Jesús hijo de mujer. Un título cristológico liberador
Del blog Tras las huellas de Sophía:
Históricamente el acontecimiento del nacimiento de Jesús ha sido parte de un discurso androcéntrico y patriarcal que se ha posicionado dentro de la teología cristiana y las comunidades eclesiales con patrones verticalistas, de dominación, exclusión y opresión hacia el género femenino; ignorando y vaciando de sentido de manera voluntaria o involuntaria el hecho histórico que Jesús es hijo de una mujer ocasionando graves consecuencias para la vida y praxis cristiana de las mujeres hoy día.
Por tanto, se hace urgente repensar este discurso que tanto daño ha causado a la humanidad. Para lo cual propongo desde la cristología feminista deconstruir el título cristológico de Hijo de hombre el cual históricamente ha hecho referencia únicamente a que Dios se encarnó en Jesús, obviando el hecho histórico que Jesús nació de una mujer.
Jesús hijo de mujer, un título cristológico liberador
El hablar de Jesús como hijo de mujer más que pretender ser un título cristológico significa una Buena Nueva que trae consigo reconocimiento, identificación, filiación, reivindicación y justicia para las mujeres en la instauración de una nueva humanidad que por principio a la divinidad más allá de construcciones binarias de sexo-género y a Jesús como la encarnarnación del Anthropos, en el sentido propio de la humanidad extendida, en la cual no existe acepción de personas.
Desde la perspectiva de la cristología feminista el acuñar como título cristológico Hijo de Mujer conlleva a:
1. Reafirmar categóricamente el cuerpo de las mujeres como espacio político y de derechos, pero también como un lugar sagrado donde la divinidad se hace presente y desde la cual se posibilita la encarnación.
2. Reafirma el nacimiento de Jesús como humano, nacido de mujer, más allá de algunas corrientes que surgieron en el incipiente cristianismo que demeritaban el aspecto humano del Cristo(docetismo).
3. El nacimiento de un cuerpo femenino que le pare, la matriz, más que llevan toda la carga sexuada, pecaminosa y erótica, viene a conformarse en misterio y sacramento de la acción salvífica de Dios. En el devenir de la producción de dogmas en el cristianismo, mal entendido éste hecho histórico dio lugar a la divinización de María, elevándola a los altares; dogma que ya hoy por hoy muchos cuestionan, pues tampoco contribuye a la liberación de las mujeres sino a generar un modelo que difícilmente podamos las mujeres emular.
4. El cuerpo de las mujeres como asiento de la gracia de Dios (sean o no madres). La influencia helenista, que permeó al cristianismo, su producción teológica y prácticas eclesiales favorece la concepción que los valioso en el ser humano es el espíritu, lo que nos une a Dios, el asiento de las más prístinas virtudes y mira con desprecio lo corporal, lo humano. Además, el dualismo, de herencia babilónica concebía que todo fenómeno al que accedemos por los sentidos no es creación divina, sino de un demiurgo (un dios de menor jerarquía) cuya obra no podría compararse con aquella emanada de Zéus. En esa categoría de ideas, resulta que el espíritu es puro, es perfecto; mientras que el cuerpo es asiento de las más bajas pasiones y no permite que el ser humano se realice plenamente. Por tanto, Afirmar que Jesús nace humano, no solo valora el cuerpo como asiento de la gracia, sino también el vientre que lo parió. Es así como se comprende en su justa dimensión lo que se dice de María en la salutación angelical, del evangelio de Lucas 1:2 κεχαριτωμένη ὁ κύριος μετὰ σοῦ: ¡Dios te ha bendecido de manera especial! El Señor está contigo.
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