El regalo de la vida.
Lc 17, 11-19
«Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz»
Algunos especialistas sostienen que Lucas no está narrando hechos, sino que recoge una parábola cuyo mensaje central sería más o menos el siguiente: “Es mucho lo que recibimos y muy poco lo que agradecemos”. Y quizá nuestro problema no sea solo de agradecimiento, sino de consciencia; de pasar por la vida de forma tan mecánica y rutinaria que no nos hacemos conscientes del don extraordinario que ésta representa.
A veces vivimos a la defensiva, agobiados por mil contingencias negativas que asaltan nuestra vida. Otras, afanosos, deseosos de alcanzar las metas y anhelos que nos proponemos o que nos tientan, pero, en cualquier caso, incapaces de pararnos a pensar en todo lo bueno que hemos recibido empezando por la vida. Por supuesto, todavía somos menos capaces de pararnos a dar gracias a Dios por ello.
Quizá por esa razón, siento un especial deleite cuando el celebrante nos sorprende con la lectura de una plegaria eucarística, tan sencilla, que está reservada a misa de niños.
«Te alabamos Padre por todas las cosas bellas que has hecho en el mundo y por la alegría que has dado a nuestros corazones. Te alabamos por la luz del sol y por el agua clara, y por tu Palabra que ilumina nuestras vidas. Te damos gracias por esta Tierra tan hermosa que nos has dado, por las mujeres y los hombres que la habitan y por habernos hecho el regalo de la vida. De veras, Señor, tú nos amas, eres bueno y haces maravillas por nosotros».
Es estupendo sentirse vivo; ser conscientes de haber recibido el regalo irrepetible de la vida. Porque con la vida hemos recibido también la capacidad de amar y ser amados; de conectar con las personas que nos rodean y gozar íntimamente del lazo afectivo que establecemos con ellas, de sentir esa plenitud que nos llena el alma en algunos momentos y nos transporta a otra dimensión a la que llamamos felicidad.
De vibrar con la belleza de este mundo; una belleza superflua si la miramos desde Darwin, pero imprescindible si la miramos desde la perspectiva de un padre que prepara la morada de sus hijos. De emocionarnos contemplando la inmensidad del firmamento estrellado, el intenso azul del mar, las montañas nevadas en el horizonte, el colorido de los bosques en otoño, el sonido rumoroso de una regata que se desliza entre hojas caídas o el sosiego que trasmite un atardecer de verano…
Y me dirán que la vida no solo es eso, sino que en ella también hay enfermedad, muerte y sufrimiento; y lo que es peor, que todo ello sofoca la esperanza de un futuro feliz donde el mal haya sido superado… Pero es aquí donde recibimos el mejor regalo de todos; la buena noticia que proclama el evangelio y recoge la plegaria: «De veras, Señor, tú nos amas, eres bueno y haces maravillas por nosotros» …
Y es que, a pesar del mal, hay razones para creer que esto tiene sentido, que tenemos futuro… o como decía Ruiz de Galarreta, «que está pensado por una Madre».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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