El purgatorio es una gozada
Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:
01.- Final y Finalización
Las lecturas de estos domingos finales del año litúrgico -y la vida misma- nos sitúan ante el final de nuestra existencia, pero no en sentido de “punto y final”, sino en sentido de finalización, de realización del ser humano y de la historia.
Podemos partir de la pregunta: ¿Qué ocurre cuando una persona muere?
Vaya como tesis central que después de esta vida, Dios mismo será nuestro lugar. (San Agustín). Nuestro final y finalización es Dios.
Pero ¿Qué podemos pensar y creer que ocurre cuando una persona muere?
02.- El purgatorio.
Por una parte, cuando morimos, nos encontramos con Dios, Padre de Jesús y Padre nuestro. Esto es ya fuente de paz y serenidad. (Absténganse moralistas y eclesiásticos de vía estrecha). El encuentro con el Señor siempre es amable y salvífico.
Por otra parte, los seres humanos somos débiles y morimos con no poca miseria a cuestas, además de que morimos sin haber desplegado los talentos que Dios nos ha regalado.
Es razonable pensar que necesitaremos alguna purificación de nuestro pecado, al mismo tiempo que necesitaremos desplegar las cualidades o talentos (carismas) que Dios nos ha regalado y llegar a ser lo que Dios tenía soñado para nosotros.
0.3.- ¿Tiempo, lugar y fuego?
A esa situación “pos mortem” le hemnos llamado purgatorio. Y esta purificación post-mortem la hemos entendido como un tiempo en una “sala de torturas” en la que, por el fuego, el ser humano se arrepiente y mejora.
Así el alma de la persona que ha muerto tendrá que pasar 100 ó 1000 años, ¿quién sabe?, sufriendo en el purgatorio.
No parece sensato pensar que se dé una purificación y una realización de la persona por el mero hecho de estar en un lugar “sin hacer nada”, nada más que soportando una tortura porque es lo que parece agradar al Supremo. Es una visión cruel del purgatorio y de Dios. La tortura ni cura ni realiza a nadie. Por otra parte Dios es un sanguinario.
El purgatorio no es un horno (Malaquías) de los “Altos Hornos”.
04.- Feliz Purgatorio: el encuentro con Dios Padre.
Podemos pensar el purgatorio con otras categorías.
El purgatorio no es un “campo de concentración”. El purgatorio no es condenación, sino salvación
Decía Dante que el purgatorio es a farsi belle, Dante, A. La Divina Comedia.
Podemos pensar que el purgatorio no es un lugar, no es tiempo, no es fuego, no es tortura, sino que el purgatorio es un encuentro. El purgatorio es el abrazo infinito del Padre al hijo perdido.
Cuando morimos nos encontramos con JesuCristo y con Dios Padre. Y tal encuentro es, por una parte, perdonador de nuestro mal, y por otra parte es suficientemente realizador de nuestras carencias.
Cristo es el “lugar” de la purificación. El fuego no es una tortura, sino el amor de Dios Padre y de JesuCristo.
Dios mismo, nuestro encuentro con Él, es el “purgatorio”. (L. Boros).
La purificación es el encuentro con Cristo y el cielo consiste en vivir este encuentro y esta gracia.
05.- La experiencia mística
Lo más semejante a la experiencia del purgatorio es la experiencia mística.
El místico es quien siente la cercanía de Dios como luz, como alegría profunda y en ocasiones como tristeza por las propias limitaciones. Sólo quien está muy cerca de Dios es sensible y sufre lo que le separa de Él. El purgatorio es sentir la distancia personal para estar con Dios y el purgatorio será ya la cercanía absoluta de Dios
- 06.- Para decirlo de un modo más gráfico
En la muerte y en la resurrección el ser humano se encuentra con Cristo Jesús resucitado. Ante Él y con Él veré claro quién soy yo: mis limitaciones, mi pecado, y esto será el juicio. Pero El Señor no nos mirará con aire inquisidor y forense. Su mirada será amorosa y salvífica y me transformará, me acrisolará (crisis / crisol: juicio).
Lo mismo que el padre miró y se conmovió ante su hijo pequeño que estaba muerto. La mirada de Cristo me dolerá, pero no por el fuego castigador, sino porque cuando uno se da cuenta del mal que ha podido hacer a un ser querido, a un amigo, le duele y se apena: (es el carácter purificador) y al final ese encuentro con el Señor y con la comunidad, me hacen bien y me completa.
07.- Oración por los difuntos.
Ya desde el libro de los Macabeos, -poco antes de Jesús- creemos que nuestra oración hace bien a las “benditas almas” del purgatorio. (2Macabeos 12,38-45).
La oración de la comunidad cristiana hace bien a los difuntos, pero no conviene contabilizar ni, menos, mercantilizar la oración por los difuntos. No se trata de hacer un tráfico de influencias con las oraciones, ni tampoco nosotros “tapamos” la boca a Dios a base de misas. Todo ello ha conducido a posturas realmente absurdas: ¿Los ricos, como tienen más dinero, pueden “sacar” más misas y, por tanto, llegan antes al cielo? ¿Cuantas más misas, mejor? ¿Hasta cuándo hay que decir misas y oraciones por los difuntos?
Se trata de activar la solidaridad en la fe, es la comunión de los santos.
En el “momento” de la muerte la comunidad cristiana, la comunidad parroquial, la familia, quizás los amigos, los compañeros de trabajo, el pueblo… pedimos a Dios: recíbelo ya junto a Ti, purifícale, Señor, del mal y pecado que, como nosotros, ha podido hacer en la vida y llévalo a la plena felicidad de tu casa.
Pero, desde el momento de la muerte en el que celebramos la Eucaristía por el que ha muerto, no es “sano” el perpetuar misas por los difuntos. Cuando yo celebro el aniversario de la muerte de mis padres, lo que estoy haciendo no es ya pedir por ellos, sino recordar, (recordar significa volver al corazón), me acuerdo de ellos, creo (fe) que viven con el autor de la Vida y que nos une la vida, la fe, la esperanza.
A la muerte de una persona oremos por ella, pero después oremos no tanto por nuestros difuntos, sino que oremos a y con nuestros difuntos. Son ellos quienes oran por nosotros.
Cuando muere una persona la dejamos en tus manos, Señor. Oramos por nuestro hermano, débil como nosotros. Termina la obra de la Creación que un día comenzaste en Él. Como buen alfarero modela ya su persona y llévalo al descanso de las fatigas de esta vida.
Y por eso podemos creer y decir: descansa en paz.
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