Estilo evangélico.
Neto,
claro,
limpio,
conciso,
escueto,
sonoro,
alegre,
rápido,
vivo…
Como el golpe del herrero
sobre el acero;
como el toque del forjador
sobre el hierro en crisol;
como el martillo del orfebre
sobre la gema.
El estilo evangélico es así,
con la cabeza y el corazón
al unísono.
Amortiguarlo
con explicaciones,
o intentar justificarlo,
o buscarle componendas
o prebendas futuras,
o envolverlo en algodones,
o susurrarlo para que pase sin dejar huella,
o acomodarlo a lo que se estila,
o justificar su extrañeza
apelando a que es cosa de otra cultura,
o vaciarlo de lo que no nos gusta…
es camino torcido
para el estilo evangélico.
No os acomodéis a este mundo.
No juzguéis, no condenéis.
No os hagáis los sordos.
No os escondáis.
Subid a los oteros.
Salid a los balcones y azoteas,
transitad por calles y plazas,
participad en debates y tertulias…
pero hacedlo sin arrogancia.
¡Mostrad que es posible
y merece la pena
la vida y la sociedad evangélica.
Claro,
certero,
transparente,
sencillo,
humilde,
atento,
sin imposiciones…
¡Así es el estilo evangélico!
¡No tiene caminos torcidos!
*
Florentino Ulibarri
Fe Adulta
El Forjador es obra de Josep Llimona (1864-1934).
Foto de Salvador Solé Soriano (fotored.es)
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