Un cuenco de madera maciza, bellamente tallado.
La reflexión de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, Maka Black Elk.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el 18º Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.
“Así será para todos los que acumulan tesoros para sí mismos, pero no son ricos en lo que es importante para Dios”. (Lc 12,21)
Cuando yo era un niño pequeño fui a una boda con mi familia. La ceremonia se realizó a nuestra manera tradicional Lakota. El hombre y la mujer se sientan juntos sobre una túnica de búfalo en el campo abierto. Se alimentaron mutuamente con comida sagrada de pemmican y jugo de chokecherry. El líder espiritual habló, los hirió y ató un cordón de cuero alrededor de sus muñecas, uniéndolos como una pareja. Luego, como era costumbre, caminaron juntos hacia su casa mientras el resto de la comunidad celebraba.
Recuerdo el regalo de bodas que mi madre le dio a la joven pareja: un cuenco de madera maciza, bellamente tallado. Ella les dijo: “Este cuenco de madera se entrega como una oración con la esperanza de que siempre tengan un hogar y tengan la capacidad de alimentar a su familia y tengan abundancia para ofrecer comida a los demás”. Parte del mensaje del regalo fue que tenemos la responsabilidad de dar a los demás y compartir nuestros hogares ya que hemos sido bendecidos al tenerlos.
Como un niño que ya sabía en mi corazón que era gay, no sabía si alguna vez podría estar en esa situación. No sabía si sería posible construir una casa con un socio. Ni siquiera sabía si era algo que sería bueno a los ojos de Dios. ¿Me darían alguna vez un bol como ese con una pareja con la que estaba construyendo una vida juntos? Si eso sucediera, ¿qué podría compartir con los demás?
En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús cuenta la parábola de un hombre rico que atesora sus riquezas y bienes más allá de sus necesidades. Dios le dice al hombre rico: “Necio, esta noche te exigirán la vida; y las cosas que has preparado, ¿de quién serán? (Lc 12,20) Este mensaje nos recuerda la importancia del cuidado de nuestros semejantes. Atesorar la riqueza de uno es privar a los demás. ¿Qué será de tus posesiones de todos modos si no se comparten en el mundo en el que vivimos actualmente?
El cuenco de madera nos dice el mismo mensaje. Ser rico en lo que le importa a Dios es compartirnos a nosotros mismos y nuestras pertenencias. Tomar nuestra abundancia y ofrecerla a los demás.
En la comunidad LGBTQ+, esto no se puede dar por sentado. Algunos han experimentado la falta de vivienda. Otros imaginan una vida destinada a la soledad. Haríamos bien en prestar atención a las palabras de Jesús y asegurarnos siempre de compartir nuestra abundancia unos con otros, especialmente con los más necesitados.
Hoy pienso en ese cuenco y sé que es posible. Con o sin pareja, puedo construir un hogar y compartir mi abundancia. Ese cuenco me recordará que yo también puedo ser rico en lo que a Dios le importa.
—Maka Black Elk, 31 de julio de 2022
Fuente New Ways Ministry
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