana. Esto significa que para ver las cosas bien hay que mirarlas desde el otro lado, como hace esta madre pagana que no logra que su hija se mantenga en vida, pero sabe que Jesús puede ayudarle. De esa forma, con su ayuda, Jesús supera un tipo de judaísmo y descubre que todos los necesitados son hijos de Dios.
‒ La mujer aduce la lógica de su familia amenazada (muere su hija), razonando desde la base del Dios creador (Gen 1-3), que ofrece vida a todos. Ella sabe que, si ha venido y actúa de parte del Dios de Israel, que es creador universal, este Jesús, Mesías de Israel, tiene que dar “comida” (es decir, salud, futuro de vida) a todos los niños y niñas, apareciendo así como mesías del pan generoso. Miradas así las cosas, ella, una pobre mujer pagana, conoce más que todos los doctos judíos (y que muchos hombres y mujeres de la actualidad) que se contentan con bellos discursos teóricos, dejando que millones de niños del mundo (especialmente de países pobres y de lugares marginales) mueran de hambre. Ante el dolor concreto de esta mujer (que puede ser rica o pobre en riqueza materiales, pero que es humanamente desgraciada porque no puede “curar” a su hija) pasan a segundo plano todos los problemas teóricos, todos los argumentos de pureza e impureza, de buen pueblo y mal pueblo. Si Jesús ha ofrecido un pan de multiplicación para los “hijos” (han sobrado doce cestos de migajas: cf. Mc 6, 43) debe tener comida para todos.
‒ Jesús “convertido”, argumento de madre. Por encima de las leyes de pureza, que acaban dividiendo a los seres humanos, por encima de todas las teorías que pueden emplearse para oprimir o expulsar a los marginados de turno (en especial a los más pobres), esta mujer presenta ante Jesús su argumento de madre. Ella tiene una hija que necesita “pan del reino” (educación, salud…), una hija que necesita ser curada para así formar parte de la familia de los “hijos”, no de los perrillos. Ella sabe que si Jesús viene de Dios tiene que escucharle. Pues bien, en un primer momento, Jesús “no los sabe”, no sabe lo que dice y quiere esta mujer, porque él no es “madre” (no tiene una hija…), ni es “pagano” (de raza siro-fenicia). Como galileo y varón, él no sabe todo, tiene que aprender, y por eso, habiendo empezado de una forma que parece “brava” (pone ante la madre su argumento de judío varón), se deja luego convencer y cambiar por esta mujer-madre pagana.
Éste es el comienzo del milagro: Jesús acepta el dolor y argumento de esta mujer, como mesías que sabe escuchar a los hombres y mujeres de su pueblo y de fuera de su pueblo. No tiene la respuesta ya fijada de antemano, no posee una verdad inmutable; su respuesta y verdad se ilumina en diálogo con esta mujer, dejando que ella le ilumine y le ayude a curar a su hija. Esta madre ofrece a Jesús la verdad sufriente de su niña enferma, y ante ella cesan (pasan a segundo plano) todos los argumentos del viejo o nuevo mesianismo de Israel (todas las leyes políticas, sociales o religiosas); cada niña enferma tiene derecho a la educación, a la salud. Ésta es la verdad más honda del nuevo Israel, este será el principio del nuevo mesianismo de Jesús y de la iglesia.
Esta mujer pagana, sin más autoridad que su dolor, es principio hermenéutico de interpretación del mesianismo de Jesús, a quien enseña algo fundamental: Para ser mesías de Israel,y educar a sus hijos, hay que ofrecer educación y salud a todos los niños y niñas del mundo. Ante la enfermedad de una hija necesitada cesan las diferencias raciales y religiosas, de manera que su madre (buscando su curación) viene a ser la nueva “profesora” y maestra de Jesús. Ella no discute sobre problemas teóricos; sabe que las niñas necesitadas son todas hermanas; a todas hay que ofrecer el milagro de la vida.
De un modo consecuente, en el momento clave de la historia, cuando se rompe el nacionalismo religioso israelita, para que el pan del reino se abra a los gentiles (de manera que los perrillos se vuelvan hijos), ha sido necesaria la experiencia y voz de esta mujer, que actúa como maestra de Jesús. Ella, mujer y madre de una hija enferma, es la expresión de una búsqueda universal de familia. La grandeza de Jesús consiste en escuchar su voz, en aceptar su argumento, superando de la enseñanza oficial de los escribas.
Ésta es la primera tarea de Jesús, aquí está el principio de toda educación mercedaria, que consiste en que todos los niños y niñas (¡todos, sin distinción!) puedan tener acceso a la salud y a la vida. La salud de la hija enferma de una mujer pagana (la vida del niño o niña de un barrio miseria) importa más que los “dogmas” de la religión judía o cristiana.
Bibliografía:
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M. Derrett, Law in the NT: The Syro-Phoenician Woman and the Centurion of Capernaum, NT 15 (1973) 161-186; R. Focant, Mc 7, 24-31par. Mt 15, 21-29. Critique des sources et/ou étude narrative, en Id. (ed.),The Synoptic Gospels: Source Criticism and the New Literary Criticism, BETL 110, Leuven 1993, 39-75;
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A. Russell, The Canaanite Woman and the Gospels (Mt 15.21-28: cf. Mk 7, 24-30): StBib II (1978) 263-300.
X. Pikaza, La mujer en la Biblia Judía, Clie, Viladecavalls 2013 y La Familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014; El evangelio de Mateo, VD, Estella 2017
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