Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad, que viene de “humus”: barro
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Humildad: humus.
Nunca está de más acudir a la etimología de las palabras. Humildad viene de humus, es decir: tierra, barro, tierra fértil.
- A la hora de tratar de entender lo que pueda significar la humildad, tenemos un primer elemento: caer en la cuenta de que somos tierra, barro. El ser humano más grande o quien se cree grande es, como todos, tierra, barro. Adam, (Adamah) significa barro.
- Y, sobre todo, somos barro en manos de un buen alfarero que modela nuestro ser, nuestra persona. Cuando Dios nos infunde su aliento vital, llegamos a ser seres, personas vivientes, (Gn 2,7).
02.- Humildad y personalidad.
La humildad es como una radiografía, como una analítica que nos “sitúa en nuestro lugar”: nos enseña lo que somos y en qué situación nos encontramos. Tenemos tal edad, tal estatura, determinadas capacidades y limitaciones.
- Un segundo aspecto es que la tierra es fértil, genera vida. Aquí cabe evocar la cuestión de los talentos, de los carismas (cualidades) de los que habla san Pablo. Todo humus da vida.
- Desplegar las cualidades que Dios nos haya podido dar y ponerlas al servicio de los demás es vivir humildemente: humus: vida.
03.- La humildad es vivir entendiéndose desde dios en una buena relación conmigo mismo con los demás y con la creación.
- La humildad es entendernos desde Dios en una buena relación conmigo mismo, con las personas, con la creación.
- La humildad es vivir serenamente conscientes de nuestras cualidades y también de nuestras propias limitaciones y defectos.
- La humildad a veces nos viene dada por la misma vida: por los propios fracasos, por los desprecios y marginaciones que nos pueden hacer.
- La humildad la vivimos con paz desde Dios.
Por una parte me siento creado por Dios y vivo en referencia a Él. Vivo en “mi humilde sitio y condición humana”.
Cuando yo creo que provengo de Dios Padre, vivo mi debilidad y las marginaciones confiando en Dios. Y vivo agradecido por lo que Dios y la vida me han dado “¿qué tienes que no lo hayas recibido?” (1Co 4,7).
En las humillaciones propias o recibidas de afuera, uno se encuentra bien en Dios. Uno descansa y disfruta humildemente en Dios. Podemos disfrutar en la humildad.
Es mejor refugiarse en el SEÑOR
que fiarse de los poderosos.
(Salmo 117,9)
Y desde Dios, miro a los demás como criaturas y hermanos, no como siervos o inferiores. Desde Dios, no desprecio a nadie, “no piso a nadie”. Todos hemos sido creados por Dios, todos somos sus hijos, todos queridos. Cuando nos entendemos desde Dios, no miro a mis hermanos como arios y judíos, vascos y españoles, blancos y negros, hutus y tutsis: todos somos hijos, imagen de Dios.
04.- Entre carismas, talentos y cualidades. Valores.
Dios y la naturaleza nos han dotado a todos de alguna cualidad, de algún valor o, como dice el evangelio, de algún talento; S Pablo les llama carismas.
Solemos decir que hoy en día ya no hay valores. ¡Claro que los hay! Lo que ocurre es que son otros valores. Fue Nietzsche, (que moría en 1900), quien invirtió los valores. Nada de pobreza, ni igualdad, ni humildad. Aquí lo que cuenta es el poder, la moral del más fuerte, la voluntad de dominio del super-hombre.
Resulta pedagógicamente llamativo lo que dice Jesús en el evangelio de hoy. Cuando celebres un banquete no invites ni tan siquiera a tus familiares, sino a los pobres, lisiados, cojos y ciegos.
La sociedad casi siempre mira la existencia humana desde el más fuerte, el más listo, el más sabio, sano, poderoso. En el plano económico, político, deportivo, eclesiástico nos llaman la atención los que son más fuertes y ocupan los primeros puestos.
Cristo (y el cristiano) mira la vida y al ser humano desde el más débil: desde el enfermo, el epiléptico y enfermos mentales, el hambriento, desde los lisiados, pecadores, etc.
Terminemos la primera parte de la Eucaristía rezando un versículo del salmo 130:
Mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad,
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
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