Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Dios es Padre.
Cinco veces aparece en el Evangelio de hoy la expresión “Padre” para dirigirse Jesús a Dios.
Seguramente que todas las religiones tienen un buen concepto de Dios. El Dios de Jesús, nuestro Dios es Padre…
Sin embargo, el centro de muchos modos de vivir el cristianismo no es de paternidad, ni de amor, sino que predomina la ley, la religión, lo que hemos de cumplir, lo que Dios exige para tenerle aplacado.
Al Dios de la religión no se le ama, se le teme y se procura “tenerle a raya”.
El Dios de Jesús es Padre. Es el centro del cristianismo.
02.- Padre de los sencillos, no de sabios y entendidos.
Dios es Padre especialmente de los pobres y sencillos
Jesús da gracias a Dios porque ha revelado lo que es la vida, las cuestiones decisivas de la vida a la gente sencilla, a los pequeños.
Los sabios y entendidos, (los “enterados”) tienen un tono de prepotencia y altanería. Hay gente que cree saberlo todo, entienden de todo, mandan en todo: lo mismo da en política, que en economía, que en las intrigas eclesiásticas o en la vida cotidiana. Muchos líderes viven con un gran complejo de superioridad y altanería.
Puede que tengan poder, dinero, ciencia, cargos, pero solamente tienen eso: dinero y poder, pero no sabiduría.
Son los sencillos, los pequeños los que tienen esa “sabiduría silenciosa” propia del pobre y del humilde. Es una sabia ignorancia. Son los sencillos los que tienen la mirada limpia, el corazón y las intenciones honradas y saben escuchar.
Cuántas personas son sencillas en la vida: en la familia, en la vida comunitaria y monacal, en el trabajo, en las misiones, en las aulas, en el cuidado de ancianos, enfermos, etc…
03.- Entre cansancios y canseras.
En muchos momentos la vida está embargada por “cansancios o canseras” (o por los dos).
Por mil motivos y circunstancias a veces a uno le pesa y le cansa la existencia.
El cansancio es producido por el trabajo, por el esfuerzo. Y tiene una solución más o menos sencilla: el descanso, algunos días de vacaciones, la alimentación, el sueño…
La cansera es más sutil y nos afecta más íntimamente. La cansera afecta a lo más profundo del alma. La cansera se produce cuando una situación personal, laboral, o el yugo eclesiástico o religioso o político, cansan, desmoralizan y hieren el alma.
04.- El yugo del que JesuCristo nos libera. [1]
Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón… Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. (Evangelio).
¿Cuál es la carga de la que Cristo nos libera?
¿Cuál es el yugo llevadero y la carga ligera de Jesús? ¿Por qué Él y sólo Él puede dar descanso a nuestra alma?
El ser humano se ve agobiado por el yugo de la religión: de la norma, de la ley, del dogma o la doctrina, del rito, del poder…
Jesús nos libera del penoso y pesado yugo de la casuística leguleya religiosa judía (AT), que siempre se hace presente en la historia de la Iglesia, como un constante Guadiana.
Cristo nos libera de este yugo, que causa el “esquema religioso“.
La carga de la que nos quiere liberar es la carga de la religión, es decir, del yugo de la ley, impuesto en su tiempo al pueblo por los maestros religiosos, por los hombres sabios e inteligentes, como Él los llamaría con palabras nuestras, por los escribas y fariseos, como habitualmente les llamamos. [2]
El yugo de Jesús es amable, libre y liberador, es el amor.
El yugo de Jesús está por encima de toda religión. Lo que les invita a aprender de Él es la victoria sobre la ley de los sabios y de los inteligentes, y la ley de los escribas y fariseos. [3]
También nosotros vivimos bajo la ley, bajo una ley que es religión y bajo una religión que es ley.
La ley de la religión es el gran esfuerzo del hombre por domeñar su angustia, su desasosiego y su desesperación.
Mucha gente de tradición cristiana vive todavía bajo el peso de la ley de la religión con su carga de culpabilidad, pecado, condenación, legalismo
La ley religiosa exige que el hombre acepte unas ideas y unos dogmas, que crea en determinadas doctrinas y tradiciones, cuya aceptación le garantizan su salvación de la angustia del desespero y de la muerte. Entonces el hombre procura aceptar todas esas cosas, aunque tal vez se le hayan hecho extrañas y dudosas. Bajo la exigencia religiosa, trabaja y se fatiga para creer cosas en las que ya no puede creer. Finalmente, intenta huir de la ley de la religión. [4]
Jesús nos libera del yugo de la religión. El yugo de Cristo es liberador. El yugo de Jesús es suave, su carga ligera porque es libertad (el hombre es anterior a la ley) y es amor.
Cuando experimentamos esta presencia suave de Jesús en nosotros, nos sentimos inmersos en una paz profunda que es superior infinitamente a la pequeña satisfacción del cumplimiento de la ley.
Jesús no es el creador de una religión, sino el vencedor de toda religión. Jesús nos libera de toda religión: en Jesús dominamos el desasosiego de la existencia.
Los maestros religiosos nos llaman a la religión. El cristianismo nos llama al Nuevo Ser. En Jesús, el Nuevo Ser, la Verdad y el Bien nos han asido. Jesús nos llama.
Cuando oigáis la llamada de Jesús, olvidad todas las doctrinas cristianas, olvidad vuestras propias convicciones y vuestras dudas particulares. Si alguna vez Le seguís, olvidad toda la moral cristiana, vuestros logros y vuestras dudas particulares. Nada se os pide -ninguna idea de Dios, ninguna bondad especial propia, ni que seáis religiosos, ni que seáis cristianos, ni siquiera que seáis sabios, ni que os atengáis a una moral. Lo que se os pide es tan sólo que os abráis a lo que se os da y que queráis aceptarlo: al Nuevo Ser, el ser de amor, de justicia y de verdad que se manifiesta en Aquel cuyo yugo es llevadero y cuya carga es ligera. [5]
05.- Venid a mí todos los que estáis cansados de la vida, que yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo, que es suave y mi carga ligera y encontraréis descanso. Cristo no se refiere a que “su religión” es una “buena oferta” en el supermercado de las muchas religiones; no se refiere a que el cristianismo sea una religión de “manga ancha” en la que todo fuese más fácil y llevadero. Más bien hace referencia a que el encuentro con Cristo -expresión y revelación de Dios Padre- es descanso, calma en la vida, en la ley, en el pecado y en la muerte.
El encuentro con Cristo, con el Mesías manso y humilde que viene humilde y modestamente, ese encuentro produce paz, serenidad y calma en la vida, en lo más hondo de la existencia humana.
Los problemas en la vida seguirán. El mal y el pecado, la enfermedad, las dictaduras de todo tipo seguirán, el sufrimiento, la muerte harán siempre buena carrera y nos harán sufrir, pero no nos angustiarán, no nos agobiarán, porque vivimos en la libertad y el amor de Dios Nada te turbe, nada te espante, solo Dios basta.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré.
[1] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 149-161. Este texto lo escogió Tillich para su confirmación.
[2] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 152.
[3] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 152.
[4] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 153.
[5] TILLICH, P. Se Conmueven los Cimientos de la Tierra, 160.
Biblia, Espiritualidad
14º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A, Dios, Evangelio, Jesús, Llamadas, Tiempo Ordinario
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