El gobierno de Malasia va a proponer un proyecto de ley para aumentar los poderes de los tribunales islámicos. De salir adelante, la sharia se aplicaría a todos los ciudadanos del país asiático y no solo a los musulmanes.
La Malaysian Chinese Association (MCA), que forma parte de la coalición gobernante, expresó su preocupación por el hecho de que incluso los no musulmanes podrían ser juzgados por los tribunales de la sharia, también conocidos como sistema judicial syariah, utilizando la ortografía malaya.
Según los analistas, se trata de un intento del ejecutivo de acercarse a la oposición del Perikatan Nasional (PN), dominada por el partido islamista Parti Islam SeMalaysia (PAS), antes de las elecciones locales previstas para julio. El proyecto de ley propone aumentar los límites máximos de condena por delitos penales juzgados por tribunales de la sharia a 30 años de cárcel, una multa de 100.000 rupias (1.130 euros) y 100 bastonazos. Actualmente, los límites son tres años de cárcel, una multa de 5.000 rupias (57 euros) y seis bastonazos.
El actual ministro de Asuntos Religiosos anunció el 25 de mayo que la enmienda, conocida en Malasia como RUU355, se presentaría en el Parlamento una vez que el gobierno dé su aprobación, pero no especificó el plazo para hacerlo. Por su parte, al día siguiente, el vicepresidente del PAS, Idris Ahmad, ministro de Asuntos Religiosos entre agosto de 2021 y noviembre del año pasado, afirmó que el gabinete anterior ya había autorizado la presentación del proyecto de ley en las Cámaras.
Aunque la enmienda sólo debería afectar a los musulmanes, los miembros de otras religiones siguen desconfiando. Según los expertos, el actual gobierno presidido por Anwar Ibrahim intenta aumentar su credibilidad entre el electorado musulmán conservador sin perder el apoyo de los grupos étnicos no malayos: «El gobierno de unidad nacional debería presentar esta propuesta para reforzar sus credenciales religiosas antes de las elecciones en los distintos estados del país, donde otra ola verde parece dispuesta a barrer a todo el mundo», declaró al Strait Times Oh Ei Sun, miembro del Instituto de Asuntos Internacionales de Singapur, refiriéndose al color verde del Islam.
Hace poco, las autoridades incautaron en tiendas Swatch relojes con diseños de arco iris en apoyo del movimiento LGBTQ. Al mismo tiempo, en las últimas semanas el gobierno también decidió retirar su recurso contra una sentencia del Tribunal Superior que permitía que los no musulmanes utilizaran la palabra «Alá» para referirse a Dios, lo que generó la ira de los partidos islamistas después de décadas de batallas legales.
Mazlan Ali, profesor de la Facultad Razak de Tecnología e Informática de la Universiti Teknologi Malaysia, explicó: “El gobierno de Anwar está sometido a la presión de la oposición. Se lo acusa de ser pro-liberal y pro-LGBTQ. El PN utiliza muchas veces la religión y la raza para atacar al gobierno”, pero, continuó, “el primer ministro quiere demostrar que en realidad es lo contrario y que el gobierno de unidad nacional se toma en serio las cuestiones relacionadas con el Islam”.
El estancamiento de la visión de Malasia sobre los derechos LGBTQ+
Varias organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación por la increíblemente arcaica visión de Malasia sobre los derechos de las personas LGBTQ+.
Actualmente, el país encarcela a las personas abiertamente LGBTQ+, además de impedir el matrimonio entre personas del mismo sexo y la transición de género.
Según una encuesta de Ipsos en 2021, Malasia es uno de los peores países en cuanto a la opinión pública sobre las personas LGBTQ+.
En total, el 65% de los ciudadanos malayos cree que no se debe permitir a las parejas del mismo sexo contraer matrimonio ni obtener ningún tipo de reconocimiento legal, como la unión civil.
Por el contrario, sólo un 8% dijo que apoyaba el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El país no sólo castiga la homosexualidad con la cárcel, sino que apoya activamente los centros de terapia de conversión con financiación del gobierno.
Un informe de Human Rights Watch reveló que el gobierno de Malasia financia retiros de terapia de conversión sancionados por el Estado, cuyo objetivo es “rehabilitar” a las personas LGBTQ+.
A pesar de que estas instituciones afirman que la orientación sexual puede cambiarse, las identidades LGBTQ+ no pueden curarse, ya que no son enfermedades, ni tampoco enfermedades mentales.
Escalada de LGTBfobia pese al cambio político en Malasia
En entradas anteriores hemos venido hablando de la escalada de LGTBfobia de Estado en Malasia. En noviembre de 2022, detenían a 20 personas LGTB+ durante la fiesta de Halloween por ser “Culpables de travestirse y fomentar el vicio”
Dos mujeres malasias, de 22 y 32 años, respectivamente, recibían en septiembre de 2018 seis latigazos por orden de un tribunal, tras ser descubiertas por agentes islámicos en el estado conservador de Terengganu «intentando participar en actos sexuales en un automóvil». El Gobierno, por otra parte, no solo dejaba claro su apoyo a la redada que días antes tenía lugar en un bar de ambiente gay de Kuala Lumpur sino que, en boca del ministro del Territorio Federal, Khalid Samad, expresaba que «esperamos que esta iniciativa pueda mitigar que la cultura LGTB se extienda a nuestra sociedad».
Ya con anterioridad, el nuevo Ejecutivo de Malasia había defraudado las expectativas despertadas cuando insinuó que el colectivo LGTB no debe visibilizarse porque incomoda «a la mayoría» del país. Lo hacía a cuenta de la censura de los retratos de los activistas Pang Khee Teik y Nisha Ayub en una exposición de George Town (ciudad del Estado de Penang) por orden administrativa. Y en 209, el ministro de turismo Datuk Mohamaddin bin Ketapi afirmaba en un evento en Alemania, que “No hay gays en Malasia”.
Un entorno difícil para las personas LGTB
Malasia, una de las economías emergentes del sudeste asiático, es un país de variada composición étnico-religiosa, aunque de mayoría musulmana, en el que conviven leyes civiles, de obligado cumplimiento para todos, y leyes islámicas, de aplicación a los ciudadanos musulmanes. Las relaciones homosexuales, en cualquier caso, son ilegales y se castigan con penas de hasta 20 años de cárcel. De hecho, en 2011 nos hacíamos eco de las intenciones de varios líderes musulmanes malasios de endurecer las medidas contra la homosexualidad y en 2015 el entonces primer ministro, Najib Razak, comparaba a las personas LGTB con el Estado Islámico, alegando que carecen de derechos humanos.
La LGTBfobia social y política imperante en Malasia ha llevado a situaciones que rozan el absurdo, y que hemos recogido en esta misma página. En febrero del año 2017, en un vídeo promovido por el Departamento de Desarrollo Islámico de Malasia se sugería a los homosexuales que «aprender» a ser hetero es como iniciarse en la equitación. En febrero de 2018 nos hacíamos eco de un artículo que ejemplificaba la estigmatización de la comunidad LGTB también desde los medios de comunicación. En abril, nos enterábamos de que la Universidad de Ciencias de Malasia (USM) celebró un concurso de carteles para “convertir”alumnos gays en heterosexuales. Y en mayo que el gobierno de Malasia ha comenzado a bloquear páginas LGTB+, incluido el portal Utopia-Asia que es la principal fuente de información para viajeros gais en la región.
Otros ejemplos son el anuncio de censura de programas con personajes homosexuales; la censura de una escena de La Bella y la Bestia, de la que ya hemos hablado, y de una canción de Lady Gaga o la cancelación de un Festival que se celebraba desde 2008 para promover el respeto a la diversidad sexual. En 2021, una mujer trans enfrenta años de prisión por usar ropa de mujer .
Especialmente preocupante fue lo sucedido en 2012, cuando un joven gay musulmán recibió amenazas de muerte por difundir un vídeo en el que animaba a otros homosexuales a salir del armario. En junio del año pasado conocíamos la muerte de un adolescente, T. Nhaveen, después de cinco días en coma y sufrir una dura agresión de carácter homofóbica que le había dejado con varias heridas y quemaduras en la espalda, además de ser sodomizado con una barra. T. Nhaveen, de dieciocho años de edad, había quedado con su mejor amigo, T. Previin, de 19 años de edad, el sábado, 10 de junio, alrededor de las 11 de la mañana en una hamburguesería de Gelugor, un zona residencial de George Town, en Penang, para celebrar que iba a comenzar su vida como estudiante de música en Kuala Lumpur, pero falleció el jueves, 15 de junio, tras ser víctima de una dura agresión homofóbica que le deja en coma durante cinco días. Un episodio más de bullying homofóbico que en esta ocasión había consternado a la sociedad de Malasia por su dureza y violencia. Ante este escenario, podría pensarse que un suceso tan terrible como este debería servir de acicate para que el respeto a la diversidad gane posiciones en Malasia. Mucho nos temíamos que no iba a ser así, a la vista del hecho de que los mismos medios locales y autoridades que habían reaccionado con horror ni siquiera precisaron que el acoso que el joven sufría era de naturaleza homofóbica. Esperemos, al menos, que se haga justicia con los asesinos de T. Nhaveen. Está claro, sin embargo, que ni siquiera un hecho tan terrible como este ha servido de acicate para que el respeto a la diversidad gane posiciones en Malasia, como ya entonces pronosticábamos. Y para corroborarlo, en julio radicales religiosos de Malasia e Indonesia se rebelaban contra Starbucks por su apoyo al colectivo LGBT…
Fuente Agencias/Cristianos Gays
General, Homofobia/ Transfobia., Islam
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