Jairo del Agua: Si quieres agua y llueve… ¡Pon el balde majadero! La eficacia de la oración y la imaginación piadosa.
Nos ha hecho “creer” que hay que arrancar los milagros a Dios con la azada de la oración y buenas dosis de dolor y sangre.
Y nos han engañado y nos siguen engañando. Mi lema de juventud era “amor y sacrificio”, como el de varios santos. Error gordo, ahora lo veo claro. Con “amor” basta y sobra.
Algunas amistades me dicen que soy muy bruto escribiendo en un román paladino que ofende a los católicos. Sinceramente, a mí lo que me ofende es que me engañen y que mi Iglesia me haya dejado tirado, como a tantísimos jóvenes de este tiempo. Con la gloriosa excepción de curas y teólogos buenos que, como este predicador de papel, están empujando el carro para sacarlo del socavón de la tradición y el inmovilismo.
Suelo responder a esos cariñosos críticos que lean el Evangelio, que comparen lo que digo y cómo lo digo con las palabras de Jesús a los “guías ciegos”, mucho más duras y contundentes.
La eficacia de la oración no está en unos “resultados” que Dios te envía. No esperes un aprobado o una matrícula. No pretendas un premio en respuesta a la “moneda de la oración” que introduces en el “tragaperras divino”.
Él no puede darte nada porque ya te lo ha dado todo y te lo está dando todo. ¿Cuántas veces das cuerda a tu corazón? ¡Anda, pero si marcha solo! ¿Cuántas veces has pedido que salga el sol? ¿O que las semillas sembradas germinen y den su multiplicado fruto? ¿O que tus hijos crezcan en cuerpo y espíritu? Mi lista de preguntas podría ser inacabable.
Igual, exactamente igual, pasa con todo lo demás. Todo, absolutamente todo, está dispuesto para tu bien y tu felicidad. Pero, amigo mío, eres tú el que se lo tiene que currar, el que tiene que buscar, el que tiene que moverse, el que tiene que sembrar. Porque tú eres el administrador de tu vida.
Son inútiles las cadenas de oración, las novenas, los rosarios, las misas, las peregrinaciones… Eso solo son “imaginaciones piadosas” y esfuerzos baldíos. Salvo que te ILUMINEN y FORTALEZCAN, te empujen a actuar y hagas lo que te corresponda. ¡No pidas Paz, sé pacífico! ¡No pidas Luz, utiliza la cabeza! ¡No pidas fraternidad, sé hermano de verdad! ¡No insistas en pedir amor para todos, derrocha tu amor a todos!
Nos han consolado con la “imaginación piadosa” de creer que cada vez que rezas Dios te suelta unas “gotitas de gracia”, por eso hay que insistir tanto. ¡Qué torpes! ¡Dios se está derramando siempre sobre sus criaturas! Pero eres tú el que tiene que poner el balde y recoger su lluvia abundante y permanente. “Estoy a la puerta y llamo” (Ap 3,20). Él está siempre a nuestro favor, aunque no sepas ni rezar.
¿Por qué, entonces, sentimos consuelo con nuestras prácticas piadosas erróneas? (Siempre que sean sinceras e interiorizadas). Muy sencillo, por “el agujero”. Porque todos los seres humanos nacemos con un “enorme agujero dentro”, el ansia de una Madre, el “íntimo intimísimo de ti mismo”, ese “reino de Dios” que predicó el Nazareno, el ombligo por donde te alimenta la Trascendencia a la que sigues unido, quieras o no, lo sepas o no.
Esa emoción al acudir al Creador es consecuencia de tu fragilidad, de tu pequeñez, de tu “agujero”, que necesita ser llenado para sentirse seguro y en paz ante las inclemencias de la vida. “Nos hiciste, Señor, para ser tuyos. Y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” (San Agustín).
Si, en vez de cristiano, fueras miembro de una tribu inculta, sentirías parecido consuelo al rezar al “tótem pájaro” que preside el poblado. Muchos antepasados adoraron al sol y sintieron tu misma emoción.
Lo que no entiendo es que, siendo cristianos, todavía recemos a “pájaros” sin que en nuestra conciencia suene una aguda alarma. Es el entontecimiento de las “rutinas” impuestas por un “ambiente religioso” prepotente, irrebatible y utilitarista.
No importa en QUIÉN se crea. Lo importante son los BENEFICIOS que esperas obtener. Hemos vendido nuestra capacidad de pensar por unas falsas seguridades. Lo mismo que en la tribu primitiva.
Como católico no puedo rendir mi libertad y conciencia al “sometimiento clerical”. No puedo aceptar que no hayamos avanzado casi nada después de siglos de “revelación progresiva” (luces sucesivas de Dios para hacerse entender por el hombre, limitado, frágil, primitivo e incapaz). Y no sepamos distinguir al Abba de una efigie, de un becerro de oro o de un tragaperras. Lo importante -parece- es tener un “agarradero” para sentirnos seguros.
Hemos llegado al monoteísmo judío y poco más. Ni siquiera las revelaciones del Hijo han prosperado. ¿Por qué? Porque miramos ATRÁS, cosificamos la Religión, momificamos el Libro (en vez de mirar sus luces, coleccionamos los troncos quemados), consagramos a los “sirvientes” (que se erigen en guías “poderosos e irrefutables”). Y, sobre todo, no utilizamos la cabeza (nos han enseñado que la “fe” es decir “amén”, aún en contra de la razón).
Nuestra Iglesia católica es, a estas alturas, más judía que cristiana (perdonad si molesto con la evidencia). Está adherida al Dios “intervencionista y mágico” de los judíos, incompatible con el Abba de Jesús. Por eso en vez de sentirnos LIBRES siguiendo a Quien vino a liberarnos, estamos ATADOS a lo ANTIGUO y a las “interpretaciones erróneas” de los primeros judeocristianos.
Y no me duelen prendas en incluir a Pablo, Pedro y demás apóstoles primeros. Ellos no pudieron verlo todo, ni entenderlo todo, imbuidos como estaban en su judaísmo. Se lo advirtió Jesús: “Pero ahora no estáis capacitados para entenderlas…” (Jn 16,12). También ellos tenían derecho a equivocarse, como lo tenían a montar en burra.
Muchos siglos después nosotros tenemos derecho a VER lo que ellos no pudieron ver y a viajar en avión mejor que en pollino. Tenemos derecho y obligación de marginar el judaísmo primero y sus ignorancias para ser “fieles al Hijo” que vino a mostramos cómo era el Padre, nuestro modelo. “Oísteis que fue dicho… pero yo os digo…” (Mt 5,21).
El que crea que exagero o disparato que preste atención a las “oraciones oficiales”. Comprobará que el 75% son “instrucciones a Dios para que cumpla”. Otro 15% son “encomiendas a seres humanos” para que convenzan a Dios de que sea misericordioso y ceda. Solo un porcentaje exiguo son alabanzas, gracias, ofrecimientos, expresiones de confianza (fe) o expresiones de nuestros deseos y determinaciones.
Sin embargo, en la oración, lo único posible es buscar LUZ y ENERGÍA para caminar el Camino de la existencia, buscar la Verdad y motivar la Vida, abriéndonos a la Fuente. Para eso es la Comunidad y las oraciones comunitarias. Para eso es la Iglesia.
El Padre ya lo tiene todo cumplido y realizado, volcado siempre sobre sus criaturas. Somos nosotros los que debemos seguir sus instrucciones, no a la inversa. Y tener la seguridad (fe) de que está ACTUANDO desde dentro y fuera de nosotros, sin pedirlo siquiera.
Amigo mío, Dios siempre llueve. Eres tú el que tiene que sacar el balde grande y limpio de tu persona para que se llene con su derroche. Dios siempre cumple, porque es fiel. Eres tú el que puede perderse por falta de LUZ y fracasar por falta de ENERGÍA.
Para eso vas a la iglesia. NUNCA para disparatar dándole instrucciones al mismísimo Dios e insultarle llamándole sordo, desmemoriado e inmisericorde.
Yo ya no puedo decir “Señor ten piedad”. Me brota del fondo un rotundo “Señor Tú tienes piedad”, “Señor Tú nos das la Paz”. Y me siento seguro y gozoso. ¿Cómo podemos decir a la Piedad Infinita que tenga piedad?
Te he contado mi experiencia y mis convicciones. Ahora tú haz con tu balde lo que quieras. Mantenlo en el trastero de las rutinas y sigue pidiendo que se llene de agua. Pero no te extrañe si, al cabo de los años, tu balde sigue vacío y seco. Y hasta puede que te atrevas a mencionar el “silencio de Dios”, esa gran blasfemia de los que no aprendieron aquello de “¡El que tenga oídos para oír, que oiga!” (Mt 13,9 y más).
P.D.
“Dios no necesita el olor de los humos de ningún sacrificio ni de ninguna expiación humana”. “Salva el amor de Dios. No salvan las religiones, ni el culto, ni los cumplimientos legalistas”.
“El misterio de Dios desborda todas las religiones, incluido el cristianismo. Nosotros conocemos la manifestación última y más plena de Dios en Jesús, pero la riqueza de su revelación permanece abierta a la acción del Espíritu. Nuestro espíritu debe estar, por tanto, abierto”.
José Mª Mardones en “Matar a nuestros dioses” (Cap. 7- 5).
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