Y si no hubiese luces de Navidad.
He hecho un gran descubrimiento. Mirando en las calles de Logroño, llenas de luces, no se pueden ver las estrellas. Ahora me explicó por qué cuando los magos llegan a Jerusalén, dice el evangelio que la estrella se ocultó. Yo diría mejor, no se podía ver.
Y es que, si una luz nos ofusca, no nos deja percibir lo que hay detrás. Y el lujo, la arrogancia, el boato… obscurecían a la estrella.
¿Cómo va a saber un señor que vive entre millones de dinero, los apuros que supone pagar una bombona de gas? ¿Cómo va a experimentar un señor con tres pisos o chalets, lo que supone el embargo y el desahucio? Hay personas que se quedan asombradas porque ¿cómo puede una criada tener unas horas libres cada día y el fin de semana entero?
Herodes y los magos no pudieron ver al Niño porque su boato se lo impedía.
Y realmente es un problema de luces. Cuando tenemos tanto lanzamiento de luz, quedamos ofuscados. Las luces y los anuncios nos ponen en primer plano las ofertas y nos encierran en ellas hasta que las compremos.
Sobran luminarias, sobran anuncios, sobran falsas perspectivas de lujo. Nos ocultan la realidad. Y así no vemos la dureza, pero a la vez la vista tan natural, tan profunda de las personas.
Para descubrir la estrella, para conocer al niño Jesús, hay que estar al raso, al aire libre, sin intereses económicos, sociales, religiosos o políticos. Como los magos. Y entonces encontramos la Luz, la Paz. Si somos buscadores, nos encontraremos con Dios.
A veces me explico porque algunos pobres quieren vivir fuera de la ciudad, al aire libre. San Francisco descubrió al recién nacido siempre y lo plasmó en un sencillo belén.
Nos lo dijo ese niño cuando creció: “felices los pobres porque verán y captarán el Reino de Dios”. Quiero celebrar la presencia siempre de Jesús en nuestra vida. Para ello apagaré muchas luces de propaganda.
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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