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Reconstruir la Navidad

Sábado, 24 de diciembre de 2022

belen_2185891397_15161573_667x678Mari Paz López Santos
Madrid

ECLESALIA, 12/12/22.- Hace unos días me llamó la atención el anuncio publicitario de una conocida marca de construcciones para niños. Se acercan las fiestas navideñas y, a modo de eslogan, animaban a «reconstruir la Navidad».

No soy muy permeable a los anuncios publicitarios ni de la televisión ni de cualquier otro medio. Me agotan. Pero en esta ocasión el mensaje reconstruir la Navidad se hizo hueco en mí y he estado unos días dándole vueltas;  viendo cómo podía concretar el escueto anuncio publicitario en lo que es para mí la Navidad.

Creo en aquella Navidad, la primera, que se construyó en el silencio de una noche de Belén, en la periferia de los que no importaban.

Una construcción que no era de ladrillos ni de pequeñas piezas de plástico de las del juego de niños del anuncio, sino de duro camino y obediencia a la burocracia imperial, de puertas cerradas y establo abierto, de rechazo y acogida, de espera y esperanza; de visitas de los nadies y respeto de los que esperaban el suceso.

Creo en la primera Navidad, desde el primer lloro del Niño que acababa de nacer y sería la Palabra en la que creer.

¿Cómo hemos llegado a tanta frivolidad desde algo tan sencillo, silencioso e intenso? Por un método muy utilizado en el mundo actual: la deconstrucción, es decir, “deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura”, esto en palabras del diccionario de la Real Academia.

En palabras como para andar por casa, se podría decir que deconstruir es convertir algo que es, en otra cosa que no es pero que, desde la conveniencia de un sistema que quiere acapararlo todo, parezca que sigue siendo lo que es pero que, una vez deconstruido, ya no es. ¡Algo así, sencillito!

La demoledora máquina de deconstrucción es muy poderosa. Afecta costumbres, ideas  tradiciones, culturas milenarias, religiones, etc. y en general al sentido común, tan echado en estos tiempos.

Navidad no es el perfume más caro, no. Ni la cena de empresa en la que los que no se aguantan durante el año, se emborrachan juntos. Navidad no es la cena obligada en la que hay que colocar a los comensales con cuidado para que los diferentes pareceres no acaben en choque de trenes. Navidad no es la orgía del consumo mezclada con sentimentalismo emocional. Navidad no es llenar las plazas y calles más importantes de las ciudades con luces a modo de atractivo turístico o reclamo político. Navidad no es el insoportable machaque publicitario en los medios de comunicación. Esto no es Navidad. Esto es la socialmente “deconstruida Navidad”.

Mi pensamiento volvió al anuncio que originó la reflexión y me retó sin más preámbulos: ¿Qué es para mí la Navidad?

Fui al evangelio de Lc 2,1-20, para centrarme. Es un relato complejo donde suceden cosas preocupantes, a gente sencilla, que no le quedó otra que obedecer un decreto del emperador, ponerse en marcha con la dificultad de un embarazo a término y no tener un sitio donde descansar y ser ayudados. Un establo fue su refugio, no es el sitio ideal, pero se apañaron. Fueron visitados por quienes acampaban al raso, los pastores, y figuraban bajo mínimos en la escala social. “Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor les envolvió con su luz. Ellos se asustaron. El ángel les dijo: “No tengáis miedo, pies os anuncio la gran alegría, que lo será para todo el pueblo. En la ciudad de David os ha nacido un salvador, el mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales acostado en un pesebre”.

Es una fiesta cristiana a la que creyentes y no creyentes estamos invitados, es una invitación a la Vida con sentido.

¿Cómo reconstruir la Navidad? Sabiendo elegir más allá de lo que marca el “César-Consumo”, sin duda nuestras decisiones y elecciones ayudarán a reconstruir la Navidad.

Pero lo realmente importante es reconstruir el sentido de la Navidad desde dentro, en el interior de cada uno, comprendiendo que la libertad de abrir las puertas al Niño que llega no nos la puede arrebatar nadie y que el mensaje que trae para quien quiera acogerle es para siempre. Esta relación modifica los esquemas y ayuda a fortalecer a quien no quiera ahogarse en los vaivenes del mundo.

Aquella Navidad vino envuelta en silencio, sencillez, precariedad, desamparo y compañía solidaria. Y sigue siendo tan actual que no es difícil adentrarse en ella acercándose donde reine el silencio, la sencillez, la precariedad, el desamparo y la compañía solidaria.

Miremos y acompañemos a quienes viven con los mínimos, lejos de las personas queridas con las que no podrán compartir, tratados como delincuentes y privados de los derechos fundamentales; las personas mayores que estos días sufren de soledad con tristeza especial y los que tampoco tendrán un sitio que no sea la calle para vivir y celebrar.

En estas y otras muchas realidades la Navidad sigue construida como la primera.

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