“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”
KÉNOSIS
Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.
*
Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986
***
En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
– “Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”
Jesús le contestó:
– “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere.”
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:
– “Este es mi hijo, el amado, mi predilecto.”
*
Mateo 3,13-17
***
Fred, lo que quiero decirte es que eres amado, y lo que espero es que tú puedas escuchar estas palabras como te fueron dichas, con toda la ternura y la fuerza que el amor puede darles. Mi único deseo es que estas palabras puedan resonar en cada parte de tu ser: tú eres amado.
El máximo regalo que mi amistad pueda hacerte es el don de hacerte reconocer tu condición de “ser amado”. Puedo hacerte este don sólo en la medida en que lo quiero para mí mismo. ¿No es ésta la amistad: darnos uno al otro el don de “ser amados”? Sí, es la voz, la voz que habla desde lo alto y desde dentro de nuestros corazones, que susurra dulcemente y declara con fuerza: «Tú eres el amado, en tí me complazco». No es ciertamente fácil escuchar esta voz en un mundo lleno de otras voces que gritan: «No eres bueno, eres feo, eres indigno; eres despreciable, no eres nadie… y no puedes demostrar lo contrario».
Estas voces negativas son tan fuertes y tan insistentes que es fácil creerlas. Ésta es la gran trampa. Es la trampa del rechazo de nosotros mismos. En el curso de los años, he llegado a darme cuenta de que, en la vida, la mayor trampa no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el rechazo de nosotros mismos. Naturalmente, el éxito, la popularidad o el poder pueden ser una tentación grande, pero su fuerza de seducción deriva a menudo del hecho de que forman parte de una tentación mayor, la del rechazo de nosotros mismos. Cuando se presta oídos a las voces que nos llaman indignos y no amables, entonces el éxito, la popularidad o el poder son fácilmente percibidos como soluciones atractivas. Pero la verdadera trampa, repito, es el rechazo de nosotros mismos.
*
H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
Madrid s.f.
***
***
Comentarios recientes