El Resucitado y el Cordero del Apocalipsis
A propósito de Ap. 5*
Maite Parga
Monforte de Lemos (Lugo).
ECLESALIA, 31/07/22.- Cuando el Resucitado se aparece en el cenáculo, les muestras las heridas, heridas como la del costado, herida mortal con la que ningún ser humano puede vivir. Sin embargo Jesús no solo vive, sino que es confesado como el Viviente, el que vive, no quien está vivo ahora, sino, aquel que vive por sí, el que vive y, por ello, la fuente de la vida. Jesús vive por el Padre, con quien comparte su naturaleza divina, y de quien recibe por creación su naturaleza humana.
Los evangelios, podían presentar a Jesús, sin huellas de la pasión, una victoria tan radical que no quedaran marcas de la lucha, sin heridas, sin heridas mortales, sin costado abierto, pero no lo hacen.
Juan, el autor del Apocalipsis, nos muestra un libro que es imprescindible que se abra, pero no hay nadie digno de hacerlo; entonces aparece un personaje que es digno de hacerlo, un cordero, el animal más inocente; se trata, además, de un cordero degollado, es decir sacrificado, muerto. Ese cordero degollado, está en pie, vivo; algo inaudito, está vivo pero lleva las huellas de su sacrificio y es él quien abre el libro y ante quien se postran todos los habitantes del cielo. El cordero está en pie precisamente porque fue sacrificado, porque derramo su sangre para que con ella se pudiesen lavar los seres humanos.
Al cristianismo le ha gustado en muchas ocasiones ser un movimiento dominador. Una Iglesia que ponga a todos de rodillas a rezar, un Cristo Rey que aplaste a todos los pecadores o los convierta de golpe, un Jesús triunfante.
En tiempos de Jesús se quería un Mesías poderoso, que cortará el cuello a los romanos, que dominase. Después de la resurrección y hasta la llegada del Espíritu Santo parece que sus propios seguidores seguían pensando lo mismo, por eso le pregunta Pedro a Jesús si es ahora cuando va restaurar el reino de Israel. Jesús seguramente se río a carcajadas y después le recordó que el Padre tiene sus tiempos.
El Apocalipsis nos muestra que el problema sigue, pero entonces aparece un personaje que da una gran noticia: “acaba de triunfar el león de la tribu de Judá” y cuando esperamos ver al león, nos aparece el Cordero, el Cordero degollado y vivo que, además, Dios sienta en su trono: ese es el León de Judá, porque Dios no salva por la fuerza, salva por la debilidad, salva por la cruz.
*«Vi también a un ángel formidable que proclamaba con voz potente:
– “¿Quién es digno de abrir el libro y de romper los sellos?”
Y no se encontró a nadie, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en el mundo de abajo, que fuera capaz de abrir el libro y de leerlo. Yo lloraba mucho al ver que nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de leerlo. Entonces uno de los ancianos me dijo:
– «No llores más; acaba de triunfar el león de la tribu de Judá, el brote de David; él abrirá el libro y sus siete sellos.»
Entonces vi esto: entre el trono con sus cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro ancianos un Cordero estaba de pie, a pesar de haber sido sacrificado. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la tierra. El Cordero se adelantó y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono. Cuando lo tomó, los cuatro Seres Vivientes se postraron ante el Cordero. Lo mismo hicieron los veinticuatro ancianos que tenían en sus manos arpas y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos. Y cantaban este cántico nuevo:
– “Eres digno de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación. Los hiciste reino y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.”
Yo seguía mirando, y oí el clamor de una multitud de ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Eran millones, centenares de millones que gritaban a toda voz:
– “Digno es el Cordero degollado de recibir poder y riqueza, sabiduría y fuerza, honor, gloria y alabanza“
Y les respondían todas las criaturas del cielo, de la tierra, del mar y del mundo de abajo. Oí que decían:
– “Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Y los cuatro Seres Vivientes decían el Amén».
Ap. 5
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