Ya quisiéramos tener ateos como Dios manda
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01. – A Dios nadie le ha visto.
A veces hablamos de Dios como si tuviésemos su teléfono móvil o nos concediera una entrevista diaria.
Sin embargo, el mismo Jesús dijo: a Dios nadie le ha visto, (1Jn 1,18 – 1Jn 4,12).
Todas las imágenes, palabras, lenguajes sobre Dios son muy limitados, son aproximaciones, nostalgias de Dios, porque Dios no cabe en nuestras fórmulas, en nuestro pensamiento.
Nosotros vivimos a la orilla de la infinitud de Dios, pero es un océano inmenso que no cabe en nuestra limitada y pobre mente.
Sin embargo tenemos, sentimos necesidad de Dios. Señor, eres Aquel sin el cual yo no puedo ser. Podré vegetar, pero no podré ser persona sin Ti. Dios es Aquel desde el cual, yo puedo ser.
Nuestra fe en Dios es un acto intelectualmente oscuro, pero existencialmente abierto a Él, siempre oteando el horizonte.
02.- Dios en sí mismo y Dios hacia nosotros.
Rahner hizo aquella distinción acerca de nuestra comprensión de Dios, que puede darnos un poco de luz.
Por una parte “Dios, la Trinidad inmanente” (Dios en sí) y, por otra, “Dios, la Trinidad económica”.
- De lo que “Dios sea en sí mismo” (Trinidad inmanente) no sabemos ni palabra. El silencio y la contemplación serían el mejor lenguaje para “acercarnos” a “Dios en sí”.
- Ahora bien, lo que sí sabemos es lo que Dios ha hecho por nosotros (Trinidad económica): y lo que Dios ha hecho por nosotros es darnos vida amarnos y salvarnos. Dios es amor, (1Jn 4,8).
Lo malo de la teología es que ha discurrido casi exclusivamente por la abstracción y no ha tenido en cuenta la historia de la salvación: Dios entra en nuestra historia para crearnos y salvarnos.
Dios es salvación para el ser humano.
03.- La profundidad de la vida.
Pensando y orando decía el teólogo alemán Paul Tillich (1896-1965) que Dios es la profundidad de la vida.
El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra. Pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudierais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios.[1]
No confundamos las cosas sofisticadas con las cosas profundas. Profundizar es esforzarse por buscar la verdad, no quedarse en las mediaciones tan cómodas como superficiales.
Profundizar es amar la libertad, la justicia, la paz, el arte, el pensamiento, la filosofía, la Palabra, la Vida. La profundidad de la razón es una punta de flecha que dirige la mirada más allá de sí misma hacia aquello que fundamenta su ser: a Dios.
Hay personas que viven siempre en la cresta de la ola, en una inmensa superficialidad, añadiendo capas y más capas de superficialidad a la vida. Lo más profundo que tienen es la camisa, el clerygman, la sotana o el uniforme que llevan.
Hay personas que viven entre cosas serias y profundas y son unos perfectos superficiales. Por contraposición, muchas gentes sencillas, rurales, amas de casa y obreros viven la existencia en profundidad.
Lo opuesto a la superficialidad es la profundidad como actitud vital y camino espiritual.
La verdad es profunda y no superficial. [2]
Solemos pensar que hoy en día el ateísmo ha invadido la sociedad. Sin embargo lo que abunda no es el ateísmo, sino la superficialidad. El pensamiento científico, los estilos de vida, la misma predicación eclesiástica ha perdido referencia a la profundidad y “añadimos capas y más capas de superficialidad”. La modernidad y, ya, la post.modernidad, vive únicamente de la razón técnica, que es un magnífico instrumento, pero “no toca” las cuestiones de la profundidad de la existencia.
Hoy en día ateo no es quien no cree en Dios, sino el superficial, el frívolo y trivial.
En gran medida nuestra vida transcurre en la superficialidad. Vivimos en un aturdimiento de bagatelas y dispersión que no nos permiten escuchar la voz de la profundidad de la existencia.
Hoy en día ateo no es quien no cree en Dios, sino el superficial, el frívolo y trivial.
Uno se encuentra a sí mismo en la profundidad.
Gente sencilla, poetas, obreros, campesinos, filósofos, místicos han pensado y recorren caminos hacia la hondura de la vida. Siempre hay un nivel mayor de profundidad, porque la profundidad es Dios:
04.- Dios se expresa en Jesús.
Nuestro Dios es el Dios del Señor JesuCristo.
Lo que Jesús nos transmite de Dios, es que es Padre, su y nuestro Padre, que nos ama a todos: Dios es amor. El Dios de Jesús es el amor mismo.
El amor no necesita muchas explicaciones, ni religiones, ni ideología, ni pasaportes. Para entender por qué una madre quiere a su pequeño, o para comprender por qué dos jóvenes se aman, no hacen falta mucha filosofía ni teología.
La incomprensibilidad de Dios se comprende en el amor. Donde hay amor, allí está Dios y se nos hace presente. Donde hay caridad y amor, allí esta Dios (Ubi caritas et amor, Deus ibi est)
Dios se nos acerca en JesuCristo no tanto para “hablarnos” sino para querernos y salvarnos. La palabra de Dios es amor y salvación.
En tiempos de inquisiciones dogmáticas e intransigencias fanáticas, en medio de nuestras noches oscuras de la fe, basta que pensemos y disfrutemos que Dios nos quiere y nos salva.
Dios es una nostalgia infinita de amor y salvación.
[1] TILLICH, P. Se conmueven los cimientos de la tierra, 95.
[2] TILLICH, P. Se conmueven los Cimientos de la Tierra, 90.
Comentarios recientes