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Dom 3 TO. Es bueno orar por la Unidad, pero hay que volver a Galilea

Domingo, 22 de enero de 2023

50A82DF5-193A-4792-8084-6C5692403798Del blog de Xabier Pikaza:

Celebramos estos días (18-25 de enero) la semana de oración por la Unidad de los cristianos. La oración no está mal, es necesaria, pero debe estar acompañada por una vuelta radical a Galilea, para retomar allí el camino de Jesús,  como saben y quieren no sólo las mujeres de Mc 16, 1-8, sino el evangelio de este domingo.

Evangelio: Mateo 4,12-23

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que habla dicho el profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.” Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

 Este evangelio sigue contando la vocacion de los cuatro primeros discípulos (Pedro y Andres, Juan y Santiago). Pero quiero dejar ese tema para otro día. Hoy sólo  ofreceré  una visión de conjunto de la geografia e historia de Galilea, para situar allí el comienzo del evengelio y de la unidad de las iglesia.   Buen comingo a todos

GALILEA, TIERRA MARGINAL, LUGAR DE EVANGELIO

Geografía e historia. Israel tenía tres zonas.

-La más importante fue al principio la zona del centro, ocupada básicamente por las tribus de José (Efraim y Manases), donde se creó en el siglo IX a.C. el primer reino de Israel, llamado pronto” reino de Samaría, el más importante de la zona en el siglo VIII a.C., pero tomado militarmente y destruido por los asirios el 721 a.C. Al norte de ese reino quedaba la antigua zona de Galilea, que había sido conquistadas unos años antes por los mismos asirios (hacia el 740 a.C.), perdiendo pronto su carácter israelita, siendo en parte colonizada por fenicios, sirios y árabes. Al sur quedaba el reino de Judá, que mantuvo una independencia relativa, hasta ser conquistado por los babilonios (587 a. d.C.).

Los judíos del entorno de Jerusalén y los samaritanos del entorno de Siquem/Samaría y del monte Garizím recuperaron tras el triunfo de los persas (539.a. C) su independencia relativa, se concibieron como dos partes inter-dependientes del único Israel y colaboraron en la fijación de su ley básica o pentateuco. En esa línea, se podría haber constituido un Israel amistosamente bicéfalo. Pero muy pronto surgieron divergencias entre judíos y samaritanos, de manera que la parte sur, vinculada a Jerusalén/Judá formó se convirtió en “judaísmo dominante, con su propia tradición histórica (recopilada en “profetas anteriores”, escritos en una perspectiva deuteragonista,  desde Josué a 2 Reyes) y, de un modo especial en unos libros proféticos, llamados “profetas posteriore”, tres más extensos (Isaías, Jeremías y Ezequiel) y doce más  cortos (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías), a los que  vino a sumarse Daniel un libro apocalíptico, que hemos estudiado ya en el el capítulo anterior

En un momento dado, en el tiempo de la rebelión macabea, muchos judíos, definidos por su fidelidad al templo de Jerusalén se tomaron como únicos israelitas auténticos, condenando como “espurios” (heréticos) a los samaritanos), intentando conquistarles de un modo militar, marginando (e incluso destruyendo) y destruir sus tradiciones y su templo del monte Garizim. De esa forma intentaron borrar de raíz la identidad israelita de los samaritanos, pero sin conseguirlo, pues muchos samaritanos lograron conservar e incluso expandir su  raíz su experiencia socio-religiosa, israelita, de forma que, de hecho, siguieron existiendo “dos israeles”, el judío y el samaritano (como muestra el conjunto del Nuevo Testamento, especialmente desde la perspectiva de la obra de Lucas y del evangelio de Juan.

En ese contexto se entiende la distinción e identidad israelita de Galilea, zona norte de la antigua tierra de Canaán (al sur Judea, al centro Samaría, al norte Galilea), con su geografía,  su historia pasada y su diferencia presente en la primera mitad del siglo I d.C.   Galilea había sido una tierra conquistada y colonizada, al menos en parte, desde antiguo, en el  siglo  XI-X a.C por israelitas. Pero desde el año 740 a.C., tras haber sido conquistada por los asirios, y de un modo especial desde el 721 (fin del Estado de Samaría), fue lugar de mestizaje y cruce de pueblos, sometida al influjo de Tiro y Damasco, con una religión que era una mezcla de yahvismo y de cultos paganos de la zona y del entorno.

Por la arqueología de detalle, sabemos que a partir del VII a.C., Galilea perdió mucha población y que no tuvo identidad político/social, careciendo prácticamente de ciudades, estando casi despoblada, a merced de sus vecinos ricos: Damasco, Tiro/Sidón y Samaría. De esa forma, a pesar de las promesas de Is 8, 23−9, 1, su luz se apagó por siglos y no se disiparon sus sombras, aunque algunas de sus gentes recordaban a Yahvé, Dios antiguo, vinculado a las guerras de Débora y Barac, y a los profetas más fieles del yahvismo (Elías y Eliseo).

Historia israelita de Galilea

Sólo en un tiempo relativamente tardío fue conquistada y judaízada por Aristóbulo, rey sacerdote asmoneo de Jerusalén (cf. Josefo, Ant 13, 395). El torno al 160 a.C., había en Galilea israelitas fieles a Yahvé, como supone 1 Mac 5, 1-26, cuando dice que que,al comienzo de las guerras macabeas, Judas envió a su hermano Simón para liberar a los judíos (yahvistas), que allí había y que estaban ser asimilados por las poblaciones vecinas (Tiro, Sidón, Ptolemaida…), de manera que optó por llevarles a Judea, a fin de que pudieran vivir tranuilos. En ese momento debía haber en Galilea más paganos que israelitas, de manera que los macabeos optaron por recogerlos en la tierra “liberada de Judea”.Lógicamente, en una línea histórica normal, Galilea habría dejado de ser israelita.

Pero el año 104 a.C. (un siglo antes de nacer Jesús) se dio el gran cambio.Tras decenios de expansión y crecimiento, en línea judía, Aristóbulo (104-103 a.C.), primer rey-sacerdote oficial asmoneo (macabeo) de Jerusalén, pudo conquistar definitivamente la zona central de Galilea, imponiendo el yahvismo (judaísmo):

 (a) Aristóbulo  exigió que los itureos (tribus siro-árabes) de la zona se circuncidaran y adoptaran las “costumbres” (leyes, forma de vida) del judaísmo o abandonaran esa tierra sesenta años atrás (el 160 a.C.).Por otra parte, quiso quis que los descendientes de los “israelitas galileos” que habían sido “liberados” y trasplantados a Judea  sesenta años atrás volvieran a la tierra de sus antepasados, e implantando en la zona además a otros judíos como colonizadores (ofreciéndoles tierras de cultivo). Esa misma política anexionista de colonización judía continúo en tiempos de Aristóbulo, hermano y sucesor de Alejandro Janeo, que fue rey-sacerdote del 103 al 76 a.C.

(c) Lógicamente, los reyes sacerdotes de Jerusalén impusieron en Galilea su visión de la historia e identidad judía de Israel, en contra de la identidad y tradición de los samaritanos. En parte por esa re-colonización judía y quizá por aversión a los samaritanos, a quienes temían como a más cercanos, los galileos asumieron la tradición israelita del judaísmo. De esa forma, los samaritanos del centro de las montañas de Israel quedaron aislados en el centro de la tierra, entre los judíos-judíos del sur y los judíos-galileos del norte.

             Como suele suceder, estos  nuevos colonos judíos trasladados a Galilea tendieron a ser más “integristas” que los judíos de Judea, no sólo en un plano religioso, sino también (sobre todo) en un plano político, como podremos ver cuando estudiemos la historia de Jesús que, probablemente, formaría parte de de una familia de colonos “nazoreos” (del nezer o tronco de Jesé/David) que habrían sido trasplantados del entorno de Belén de Judá a Narazet (colonia nazorea de Galilea). Esta recolonización judía (no samaritana) de Galilea constituye, a mi juicio, un elemento significativol del principio de la iglesia cristiana.

El año 39 a.C., en el contexto de la desintegración del reino de los asmoneos y de la guerra de los romanos contra los partos, Herodes el Grande, nombrado por los romanos rey de todo Israel (Judea, Samaría, Galilea), tomó el control de Galilea, no para rejudaizarla, sino para tenerla sometida dentro de su reino (bajo dominio de Roma), en contra de aquellos “israelitas” de la zona (de raíces judías o samaritas) que querían la independencia nacional judía. Desde entonces, y a lo largo de más de un siglo (del 39 a.C.) hasta el fin de la guerra “judía” (70 d.C.), Galilea fue una zona política “caliente”, pronta al levantamiento nacionalista contra Roma.

  Muchos historiadores y exegetas de línea “liberal”, partidarios de un Jesús y un cristianismo helenistas han tendido a decir que Jesús era sólo un semi–judío, porque también Galilea era sólo medio semi-judía, pues ni los macabeos primero ni los herodianos después habrían logrado re-judaízarla, de forma que quedó en manos de una especie de paganismo cósmico y de un helenismo “espiritual”, como si no se hubiera impuesto la verdadera tradición israelita.

El tema sigue siendo discutido, pero, tras haber estudiado las diversas opiniones y, sobre todo, después de haber valorados los elementos básicos del judaísmo de Jesús y de la primera iglesia cristiana, debo afirmar que la baja Galilea donde Jesús nació, vivió y realizó su misión de reino) tenía una población básicamente judío, pues no ha podido probarse que la población de Galilea fuera pagana o estuviera paganizada [1].

Identidad socio-religiosa de Galilea. Movimientos de renovación

Algunos antepasados de Jesús pudieron haber sido itureos convertidos a la fuerza al judaísmo, pero ellos terminaron aceptando su identidad israelita,  judaísmo, como han puesto de relieve historiadores y analistas sociales, duciendo los siguientes argumentos:

Tanto Roma como los herodianos pro-romanos (Herodes y Antipas)  trataron a los galileos como judíos, procurando su población (Galilea) se mantuviera en su conjunto separada de los gentiles, lo mismo que la del sur (Judea). Ellos supusieron que los galileos tenían aproximadamente la misma sensibilidad que los de Judea en relación con edificios paganos y monedas acuñadas al estilo pagano – aunque los residentes de Jerusalén eran especialmente estrictos en relación con cualquier signo pagano.

  • Los galileos iban en peregrinación (a Jerusalén),aceptando su templo como signo de la presencia israelita de Dios, en contra de los samaritanos(cf. Josefo Bell 2, 43; 2, 232; Ant 20, 118). Quizá en principio algunos galileos aceptaron el judaísmo por la fuerza, pero de hecho el judaísmo era muy atractivo para ellos, no sólo para distinguirse de sus vecinos samaritano, sino  para celebrar las fiestas judías, vinculándose por ellas a las tradiciones de los antiguos israelita de Galilea.

–  En contra de lo que se ha dicho, y como confirma el NT, en tiempo de Jesús había en Galilea varias (muchas) sinagogas, es decir, casas de estudio de la ley y de profundización en lo que ella significa, en una línea cercana a la de Judea.  Ciertamente, la entrada masiva del judaísmo rabínico en Galilea es en parte posterior a la caída de Jerusalén, al fin de la guerra judía (70 d.C.),  pero tenemos muchos testimonios de la presencia de rabinos judíos  y de centros/piscinas de “purificación” casas de Galilea. Las purificaciones o bautismos por inmersión habían empezado a multiplicarse en el período de los asmoneos, de manera que son claramente post-exílicas. Pues bien, esos  centros o piscinas de inmersión eran ya comunes en Galilea, lo mismo que en Judea, ya en el tiempo de Jesús (aunque es evidente que esas piscinas no podían ser comunes en las casas de los pobres-pobres. En esa línea,  los galileos aceptaban las leyes de los diezmos que estaban en vigor en de Judea  (Josefo, Vita 63, 80).

– Finalmente, los galileos tuvieron una parte muy activa en la rebelión judía contra Roma (año 67-70 d.C.). Ciertamente, hubo variantes en la forma de entender y realizar esa guerra,  pero muchos galileos lucharon contra Roma en Galilea y otros huyeron a Jerusalén, tras las primeras derrotas, como parece suponer la historia de Flavio Josefo [2].

De todas maneras, los judíos galileos (muchos de ellos nuevos conversos en un pequeño enclave geográfico,  rodeado por todas partes de gentiles: al este, al norte y al oeste), menos por el sur, donde lindaban con los samaritanos ) tenían rasgos propios, que les distinguían de los judíos de Judea y del entorno de Jerusalén. Quizá su misma cercanía y mayor trato con los gentiles (itureos, sirios y fenicios) les hizo por un lado más abiertos a la comunicación con los extraños y por otro más conscientes de su identidad israelita, de la que en principio no se pude dudar. Esa identidad se mostraba, además, en el hecho de que, en conjunto, habían optado por Jerusalén y el judaísmo, en contra de los samaritanos de la zona intermedia (entre Judea y Galilea), que eran israelitas,  pues aceptaban el Pentateuco, pero no las tradiciones proféticas de Judá, ni las instituciones sacerdotales de Jerusalén.

Según eso, Galilea era una zona social y religiosamente bien asentada, pero, al mismo tiempo, había entre su gente, lo mismo que  Judà.  movimiento de transformación (renovación, recreación) de su identidad, lo mismo que en Judea, con líderes (celosos) de diverso tipo que podían apelar y apelaban a los antiguos reyes de la “leyenda” israelita, especialmente a David y Salomón. Entre  ellos pueden citarse los siguientes de Judea y/o Galilea:

– Judas Macabeo, caudillo ya evocado de la revuelta sacerdotal y militar contraria a los intentos de helenización de los seléucidas de Siria, que quisieron imponer un tipo de cultura y religión helsnista, partiendo de Jerusalén, con la ayuda de algunos sacerdotes de la alta nobleza. El héroe Macabeo murió en el campo de batalla (el año 160 a.C.), pero su memoria siguió y sigue siendo venerada de formas distintas por el pueblo.

Judas Galileo (o de Gamala), al que Gamaliel presenta junto a Teudas, como dirigente de un movimiento paralelo al de Jesús, un “celoso” que fracaso “porque Dios no lo apoyaba” (Hech 5, 37). Se alzó (quizá en un plano doctrinal más que militar), hacia el 6 d. C., tras la deposición de Arquelao (cuando Jesús era un muchacho), contra del censo que Quirino, gobernador de Siria, había impuesto sobre Judea y Samaría. Cf. F. Josefo Ant 18.1. 1-8 y en Bell 2.8.1.

  No sabemos cómo murió Judas Galileo. Sabemos, en cambio, que Judas Macabeo había muerto como un héroe de la resistencia, en defensa de su pueblo, a diferencia de Jesús Galileo que será condenado como sedicioso y traidor, condenado por las autoridades de Israel y Roma. Conforme a la visión de Judas Galileo, la llegada del Reino de Dios era más que un proceso de liberación militar, pero implicaba también aspectos militares. En un sentido, el proyecto de Jesús Galileo puede compararse al de estos dos (Judas Macabeo y Judas Galileo), pero su método y sus fines eran diferentes, no por simple rechazo externo de la guerra, sino por exigencia más honda de transformación de la comunidad (iglesia) a partir de los pobres y excluidos.

Había también en el contexto de Jesús esenios y fariseos, vinculados de algún modo a los hasidimdel entorno de los macabeos. Entre los esenios destaca el Maestro de Justicia, figura central de la renovación israelita de la segunda mitad del siglo II a. C. Fue sacerdote, pero contrario a los sadoquitas (de la dinastía de Sadoc: cf. 2 Sam 8, 17; 1 Rey 1, 8; Ez 40, 46; 1 Cron 6, 8) que habían sido dominantes en la primera mitad del siglo II, hasta la muerte de Alcimo (159 a.C.) y también a la nueva dinastía asmonea, que triunfó con Jonatán (hermano de Judas Macabeo) y con sus sucesores, tras el (152 a. C), de forma que fue perseguido.

Este Maestro de justicia era rigorista en su visión de la ley, y apocalíptico en su forma de entender la historia. Esperaba una intervención fuerte de Dios, que renovaría el orden religioso de Israel y la estructura política y social de su territorio. Su nombre y figura se encuentra asociada al establecimiento de los esenios en Qumrán, con su afán de pureza: sólo ellos, los elegidos de la alianza, habrían entendido bien el tiempo de Dios, mientras esperaban en el desierto su llegada.

            Quizá se dieron contactos entre ese Maestro de Justicia de Qumrán y Juan Bautista y, en esa línea, podríamos hablar de un primer momento en que Jesús (discípulo de Juan) habría podido establecer cierto contacto con esenios. Pero  al promover su movimiento de Reino en Galilea, Jesús de Nazareto debió rechazar el modelo sacral del Maestro de Justicia, vinculado al mensaje penitencial de Juan Bautista [3].

El movimiento de Qumrán podría ayudarnos para situar el mensaje de algunos grupos cristianos primitivos, como el de Santiago, en Jerusalén, pero la visión de fondo del Maestro de Justicia y de Jesús, aun brotando de un mismo sustrato, eran muy diferentes y reflejaban dos maneras de entender la identidad israelita [4]. En esa línea podemos seguir hablando de los fariseos.

Entre los (proto-fariseos) que nacieron también de los hasidim, igual que los esenios, en tiempos de la crisis macabea, destaca Hilel, maestro del judaísmo nacional posterior (rabínico), representado por la Misná (codificada hacia 200 d. C.). Vivió unos años antes que Jesús (entre el 30 a. C. y el 10 d. C.) y había venido de Babilonia a Judea. No era partidario de la guerra (contra los celotas); no buscaba una separación radical   como muchos esenios, sino sólo una separación centrada en algunos aspectos de la leym en la línea de un judaísmo de pureza familiar y social, que pudiera vivirse en poblados y ciudades de la tierra de Israel o de la diáspora y cultivarse en las mismas sinagogas, profundizando en el estudio y cumplimiento de la Ley Nacional (Tora, Pentateuco) en grupos de fieles, separados de la masa de los gentiles [5].

Jesús, un marginal galileo

Nació en una familia de carácter “religioso” y erudito de Galilea, en conexión con el judaísmo proto-rabínico de Judea, pero con rasgos propios de un cultura campesina, retomando ideales y caminos de justicia social de la tradición primitiva (más campesina que letrada) del Israel antiguo. Así parece mostrarlo la forma de vida y doctrina de Santiago (hermano del Señor: Gal 1, 15-20; 1 Cor 9, 5-6), primer “obispo” de Jerusalén, a quien se atribuye una carta-circular escrita en su nombre sobre la ley universal del amor.

La tradición antigua (avalada por Pablo y Hech 15, y por el mismo F. Josefo: Ant 20, 197-203), supone que Santiago no era un “inculto mesiánico”, sino un erudito, un estudioso. Eso nos llevaría a pensar que Jesús nació en una familia donde, al menos, alguno de sus hermanos valoraba el estudio y cumplimiento de la Ley, en un sentido piadoso [6].

Educado en el trabajo: escuela campesina.Ni Mateo ni Marcos suponen, en contra de Lucas, que Jesús subió al templo a los 12 para discutir con los letrados. Mt 2 afirma, simbólicamente, que José tuvo que llevarle escondido de Belén a Egipto, donde vivió en el exilio. Algunos exegetas de tipo esotérico añaden que allí pudo haber aprendido artes ocultas de la religión y la magia sanadora de Egipto antes de volver a Nazaret (cf. Mt 2, 13-23). Pero el relato de la “huida a Egipto” es más teológico que histórico, un intento de relacionar a Jesús con Moisés, liberado de las aguas, que debió salir de Egipto para realizar su obra en Galilea, concretamente, en Nazaret (cf. Mt 2, 23).

Un dato más firme e importante para entender la vida de Jesús lo ofrece Marcos cuando le presenta como tekton o artesano, obrero no especializado que realiza labores relacionadas con la construcción: cantero, carpintero, trabajador de madera piedra. Sus antepasados vinieron probablemente de Judea a Nazaret, en el tiempo de la conquista de Alejandro Janeo (en torno al 100 a. C.), como agricultores, recibiendo en propiedad unas tierras, que les vinculaban a la promesa y bendición de Dios, en la línea que indican los libros antiguos (especialmente Levítico y Josué). Pero él (o José su padre), como otros muchos, había perdido la tierra, volviéndose así campesino sin campo (y quizá obrero sin obra[7]

– Marcos le llama “el tekton” (Mc 6, 3). Ésa es su escuela, ése es su oficio y carné de identidad: es un hombre que debe “vender” su trabajo, de forma que, para vivir, no se encuentra a merced de la “providencia de Dios” (lluvia) y de su propio esfuerzo (trabajo personal en el campo), sino que depende de la oferta y demanda de otros, en un mundo lleno de carencia y dureza. No es simplemente un “tekton” (carpintero/obrero como otros), sino el obrero “ho tekton”, con artículo definido). Es su apodo o sobrenombre: el artesano al servicio de las tareas pendientes de su aldea o entorno. Antes de llamarse “el Cristo” (y para serlo), Jesús Galileo ha sido “tekton”, no un campesino propietario de una tierra rica, que es don de Dios y signo de su bendición, sino un/el obrero/artesano, a merced de los demás, un hombre al que todos pueden llamar, para encargarle tareas, de las que él ha de vivir. Esa situación implica una “disonancia” fáctica muy fuerte: su forma de vida no responde a lo que Dios había “prometido” a su pueblo

Mateo parece suavizar esa afirmación al presentarle como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5). Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pues no se le llama directamente “el tekton” (sino el hijo del tekton José), pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que su dependencia viene de atrás, pues ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios. Cuando más tarde prometa a sus seguidores “el ciento por uno” en campos (agrous: Mc 10, 30 par), Jesús querrá invertir esa situación en la que muchos hombres y mujeres como él no habían tenido ni tienen campo para mantener una familia [8].

Notas

[1] Por los estudios de arqueología  de detalla, debemos  afirmar que Galilea era entonces fuertemente judía, de forma que podemos incluso pensar que entre los colonos venidos de Judea (desde el 104 a.C.) hubiera radicales religiosos, de línea “nazorea”, oriundos de Belén (y se creían/decían descendientes de David). Es probable que ellos fueran fundadores de Nazara/Nazaret (asentamiento nazoreo) y que quisieran recrear en Galilea el antiguo ideal israelita, vinculado a las tradiciones del Éxodo y la Alianza (más que al templo de Jerusalén), apelando a la memoria del profeta Elías (que había actuado en esa zona), y de un modo especial a las promesas escatológicas de bendición y plenitud mesiánica.

[2] Cf. E. P. Sanders, Jesús en Galilea,  en D. Donnelly, Jesús, un coloquio en Tierra Santa, Verbo Divino, Estella 2004.Cf. también  F. Díez, “Galilea y Galilea de los gentiles en el AT”: La Ciudad de Dios, 195 (1982) 369-394;S. Freyne, Jesús, un galileo judío Verbo Divino, Estella 2007;Galilée. From Alexander the Great to Hadrian, Clark, Edinburgh 1998; J. González Echegaray, Jesús en Galilea. Aproximación desde la arqueología, Verbo Divino, Estella 2000.

[3] Algunos, llevados más por curiosidad que por estudio de las fuentes, han llegado a decir que el «Maestro de justicia» era un personaje cristiano, como Santiago, hermano de Jesús, por sobrenombre «el Justo», añadiendo que el «hombre de mentira», el «sacerdote sacrílego», enemigo del Maestro de Justicia, era Pablo. Pero esas identificaciones y otras carecen de fundamento.

[4] El Maestro de justicia se interesaba por la limpieza moral y sacral de su comunidad, que debía separarse de otros grupos “manchados”, para expresar de manera elitista y “limpia” los principios de la Ley. En contra de eso, Jesús ofrece el Reino de Dios a los pobres y expulsados del sistema sacral (a quienes Qumrán rechazaba): no quiere un grupo de puros, sino un movimiento de Reino.

[5] Muchos judíos (como J. Klausner y G. Vermes) valoran a Hilel sobre Jesús por más realista y más humano, buscando aquello que los judíos podían y debían cumplir, para mantenerse como pueblo, dentro de la tradición israelita. Jesús no se opuso a Hilel, pero radicalizó algunos de sus presupuestos (propios del judaísmo nacional), anunciando la llegada del fin de los tiempos y ofreciendo el Reino de Dios a los excluidos y pecadores, superando así una visión de pureza nacional del pueblo.

[6] Así lo ha destacado R. Bauckham, Jude and the Relatives of Jesus en the Early Church, Clark, Edinburgh 1990; Se supone que al principio Santiago no creía en su hermano Jesús (cf. Mc 3, 31-35; Jn 7, 3-10), pero Pablo afirma expresamente que Jesús se le apareció tras la muerte (1 Cor 15, 7) y le presenta honrosamente como hermano del Kyrios (cf. Gal 1, 19).

[7] Cf. K. M. Campbell, What was Jesus’ occupation? J. of the Evan. Th. Society 48 (2005) 501-519

[8] Lucas y Juan pueden haber sentido embarazo de llamarle “tekton” o “hijo de tekton” y por eso cambian la expresión, diciendo: “¿No es éste el hijo de José?” (Lc 4, 22 y Jn 6, 42).Ciertamente, se podría afirmar que actúa así por un simple “ahorro verbal”: bastaría con decir que es “hijo de José”, no se necesita más información. Pero podemos recordar que Mc 6, 3 le llama “hijo de María” y, sin embargo, añade la otra información, llamándole “el tekton”. Todo nos permite suponer que Lucas (y Juan) han omitido el dato laboral porque, en el contexto donde escriben, les parece indigno definir a Jesús por un trabajo que le hace dependiente de los otros. Evidentemente, Jesús no tenía un currículo elevado.

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