Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
La comunidad de Jesús vive en paz, con serenidad-alegría,e ilusión (Espíritu). Lo demás son agencias de servicios religiosos
01.- Ni son todos los que están, ni están todos los que son.
Aquel grupo inicial de creyentes –o no tan creyentes- y nosotros podríamos hacer nuestro el refrán castellano: ni están todos los que son, ni son todos los que están.
Y no estaban todos, porque faltaba Judas, que se había suicidado. Faltaba Tomás, que probablemente “había echado la toalla” y “había dejado ya la iglesia”. Probablemente faltaban muchos que terminaron decepcionados de Jesús y habían vuelto a sus tareas normales de pescadores. Por otra parte los “Once” que estaban, estaban “derrotados”.
¿Como nosotros?
Estaban los “Once” (número símbólico de los “Doce”), pero estaban encerrados y con el miedo metido en el alma.
¿También como nosotros?
02.- Cristo no estaba en el grupo, en la comunidad,
Estaba el grupo, pero no estaba Cristo. Era un grupo “medio-judeo cristiano” pero sin JesuCristo.
Y, porque no estaba Cristo, aquella comunidad naciente se encontraba agitada (sin paz),encerrada, triste, con miedo y sin ganas de vivir.
El miedo bloquea, paraliza la mente y la creatividad y se echa mano del eterno “siempre se ha hecho así”, que hace unos días criticaba el papa Francisco [1].
03.- La resurrección, Cristo, impregna la vida de paz, alegría y espíritu
Pocas huellas y poco testimonio de resurrección daba aquella comunidad eclesial: aquellos “Once”, y, sobre todo, faltaba Cristo.
Pero, cuando Cristo está presente en nuestras vidas, en una comunidad cristiana, en la Iglesia, confiere: paz, alegría y Espíritu (aliento vital– ganas de vivir).
Cuando Cristo está presente en nosotros experimentamos una profunda paz-serenidad, una inmensa alegría-gozo y su espíritu nos infunde vitalidad.
El Evangelista San Juan de nuevo vuelve al Génesis, a la creación. Dios, para terminar la creación exhaló su aliento vital sobre el barro humano y así llegó, llegamos- a ser seres vivientes, (Gn 2,7).
Una comunidad, una Iglesia en la que Cristo está presente, tiene y vive en paz, con serenidad-alegría, con ilusión (Espíritu). Lo demás son agencias de servicios religiosos y doctrinarios.
¿Y nuestra diócesis?
Con el cambio de obispo hay expectativas de que la vida eclesial en nuestra diócesis, en nuestra iglesia local de San Sebastián cambie, mejore y se acerque al evangelio de Jesús y al Concilio Vaticano II. (Sería no querer ver la realidad decir que aquí no ha pasado nada)
Se barajan nombres para los cambios en los cargos diocesanos que parecen más que necesarios. No se trata de derrocar a nadie, pero quiera Dios que quienes sean elegidos para tales tareas diocesanas sean personas que transmitan paz, alegría – serenidad e ilusión (Espíritu) a nuestra comunidad eclesial.
04.- Se intuye en la Iglesia una vuelta al origen en las intuiciones de Francisco
Gracias a Dios que el estilo y tono cristiano y eclesial de Francisco es más evangélico del que pulula en algunas diócesis y jerarquía.
El paradigma ha cambiado con Francisco.
Aunque el papa Francisco no logre muchas cosas y cambios que quisiera y son necesarios, al menos el paradigma y los criterios han cambiado y van volviendo al Evangelio. Quedémonos con el “tono vital” de Francisco, el espíritu que Jesús infundió en la comunidad naciente. Desde el papa Francisco, lo principal en la Iglesia católica ya no es el miedo y la represión, la cerrazón, la condenación, y el infierno, la Inquisición y la doctrina, liturgia y moral fanáticas contra quien sea. Francisco no carga machacona y agresivamente contra todo lo que se mueve en la Iglesia.
Si el poder eclesiástico y religioso te hace daño, si una moral legalista te ha hecho daño: el Señor te alivia, te confiere paz, alegría e ilusión.
El ¡Señor mío y Dios mío! es JesuCristo y nadie más ni en el ámbito social-político, ni ninguna jerarquía eclesiástica sustituye a JesuCristo.
05.- Tomás no está en el grupo: Vivir a descampado es difícil
El ser humano es un haz de relaciones, no somos islotes en el Atlántico. Somos y vivimos en grupo, en familia, en amistades, pueblo, en ideologías, en iglesia, en comunidad, etc.
Es difícil vivir “afuera”, “a descampado”: fuera de la familia, del pueblo al que uno pertenece, de la cultura en la que uno ha nacido, de la fe que ha dado sentido a la vida.
Fuera del grupo uno vive dislocado, hace frío, se está mal.
Mientras Tomás está “fuera”, no cree.
¿Cómo nos va la vida “al margen” de la comunidad, en las rupturas familiares, en las disensiones eclesiásticas, ideológico-políticas?
Tomás “dejó la Iglesia” como tantas personas han abandonado la fe, la práctica religiosa, la Iglesia.
06.- Tomás vuelve al grupo.
A los ocho días, o cuando fuere, Tomás se reincorpora al grupo. Son “los otros discípulos” los que le comunican: hemos visto al Señor.
La educación, la fe, la cultura nos la transmiten siempre “los otros”, la familia, el pueblo, la iglesia. Es muy difícil vivir siempre sólo y al margen de alguna comunidad humana y de la comunidad cristiana. No se puede ser “cristiano por libre”, como no se puede ser familia por libre o no se pertenece a un pueblo si no es con un cierto sentido comunitario
Y es que vivir en comunidad es algo tan natural y espontáneo como difícil y, en ocasiones, duro. La vida matrimonial y familiar es muy problemática en determinadas situaciones, lo mismo que la vida socio-política, y eclesiástica, en las comunidades religiosas. Pero no es menos cierto que somos socio-comunitarios. [2]
La mayor y mejor parte del “Windows” que configura nuestra existencia, lo hemos recibido del “grupo” familiar, social, eclesial al que pertenecemos.
07.- Jesús se acerca a Tomás, al ser humano: Sus heridas nos han curado (1Pedro 2,25)
Jesús se acerca a la frustración y angustia de Tomás, como se acerca a todo ser humano: a los dos de Emaús, a la hemorroísa, la samaritana, al ciego, leprosos, epilépticos, etc.
Sus heridas nos han curado, (1Pedro 2,25).
La herida de Tomás, como las viejas cuestiones familiares, las polémicas eclesiásticas, enfrentamientos políticos, etc., no estaban sanadas todavía.
La herida está curada cuando ya no rezuma amargura y rencor y es fuente de luz y de paz.
Las heridas de Cristo han sanado y nos han sanado desde el amor.
La memoria eclesial de Cristo nos sana y ayuda a vivir en paz, ilusión (espíritu), y esperanza.
Solamente a Cristo le decimos:
Señor mío y Dios mío
[1] Decía el papa Francisco en la audiencia de hace dos o tres miécoles: “En la Iglesia tenemos que evitar lógica del siempre se ha hecho así”
[2] En la vida eclesial se baraja con excesiva frivolidad y simplismo las ideas de comunión y obediencia, sin tener en cuenta otras dimensiones como son el pluralismo, la diversidad, las tradiciones varias, los estilos eclesiales y carismas, la armonía, que no van, ni mucho menos contra la vida comunitaria. La obediencia no es dominación ni sometimiento.
Biblia, Espiritualidad
2º Domingo de Pascua, Apariciones, Ciclo A, Dios, Evangelio, Jesús, Resucitado, Resurrección, Tomás
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