De soledades
La soledad es bella si guardas en tu bolsillo la llave de salida, si hay una mano, un oído, un corazón cercanos cuando comienza a pesar. La soledad es bella, cuando se busca, cuando constituye paréntesis, estación de tránsito, no determinación de por vida.
La soledad espiritual es sencillamente un imposible, pues siempre podemos sentirnos acompañados, la física es otro cantar. La soledad física es bella cuando hay que alumbrar una novela, componer una sinfonía o reproducir un paisaje sublime. La soledad es buena para buscar a Dios Creador/a, para tú también crear en tu limitada esfera. Puede ser buena para comer despacio, meditar tranquilo y caminar prudente, para reír y para llorar sin que nadie se deba enterar.
Nada escapa a la ley divina. Sólo recogemos lo que sembramos. La soledad forzada, la que no se busca expresamente, la va amurallando el egoísmo, el recurrente pensar en exceso en nosotros mismos. Un día resulta que los muros están ya levantados y habrá que pensar quién los cementó.
A Dios gracias, hay nuevas oportunidades para no buscar, si es caso arrinconar, los tristes ladrillos del individualismo; para cultivar con afán e ilusión el encuentro, la mutua ayuda, la cooperación, el compartir. He ahí los valores garantes de compañía y por ende de la felicidad.
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Koldo Aldai Agirretxe
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