Capturas de pantalla
Hay golpes de gracia – cantos del gallo- en los que nos topamos con nuestra absoluta fragilidad
Durante mucho tiempo no me atrevía a tocar la tecla ImpPantPantSis del ordenador por si fastidiaba algo pero como ahora la uso mucho, propongo dos capturas de pantalla de escenas pascuales en las que reconocemos nuestra propia historia.
En la primera, Pedro dice a Jesús en el cenáculo: “Daré mi vida por ti”. Si activamos el modo subtítulos, aparecen en teletexto nuestros rotundos propósitos: “Señor: no es que me guste, pero voy a promover en la parroquia el consejo pastoral para dar pasos sinodales”; “Ni un gasto superfluo más: donativo fuerte a Caritas”; “Desde mañana me desengancho de series y madrugo para rezar un rato”; “Decidido: domiciliaré mi aportación a la parroquia”; “Con mi cuñado, paciencia y comprensión”; “Me voy a ofrecer para pasar la noche con Sor Pura en el hospital”; “Ha llegado un cura nuevo y colaboraré en lo que proponga”; “Gracias por sentir tan fuerte la pertenencia a mi congregación…”
Siguiente escena, patio de Caifás: Pedro niega tener algo que ver con Jesús y cambia el teletexto: “Pero estos laicos – ellas son las peores – ¿qué se han creído que son? He disuelto el consejo y se van a enterar de quién manda aquí”; “Me he apuntado a un spa, de momento aplazo el donativo”; “Si sta. Teresa decía que el Señor está entre pucheros, supongo que en las series también y yo necesito tanto relajarme…”; “En el tema “cuñado”, ni un paso más: todo tiene un límite”; “Me he hartado de ser la tonta de la comunidad, que se ofrezcan otras”; “Me estoy pensando lo de mi aportación: el cura nuevo se está pasando con tanta parroquia hospital de campaña y con el “por todos” en vez de “por muchos” en la consagración. Cuánto añoro a Ratzinger…”; “El provincial, que no cuente conmigo para tantos cambios: distancia y resistencia”.
Son solo pequeñas muestras de esa incoherencia en estado puro que llevamos incorporada y que nos cubrirían de una vergüenza estéril si no fuera por la aparición sonora del canto del gallo, de esos golpes de gracia en los que nos topamos con nuestra absoluta fragilidad. Porque entonces, en vez de hundirnos en nuestra miseria, nos fundimos en la calidez del perdón sin orillas que siempre nos espera.
Y entonces – tercera captura de pantalla- nos sentamos junto a Jesús en el lago y le repetimos con Pedro: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero…”
Fuente Vida Nueva, Abril 2023
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