“Visitar un lugar sagrado”, por Magda Bennásar Oliver, sfcc
Grace Cathedral en San Francisco, California. Foto: Grace Cathedral
Esta es la definición de peregrinar, según el diccionario: visitar, ir hacia un lugar, uno, que sabemos y sentimos como sagrado.
La mayoría de nosotrxs al oír la palabra peregrinar, peregrinación… pensamos en los lugares emblemáticos (Jerusalén, La Meca, Santiago de Compostela, Vezelay, Sainte-Baume… los dos últimos lugares de peregrinación de María de Magdala) que a lo largo de la historia han acogido y siguen acogiendo a millones de personas que buscaban y buscamos: paz, perdón, luz, sanación, inspiración…
Y, precisamente, para acercar ese lugar sagrado a los más pobres, enfermos, a la mayoría de mujeres dominadas por varones o por superioras, o a los que no podían o a las que no les dejaban ir, se fueron diseñando en las entradas de las grandes catedrales europeas Laberintos. Una de las primeras es la Catedral de Chartres en el siglo XII.
El laberinto es un arquetipo de la dimensión del peregrinar a nuestro propio centro y al centro de Todo, para los que estamos en búsqueda real, no sólo teórica.
Es un espacio sagrado, terapéutico que recoge sabiamente las vueltas y revueltas de la vida, que si las caminamos en confianza, como en una peregrinación real, nos ponen en conexión íntima con la Fuente, con el Centro, con nuestro propio Shalom.
Caminar el Laberinto de la mano del Buen Pastor, guiadas por su luz, aún en medio de las más densas tinieblas, puede ayudarnos a captar esos matices que tal vez, cuando estamos caminando en los senderos y rutas afuera, son más físicos: subidas difíciles, frío y calor, curvas que nos confunden y podemos tener la sensación de alejarnos del centro, cuando en realidad estamos llegando, pero no lo vemos…y si estamos conectadxs, seguimos esa intuición, esa voz interior que nos conecta con el entorno y nos arropa y acompaña.
Cuando estamos en un espacio como el Laberinto, podemos caminar cerrando los ojos casi del todo, respirando, equilibrando el paso, y así ir descubriendo también dentro, durante esa travesía, nuestras noches largas o esa necesidad compulsiva de encontrar atajos y ponerle nombre, y mirarlo de frente, y dejarlo ir o acogerlo. El laberinto nos da la autoridad interior para seguir, optar, soltar, acoger.
¿Atajos? No los hay. Sólo está la Ruah que a través del itinerario de Jesús, nos hace de espejo y nos sostiene, siempre y sobre todo cuando parece que el camino es demasiado difícil. También está la comunidad que camina conmigo y en silencio, cada una en su surco, en su trayectoria en un mismo sentir.
Hace años, entré en la Catedral Episcopaliana de San Francisco de California, con dos compañeras de comunidad. Era mediodía, (como para la Samaritana), en pleno centro financiero de una de las ciudades más cosmopolitas e interreligiosas del mundo.
Al entrar y ver, y oír, fue automático en las tres, descalzarnos e iniciar la caminata, acompañadas por personas descalzadas de todas las razas y religiones, con sus trajes de ejecutivos y ejecutivas o sus saris, o sus hábitos, o sus vaqueros. Todxs en un silencio cálido, acompañado por una música de fondo, íbamos caminando buscando nuestro centro. ¡Impresionante!
Todavía se me pone la carne de gallina cuando recuerdo aquella experiencia. Al fondo de la catedral presidía una imagen iluminada con numerosas velas, era un icono de María de Magdala. Allí venerada, admirada, invocada como la primera apóstol. Maestra de generaciones. Gracias hermanxs episcopalianxs.
Secciones de la colcha conmemorativa del SIDA cuelgan en la nave de Grace Cathedral en San Francisco, California. Foto: Grace Cathedral
Muy parecido el sentimiento, unos años después, al de apoyar la frente en el Muro de las Lamentaciones de las mujeres, en Jerusalén, en una peregrinación cuyo objetivo era conectar con el sentir de nuestras hermanas mayores de los orígenes: conocer su cultura, su religión…nos llevó a conocer su espacio sagrado. Rezar llorando, lamentando su dolor en el muro de sus lamentaciones, donde millones de mujeres siguen llegando de cualquier parte del mundo porque siguen en la diáspora, unas como judías, otras como cristianas que no nos dejan estar en nuestros espacios sagrados, por ser mujeres. Otras como buscadoras de las causas del holocausto que siguen experimentando en sus almas y/o cuerpos porque siguen sintiéndose desplazadas y hambrientas en los campos de concentración provocados por las guerras, el machismo, la ablación…
Preguntemos a nuestras hermanas de Irán, Afghanistán, Africa, cómo se sienten. ¿Dónde encuentran la fuerza para seguir luchando año tras año, gobierno tras gobierno? No nos equivoquemos, hay respuestas. Tenemos que encontrarlas, para que todas encontremos la puerta, la ruta al espacio seguro.
Iniciar nuestro tiempo de Cuaresma con una oportunidad de peregrinar con otras personas con esa búsqueda es en sí un espacio sagrado, un regalo en estos tiempos tan complejos.
También en presencia de madre Tierra, en plena naturaleza del País Vasco, donde las imágenes de rebaños cuidados, respetados están en cada ventana de donde haremos el retiro, música juguetona de agua que corre y, si tenemos suerte, nieve amorosamente dejada en el monte alto, como algodón, para que disfrutemos de un paisaje idílico en una casa donde se cuida el mínimo detalle.
Sentir la belleza de ese lugar sana las heridas, los roces, las pequeñeces que pueden a veces impedirnos hacer la experiencia. Sigo impactada por varios comentarios de nuestra hermana Patricia en Veracruz: le pregunté si la gente iba a la playa, que tienen ahí mismo, cuando la temperatura es tan alta de hasta 48º, y dijo no, mi mar está contaminado, el dinero consigue tapar la boca del gobierno para que la industria siga echando enormes cantidades de residuos en su mar, que es nuestro mar.
Y no menos importante, la gran novedad turística: la construcción del Tren Maya. Puede parecer una idea preciosa para conocer estas culturas. Para su construcción habrá una deforestación incalculable con lo que esto significa para el Planeta y para sus gentes, y una mayor expropiación de tierras sagradas que pertenecen a poblaciones indígenas, supervivientes de la continua colonización. Como dice Euronews: No comment! ¿Qué siento, qué sientes?
Cuaresma, tiempo de peregrinación interior para buscar la luz que nos indique cual debe ser nuestro siguiente paso, en nuestra lucha por la justicia y la igualdad, con todos, en especial con las mujeres.
Nos encantaría verte y compartir vida y mesa en sororidad.
Espiritualidad Integradora Cristiana espiritualidadcym@gmail.com
Magda Bennásar Oliver, sfcc
Fuente Fe Adulta
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