El principio antrópico.
Mt 10, 37-43
«El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí»
La génesis del “principio antrópico” no es filosófica, sino puramente científica. Es el fruto del estudio minucioso del cosmos y de su proceso de evolución, y básicamente establece que “cualquier teoría válida sobre el universo tiene que ser consistente con la existencia de seres conscientes capaces de formularse estas preguntas”. Como afirma John Barrow, prestigioso matemático y cosmólogo británico: «La increíble serie de coincidencias que permiten nuestra presencia en el universo, parecen haber sido cuidadosamente preparadas para garantizar nuestra existencia».
El principio antrópico débil, aceptado mayoritariamente por la comunidad científica, afirma que «el mundo podría haber sido de muchas otras formas, pero en ninguna de ellas habríamos estado nosotros». Según esta formulación cabría el recurso al azar para explicar la aparición del hombre sobre la Tierra, pero el principio antrópico fuerte, más cuestionado, va más allá, rechaza el azar, y sostiene que todo el proceso ha estado diseñado con un único fin; propiciar nuestra existencia: «Nuestra existencia es la que ha determinado la estructura del universo», dice el principio antrópico fuerte. Muy parecido al argumento teleológico formulado desde la filosofía.
Esta última formulación requiere que alguien (Dios creador) haya diseñado el proceso de evolución con el propósito de que culminase en nosotros, pero no parece razonable que su objetivo final fuese la mera presencia del ser humano sobre la faz de la Tierra, sino del ser humano en plenitud; tanto a nivel individual como colectivo.
Hasta llegar a nosotros, han sido las leyes naturales las que han marcado la pauta de la evolución, pero la última etapa —la plenitud— es tarea nuestra. Y es aquí donde entroncamos con el evangelio, porque es Jesús, el hombre lleno del espíritu de Dios, quien nos marca la meta y señala el camino. Como decía Ruiz de Galarreta: «El sueño de Dios no es la raquítica salvación de media docena de perfectos. Toda la creación, realizada y perfecta, es su sueño, su proyecto, el Reino» …
El evangelio, todo el evangelio, es una contundente invitación a ser colaboradores de Dios en la ejecución de su proyecto, y de aquí se desprende una buena definición de cristiano: cristiano es quien se compromete con la tarea de hacer de la humanidad una comunidad de Hijos que se aman como hermanos. Como dijo el propio Jesús: «En eso conocerán que sois mis discípulos».
Y desde esta perspectiva podemos entender mejor el texto de hoy, porque tamaño proyecto requiere de todo nuestro compromiso y de todo nuestro esfuerzo. Jesús nos está pidiendo ayuda para hacer realidad este ideal por el que él fue capaz de dar la propia vida, y lo hace a su estilo; un estilo paradójico, radical, casi desafiante, para recalcar la importancia excepcional de lo que nos está pidiendo:
«Como mi Padre me envió, así os envío yo a vosotros».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
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Fuente Fe Adulta
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