“Restregando bien”, por Dolores Aleixandre
Cada uno va por la vida con las ideas, convicciones o maneras de proceder que considera importantes, irrenunciables y dignas de ser cuidadas y defendidas.
No es la típica recomendación de la cocinera a una postulante que, antes de entrar en el convento, nunca había limpiado los quemadores de un fogón; ni la bronca de una suegra a una nuera inexperta en el arte de fregar: es un comentario de Marcos con bastante carga de ironía, para describir la escrupulosa observancia farisea del lavado de manos y cacharros (Mc 7,3). Restregar expresa determinación, dedicación de tiempo y una considerable inversión de energía y, si sacamos el verbo fuera del ámbito doméstico, puede arrojar luz sobre cosas que nos pasan a la hora de relacionarnos y nos hace entender un poco mejor el origen de algunos de nuestros conflictos.
Cada uno de nosotros va por la vida con las ideas, convicciones o maneras de proceder – muchas aprendidas en la infancia- que considera importantes, irrenunciables y dignas de ser cuidadas y defendidas. Pero todo eso que de por sí es sano y coherente, corre el peligro de convertirse en “Puntos de Restriegue” (PR) que nos empeñamos en imponer a otros y pueden derivar en reproches y actitudes enfadosas cuando nos parece que esos “otros” no “restriegan” – actúan, piensan, opinan, se comportan- con la intensidad que a nosotros nos parece la adecuada. Y se convierten en “Puntos de Conflicto”.
Vamos a los ejemplos: a Sor Amancia le enseñó su padre que la impuntualidad es una falta respeto, pero para Sor Lucía, – 20 años menos – es mejor llegar tarde que cortar una conversación importante. Para Fray Antonino es esencial el silencio alrededor de la capilla, pero la madre de Fray Remigio está sorda y, para él, gritar por teléfono va incluido en su pack de amor filial. La Hna. Pura aprendió en el noviciado cuán beneficioso es madrugar para la oración, pero la Hna Escolástica, su vecina de cuarto, tiene la tensión baja, está zoombie por las mañanas y necesita trasnochar para rezar en condiciones. Y en vez de madrugar, trasnocha.
Ante los problemas y restriegues que se ven venir, podemos dialogar con nuestra nefes/alma buscando remedios:
– Alma mía, con ayuda de alguien que me vea vivir y me quiera, voy a intentar reconocer y poner nombre a mis propios PR.
– Alma mía, recuérdame la inutilidad de gastar energías en cambiarles los PR a otros y repíteme: “trabájate los tuyos, deja en paz los de los demás”.
– Alma mía, he leído en Sta Teresa “me quedó un ímpetu grande de deshacerme por Dios” (Vida 33,15). Me gustaría tener una chispa de ese ímpetu pero, mientras llego a ese estado sublime, voy a empezar por irme deshaciendo de un par de mis PR más recalcitrantes…
Fuente Vida Religiosa, Abril 2023
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