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“Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos”. Domingo 04 de diciembre de 2022. Domingo 2º de Adviento

Domingo, 4 de diciembre de 2022

02-advientoa2-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 11,1-10: Juzgará a los pobres con justicia.
Salmo responsorial: 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Romanos 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres.
Mateo 3,1-12: Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos.

La primera lectura es uno de esos varios preciosos textos de Isaías –y de los profetas bíblicos en general– que nos «describen» la «utopía» bíblica. Por definición, la utopía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe… y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No es que no exista, simplemente, sino que «no existe… todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo-que-no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede llegar a ser, quiere ser y, como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser. Y será. Como decía Ebeling, «lo más real de lo real, no es lo real mismo, sino sus posibilidades»…

El pensamiento utópico es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones «neolíticas», las de los últimos cinco mil años. Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (la interioridad, el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad… una especie de «estado modificado» de conciencia); otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica… (la experiencia de sintonía con la naturaleza, de unidad e interdependencia con ella, de su sacralidad imponente, de la Pachamama… lo que Mircea Elíade llamó la «experiencia uránica», ésa que todos los pueblos han sentido al contemplar la belleza del cosmos, del cielo estrellado…). Las religiones abrahámicas, un tercer grupo, por su parte, han experimentado lo sagrado «en la historia», por medio de la fe, la esperanza y el amor, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia. Véanse los tres enfoques diferentes de las tres gamas o ramas del árbol de las religiones: la interioridad de la conciencia, la misteriosidad de la naturaleza, y el llamado utópico de la justicia en el decurso de la historia…

Este tercer foco es, concretamente, el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica…) añade, reviste, completa… pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza espiritual que experimentamos en el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género…) en que se realice.

Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describe» la Utopía, «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza… La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia deja lugar a la justicia, el pecado al perdón, el odio al amor… las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni Utopía más grande, aunque esté tan lejana.

El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.

El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo… Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en el cielo futuro.

Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad–, pero la vivencia espiritual específicamente judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.

Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»… Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, de «todas las Escrituras», no sólo de la Biblia…). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales… sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico y contingente. Cualquier utilización bíblica que nos encierre dentro de la Bíblia misma, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado –o incluso perverso– de la Biblia.

El evangelio de hoy es dramatizado en varios capítulos de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. Son los capítulos 2, 3 y 6. El audio, el guión y el comentario teológico-bíblico del capítulo 2 puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/article/02-camino-al-jordan/

Para la revisión de vida

¿Soy persona de Utopía? ¿Vibro por ella? ¿Puedo decir que mi vida es un «vivir y luchar por la Causa (Utopía) que Jesús nos comunicó»? ¿He llegado a descubrir y vivir el cristianismo como «militancia» histórica, como construcción de un Mundo Nuevo?

Juan es la antítesis de la sociedad de su tiempo; es decir, no se amoldó cómodamente a las maneras de ser y de pensar de sus contemporáneos. ¿Cómo me comporto yo en el ambiente en que vivo? ¿Hay algo de anuncio-denuncia en mi manera de ser y de transmitir el mensaje?

Para la reunión de grupo

– Recoger, reunir los pasajes bíblicos más importantes que parecen describir el mundo de la Utopía. Comentar tras su lectura.

– Nos sirve hoy la manera de argumentar de la predicación de Juan Bautista? ¿Por qué no?

– Recordar el canto del salmo 71 (de los recordados «Salmos» de Juan Antonio Manzano, aquel long play del primer tiempo del posconcilio), y su estribillo: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!». ¿Por qué ese estribillo es una de las mejores síntesis del mensaje cristiano y de su Utopía? Aprenderse ese estribillo como una definición muy práctica y asequible del Reinado de Dios. Ponerlo como una hermosa pancarta en nuestra casa o en el local comunitario.

Para la oración de los fieles

– Por nuestros grupos y comunidades células de la Iglesia, para que fieles a la misión que nos corresponde seamos capaces de anunciar valientemente el evangelio en todos los lugares.

– Por los que trabajan por la paz, la justicia y la prosperidad: para que descubran en su empeño el proyecto de Dios revelado en Jesús.

– Por las comunidades cristianas de todas las confesiones: para que nos preparaos a la conmemoración de la venida de nuestro salvador con obras de amor, justicia y de paz.
– Por todos nosotros para que este tiempo de adviento haga resonar en nuestros corazones las palabras de Juan que nos preparen de verdad a celebrar la llegada de Jesús.

Oración comunitaria

Dios Padre-Madre que nos entregas todo tu amor; haz que nuestras palabras y obras muestren siempre nuestra disposición al amor y la reconciliación; aleja de nosotros toda actitud de discordia, egoísmo y violencia, y haz que el encuentro que hoy celebramos nos fortalezca en la construcción de la Utopía del “otro mundo posible” que tú nos propones ayudarte a crear. Nosotros te lo pedimos por Jesús de Nazaret, hijo tuyo, hermano mayor nuestro. Amén.

Oh Fuerza Misteriosa que animas este proceso bio-cósmico, en el que nos sentimos inmersos sin comprenderlo ni terminar dejarnos transformar por él. Nos entregamos a Ti, Misterio de atracción irresistible, que del caos has originado este cosmos, con esa flecha meta-histórica que todo lo arrastra y lo lleva hacia adelante, también en nuestra propia vida, como en todo lo existente… Haz que nos sintamos cada vez más atraídos por Ti, Fuerza que todo lo atraes, y dejemos pasar esa Fuerza a través nuestro, para que asumida y multiplicada, siga transformando toda la realidad, esa Fuerza que eres Tú misma, que todo lo crea y lo recrea. Amén.

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