Desde zurcir calcetines en adelante, los actos ordinarios ayudan a construir el Reino de Dios
La reflexión de hoy es de la colaboradora de Bondings 2.0 Grace Doerfler, cuya biografía está disponible aquí.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo 27 del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
En el evangelio de hoy (Lucas 17:5-10), los Apóstoles le piden a Jesús más fe, y él responde que la fe del tamaño de una semilla de mostaza puede hacer maravillas.
“Si tuvieras fe del tamaño de un grano de mostaza, le dirías a esta morera: ‘Desarráigate y plántate en el mar’, y te obedecería”, les dice a sus discípulos.
En el pasado, he leído este comentario de Jesús como una especie de reprensión. Pero sentarme con este pasaje de las Escrituras me ha invitado a escuchar estas palabras de Jesús de una manera nueva, como palabras de consuelo. Tan pequeña o débil como podamos imaginar que es nuestra fe a veces, Jesús parece estar diciendo que lo que tenemos para ofrecer es suficiente. Y podemos confiar en que Dios está obrando en nuestras vidas, aumentando los frutos de nuestra fe en formas que no necesariamente podemos imaginar.
La segunda mitad del evangelio de hoy, la imagen de Jesús del siervo humilde y obediente parece a primera vista desconectada de la imagen de la semilla de mostaza. Jesús les dice a sus discípulos que no deben esperar una recompensa rápida por su fe, sino que comparan una vida de discipulado con un largo día lleno de deberes.
No es la imagen más glamorosa, quizás. Pero la espiritualidad de Dorothy Day, conocida por su hospitalidad radical, ofrece una clave para entender las dos mitades de este evangelio. En una meditación sobre la Navidad, escribió:
“Qué simplificación de la vida sería si nos forzáramos a ver que donde quiera que vayamos está Cristo, desgastando los calcetines que tenemos que zurcir, comiendo la comida que tenemos que cocinar, riendo con nosotros, callando con nosotros, durmiendo con nosotros.”
Para Dorothy, el discipulado era un deber, y ese deber era un deleite.
Su vida de servicio a las personas en situación de pobreza y falta de vivienda se basó en pequeños actos de amor: lavar los platos, lavar la ropa, hacer las camas para los invitados, orar por los necesitados.
El ejemplo de discipulado de Dorothy nos muestra que no necesariamente necesitamos un aumento de fe para hacer grandes cosas, como imaginan los apóstoles en el evangelio de hoy. Jesús les asegura a ellos, ya nosotros, que la fe que anima nuestra vida cotidiana es suficiente para que Dios trabaje con ella. La santidad existe en las tareas mundanas que constituyen gran parte de nuestras vidas. Dios magnifica nuestros esfuerzos en formas que no vemos o entendemos de inmediato, como una semilla de mostaza que brota para crecer.
Muchos católicos LGBTQ+ lamentan la exclusión de la comunidad, los sacramentos o el ministerio en función de sus identidades; muchos más lamentan las relaciones tensas con los miembros de la familia o la falta de libertad para expresarse por completo. Hay muchas heridas que necesitan curación.
Pero el evangelio de hoy, y su recordatorio del trabajo diario del discipulado, ofrece un vistazo de cómo podemos responder a estos desafíos. Santas son las formas en que nos cuidamos unos a otros, santas las formas en que alimentamos la fe de los demás. Cuando creamos una comunidad para aquellos que han sido excluidos durante mucho tiempo, ya sea por su estatus socioeconómico, estatus migratorio, discapacidad, raza, orientación sexual o identidad de género, plantamos una semilla. Por pequeños que parezcan nuestros esfuerzos, son precisamente la obra de construir el reino de Dios al que Jesús nos invita en el evangelio de hoy.
En el testimonio constante de nuestras vidas, desde el zurcido de los calcetines, estamos invitados a confiar en que Dios siempre está presente, “riendo con nosotros, callando con nosotros, durmiendo con nosotros”. Servir a Dios entre nosotros en todas las formas que Dios toma no es más que nuestro deber, como nos dice Jesús hoy y como nos recuerda Dorothy Day, pero es un deber que puede arrancar moreras y plantarlas en el mar. A medida que nos amamos y nos cuidamos unos a otros, en la fe de que a quien servimos es Cristo, Jesús promete que nuestra fe como la semilla de mostaza puede hacer más de lo que podemos imaginar.
¿De qué maneras pequeñas y ordinarias puedes, como persona o aliado LGBTQ+, ayudar a construir el reino de Dios? ¿Qué acciones pequeñas y ordinarias de otros han tenido un efecto positivo en usted? Deja un comentario en la sección de abajo.
—Grace Doerfler (ella/ella), New Ways Ministry, 2 de octubre de 2022
Fuente New Ways Ministry
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