“Pasar “haciendo el bien” como Jesús “, por Consuelo Vélez
Pasar “haciendo el bien” como Jesús En general las personas persiguen ideales y sueñan con grandes realizaciones. Pero la vida se va encargando de mostrar que lo alcanzado no es tan glorioso como tal vez se soñaba y, además, muchas cosas no se pueden lograr por circunstancias externas no controlables por nosotros mismos. Algunas personas consiguen éxitos que parecían imposibles y otras, lamentablemente, se conforman con demasiado poco y no luchan lo suficiente por alcanzar sus metas. Esta es la diversidad de personas que somos; sin embargo, unas y otras, vivimos, sufrimos, gozamos, luchamos y esperamos mejores tiempos.
De Jesús en su vida histórica, el libro de Hechos nos lo describe como aquel que “pasó haciendo el bien” (10, 38). ¿Qué quisieron decir con esto? Jesús no tuvo éxitos, ni fortuna, ni glorias, pero fue una persona que hizo el bien. Parece que esto fue lo que sus contemporáneos resumieron de su vida con ellos. Esto no es poco. Es mucho porque en hacer el bien o el mal se juega nuestra propia felicidad y la de nuestro mundo. Por eso la invitación para los que intentamos seguirle no va por una perfección de determinada manera sino en esta línea de pasar por la vida haciendo el bien.
¿Cómo ser personas que pasen haciendo el bien? Mirando a Jesús encontramos al menos dos maneras de hacer este bien. La primera se refiere a su actuar con respecto a los excluidos de su tiempo, sea por su enfermedad, por su sexo, por el trabajo que ejercían, por su procedencia étnica, etc. Sus milagros no se refieren a actos extraordinarios para mostrar su poder, sino a los “signos del reino”, es decir, a la puesta en práctica del actuar de Dios que nunca excluye, que nunca castiga, que nunca va en contra de la dignidad del ser humano. Jesús cura a los enfermos porque les apartan de la comunidad, en nombre de la Ley ya que se les consideraba pecadores; habla con los extranjeros porque el reino va más allá de las fronteras de Israel; come con los pecadores porque ellos también están incluidos en la mesa del reino. Pero la segunda manera de practicar el bien es con sus actitudes frente a las instituciones religiosas de su tiempo -La Ley y el Templo- cuando estas oprimen a las personas, esclavizándolas con sus mandatos en lugar de ponerlas al servicio del ser humano. El gesto provocador de Jesús de curar en sábado -cuando podía haberlo hecho cualquier otro día- es un gesto profético para denunciar que eso va en contra del querer de Dios. Todas estas acciones buenas le complican la vida y Jesús se gana la muerte. Lo crucifican porque anuncia la buena noticia de la misericordia para todos y denuncia la tiranía de las instituciones cuando no están al servicio del ser humano.
A un actuar similar estamos llamados los cristianos. Si queremos, todos podemos pasar haciendo el bien. El bien siempre da gozo, paz al corazón, satisfacción personal, alegría serena. Y, en la medida que buscamos hacer el bien, logramos hacer un mundo mejor. Aunque nos asaltan las noticias sobre la maldad humana sobre otros seres humanos, la cotidianidad está también repleta de bien porque de lo contrario no podríamos vivir el día a día. El bien se manifiesta en tener otro día de vida. En la creación que sigue brindándonos sus dones como casa común en la que habitamos. Bien es la organización social -por precaria que sea- que nos permite desarrollar nuestras tareas diarias. Bien es el poder estar con otros en la calle, en el transporte, en los centros educativos, en las empresas y llevar adelante los oficios que ahí se desarrollan. Bien es poder descansar del trabajo realizado y recobrar fuerzas para comenzar un nuevo día.
Y mayor bien es cuando nos detenemos ante las necesidades de los otros y buscamos socorrerlas de alguna manera. Desde un pequeño gesto de ayuda en las cosas cotidianas hasta en la solución de problemas más complejos para los cuales desde un consejo, una ayuda material o un apoyo moral, son indispensables. Bien es también aprender a agradecer todo lo que recibimos y a no pedir más de lo que los demás pueden darnos. Un corazón agradecido disfruta verdaderamente de la vida, mientras que aquellos que solo exigen de los otros algo, van cosechando amarguras en su corazón cuando no reciben lo que esperan. En otras palabras, pasar haciendo el bien como lo hizo Jesús es orientar la vida hacia el servicio, la generosidad, la gratitud, la benevolencia, la misericordia, el perdón, la posibilidad de comenzar siempre de nuevo.
Pero también pasar haciendo el bien supone levantar la voz para denunciar lo que no permite la vida de los otros. Es vivir el profetismo al estilo de Jesús que denunció a las instituciones religiosas y sociales de su tiempo por poner cargas pesadas sobre las personas en lugar de ser signos de acogida y misericordia al estilo de Dios. Esta manera de hacer el bien es más difícil porque también despierta la persecución de los que son denunciados y no se está lejos de ser perseguido y asesinado. Eso pasa con tantos líderes sociales que, especialmente, en Colombia son asesinados a diario. Y pasa con tantos profetas cotidianos en la familia -al denunciar la violencia doméstica-, en las empresas al denunciar las malas condiciones y pocas garantías laborales, en las instituciones educativas al denunciar la mediocridad o el negocio que se forma alrededor de ellas; en las instituciones religiosas cuando se denuncia abusos, intereses económicos, manipulación de la fe sincera de las personas.
Por aquí va la propuesta de la vida cristiana. Algunos la limitan a lo sagrado llenando la vida de prácticas religiosas. Estas han de ser expresión del pasar haciendo el bien en la vida concreta. De lo contrario, son prácticas vacías que Dios aborrece. Tal vez nos ayude revisar cómo hacemos el bien en lo grande y lo pequeño, en lo privado y en lo público, en lo cotidiano y en lo estructural. Posiblemente así nos vamos acercando más al Jesús a quien decimos amar y queremos seguir.
(Foto tomada de: https://www.euroresidentes.com/estilo-de-vida/sentir-bien/ayudar-los-demas)
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