“Aprendizajes veraniegos”, por Dolores Aleixandre.
Aprecio mucho la ausencia de aspavientos
Verano del año de gracia de 1963 después de Cristo y antes del Concilio. Avisos de la superiora a la comunidad de 60 hermanas de la que yo formaba parte al acabar el juniorado:
“A partir de mañana comenzamos las vacaciones, tiempo de descanso; por eso la campana para levantarnos sonará a las 6,30h en vez de a las 6h (!).
Las Vísperas y el recreo de la noche serán en el jardín: las hermanas jóvenes se encargarán de sacar las sillas, los reclinatorios, las luces y los altavoces. Como casi todas ellas, después de limpiar y poner orden, tienen que preparar sus exámenes de Septiembre, conviene no interrumpirlas demasiado en su estudio.
El Padre X, SJ, nos dará los Ejercicios en Agosto. Las pláticas serán en la capilla y, aunque haga calor, sólo se abrirán las ventanas de un lado: el año pasado se abrieron todas y algunas hermanas se resfriaron por la corriente.
Hay permiso para beber agua entre horas de los botijos que habrá en los pasillos”.
Puedo imaginar la cara de asombro de quienes no vivieron nada de esto y lo comparan con la manera actual de organizar las vacaciones; por eso me he preguntado si hay algo “rescatable” de aquellas costumbres, o si hay que mandarlas, sin más, al museo de antiguallas. Y esta es mi propia experiencia de lo aprendido entonces que me sigue siendo válido:
- – Cierto hábito de sobriedad y contención para aguantar con normalidad los fastidios que traen consigo las subidas o bajadas de las temperaturas. Nadie se desplomaba abanicándose y diciendo: “¡No puedo máaaaas! ¡Qué calooooor!” (extensible al qué fríoooo en el invierno). Aprecio aquella ausencia de aspavientos y quejas, a pesar del hábito negro y la toca almidonada: tocaba pasar calor o frío, lo pasabas y punto. Hoy conviene mirar hacia fuera y pasmarnos del aguante de quienes trabajan en el campo, los invernaderos o la construcción. Y con solo una pizca de coherencia, tendría que caérsenos la cara de vergüenza de quejarnos.
- – Me grabó el convencimiento de que las vacaciones “no son para nosotros mismos, sino para Aquel que por nosotros murió y resucitó” y eso supone que los demás tienen derecho a encontrarnos más descansados y frescos gracias al descanso porque las energías que reponemos les pertenecen. Nuestra inmensa suerte es disponer, casi como de un derecho, de un tiempo largo de retiro, algo que está hasta económicamente fuera de las posibilidades de muchos.
- – Y en estos tiempos en que nuevos formatos de “botijos” nos facilitan la vida, un toque final de humor: sea cual sea la época, el lugar, el hemisferio o el equinoccio en el que nos encontremos, ponernos de acuerdo sobre el manejo de un bien común (ventanas, persianas, ventiladores, nevera, aire acondicionado…) seguirá generando más de una batallita comunitaria. Y tendremos que volver a recordar con el Salmo que “el Señor conoce nuestra masa y se acuerda de que somos de barro”. Para dicha nuestra.
Fuente Vida Religiosa, Julio 2023
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