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Ascensión de Dios. Dos salmos (18-21 de mayo 2023)

Domingo, 21 de mayo de 2023

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Del blog de Xabier Pikaza:

Los 40 días de Pascua culminan con la Ascensión, que debía celebrarse el jueves 18. Pero, por motivos laborales de traspaso de las fiestas al domingo, este año esa fiesta de Jueves se celebra  el domingo 21.

Quedan así tres días que forman el “triduo pascual” de la Ascensión, que yo quiero animar con la música y canto de dos salmos principales de ascenso, subida y triunfo de Dios en Cristo (el 24 y el 47), conforme al tema de mi Libro de los salmos.

Tú me sondeas y me conoces. El salmo del cielo (Sal 138)

Ascensión: 17.5. 23.  Cuándo y cómo empieza el Cielo. Un Papa condena a otro Papa

Salmos de subida, cantos de ascensión

Salmos de Ascensión de Dios. El símbolo de su elevación (subida) se vincula al hecho de que el templo de Jerusalén (Sion) se encuentra en una altura. Así lo ponen de relieve los salmos graduales o de los ascensos (120-134). En esa línea, el Dios judío aparece básicamente como Elyon, Dios del alto (Altísimo), como pone de relieve Sal 47, centrado en la subida de Dios (de su Arca) a la morada de Sion, para reposar allí, reinando en Sion y subiendodesde allí (desde su montaña de Sion)ð al cielo supremo , entre aclamaciones, como Altísimo (Elyon,), Rey Grande.

El Sal 47 celebra la fiesta de la Ascensión de Yahvé, que sube entre aclama- ciones para sentarse en su trono celeste. El salmista (o sacerdote-profeta) que dirige este culto de ascensión/entronización dice a los pueblos que can- ten al Dios de Jerusalén, que triunfa subiendo al cielo. Los cristianos han aplicado ese motivo a la Ascensión de Cristo al cielo, desde el monte de los Olivos (cf. Lc 24,44-50 y Hch 1,1-14).

Con ese canto se vincula el  Salmo 24, que no trata del ascenso y triunfo de Dios, sino del triunfo y ascenso de los hombres, que suben con Dios a su más alta gloria, al Templo de la vida, siendo ellos mismos Vida de Dios.  Este es el salmo de la más alta gloria, que no se alcanza venciendo enemigos en guerra del mundo, sino habitando en el templo Dios (siendo Dios, hombres plenos) en este mismo mundo.

Y sin más introducción pasamos a presentar y comentar estos dos salmos, como cantos de los días de esta “pascua de ascensión”, que es la fiesta de subida y triunfo de Dios, la fiesta de gozo de la vida de los hombres y mujeres en el mundo.

SAL 47 (46). DIOS ASCIENDE ENTRE ACLAMACIONES

Este salmo pertenece al grupo de los salmos de los hijos de Coré, lo mismo que el anterior (Sal 46) que celebraba la presencia de Dios en Sion, ciudad sagrada. Esa presencia se interpreta aquí (Sal 47) como entronización y ascenso, y en esa línea podemos tomar este salmo como el primero de los que celebran la realeza de Yahvé no sólo sobre el templo y la ciudad de Jerusalén, sino entre los pueblos del entorno de Israel del mundo entero. Entre esos salmos de ascenso y triunfo de podemos recordar además Sal  95; 96; 99 y 100, e incluso algunos otros, como Sal 2 (poder de Dios y de su Ungido) y Sal 45 (epitalamio del rey vencedor). Éstos son sus rasgos principales:

– Estos salmos se vinculan temáticamente con los de Sion, en los que Dios aparecía como vencedor sobre las fuerzas de caos, imponiendo desde Jerusalén, su dominio sobre el mundo. En esa línea vinculan el reinado cósmico de Yahvé y su dominio político sobre las naciones.

Estos salmos forman parte de una liturgia antigua del templo, previa a la caída del reino (587 a. C.), cuando el rey de Jerusalén aparecía como signo y presencia del Rey del cielo. Es muy posible que ellos formaran parte de una liturgia de entronización o exaltación de Yahvé-Dios, celebrada una vez al año o en momentos especiales de entronización del nuevo rey.

Estos salmos han sido recreados a partir de la herencia nacional israelita. En esa línea es significativo el hecho de que, a pesar de proclamarse en un ámbito de templo, este salmo evoque no solo la gloria de Jacob (47, 5), sino también la de Abraham (47, 10), remitiendo a los orígenes y vida del pueblo.

Finalmente, estos salmos, han tomado gran importancia tras la caída de la monarquía (587), cuando la referencia al reino de Dios y a su rey (divino o mesiánico/humano) tiene que recibir aspectos nuevos. Más aún, a partir de la vida y mensaje de Jesús, el cristianismo ha ofrecido una reinterpretación intensa y  nueva de la realeza de Dios, de forma que estos salmos han de proclamarse y entenderse en un contexto distinto.

Este salmo revela una gran conciencia de universalidad, que proviene, precisamente de un grupo yahvista de Judea, donde se vinculan y fecundan tradiciones tribales anteriores (de Jacob y de Abraham) con la experiencia del templo de Jerusalén donde se veneraba el Dios Elyón (Altísimo y Rey), al que se identifica por un lado con Yahvé (Dios nacional de la alianza israelita) y, por otro, con Elohim, Dios universal. Esta experiencia y canto del Reinado de Dios, que se proclama en Jerusalén pertenece a la raíz originaria (profética y sacral) de la profecía anterior (Isaías y Miqueas, de Jeremías y Ezequiel). Sólo a partir de ella se ha podido formular tras el exilio la nueva conciencia universal judía, tal como aparece en este salmo:

2 Pueblos todos, batid palmas, | aclamad a Dios con gritos de júbilo;

3 porque Yahvé Altísimo es terrible, | Rey grande de toda la tierra.4 Él nos somete los pueblos | y nos sojuzga las naciones;5 él nos escogió por heredad suya: | gloria de Jacob, su amado. (Pausa)

6 Dios asciende entre aclamaciones; | Yahve, al son de trompetas:

7 tocad para Dios, tocad; | tocad para nuestro Rey, tocad.8 Porque Dios reina en toda la tierra: | tocad con maestría.

9 Dios reina sobre las naciones, | Dios se sienta en su trono sagrado.

10 Los príncipes de los gentiles se reúnen | con el pueblo del Dios de Abrahán;| porque de Dios son los “escudos” de la tierra, | y él es excelso.  

            Tras el encabezado (47, 1), que presenta este salmo como propio de los “hijos de Coré”, el texto incluye dos “invitaciones” paralelas (47, 2. 7), por la que el pueblo de Israel, reunido ante (en) el templo pide a las naciones que aclamen a Dios. A ellas siguen dos razonamientos (47, 3-6 y 8-10), introducidos por un “porque (yKiÛ), en los que se expone el alcance de esa aclamación.

            Es significativo el hecho de que las invitaciones y el razonamiento posteriores no vaya dirigido a a los judíos (participantes directos de la liturgia), sino a los pueblos del entorno, que han sido invitados de algún modo a tomar parte en una fiesta de entronización de Yahvé. Suponemos, según eso, que esta fiesta es no sólo de judíos estrictos, sino también de miembros  de otros pueblos del entorno, que adoran de algún modo a Yahvé, sin ser yahvistas en sentido estricto.

Primer invitatorio (47, 2). Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo”. El sacerdote o ministro del templo se dirige pues a miembros de otros pueblos, que han venido a Jerusalén como invitados a la fiesta del “ascenso y entronización” de Yahvé. Ésta es, sin duda, una fiesta judía, pero asisten a ella invitados de grupos sometidos o aliados del entorno. El salmista no les exige que se “conviertan” teológicamente a Yahvé, ni les impone ningún dogma religioso, sino que les invita a que acepten la alianza y protección que Yahvé les ofrece, en línea de “henoteísmo” más que de monoteísmo escrito.

            Esos pueblos sometidos pueden conservar en un nivel el culto de los propios dioses de la fertilidad y de la vida (asheras y baales), pero en otro nivel, han de aceptar el culto y supremacía de Yahvé, a cuya fiesta de coronación han venido para participar en ella. Nos hallamos pues antes   de la conquista babilonia (587 a.C.), sin que se hubiera impuesto aún el monoteísmo estricto del judaísmo posterior, tras el 2º Isaías, a partir de la segunda mitad del siglo VI a.C.

Primer razonamiento, Ascensión de Dios (47, 3-6):Yahvé sube entre aclamaciones, como Dios Altísimo Elyon Rey Grande, Melek Gadol) sobre toda la tierra, que puede interpretarse como entorno de Jerusalén, con los diversos pueblos de la tierra de “Canaán” (cf. Gen 12, 1-3), pero también, de un modo tendencial, como el mundo entero. Esta es la fiesta de Yahvé, que asciende entre aclamaciones para sentarse en el trono de su templo en Jerusalén, apareciendo así como Gran Rey, emperador sobre todos los reinos y reyes (o dioses menores) de su territorio.

            El salmista (o sacerdote-profeta) que dirige este culto de ascensión/entronización de Yahvé  invita a los pueblos del entorno a que canten al Dios de Jerusalén,  que es gran Rey sobre los pueblos. Este Dios no se impone por guerra, ni exige sumisión humillante a los pueblos del entorno. Estos judíos que celebran en el templo el “ascenso de su Dios” (pidiendo a los pueblos vecinos que acepten su dominio), se presentan así como privilegiados, afirmando que Dios les ha escogido como “heredad suya” , gloria de Jacob, su amado

            Tienen conciencia de su elección, son un pueblo triunfador sobre la tierra de Canaán, y de esa forma invitan a los representantes de otros pueblos, para que acepten su destino superior y se sometan de esa forma ante (bajo) bajo el Dios Yahvé, que aparece como principio de “temor” (ar”_An), esto es, de sumisión religiosa. No son un pueblo grande como Egipto, un gran imperio como Asiria o Babilonia[1].

Segundo invitatorio (42 7). Tocad para nuestro rey. Los israelitas estrictos,    representantes privilegiados del culto vinculado a la Ascensión de Yahvé en su templo, siguen diciendo a los enviados de otros pueblos que toquen su música “para Dios/Elohim”, esto es, que aclamen con ellos al Dios de todas las naciones, en un santuario en el que (como muestran los profetas Jeremías y Ezequiel) se celebraba no sólo la gloria de Yahvé, sino también la de otros dioses  sometidos (secundarios).

            Estos judíos siguen pidiendo a representantes de otros pueblos: “tocad para nuestro rey”, que es, evidentemente, Yahvé. No les dicen que se “conviertan” exclusivamente Yahvé (ni siquiera que rechacen a otros dioses secundarios)  sino que toquen para Yahvé, esto es, que participen en la fiesta organizada para “nuestro rey”, en la perspectiva de “ecumenismo expansivo”, no impositivo, un encuentro ante Dios de música y canto, es decir, de fiesta, no de confesión teológica en el sentido posterior (actual) de la palabra.

Segundo razonamiento, entronización (47, 8-10): Porque Dios (Elohim) reina en toda la tierra.También los representantes de los pueblos han de tocar “con maestría” (maskil)  es decir, con entendimiento y sabiduría, conociendo y compartiendo así el sentido de la fiesta del reinado (entronización) de Yahvé que, siendo Dios judío, reina sobre las naciones, pues se ha sentado en su trono sagrado.

            Precisemos el tema. Unos y otros, israelitas estrictos y delegados de los pueblos del entorno, comparten y celebran con cantos de júbilo la liturgia del “ascenso” de Dios y de su  entronización. Este salmo reconoce la diferencia entre unos (israelitas estrictos, adoradores de sólo Yahvé)  y pueblos del entorno, vinculados de algún modo a Israel, a quienes se les pide un tipo de “sometimiento religioso”, pero no una conversión estrictamente dicha al yahvismo, cosa que sólo se impondrá tras el exilio.

            Éste es, por tanto, un salmo “irénico”, no impone la guerra entre Yahvé (Dios nacional judío) y los dioses de los otros pueblos, que deberán aceptar de alguna forma la supremacía de Yahvé. Según eso, este Yahvé que se sienta en su “trono de santidad universal” no empieza excluyendo a otros dioses y pueblos, sino ofreciéndoles su reinado, de un modo pacífico, a través de una especie de “pacto”, que no es entre iguales (pues Yahvé parece hallarse por encima de otros dioses y su pueblo por encima de otros pueblos), sino entre un Dios-Pueblo superior y otros dioses-pueblos inferiores, a quienes el Dios superior acepta y con quienes pacta en gesto de respeto.

            Desde este fondo se entiende el último verso, que de algún modo ilumina todo lo anterior: “Los príncipes de los gentiles   se reúnen (se han reunido) con el pueblo del Dios de   lo que nos permite entender este texto a la luz de Gen 12,1-3, donde Abraham aparece como portador de bendición para los pueblos del entorno. Este salmo no quiere, por tanto, imponer un tipo de Yahvismo estricto (en la línea de una teología posterior, tras Esdras-Nehemías), sino ofrecerlo como fuente de pacificación, porque de Dios son los “escudos”, esto es, los principios de paz y defensa de la tierra” En principio, este Dios de la fiesta de Ascenso y Entronización de Yahvé, se encuentra abierto en diálogo de fiesta con los pueblos del entorno.

Oooooooooo

La visión de este salmo quedó desmentida por los terribles acontecimientos del año 587, cuando la “toma y destrucción” de Jerusalén, con su templo y monarquía, hizo saltar por los aires los equilibrios anteriores. El judaísmo del segundo templo (a partir de 525) tuvo que reinventar su imagen y tarea de un modo distinto, en clave de particularismo de culto y de identidad nacional, bajo imperios adversos, de forma que no pudo invitar a otros pueblos para que compartieran su culto yahvista.

            Por otra parte, el cristianismo posterior tuvo que superar la visión del “reino” que está al fondo de este salmo, aunque aprovechó algunos de sus elementos secundarios, al identificar de alguna forma el Ascenso de Yahvé en el templo de Jerusalén con el ascenso de Cristo y su victoria como llamada dirigida a todas las naciones (cf. Hch 1). Pero el ascenso del Jesús cristiano ha de entenderse de un modo distinto: No es la expresión del triunfo religioso de un Dios Yahvé más alto, sino expresión de la entrega de amor  de un Dios que se ha entregado y muerto por la paz entre los hombres.

Según eso, la liturgia cristiana del Dios de Jesús en Jerusalén no puede entenderse como “pacto” religioso de un Dios superior (Yahvé) con dioses inferiores, sino el don y entrega de vida (en amor) de un Dios que se abaja y ama a todos, de un modo gratuito, sin imponerles nada, muriendo a favor de ellos, a fin de que sean. Leído en ese fondo, este salmo puede entender como principio y signo de un ecumenismo bíblico universal.

SAL 24 (23). SUBIR AL MONTE DE YAHVÉ… ASCENSIÓN DE LOS HOMBRES

Este salmo viene lógicamente detrás de Sal 23, que terminaba diciendo que el orante (signo de los justos) habitaría para siempre en la casa de Yahvé. La pregunta básica de este nuevo salmo se centra en la identidad de Yahvé y en la de los hombres, es decir, de aquellos que pueden vivir en la casa de Yahvé, en el cielo de Dios, en este mismo mundo.

            Este salmo empieza siendo parecido a Sal 15, que desarrollaba un tipo de decálogo con las condiciones o virtudes que ha de tener quien habita en el monte de la casa Yahvé. Pero luego tiene varias diferencias. (a) La primera diferencia es la importancia que en Sal 24 tiene la identidad de Yahvé, que aparece no sólo en la confesión inicial (24, 1-2), sino en las dos interrogaciones finales (24, 7-10 sobre el sentido de Yahvé como rey de la gloria. (b) La segunda viene dada por la estructura del texto, en el que se entrelazan dos cuestiones básicas: 1. Quién es el hombre que puede habitar en el monte de Yahvé (24, 3-6). 2. Quién es Yahvé, que viene y habita en ese monte con los hombres.

En este salmo se cruzan y fecundan dos “entradas” o subidas complementarias, celebradas quizá en una misma liturgia de consagración del templo. (a) Una es la entrada y subida de los hombres, que quieren subir el monte de Yahvé, y preguntan por las condiciones necesarias para habitar allí, como huéspedes de Dios (24, 3-6). (b) Otra es la entrada de Dios que, habitando en la tierra entera (que es su templo), quiere hacerlo de un modo especial en su monte santo,pidiendo que le abran las puertas para hacerlo (24, 7-10).

            Para interpretar el salmo deberíamos conocer mejor los rasgos de esa fiesta, que puede haber formado parte de un culto antiguo (antes del exilio), aunque parece haber sido recreada más tarde, en el entorno de la nueva consagración del templo, hacia el año 525 a.C.  Es significativo el hecho de que no aparezca aquí la figura del rey, ni tampoco la de los sacerdotes. Es como si el templo estuviera vinculado a todo el pueblo que se define en relación con la presencia de Dios, en un contexto donde podrían recordarse rasgos de la visón de la Gloria de Dios, que, tras haber salido del templo de Jerusalén con el exilio (Ez 1-3.8-10), vuelve para habitar allí, según el retablo sacral de Ez 40-48.

De Yahvé es la tierra y cuanto la llena, | el orbe y todos sus habitantes:

2 él la fundó sobre los mares, | él la afianzó sobre los ríos.

3  ¿Quién puede subir al monte de Yahvé? | ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

4  El hombre de manos inocentes y puro corazón,| que no confía en los ídolos | ni jura con engaño.5 Ese recibirá la bendición del Señor, | le hará justicia el Dios de salvación.

6  Esta es la generación que busca Yahvé, | que busca tu rostro, Jacob. (Pausa)

7 ¡Portones!, alzad los dinteles, | que se alcen las puertas eternas:va a entrar el Rey de la gloria.

8 ¿Quién es ese Rey de la gloria? |

Yahvé, fuerte y poderoso, | Yahvé poderoso en la batalla.

9 ¡Portones!, alzad los dinteles, | que se alcen las puertas eternales: va a entrar el Rey de la gloria.

10 ¿Quién es ese Rey de la gloria? Yahvé Sebaot (de los ejércitos), | él es el Rey de la gloria. (Pausa)

             Según he dicho, este salmo nos sitúa ante una fiesta y liturgia, donde se vinculan, por un lado, los hombres que quieren habitar en el templo del Monte de Dios y por otro el mismo Dios que quiere entrar en ese templo y pide a los hombres que le abran.  Su texto se divide en tres partes: (1)  24, 1-2: Una afirmación teológica sobre Yahvé, Señor del orbe. (2) 24, 3-5: Pregunta sobre el hombre: ¿Quién puede habitar en el monte de Dios? (3) 24, 7-10: ¿Quién es Dios, Rey de la gloria?

Afirmación teológica (24, 1-2). De Yahvé es la tierra y cuanto la llena. Estos dos parecen una introducción teológica posterior, pero son esenciales para entender el salmo actual, más interesado en la identidad de Yahvé que viene al templo, para habitar con los hombres, que en los hombres dignos para formar su pueblo. En un primer momento, Yahvé no aparece vinculado al cielo (por encima de la tierra), ni se habla la lucha entre poderes buenos y malos, ni hay ninguna referencia al pecado de Israel y al exilio del pueblo. Pero en la tercera parte él aparecerá de un modo esencial como “rey de la gloria”.

En este primer momento no se dice ni siquiera que Dios habita en el cielo, ni que ha creado al principio cielo y tierra (Gen 1, 1-3). En este primer momento, sólo se dice que la tierra es suya, y todo lo que hay en ella, tanto el orbe como sus habitantes, como diciendo que ella es su templo, lugar para todos los hombres. Significativamente, conforme a la visión antigua, Sal 24, 2 afirma que Dios ha edificado la tierra sobre los ríos o torrentes primordiales, poniendo así de relieve el hecho de que el orbe en cuanto tal es el verdadero templo de Dios.

Pregunta por el hombre (24, 3-6). ¿Quién puede subir y habitar en el monte de Yahvé? De pronto, sin referencia previa, descubrimos que ese Yahvé, que es el dueño de la tierra y de aquellos que habitan en ella tiene un “monte” con el que mantiene relaciones especiales, como si ese monte fuera centro de toda la tierra, lugar donde se expresa la gloria y santidad de Dios, un motivo que será importante en la teología del Monte-Sion (Sal 48, 9; 78, 68; 87, 3…).

            En este contexto se plantea el tema: ¿Quién puede subir al monte de Yahvé?  ¿Quién puede morar en el recinto sacro? Es la pregunta de fondo de Sal 15, que aquí se escucha de nuevo. Significativamente, en contra de la teología sacerdotal del principio de la Biblia israelita (desde Ex 25, 31 al Levítico) este salmo no trata de genealogías sacerdotales, ni se sacrificios. Es como si el monte de Yahvé, lugar del templo, no hubiera sido ni debiera ser lugar de sacerdotes ni de sacrificios, sino de “buenos israelitas”. A los que han de habitar allí se les piden cuatro cosas, que retoman el motivo central Sal 15, y que pueden condensarse en dos principales:

El hombre de manos inocentes y puro corazón. De manos inocentes es aquel que no mata ni hiere a los demás, ni se impone con violencia. De limpio corazón es qien no engaña a los demás, ni miente. El salmista no pide más condiciones legales, como la que ha desarrollado más tarde el judaísmo.

El que no confía en los ídolos ni jura con engaño. Todo el judaísmo se condensa en la superación de la idolatría (fidelidad a Yahvé), y en el rechazo de un tipo de culto (juramento) al servicio de los propios intereses. No hay más condiciones, ni genealogías sacerdotales, ni sacrificios particulares, ni siquiera la observancia del sábado (y mucho menos los diezmos y otros tipos de servicios cultuales).

             De esa manera se expresa la bendición de Yahvé y su justicia   . Los que viven según esas condiciones forman la generación   de los que el rostro de Jacob. Muchos comentarios y textos han corregido ese pasaje o han puesto “los que buscan al Dios de Jacob” (y quizá el texto primitivo dijera eso). Pero, en su forma actual el habla de los que buscan a Jacob (cf. 22, 26.31), como si para ser verdadero israelita hubiera que buscar el rostro de Jacob (retomar el camino del patriarca antiguo). En ese sentido, el monte de Yahvé se identifica con Jacob, esto es, con Israel, pueblo de bendición y justicia.

Pregunta por Dios: ¿Quién es ese Dios? (24, 7-10). Yahvé rey de la gloria. La tierra entera es de Yahvé, y hemos visto que ella aparece especialmente centrada en un monte (templo), que se identifica con Jacob, es decir, con el pueblo de Israel. Desde ese fondo se entiende la tercera parte del salmo, que ya no pregunta por el hombre que puede venir y subir al Monte de Dios, sino que anuncia, de un modo solemne, la llegada de Dios: ¡Portones, alzad los dinteles, que viene el Rey de la Gloria! (24, 7.9).

            El tema no es ya que los hombres “suban” (teniendo que ser para ello puros de manos y limpios de corazón…), sino que venga el Rey de la Gloria   que venga al Monte de Yahvé (su monte), y que los hombres le abran las puerta…En un sentido litúrgico, aquí parece evocarse una procesión antigua, que se celebraba quizá cada año, el día de la Dedicación del Templo, cuando los levitas venían trayendo consigo el Arca de la Alianza,  y llamaban pidiendo entrada ante las puertas cerradas para que se abrieran y pudiera entrar así el Dios de Gloria, Yahvé, entronizado entre/sobre los querubines del arca. Pero, en un sentido más hondo, aquí se está evocando la venido y entronización del mismo en su santuario de Monte Sion.

            La liturgia de entrada del Arca en el templo se repite de igual forma, por dos veces. Los que vienen con el Arca de Yahé gritan de un modo solemne a los de dentro: ¡Alzad las puertas eternas/antiguas, porque va a entrar el Rey de la gloria! Los de dentro preguntan “quién es” y  los de fuera responden: ¡Es Yahvé, fuerte y poderoso, Yahvé poderoso en la batalla…Yahvé Sebaot (de los ejércitos), él es el Rey de la gloria.

            Así culmina el argumento del salmo, retomando el motivo del principio (la identidad de Yahvé, que ha fundado la tierra…, la identidad de Yahvé que viene a su monte/santuario, lugar donde sólo pueden habitar personas de manos inocentes y puro corazón… Éste Yahvé es el rey de la gloria, del cielo y de la tierra, poderoso en las batallas, vencedor…Es Sebaot, rey de los ejércitos del cielo (de la gloria suprema) que se manifiesta y habita en el Monte Sion.

            Es importante que los hombres que habitan en el monte de Yahvé sean de manos inocentes y puro corazón, pero el tema central no lo forman ellos, sino Yahvé que viene, pidiendo (a través de una liturgia terrestre o celeste, dirigida por levitas portadores del Arca) que le abran las puertas. De esa forma, el “monte” de los hombres  inocentes, puros (pueblo de Jacob) viene a presentarse como templo en el que habita Yahvé Sebaot, que es el rey de la gloria

oooooo

Este salmo nos ha introducido en una de las escenas más significativas de la liturgia israelita, iniciada en tiempos muy antiguos, pero ratificada tras el exilio, con el “retorno” de Yahvé que se introduce y habita de nuevo en su santuario. Esa liturgia puede y debe interpretarse en forma cristiana, pero teniendo en cuenta algunas variantes significativas:

  1. La tradición sinóptica afirma que a la muerte de Jesús se rasgó el velo del templo, de forma que Yahvé ya no queda allí sentado como rey de gloria, sobre todo el mundo, sino que habita con Jesús crucificado y con todos aquellos que le aceptan. En esa línea, la tradición del cristianismo de oriente aplica este salmo a la “bajada” triunfal de Jesús a los infiernos, para liberar a todos los que estaban allí encadenados…
  2. Al mismo tiempo, este salmo es el canto tradicional de la Ascensión, canto de la subida transcendimiento de los hombre que habitan en Dios. La vida es una peregrinación, un ascneso que suben y biben en el corazón de Dios.
  3. La carta a los Hebreos añade que el Dios de Jesús (=Jesús Dios) no habita ni cumple su tarea salvadora desde un templo de la tierra, sino que es sacerdote y templo con su vida entregada, ofrecida y culminada al servicio de todos, como verdadero pueblo de Jacob.
  4. Este salmo se aplica a la iglesia en la que habita el Dios de Cristo, y a cada uno de los creyentes en quienes se revela el Dios de la Gloria.

NOTA

[1] Los judíos no son un gran imperio, pero tienen un Dios que es poderoso y bueno, de forma que puede ofrecer protección a los pueblos que formen parte de su alianza. Por eso, en este momento de la celebración, cuando el signo de Dios (quizá el Arca de alianza) va subiendo para ser entronizado en el templo, tras un tipo de “procesión cultual”, los celebrantes judíos piden a los otros pueblos que se “sometan” y acepten la propuesta de Yahvé, que va subiendo así entre aclamaciones, al son de trompetas (47, 6).

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