Dame de beber.
A propósito de Jn 4, 5-42
Luisa Fernanda Ripa
Quilhes (Argentina)
ECLESALIA, 31/03/23.- Desde siempre, desde muy chica, que este pasaje de la Samaritana ha tenido para mí un gran atractivo. La escena y el largo detalle del encuentro lo hace especial en la vida de Jesús.
La primera cosa que siempre me impresionó es la manera como él se presenta: como necesitado. Porque tiene sed. Y no tiene ni balde ni cuerda ni conocimiento del pozo. Necesita ayuda: pide ayuda. Dame de beber.
Ella se da cuenta y aprovecha para señalárselo: ¿así que vos, judío y varón, venís a pedirme a mí, mujer y samaritana?
Él acusa recibo: ¡ah, qué tanto! Esa agua que vos das no quita para siempre la sed. Para que sepas yo soy tan importante que puedo darte un agua por la que no volverás a sufrir sed…
Después de ese escarceo, la maravilla. La buena noticia del templo espiritual, que es la buena noticia del padre Dios que está cerca de cada uno, de cada una, y puede ser accesible legítima y totalmente desde el propio corazón, “en espíritu y verdad”… Ahora sabemos por qué ni la condición de no judía ni la de ser una mujer pueden ser barrera alguna. Palabra de Dios.
Y la culminación de un Jesús que se revela plenamente, que ella reconoce y que se descubre conocida profundamente, en su ser y en su historia: toda la oferta de Jesús está ahora avalada por la intimidad del conocimiento y del amor…
De allí: la alegría de la confirmación, la buena noticia a todos…
Nosotras y nosotros también hemos salido a proclamar la buena noticia del mesías que se ha hecho vecino y el Dios que se ha revelado entrañable y presente. En todos lados, sin diferencias.
¿Cómo es nuestra buena noticia? ¿Comienza reconociendo que somos necesitados, necesitadas y que a quienes nos dirigimos lo hacemos reconociendo su capacidad de hacer y de dar? ¿O nos presentamos como quienes sabemos y tenemos y donamos a los demás?
El Dios que proclamamos: ¿está a la mano y al alcance de cada una, de cada uno…? ¿o lo hacemos distante y necesitado de procesos y pasos y ritos y palabra específicas para poder relacionarse con él?
¿Nuestro contacto produce alegría, confirmación, esperanza y entusiasmo… o llena de condiciones y sospechas sobre la capacidad, fortaleza y condición genuina de quienes se sumen? ¿surge de nuestra miseria y la riqueza ajena o desde nuestra superioridad?
Desde chica amo este pasaje: la descripción de este encuentro tan especial y único.
Desde entonces me pregunto por nuestra misión y su estilo, nuestras comunidades y su aceptación, nuestro celebrar y las fiestas de la presencia sin condiciones…
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. Puedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).
Comentarios recientes