El pasado 18 de diciembre fui invitado al Encuentro que cada año celebran por estas fechas las comunidades de base de la Región de Murcia, a quienes vengo acompañando durante 37 años. Acepté encantado y muy agradecido. La asistencia fue numerosa y la participación muy activa, teniendo en el recuerdo a Gabriel Abellán, iniciador del movimiento comunitario murciano, que había fallecido el 4 de diciembre. Me pidieron hablara sobre “La com-pasión en un mundo injusto” teniendo como referencia mi libro del mismo título (Fragmenta, Barcelona, 2021). Mis dos intervenciones se centraron en clarificar el verdadero sentido de la com-pasión frente al maltrato, la deformación y el falseamiento de la palabra y a la ausencia de su práctica en un mundo injusto e insolidario, y en proponer un nuevo principio teológico: el perincipio-com-pasión.
A continuación, ofrezco un resumen de mis reflexiones expuestas en el Encuentro en el siguiente quincecálogo y su correspondiente cambio de paradigma.
Quincecálogo de la compasión
1. Ver, pensar, sentir, co-sentir, vivir la realidad desde las víctimas, desde las personas dolientes, desde los márgenes (no desde los victimarios, ni desde el poder), pero sin caer en el victimismo, que paraliza las energías utópicas y transformadoras de la realidad.
2. Identificar a las víctimas individuales y colectivas, con nombres y apellidos, sus circunstancias en cada momento histórico. ¿Quiénes son las víctimas hoy? Algunos ejemplos: el pueblo palestino, el pueblo saharaui, el pueblo kurdo, el pueblo ucranio, el pueblo peruano sometido a una dictadura cívico-militar, las mujeres y los hombres iraníes que participan en las manifestaciones por el asesinato, a manos de la policía, de Mahsa Amini por no vestir “correctamente” el velo, las mujeres afganas, las víctimas de la pederastia clerical, etc.
3.Practicar la solidaridad fraterno-sororal con las mujeres, mayoría de la humanidad, que han sido las grandes olvidadas del pasado, inferiorizadas y subalternizadas en el presente, discriminadas interseccionalmente por género, por pertenecer a etnias despreciadas, por tener identidades sexuales diferentes a la binariedad sexual y a la heteronormatividad, por practicar religiones y espiritualidades consideradas anticuadas, por pertenecer a las clases sociales más desfavorecidas, etc.; víctimas de todo tipo de violencia: física, sexual, simbólica, laboral, económica, que con frecuencia desemboca en feminicidios (en España, desde 2003, 1173 mujeres asesinadas; este año, a fecha del 21 de diciembre, 44).
4. Tomar en serio sus sufrimientos, no banalizarlos, creer los relatos de las víctimas, incorporarlos a nuestras vidas como parte fundamental de nuestra existencia. Es importante incorporar a nuestras vidas los momentos alegres y festivos, pero también la negatividad de la historia.
5. Ponernos de su lado, asumir los sufrimientos de las personas y de los colectivos dolientes. Es quizá lo más difícil, pero hay que intentarlo, siguiendo el principio de la filosofía Ubuntu: “yo solo soy si tu también eres”, que traducido al ámbito de la com-pasión significa: “tus sufrimientos, tus alegrías son mis sufrimientos, mis alegrías”.
6. Analizar las causas de los sufrimientos de las otras y los otros, y luchar contra ellas, sin dar ninguna causa por imposible y perdida.
7. Devolver la dignidad negada a las víctimas.
8. Reparar el daño causado aquí y ahora, no dejarlo ad kalendas graecas ni -como hacen con frecuencia las religiones-, remitir la reparación a la otra vida como falso consuelo.
9. Comprometerse a evitar que se repitan los sufrimientos y las causas que los provocan.
10. Tratar a las víctimas como iguales, sin complejo de superioridad ni arrogantemente, y menos aún culpabilizándolas.
11.La com-pasión exige tener memoria histórica –“subversiva”, como afirma Walter Benjamin- de las víctimas del pasado, reconocer la razón de los vencidos y la legitimidad de las causas por las que lucharon.
12. Denunciar a los victimarios, evitar la impunidad, exigir juicios justos y reparadores del daño causado, sin caer en la venganza, generar procesos regenerativos para los victimarios.
13. Cuidar de la naturaleza, nuestra casa común, maltratada, depredada por el modelo de desarrollo científico-técnico de la Modernidad. El cuidado es la traducción de la compasión para con la naturaleza, de la que formamos parte.
14. Denunciar el mal común, que es el resultado de la civilización del capital, como afirma Ignacio Ellacuría, y defender el bien común, que debe traducirse en la defensa de los Bienes Comunes de la Tierra y de la Humanidad, que no pueden ser privatizados.
15. Defender la vida, no a través de discursos falsamente universalistas ni de proclamaciones abstractas, sino la vida de quienes la tienen más amenazada, de una vida digna, eco-humana.
Este quincecálogo de la compasión se encierra en tres principios:
a) La com-pasión es el fundamento de la ética, de nuestros juicios de valor y de los comportamientos humanos, como reconocen las distintas concepciones morales: filosóficas, teológicas, laicas, religiosas, etc.
b) La com-pasión es la virtud y el principio ético que nos hace humanos, solidarios con el dolor de los demás: la falta de compasión no des-humaniza, nos torna in-humanos, nos convierte en monstruos.
c) La com-pasión transforma nuestra identidad individualista en identidad solidaria, en inter- y alter-identidad, y nos libera del egoísmo.
Cambio de paradigma
Este quincecálogo exige:
1. Un cambio de paradigma en la consideración del ser humano: de la independencia, la autosuficiencia, la fortaleza, la individualidad, y en el caso de los hombres, la masculinidad hegemónica, a la fragilidad, la precariedad, la vulnerabilidad, la inseguridad, la incertidumbre, la llorosidad.
2. Un cambio en la concepción de la com-pasión, que va de sentir pena, lástima a nivel individual y pasivamente, sin mover un dedo por cambiar la realidad, a traducirla políticamente como virtud pública revolucionaria, transformadora.
3. Liberar a Dios de los viejos atributos de la teodicea: omniscien-cia, omnipoten-cia, omnipresen-cia, providen-cia, violen-cia, que lo vinculan con los poderosos de la tierra, y devolverle los atributos de la com-pasión, la clemencia, la misericordia, la solidaridad, la justicia, etc.
4. Bajar a Dios de la metafísica y ubicarlo en los terrenos de la ética, que es la filosofía y la teología primera, y, en concreto, de la ética de la com-pasión.
5. Bajar a Dios de las alturas celestes y colocarlo del lado de las víctimas.
6. Bajar a Jesús de Nazaret de la trascendencia que no hace pie en la historia y ubicarlo en la kénosis (Flp 2,6-11), en las bienaventuranzas, en la comensalía.
8. Crear una Iglesia nazarena y samaritana, que, además de aliviar los sufrimientos eco-humanos, de la tierra y de la humanidad, lucha contra las causas que los provocan y es ella misma ejemplo de com-pasión.
9. Convertir la com-pasión en principio teológico junto con el principio-esperanza, el principio-memoria subversiva de las víctimas, el principio-liberación.
10. Pasar de la religión como cumplimiento legalista de los mandamientos de la ley de Dios, a la práctica de la com-pasión con las personas malheridas, vulnerabilizadas (parábola del Buen Samaritano).
Termino esta reflexión con un texto de la escritora Rosa Montero que se encuentra en plena sintonía con las ideas expuestas en este Encuentro:
“Todas las grandes y bellas palabras [libertad, injusticia, igualdad] son susceptibles de ser traicionadas y convertidas en un arma de exterminio. Todas, menos una. La más hermosa que hay en el mundo es compasión, o tal vez prefieras denominarla empatía (hay un prejuicio contra la compasión que yo no comparto). Es el único de los grandes valores que no puede ser retorcido y utilizado como herramienta de destrucción del prójimo, porque te obliga a ponerte en el lugar del otro. He aquí una pequeña verdad a la que agarrarnos en estos tiempos de tribulación y de mentiras. En un mundo en donde todo parece falso, este concepto simple y obvio es una nuez de certeza irrebatible. Un rincón de luz en el que atrincherarnos para intentar desde ahí mejorar las cosas. Yo no creo en casi nada, pero creo en eso”.
(Rosa Montero, “Una pequeña verdad”: El País Semanal, 13 de marzo de 2022, p. 88).
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