“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”. Domingo 11 de diciembre de 2022. 3º de Adviento
Leído en Koinonia:
Isaías 35,1-6a.10: Dios viene en persona y os salvará.
Salmo responsorial: 145: Ven, Señor, a salvarnos.
Santiago 5,7-10: Manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.
Mateo 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
La primera y la segunda lectura de hoy, del profeta Isaías y del apóstol Santiago, coinciden en el mensaje: merece la pena esperar, hay que esperar, debemos esperar, porque viene nuestro Dios, él mismo viene en persona, y trae el desquite… Hay que tener paciencia, porque es inminente su llegada, ya está a la puerta…
No dudamos de que esta forma de plantear la esperanza, de vivirla y de transmitirla, ha sido útil y muy eficaz para muchas generaciones anteriores a nosotros, pero tampoco dudamos de que hoy día, ese planteamiento pudiera no servir ya.
– Este motivo aducido clásicamente para fundamentar la esperanza de que Alguien viene, alguien va a irrumpir apocalípticamente en nuestra vida, incluso con inminencia, y de que nuestra esperanza consista en «esperar» (de espera, no de esperanza) su llegada… no resulta hoy ya plausible.
– Ese esquema conceptual según el cual Dios ha anunciado que vuelve, en una segunda venida que sellará el final del mundo, y que nosotros estamos por tanto en un tiempo intermedio, incierto y amenazado por la espada colgante (de Damocles) de esa sorpresa divina que llegará como la visita del ladrón… ha sido una imagen poderosa, que ha cautivado la atención de muchas generaciones, pero que hoy empieza ya a no funcionar.
– Esa idea de que debemos esperar que en el futuro Dios va a castigar a los malos… y así «poner las cosas en su sitio» y vengar las maldades de los que nos han hecho daño… probablemente fue muy efectiva en otro tiempo, como lo ha sido en pedagogía todo lo referente a los premios y castigos, las buenas y las malas notas, pero hoy ya muy pocas mentes lúcidas pueden aceptar que la pedagogía humana infantil pueda ser aplicada al misterio existencial del ser humano.
Aquellas generaciones tenían una comprensión del mundo míticamente religiosa, inserta en las coordenadas de la descripción del mundo que las mismas religiones habían elaborado: un mundo que consistía esencialmente en un «plan de Dios» para poner una prueba al ser humano y llevarlo a otra vida, mejor o peor según mereciera premio o castigo. Dentro de ese «pequeño mundo», dentro de esa cosmovisión religiosista que ocupó por milenios el imaginario de nuestros mayores, funcionaba el hablar de una segunda venida, de la prueba que Dios nos pone, de la amenaza que supone la posible sorpresa del Dios que viene e irrumpe en el mundo para finalizarlo e inaugurar otro eón, el de los premios y castigos. Este imaginario religioso (tradicional, antiquísimo, milenario…) está agotándose, desapareciendo con las generaciones mayores, desvaneciéndose y perdiendo vivacidad y plausibilidad en las generaciones medias, y siendo rechazada en las generaciones jóvenes, en las que no logra ya implantarse. La transmisión de ese tipo de fe se está interrumpiendo.
En el nuevo imaginario o cosmovisión que muchos estamos adquiriendo, fundamentado en la nueva imagen que la cosmología y el conjunto actual de las ciencias nos ofrecen, ya no cabe concebir la realidad tan «antropocéntricamente» como para pensar que todo consiste y todo se reduce a «un plan que Dios ha hecho para probar al ser humano». Al ser humano actual no le resulta ya plausible una espiritualidad que le dice que él es el centro del cosmos, y que este cosmos «ha sido creado simplemente para servir de escenario al drama humano de su salvación ultraterrena»… Y no le resulta plausible tampoco que el misterio tan respetable del más allá sea asociado con y puesto al servicio de la amenaza de castigos o la promesa de premios…
¿Es posible ser cristiano sin aceptar estas imágenes que hoy sentimos como no incorporables a nuestra cosmovisión? Sí, lo es, al costo de purificar nuestra esperanza -y, más ampliamente, nuestra cosmovisión religiosa global- de aquellas imágenes propias de un tiempo que ya no es el nuestro.
En realidad, lo que importa es el contenido profundo, la experiencia espiritual, la dimensión de esperanza (en este caso), no el soporte de categorías, esquemas mentales, cosmovisiones apocalípticas o esquemas de concepción del tiempo de los que echaron mano nuestros antepasados. El cristianismo, a lo largo de su historia, ya ha abandonado muchas imágenes que en su tiempo fueron comunes, que luego se oscurecieron, y que finalmente nos resultaron inaceptables (de algunas de las cuales hoy incluso nos avergonzamos). Durante muchos siglos, el predominio del pensamiento estático, el supuesto de la ahistoricidad, y el desconocimiento del carácter evolutivo de todo, nos ha querido hacer pensar que no podemos cambiar nada, que debemos creer a la letra lo que expresaron nuestros mayores, sin remontarnos a revivir su misma experiencia profunda pero con libertad y creatividad, y que nada puede ser innovado. Pero la misma historia está ahí para mostrar lo contrario a quien sepa y quiera verlo. Y también está ahí el presente: son muchos ya, de hecho, los cristianos/as que «creen de otra manera».
El evangelio de Mateo nos presenta la llamada «prueba mesiánica». Juan el Bautista desde la cárcel manda emisarios para preguntarle a Jesús si es él el esperado o si deben esperar a otro. Jesús no responde con algunas pruebas teologicas, ni con citas bíblicas apologéticas, o con algunos dogmas o doctrinas, sino que se remite y remite a los consultantes a los puros hechos, que pueden ser «vistos y oídos»: «los ciegos ven, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios… y a los pobres se les anuncia el Evangelio, la Buena Noticia». Estos «hechos», estas buenas noticias, son la prueba de identidad del Mesías. Y serán, tienen que ser, la prueba de identidad de quienes sigan al Mesías, al Xristós, o sea, los «cristianos». Sólo si nuestra vida produce esos mismos hechos, sólo si somos «buena noticia para los pobres», sólo entonces estaremos siendo seguidores de aquel Mesías, del Xristós, o sea, «cristianos».
El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 45 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «Una pregunta desde la cárcel». El audio, el guión del texto, y su comentario bíblico-teológico, puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/article/45-una-pregunta-desde-la-carcel/
Respecto al tema de los premios y castigos eternos, repetimos aquella indicación bibliográfica para quienes puedan leerlo en inglés –mientras está a punto de salir en castellano en la colección «Tiempo axial» (http://tiempoaxial.org)–, el libro de John Shelby SPONG, Vida eterna: una nueva visión. Más allá de las religiones, más allá del teísmo, más allá de cielo e infierno, 232 pp, publicado en español por la editorial Abya Yala de Quito, en su colección «Tiempo axial» (http://tiempoaxial.org). El subtítulo lo dice todo sobre la intención y el enfoque de este libro.
Para la revisión de vida
Detengámonos un momento en nuestro camino de evangelizadores y tratemos de configurar de nuevo en nuestra vida la imagen de Jesús: ¿coincide esa imagen con la que nos revelan los evangelios? Preguntémonos: “eres tú, o debemos replantearnos tu imagen?
Para la reunión de grupo
– ¿El mundo se va a acabar, puede ser que se acabe «con la segunda venida de Cristo»? ¿Es dogma de fe? ¿Qué fundamento tiene esto? ¿Y qué significaría en todo caso? ¿Es un elemento esencial del «relato» cristiano? ¿Qué es lo que sería esencial, la expresión o su contenido profundo? ¿Y cuál es ese contenido? Se puede ser cristiano y «creer» en el mundo que la ciencia nos presenta hoy día? Alguien puede preparar este tema con una reflexión-planteamiento del tema. Luego se conversa y dialoga abiertamente, y alguien finalmente trata de expresar una conclusión común, aunque no sea única.
– Retomemos la respuesta de Jesús a los mensajeros de Juan, ¿cuáles son las señales que Jesús ve como la prueba de su mesianismo? ¿Valen esas mismas señales para probar la identidad del seguidor del Mesías? Poner algún ejemplo: ¿en qué situaciones, actitudes, personas, grupos… creemos que hoy se dan esas buenas noticias, esas pruebas de estar compartiendo la misión del Mesías… y en cuáles no?
Para la oración de los fieles
– Por los que viven sin esperanza o en tristeza, para que Cristo Salvador los llene de fortaleza y de alegría. Roguemos al Señor.
– Por nuestros grupos y comunidades, para que a pesar de las dificultades e injusticias que enfrentamos cada día, seamos capaces de sembrar esperanza y luchar con entusiasmo evangélico por un mundo mejor. Roguemos al Señor.
– Por los que hemos sido llamados a trabajar de manera directa en el anuncio del Evangelio, para que el Jesús que predicamos sea el que realmente vivimos y seguimos. Roguemos al Señor.
– Por todas las iglesias que confiesan su fe en Jesús, para que más allá de los intereses de grupo sepamos poner todos nuestros esfuerzos a favor de la paz, la unidad y la fraternidad. Roguemos…
Oración comunitaria
Padre bueno, al acercarnos a la celebración de la fiesta entrañable de la Navidad te pedimos que acrecientes nuestra esperanza, para que nunca desistamos del esfuerzo por crear un mundo en el que el amor sea posible. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo y hermano nuestro, cuyo nacimiento nos aprestamos a celebrar. Amén.
Oh Fuerza vital que nos constituyes, que nos has hecho brotar de la Vida, como Materia organizada y consciente, que se mantiene y se sostiene contra el embate del Tiempo, que tiende continuamente a disolverla… Nos entregamos a tu abrazo poderoso que nos ha traído al ser, nos mantiene en él, y un día nos abrazará plenamente hasta absorbernos en su seno y mantenernos ya para siempre unidos a Ti… Amén.
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