Buenos samaritanos en la vida
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Pascua del enfermo.
Puede parecer una cierta ironía hablar de la Pascua del enfermo… Pero -al fin y al cabo- la situación de enfermedad es un tránsito, un paso difícil en la vida.
No estará de más recordarnos que la palabra “enfermo” viene del latín y significa: “el que no está firme”. Los seres humanos somos frágiles y, en ocasiones o en momentos más o menos largos de nuestra vida, “no estamos firmes”.
Nos creemos fuertes, potentes y más con la medicina, la ciencia, y todavía más con el super-ordenador IBM Quantum System One que Gobierno Vasco va a poner en Ibaeta el año que viene seremos los reyes de la tecnología, etc…
Sin embargo la enfermedad, la edad lentamente van haciendo su trabajo y vamos notando la decrepitud de la vida…
El enfermo es un paciente. Los términos paciencia y paciente vienen del griego: pathos: padecer. Enfermo es quien sufre, padece. Los padecimientos serán diversos según la enfermedad: dolor físico, sufrimientos psíquicos, morales, padecimiento por la decrepitud de la vida que se va o que no está en plenitud de energías y facultades.
Y la enfermedad nos sume en un mar de dudas, inestabilidad, quizás de angustia: ¿Qué será de mí? ¿Esta enfermedad será el comienzo del fin? ¿Qué será de mi familia, los hijos, etc?
Por otra parte, la enfermedad nos puede condicionar toda nuestra vida: nuestras relaciones, nuestro trabajo, etc…
(No olvidemos que detrás de toda enfermedad vive agazapada la muerte).
¿Hemos estado alguna vez o en alguna etapa de la vida seriamente enfermos?
¿Habrá habido algún ser humano que no haya sido “tocado” en su vida por la enfermedad?
02.- Salud y enfermedad.
El ser humano con salud (“sano”) vive en armonía y en la actividad que le es propia según sus capacidades, su edad, etc.
Vivir es tener un cuidado continuo ante la enfermedad, (finalmente la muerte).
La enfermedad somete al ser humano a una gran crisis (crisol) en la vida, que puede incluso cambiar la perspectiva y orientación de la existencia.
03.- La enfermedad nos sitúa en lo más íntimo de nosotros mismos.
En la enfermedad el ser humano está “muy cerca o muy dentro de sí mismo”.
Seguramente que al enfermo no le faltará la compañía de la familia, de los amigos, de todo el “universo” médico, quizás de alguna persona cercana en la amistad o en la fe.
Pero el enfermo vive él sólo, vive su enfermedad “por dentro” en su intimidad. Es uno quien vive su propia interioridad enferma.
Por otra parte cuando enfermamos no es que esté dañado solamente tal órgano o parte del cuerpo. La enfermedad “acontece” no solamente en un órgano de mi cuerpo, sino en lo más íntimo de mi ser. “Yo” me siento –estoy- enfermo. Todo mi yo está enfermo, no “está firme”.
Una enfermedad seria sobreviene como un “tsunami” y nos sume en un mar de dudas, preocupaciones, preguntas, amenazas de todo tipo: desde la rebeldía de Job, pasando por los dilemas que se me presentan, hasta la inseguridad del futuro. Y todo ello, quizás, agravado por el dolor, el sufrimiento.
04.- El enfermo es un paciente, que no es lo mismo que ser cliente de médicos y hospitales.
Seguramente que toda enfermedad tiene un tratamiento médico, al menos hasta un cierto límite.
Pero en la enfermedad necesitamos valor, afecto, horizonte, esperanza.
Algo de esto decía también el neurólogo donostiarra, J Félix Martí Massó en los cursos de verano de la UPV: la curación y la salida de las enfermedades “del alma” se asienta en tres piedras angulares: la medicina (química-farmacia), la logoterapia (grupo, familia, amigos, etc.) y en la dimensión espiritual.
05.- Jesús pasó su vida sanando enfermos.
Jesús pasó toda su vida sanando dolencias. Jesús no le dijo nunca a nadie: Dios te ha enviado esta enfermedad, ten paciencia, soporta, etc. Más bien, Jesús cura ciegos, leprosos, neuróticos – epilépticos (endemoniados), sana a la mujer hemorroísa, paralíticos, etc.
los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva, (Mt 11,5)
06.- Buenos samaritanos.
Podríamos decir que Jesús fue siempre un “buen samaritano”.
Siempre en la vida, pero más en las situaciones de sufrimiento físico o moral seamos buenos samaritanos.
Acerquémonos en silencio y discreción al enfermo con simpatía. Simpatía significa exactamente “padecer con”: compadecer con calma y amor, con respeto, sin verborrea inútil. Las personas: familiares, amigos, el pueblo, la Iglesia nos acompañamos en la salud, en el trabajo, en la fiesta, también en el dolor y la enfermedad.
En este día, en esta Pascua del enfermo tomemos conciencia de que somos seres muy limitados y que es muy humano acompañar (en silencio y en la oración) a los que sufren alguna enfermedad.
Veamos a Cristo en los enfermos.
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