Marta, Marta (2). Contra unos “obispos” ocupados en hacer cosas, sin amor ni escucha de Jesús (acusando encima a las “marías”)
Del blog de Xabier Pikaza:
Presenté ayer (14.7) el tema (Marta y María 1),insistiendo en una iglesia de “martas/martos” (obispos/gestores) centrados en hacer cosas, sin escuchar a otros, obispos que corrigen de plano a Jesús, sin cumplir su plan y encima se quejan ante él, acusando a las “marías”.
Hoy destaco la respuesta de Jesús que corrige a las “martas” y defiende a las “marías”, insistiendo en la necesidad de “escucharse” mutuamente (amar) y no en hacer cosas sobre (contra) otros.
| X Pikaza Ibarrondo
Palabra de Jesús:
Y Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.”Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor, y no se la quitarán (Lc 10). (imagen: Marta y María en la Catedral de Baiona).
Advertencia de Juan de la Cruz
Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores,que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración, aunque no hubiesen llegado a tan alta como ésta.
Cierto, entonces harían más y con menos trabajo con una obra que con mil,mereciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuerzas espirituales en ella; porque de otra maneratodo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aun a veces daño. Porque Dios os libre que se comience a envanecer la sal (Mt. 5, 13), que, aunque más parezca que hace algo por de fuera, en sustancia no será nada, cuando está cierto que las obras buenas no se pueden hacer sino en virtud de Dios (Cántico Espiritual B, Canción 28).
Introducción
El tema responde a la situación de la iglesia en tiempos de Lucas (final siglo I d.C.), pero recoge la problemática del siglo XXI, con una iglesia de obispos a los que Jesús acusa de hacer cosas secundarias (y a veces malas) sin escuchar ni amar como María.
Como sabe Jn 10 (y el puesto muy de relieve en el capítulo final de Hombre y mujer en las religiones, Marta cumplía y cumple otras funciones positivas en la iglesia, pero debe cambiar de un modo radical, si quiere vivir según el evangelio de Jesús.
No es un conflicto entre hombres y mujeres, como se ha supuesto después…, conforme a una mala interpretación de todo el Nuevo Testamento. Es un conflicto entre grupos que quieren mandar y otros que han de estar sometidos. Éste es un conflicto que aparece a lo largo y a lo ancho de todo el evangelio, es un conflicto de poder, puro y duro como seguiremos viendo.
COMENTARIO (sigue tema de 14.07.22)
- Conflicto en la iglesia. Acusación de Marta (10, 40b)
La acusación de Marta, diciendo que María la abandona en el trabajo y pidiendo a Jesús que le reprenda, nos sitúa en el centro de un conflicto eclesial en torno a poderes y servicios. Ciertamente, Lucas sabe que existe una causa de conflicto intra-eclesial: la búsqueda de poder: ¿quién es el más grande? Significativamente (defendiendo la memoria de los apóstoles), él ha omitido la tradición donde se hablaba del deseo de poder de los zebedeos (Mc 10, 35-40; Mt 20, 20-23), pero el tema de fondo sigue siendo el mismo: es un tema de poder.
Lucas sabe que los discípulos han buscado los primeros puestos, queriendo establecer una sociedad jerárquica donde ellos mismos sean los privilegiados; y sabe que Jesús ha respondido, diciendo que es preciso hacerse niños (pequeños) para así volverse grandes. (Lc 9, 46-48). En ese fondo se sitúa nuestro texto. Por eso lo citamos en tercer lugar, después de haber presentado otros dos pasajes donde Lucas alude a las disputas eclesiales por causas del “servicio”:
* Lc 24, 24-30. Disputa sobre la grandeza. En el contexto más solemne de la vida de Jesús, el día de la ultima cena, ha situado Lucas la discusión de los discípulos de Jesús sobre quien de ellos parece ser más grande (22, 24). Ha culminado el camino del mensaje, están en Jerusalén, y cuando resulta que debían haber resuelto todos los problemas de este tipo, ellos disputan buscando grandezas y poderes.
Jesús les responde acudiendo a la comparación del servicio en la mesa y pidiendo a los discípulos que se vuelvan servidores o diakonos de los demás, pues él mismo ha querido comportarse en medio de ellos como el servidor. [1] Así ha venido a comportarse dentro de la iglesia como auténtica Marta (si este nombre vale). Por eso, lo que Marta realiza en 10, 38-42 al servicio de la comunidad pertenece al misterio de Jesús. El problema no estará por tanto en servir, sino en la forma de hacerlo.
Una vez y para todas, Jesús ha elevado en la iglesia, en el momento más solemne de su cena de despedida, el ideal y ejercicio del servicio, convirtiéndolo en clave de su vida. Por tanto, toda división parcial entre mujeres servidoras y hombres jerarcas, entre martas trabajadoras y marías contemplativas resulta contraria al evangelio.
* Hech 6, 1-7. Disputa en torno al servicio: mesas y palabra. El problema de la iglesia no es el servicio, sino el no servicio, o la manera partidista de realizarlo. Así lo muestra este pasaje que recrea, dentro de la obra general de Lucas y en ámbito de iglesia, los motivos que hemos descubierto en el nuestro (en Lc 10, 38-42).
Los “helenistas” (judíos de lengua y cultura más griega) murmuran contra los “hebreos” (comunidad oficial de Jerusalén, de lengua aramea, centrada en los Doce) porque sus “viudas” quedan relegadas en el servicio diario, es decir, en la asistencia personal (Hech 1) La disputa la resuelven los Doce, afirmando que ellos deben mantenerse fieles a la oración y al servicio de la palabra (en una línea que parece propia María) y pidiendo que la comunidad reunida elija a Siete personas responsables del servicio de las viudas y las mesas (es decir, en una obra que parece más cercana a la de Marta).
Como vemos, el problema de Hech 6 sigue siendo el de Lc 1o, 38-42, pero de algún modo se ha invertido: los helenistas no protestan porque tienen mucha diaconía(como Marta), sino porque ella no está bien realizada, porque las viudas (servicio personal) y las mesas (servicio alimenticio) no están bien atendidas.
En contra de lo que sucede en Lc 10, 38-42, el libro de los Hechos resuelve el problema dividiendo las funciones (los Doce se siguen encargando del servicio de la palabra y los Siete de las mesas) de una manera que acaba resultando irónica o, quizá mejor, paradójica. Lucas sabe, por un lado, que el servicio de mesas y palabra resulta inseparable, pues los Siete de las mesas, a quienes ordinariamente se llama los diakonos(olvidando que la diaconía pertenece también el servicio de la palabra: cf. Hech 6, 4), realizan inmediatamente un ministerio en línea de palabra.
Por otro lado, los pioneros de la apertura universal de la iglesia no han sido los Doce (encargados “oficialmente” de la Palabra), sino los Siete: la Palabra del evangelio sólo ha podido extenderse allí donde se realiza el servicio de las viudas y las mesas: la misión cristiana se ha extendido y realizado precisamente a través de los helenistas, es decir, de los servidores, como sabe el resto de Hechos. Han sido ellos, los representados por la Marta de 10, 38-42, los que han extendido de verdad la iglesia.
Eso significa que la disputa en torno a palabra y servicio resulta por un lado normal y por otro ella no puede conducirnos a una división nítida de funciones (por un lado ministerios sociales, por otro contemplativos o de la palabra), pues no existe en verdad tal ruptura. Significativamente, en este pasaje, tanto los Doce (palabra) como los Siete (mesas) aparecen personificados en varones. En el fondo, el poder eclesial está vinculado al servicio y palabra. [2].
* Lc 10, 38-42. Marta y María, servicio y palabra. Nuestro texto reasume el esquema de Hech 6, volviendo a contar de algún modo la misma historia de conflictos eclesiales, pero lo hace con algunas diferencias fundamentales que debemos resaltar: una referida al sexo, otra al estilo narrativo.
Hay una diferencia de sexo. Los representantes de la iglesia son dos mujeres: ellas ocupan el lugar estructural de los Siete (Marta) y de los Doce (María), aunque sus funciones no se identifiquen sin más con las de ellos. Sólo de esta forma, a modo de parábola, superando un esquema historicista (definido en Hechos de forma masculina), dentro del evangelio, Lucas ha podido evocar el tema de los servicios eclesiales (simbolizados en otro contexto por los Doce y los Siete) desde la perspectiva de dos mujeres. Ellas representan al conjunto de la iglesia (igual que los Doce y Siete de Hech 6), apareciendo así como espejo de la comunidad cristiana.
Hay también una fuerte diferencia narrativa. Hech 6, 1-7 parece una etiología históricaque, asumiendo algunos datos realmente sucedidos, reinterpreta la historia cristiana y presenta la primera división de funciones dentro de la iglesia primitiva. Por el contrario, Lc 10, 38-42 es una historia parabólica fundante; los posibles datos reales de fondo son aquí muy secundario. La realidad e importancia del texto viene dada por la forma en que Jesús interpreta los servicios a partir de estas dos mujeres.
Como hemos dicho ya al comienzo de este trabajo, no tenemos que partir de Lc para entender desde ese fondo el texto de Hech, sino casi lo contrario. El problema de fondo de nuestro pasaje viene dado por Hech 6, con su visión de la historia y vida de la iglesia (definida básicamente por el ministerio de los varones). Pues bien, desde ese fondo tenemos que volver a Lc 10, 38-42, descubriendo cómo se recrean los aspectos principales del mensaje de Jesús.
Lo que Hech 6 narraba en forma masculina (Doce varones hebreos y Siete helenistas), ha querido reinterpretarlo Lc 10, 38-42 desde el simbolismo de las dos mujeres. Lo que antes no podía decir lo dice ahora, presentándolas a ellas (dos mujeres) como signo de las tareas eclesiales, realizadoras de los dos “ministerios” básicos de la comunidad cristiana.
- Respuesta de Jesús. María ha elegido la mejor parte (10, 41-42)
El conflicto es semejante en Hech 6 y Lc 10, pero las soluciones son distintas, según el contexto y finalidad de cada pasaje. Por eso resulta peligroso absolutizar uno de ellos, tomándolo en exclusiva o aislándolo del contexto. Los matices son distintos en cada caso:
*En la disputa de la Última Cena Jesús mismo se identifica como diácono fundante de la iglesia, interpretando el evangelio a modo de servicio a los demás (cf. 22, 24-30); en ese contexto no existe más palabra que la entrega de la vida, ni más función eclesial que la preparación y gozo del reino expresado en la imagen del servicio de las mesas, el banquete que Dios ofrecer a los humanos.
* En la disputa de hebreos y helenistas, al comienzo de la historia de la iglesia,Hech 6 ofrece una respuesta de compromiso y colaboración: servidores de la palabra y de las mesas deben realizar su propia tarea para bien del conjunto de la iglesia. Ambos aspectos resultan inseparables, de manera que el servicio de la palabra sin la comunión de las mesas termina siendo estéril.
* La disputa de Marta y María retoma esos motivos y los sitúa en una perspectiva más personal, fijándose en la actitud de cada protagonista más que en la obra externa que realizan. Es evidente que el Jesús de Lucas no puede ir en contra de la diaconía o servicio humano, que él ya visto en los restantes casos como centro de la vida de la iglesia. Pero quiere matizar y matiza sus riesgos, poniéndose de parte de María, la oyente de la palabra.
Para situar mejor la solución de la disputa, con la respuesta de Jesús, podríamos acudir a la famosa contraposición de 1 Cor 13, 1-3 donde se habla del riesgo de un hacer muy intenso (entregar todos los bienes, arriesgar el propio cuerpo) al que, sin embargo, falta el amor. Así podría decirse que Marta hace muchas cosas, pero en su obra hay carencia de amor personal: ella hace cosas por (para) Jesús y su iglesia, pero no escucha su voz, no le acompaña en la experiencia más honda de la vida que, que es palabra compartida.
En esa misma línea, pero ya dentro de Lc, debemos recordar la alabanza de aquella mujer kdel pueblo que proclama bienaventurada a la madre de Jesús, identificándola con un vientre gestante y unos pechos que amamantan. De esa forma la sitúan en el plano de las obras, si por obra puede aquí entenderse el gesto y donación suprema de una mujer que ofrece al hijo cuerpo y vida (vientre y pechos). Pues bien, en contra de esa alabanza parcial eleva Jesús la verdadera: Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen (Lc 11, 27-28).
Volviendo a nuestro texto, la comparación es simple. Marta se encuentra en la línea de la madre “física” de Jesús a quien alaba la mujer del pueblo. María, en cambio, es la que escucha la palabra; el texto no se añade que ella cumple esa palabra, pero la respuesta de Jesús lo supone. Al situarse en ese fondo, a la luz de Lc 11, 27-18 (=alabanza general de aquellos/as que escuchan y cumplen la palbra), es evidente que María ya no simplemente una figura femenina, sino signo de todos los varones y mujeres que se sitúan de forma personal ante Jesús.
La respuesta de Jesús a la mujer del pueblo no es de exclusión (una u otra) sino de gradación (bienaventurados más bien: menoun). Desde ese fondo podemos hablar de un riesgo de Marta (que actúa sin escuchar, que sirve sin dialogar, pero también podemos hablar de un riesgo de María, ejemplificado en aquellos que han escuchado la enseñanza de Jesús, llegando incluso a comer con él, pero no han cumplido sus palabras (Lc 13, 25-28). La verdadera “comida” del reino exige un gesto más profundo de escucha y cumplimiento de la palabra.
Así podemos volver a nuestra escena, para escuchar la respuesta definitiva de Jesús. Todo lo ya dicho nos permite suponer que las figuras de Marta y María se encuentran contrapuestas de un modo tipológico, para destacar el riesgo de un hacer sin escuchar, de una organización y servicio eclesial que se separa de la fuente de vida del encuentro personal con Jesús. Aquí no se habla del riesgo de María (un posible escuchar sin hacer), sino del riesgo de Marta. Para ella habla Jesús, no para condenarla (como a los de Lc 13 25-28), sino para ayudarla a profundizar en la hondura humana, dialogal, amante del auténtico servicio cristiano:
- Marta, Marta, te preocupas y estás perturbada por muchas cosas (10, 41b). Ella quería que Jesús hiciera ver a María su falta de cordura (su comodidad), obligándola a ayudarla en su tarea. Pues bien, Jesús responde de manera inversa y, en vez de enfrentarse a María, se enfrenta con la misma Marta, mostrándole la raíz de su inquietud.
Indiquemos ya desde ahora que el final externo de la escena queda abierto: podemos y quizá debemos suponer que Marta empieza por sentarse a los pies de Jesús, con María y que después las dos (los tres: Jesús se incluye) realizan los servicios más externos. Jesús no dice a Marta que siga “trabajando”, condenándola a ser una esclava perpetua de sus labores, ni a María que siga por siempre sentada, sin que destaca para las dos (para Marta y María) el valor de una escucha personal de la palabra.
Y así volvemos de nuevo a la trama de la escena. Jesús no rechaza ni condena a Marta (no la expulsa de su ministerio), pero le recuerda el riesgo de dispersión en que se encuentra: su afán por el servicio (organización eclesial y perfección externa de las obras) puede separarle de la raíz de la Palabra, de la fuente del Señor. Este es el riesgo de unas obras que escindidas del manantial de la gracia (del evangelio) pueden convertirse en nuevo legalismo.
De esa forma reasume Jesús una temática que ha expuesto ya de un modo general en 12, 22: “por eso, yo os dicho que no os preocupéis (con merimnate, la misma palabra de 10, 41) por la vida, qué comeréis…”. Eso significa que Marta no está condenada a ser eternamente “marta ansiosa”, fatigada y perturbada por las obras, en trabajo sin fin (como un Sísifo o Tántalo obligado a esclavitud sin fin). Jesús la invita a superar la ansiedad de su trabajo, a sentarse con María, a compartir la palabra. Todos aquellos exegetas eclesiales (y son muy numerosos) que han querido que Marta siga siendo siempre “marta”, trabajadora sin palabra, mujer sin intimidad de diálogo personal con Jesús, desconocen la dinámica más honda del pasaje, van en contra del Jesús de Lucas.
Marta sirve a Lucas para mostrar el posible carácter destructor de una preocupación o trabajo en el campo de la diaconía eclesial. Ella corre el riesgo de reproducir en formas eclesiales (en perturbación intra-cristiana) un tipo de actitud que Lc 12, 12 condena luego en clave general. Ciertamente, Lucas sabe que la diaconía es necesaria, pero puede introducirse dentro de ella un tipo de preocupación destructora, que destruye no sólo a sus agentes, sino también a sus destinatarios: servir sin amor (sin palabra) termina degradando, enloqueciendo, a servidores y servidos.
* Una (sola) es necesaria (10, 42a). Frente a lo mucho que perturba a Marta, sea en sentido intensivo (diakonía fuerte: pollên) o extensivo (muchas diakonías: peri polla), Jesús destaca el valor de una una sola necesaria. Según Lc 12, 31 (cf. Mt 6, 33) esa cosa necesaria es la busqueda del reino; siguiendo en esa línea, Lc 18, 22 añade que para conseguirlo (alcanzar la vida eterna) es necesario dejar todo (vender todo, abandonar los antiguos trabajos y tareas), para dárselo a los pobres y seguir a Jesús en el camino.
Eso es lo que María está haciendo: ha dejado todo y se ha sentado a los pies de Jesús, para escucharle (dándolo todo a los pobres y siguiéndole en la única cosa necesaria de su reino). Esta unidad (que define a María) se expresa en la búsqueda del reino y en el seguimiento de Jesús y se contrapone a la multiplicidad de las tareas ministeriales que siguen perturbando a Marta, incluso dentro de la iglesia.
Da la impresión de que Marta sigue interpretando el evangelio en la línea de las muchas obras, de la inquietud y perturbación por el trabajo, como si el mundo se salvara a través de las acciones ansiosas de los hombres y mujeres de la tierra. De esa forma, ella corre el riesgo de reintroducir dentro del servicio eclesial (por otra necesario, pues hay que dar todo a los pobres) las formas de vida e inquietud del mundo, la lógica de un trabajo que destruye la gracia de la vida.
La única cosa necesaria no puede entenderse a nivel de pura contemplación “helenista” (sentarse y meditar en forma transcendental, sin hacer nada), sino de acogida de Jesús, para dar todo a los pobres y seguirle en el camino, cumpliendo su palabra. Por eso, la escucha de María no se opone al “hacer”, si no a un tipo de hacer sin gratuidad que destruye a quien lo ha realizado (y que ignora el valor personal de aquellos a quienes se dirige).
Recordemos que esta palabra se dirige a Marta. Para realzar bien su ministerio, ella debe ponerse a los pies de Jesús como oyente personal, en escucha de la palabra, en elección y transformación interna.
Lo que Jesús quiere de Marta no es el servicio externo (que lo podría hacer un puro esclavo o actualmente una máquina). Lo que Jesús quiere es su entrega personal, su comunicación humana. Para ello ha de sentarse como María, recreando su vida desde el nivel de la palabra.
Por otra parte, para que su escucha resulte evangélica, María debe levantarse después y cumplir la palabra de Jesús en el camino, sirviendo en la iglesia a los hermanos. Verá el lector que estamos entendiendo la escena de una forma parabólica, poniéndole un final que ahora no tiene (y que la iglesia, en general, no le ha dado): las dos hermanas se sientan y escuchan, las dos luego se levantan y trabajan juntas, en gesto de comunicación personal.
* En efecto, María ha escogido la parte buena (10, 42b). Frente a las muchas cosas que perturban por ahora a su hermana, ella ha escogido la parte buena… No se la han impuesto: no es una esclava callada, obligada a obedecer, mujer objeto a quien la turba ordinaria de varones a comprado y pagado para que les escuchen en sumisión sexual, sino que ella ha elegido (exelexato).
Jesús no quiere oyentes a la fuerza, no necesitan mujeres que le atiendan, como criadas de lujo, sumisas a su voz de amor (como vestales antiguas de Roma o vírgenes del Sol andino) sino personas (mujeres y/o varones) que escojan este nuevo y más alto tipo de servicio que consiste en la escucha de la Palabra de Dios, es decir, en la conversación personal.
La acción fundamental de María se condensa en esta palabra: ella es una mujer-persona que ha podido elegir y ha elegido. Desde el fondo de los siglos nos llegan los lamentos y silencios de las infinitas mujeres que han no han podido elegir, sino que han estado ahí, se han expuesto a sí mismas (en carne y alma), para ser elegidas por el varón o ley de turno. Las más afortunadas eran aquellas a quienes escogía el rey de Persia, como a Ester, o el guerrero vencedor de turno, como a Axa en Jc 1, 10-15. Las menos afortunadas eran aquellas a quienes expulsaban a la calle o elegían a la fuerza los últimos del mundo. Unas y otras, todas (casi todas) eran simplemente esclavas, del rey o del sistema y varón de turno. [3]
María no está condenada como mujer al servicio que le imponen los varones, ni es esclava de un patriarcal o de un sistema que le impone su dominio. Ella ha hecho una opción, ha escogido, en gesto personal que le vincula con Jesús, a través de la palabra. Los servicios en cuanto tales se pueden imponer, haciendo del humano un esclavo. La palabra, en cambio, abre a varones y mujeres un espacio de libertad personal. Eso es lo que tiene María frente a Marta: ella ha elegido el diálogo con Jesús y Jesús respeta su elección y ratifica su escucha: de esa forma la valora.
Frente a la mujer-esclava amable, a quien miles de panegiristas varones han exaltado por su obras de servicio abnegado para bien de la vida, ha destacado Jesús a la mujer-persona libre que ha sido capaz de escoger, dejándose transformar por la palabra. Frente a Marta que aparece perturbada desde fuera (como indica el pasivo del verbo griego: thorybadsê), María viene a presentarse como una persona que ha podido hacer una opción, superando así el nivel de los cuidados angustiosos, de la acción esclavizante.
María ha elegido la parte buena (agathên merida), es decir, aquella porción o herencia que Dios mismo ha ofrecido para el pueblo israelita. Ella aparece así como heredera de las promesas más: ha llegado al cumplimiento de aquello que el mismo Dios había preparado para el pueblo. Siendo iglesia de Jesús (escucha su palabra), ella es plenitud del pueblo israelita. [4]
* La cualno le será quitada (10, 42). El texto supone que la elección de María se encuentra amenazada. Parece que es su misma “hermana” Marta (los representados por ella) quieren quitar a María su elección y escucha, su libertad y amor fundante, para introducirla en la marea igualitarizante, en la rueda común de las preocupaciones y cuidados que van implicados en la mucha diaconía.
Nos hallamos ante el riesgo del pecado original de los hermanos que es la envidia. Aquí aparece encarnada en dos mujeres, porque ellas son símbolo del todo eclesial y porque la disputa envidiosa de “hermanas” se encuentra en el centro de los recuerdos bíblicos (como hemos citado ya al hablar de Sara-Agar, Lía-Raquel, Penina-Ana…). Sabe la Biblia, sin embargo, y sabe el evangelio, que este no es un mal de celos de mujeres, sino el mal fundamental humano, el pecado original de la historia que puede expresarse en el centro de la misma iglesia. [5]
Pues bien, Jesús resuelve el riesgo de violencia oponiéndose al deseo nivelador de Marta y ratificando la elección de María, prometiéndole que nada (nadie) podrá arrebatarle su opción… Esta elección permanece valiosa para siempre, conforme a la palabra de Jesús, dentro del proyecto de vida de la iglesia. Es la elección del diálogo y la palabra, que deberá asumir la misma Marta, para que ambas hermanas puedan compartir el gozo la existencia, traduciendo la escucha de Jesús en escucha mutua (dialogando una con otra).
Al decir que la buena parte que ha elegido no le será quitada… , el texto esta suponiendo que el riesgo existe. Parece que hay personas dentro de la iglesia que quieren arrebatar a María esta libertad de elección, esta capacidad de escucha de la palabra, con todo lo que ella significa (autonomía en pensamiento y vida, capacidad de decisión etc.). Pero Jesús la defiende y con su palabra ratifica la opción y programa de María, en sentencia que puede recordar la sentencia paralela de Mc 14, 9:”el cualquier lugar donde se predique el evangelio se dirá lo que ella ha hecho para memoria de ella”. [6]
María ha optado por la escucha de la palabra, iniciando así un camino de fidelidad evangélica que debe permanecer para siempre dentro de la iglesia. De esa forma se ha situado en la línea de la auténtica bienaventuranza: ¡Felices más bien los que escuchan la palabra de Dios! (Lc 11, 27-28). De esta forma, dialogando con Jesús, María viene a presentarse no sólo como su servidora en plano externo, sino como verdadera familia verdadera de Jesús (cf. 8, 19-21), compendio de la iglesia.
Del plano de unas obras (diaconía exterior) que se pueden convertir en nuevo legalismo, pasamos al de la escucha personal de la palabra. Ella, la hermano menor de la casa (de la iglesia) es el modelo de auténtica escucha de la palabra, que, conforme a Lucas, había iniciado ya María, la madre de Jesús (cf. Lc 2, 19.51-52; Hech 1, 13-14). Pero Jesús no quiere hablarle a ella (ella ha realizado ya su elección y permanece en ella para siempre), sino que por medio de ella quiere hablar a Marta, es decir, a todos los que corren el riesgo de perderse en un mundo de obras y servicios que perturban, porque no se fundan en la fuente de verdad de la Palabra.
- Problemas y sentido actual del texto.
Recopilemos lo dicho. Como hemos venido indicando, estas dos mujeres representan al conjunto de la iglesia. Ellas son el signo de la aldea o casa (nueva humanidad) que nace allí donde acoge a Jesús. Por eso, nos parece falsa una lectura tradicional que las entiende como dos tipos de mujeres contrapuestas, una más valiosa que la otra, pero ambas sometidas a una misma jerarquía superior formada por varones. Recordemos sencillamente esta interpretación:
* Marta sería la mujer servidora-criada (que realiza tareas materiales). Frente a la diaconía de los varones que se puede convertir y se convierte pronto en ministerio oficial, autoridad jerárquica en la iglesia (obispos, presbíteros, diáconos), Marta representa el servicio de aquella que no deja de ser nunca servidora, pues no tiene poder ni autoridad ni poder para otra cosa (el servicio no es poder). Ella es la mujer-acción: crea un espacio de vida externa agradable para los varones.
* María sería la mujer contemplativa-pasiva, que se limita a escuchar en silencio, sin tener nunca una palabra que decir, ni acción que realizar. Ella es la mujer-alma que acoge y escucha a Jesús en recogimiento, la mujer amante espiritual y sumisa, siempre atenta a la enseñanza de los varones jerarcas (obispos, presbíteros), representantes de Jesús dentro de la iglesia.
Unidas así, las dos mujeres formarían la pareja ideal de la existencia femenina. Una visión de este tipo constituye el sueño de muchos varones que quieren una mujer doble, Marta y María (en una o en dos), en servicio y escucha de la palabra. De esta manera, sobre el binomio femenino de servicio sin autoridad y escucha sin proclamación de la palabra (también aquí sin autoridad), se ha podido elevar en la iglesia la autoridad ministerial de los varones (sacerdotes) que realizan las tareas oficiales. De ese modo, frente a las mujeres criadas y a las místicas, se elevan como jerarquía de palabra y ministerio autorizado los “sacerdotes” de Jesús.
Entendido así, el texto sería una parábola de dos mujeres en cuanto mujeres, no en cuanto personas. Por eso, los varones se podrían sentir por encima de esa dicotomía: ciertamente, ellos realizan en su vida un gesto de servicio y de escucha (acogimiento); pero ellos pueden unir y han unido desde siempre esos dos rasgos y, al mismo tiempo, como delegados de un Cristo varón se han elevado dentro de la iglesia, como autoridad administrativa o jerarquía Por eso, ellos no escuchan este texto: no les habla, no es para ellos; o si lo escuchan e interpretan es sólo para aplicarlo a las mujeres, en un tipo de catequesis de servicio y sometimiento femenino.
Pues bien, esta manera de entender el texto ignora y/o destruye su mensaje universal y más profundo. Marta y María son representantes del conjunto de la iglesia. Ellas simbolizan, desde una perspectiva fraterna y femenina, a todos sus varones y mujeres, y de un modo especial a los ministros (presbíteros y obispos) que han en ella, como hemos visto al comparar nuestro pasaje con Lc 6, 1-7. Por eso, quienes alzan y separan el ministerio de los varones sobre esta acción y escucha de Marta y María destruyen la intención del texto y escinden la vida de la iglesia..
Como hemos dicho, ellas son hermanas, pero no en cuanto familia carnal, sino como representantes de una comunidad cristiana que recibe a Jesús (a sus delegados). Así pueden presentarse como signo del conjunto de la iglesia, encarnando (anticipando) en su persona todos aquellos ministerios eclesiales que después podrán surgir en ella:
* Marta ha recibido a Jesús y se afana por realizar el servicio vinculado a su proyecto de reino, aunque el agobio de las muchas acciones puede separarla de la atención a la palabra en la que todas las tareas eclesiales hayan su cimiento (cf. Lc 6, 46-49). Es evidente que Jesús no condena su servicio, vinculado al cuidado de la comunidad, en especial a las viudas y mesas; más aún, a la luz de todo Lc-Hech, ese servicio resulta esencial para el despliegue de la comunidad. Pero es también evidente que Lucas ha querido proyectar en ella el riesgo de un servicio convertido en pura acción, lucha agobiante, sin diálogo personal ni interioridad de amor (cf. 1 Cor 13, 1-7).
Entendida en el trasfondo de su obra, a la luz de la historia más antigua de la iglesia, podemos entender a la diaconía de Marta servidora como ministerio eucarístico. Su trabajo está al servicio del pan compartido, de la comida común, de la eucaristía. Ella no es una criada de la casa, que prepara el local con las luces y los panes y el vino, para que después venga el anciano o epíscopo para celebrar la “comida”… Ella ha acogido a Jesús, es decir, a la comunidad. Es evidente que ella actúa como responsable o presidente de la comunidad, como anfitriona de la casa que es la iglesia. Pero Lucas sabe que en su función puede esconderse un peligro activismo: la preocupación sin amor, la iglesia que se vuelve de nuevo una fábrica de trabajos y leyes.
* María, por su parte,escucha la palabra, pero no para después quedar callada, en mística pasiva, sino para cumplir y expandir lo que ha escuchado, como supone todo el contexto de Lucas (cf. Lc 8, 21). En esta perspectiva se ilumina la escena anterior del mismo Lc, con la palabra del escriba israelita que interpreta rectamente la ley, resumiéndola en el doble mandato (amar a Dios y al amar al prójimo), y la respuesta de Jesús, condensada en la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37).
Entre María que escucha la palabra de Jesús y el Buen Samaritano que se hace prójimo del hombre herido del camino hay una profunda conexión: la misma palabra que María escucha debe culminar y expresarse en aquello Jesús dice al escriba: vete y obra de manera semejante, es decir, como el Buen Samaritano (10, 37). Frente al escriba que quiere justificarse (10, 29), porque se está buscando a sí mismo, sin escuchar a Jesús, ha situado Lc a María, que está escuchando la palabra de Jesús, de tal forma que ella puede cumplir y cumplirá lo que Jesús pide al escriba:¡vete y haz lo mismo, es decir, pórtate como el Buen Samaritano!
De esta forma, el texto nos sitúa en el centro de la misma dinámica misionera y eclesial de Lucas. Su evangelio es un texto donde todo está implicado, de manera que las diversas escenas se oponen y completan mutuamente. Sin duda alguna, el pasaje de Marta y María tiene cierta unidad interior y puede interpretarse partiendo de sus propios simbolismos. Pero, si queremos entenderlo mejor tenemos que situarlo al interior de todo el evangelio.
Así podemos hacer un breve esquema, vinculando a los samaritanos de 9, 52-56 con los diversos personajes de las dos escenas que Lc ha querido unir: la del buen samaritano (10, 25-37) y la de Marta y María (10, 38-42). Ambas culminan de algún modo en la enseñanza sobre la oración (11, 1-13), pero ahora dejamos ese tema fuera. Veamos quién es quién en cada uno de esos textos:
* Los samaritanos de 9, 52-57 que no acogen a Jesús en su aldea, son signos de todos los que rechazan el mensaje y camino de reino de Jesús, de todos los que cierran la casa de su hospitalidad, quedando así aislados en su propia violencia.
* Frente a aquellos samaritanos hemos elevado la figura de la mujer-Marta (10, 38-42), que recibe en su aldea a Jesús. Ella es signo de todos los buenos servidores, de todos los que abren la casa de su hospitalidad y su cariño a los que van subiendo en el camino de reino hacia Jerusalén. Sin embargo, esta mujer-Marta corre el riesgo de convertir la acogida en gesto de pura organización, de un servicio exterior fatigante (como ha pasado y sigue pasando muchas veces a los jerarcas de la iglesia).
* Frente a los samaritanos inhospitalarios se eleva también el Buen Samaritano (10, 30-37). Él se encuentra en la línea de Marta.Ciertamente, él no ha recibido a Jesús (al herido) en su casa, no crea iglesia como Marta (es hombre de camino). Pero sabe ayudar al necesitado, haciéndose prójimo de aquellos que se encuentran caídos al borde del camino, para llevarlos al pandokheion, que puede interpretarse como posada, lugar de acogida universal. Siguiendo en esa línea, Marta debe acoger en la casa de la iglesia (casa de Jesús y los hermanos) a todos los necesitados, creando así un espacio de convivencia universal humana. [7]
* Frente al buen samaritano se sitúan el Sacerdote y el Levita que bajan de Jerusalén (de haber escuchado la Palabra de Dios en el templo y de haber cumplido el rito), sin ser capaces de ver y ayudar al herido al borde del camino (10, 31-32). Ellos se encuentran, sin duda, en la línea de María, como profesionales de la religión. Pero es evidente que no han oído de verdad la palabra; su culto ha sido inútil, su religión (vivida en contexto israelita o dentro de la iglesia cristiana) acaba siendo una mentira. Ellos son la falsa mentira, contemplación sin amor, culto si gesto de acogida humana.
* Finalmente, recogiendo todos los aspectos buenos y contraponiéndose a los malos, podemos situar la figura de María, la mujer que escucha de verdad y abre la iglesia para todos los hombres y mujeres que están necesitados. Si, después de haber escuchado a Jesús, María se hubiera comportado como el Sacerdote y Levita (mala jerarquía) su escucha y palabra se hubiera vuelto mentirosa. La verdadera escucha de Jesús, en elección que no le será nunca arrebatada, le invita a comportarse de manera opuesta: quien acoge de verdad a Jesús, dialogando con él, se vuelve capaz de escuchar la voz de los necesitados, para así asistirles. En ese servicio al caído se expresa el verdadero sacerdocio, la función de los levitas de la nueva alianza, función que conforme a Lc 10, 38-42 se encuentra abierta por igual a varones y mujeres, aunque parece más propia de mujeres.
Dicho todo esto debemos añadir que la tensión sigue existiendo en nuestro textos. Hech 6-7 mostraba una tensión en perspectiva de varones (entre los doce y los siete, entre apóstoles y diáconos). Ella fue superada en principio, pero ha seguido existiendo a lo largo de la historia de la iglesia, sobre todo a partir de aquel momento en que el servicio de las mesas y de la palabra se ha clericalizado, viniendo a convertirse en principio de jerarquía o poder dentro de la iglesia.
En principio, nuestros textos, tanto Hech 6 como Lc 10, 38-42, no están pensando ni escritos en clave de autoridad jerárquica. Los ministerios del servicio social y la palabra no se han convertido en fuente de discriminación, ni han desembocado en una “casta” especial de clérigos (varones o mujeres). Pero es evidente que el proceso que puede conducir al surgimiento de una casta clerical (como la criticada en las figuras del Sacerdote y Levita) se ha iniciado ya.
Esa casta clerical puede surgir desde la perspectiva del mucho servicio, sobre todo si servicio que puede traducirse en signos de poder y/o de dinero. La misma Marta ha podido convertirse en un momento dado en administradora de poder dentro de la iglesia. Pero la casta clerical puede surgir también desde la perspectiva de la escucha de la palabra: María (o los que representan luego el camino de María) pueden transformarse en administradores y hasta dueños de una palabra que ellos controlar “para bien” de los demás.
- Breve conclusión. ¿Reconstruir el relato?
He querido ofrecer un ejercicio de lectura de Lc 10, 38-42, destacando el sentido de las dos mujeres que dirigen la casa de la iglesia. Lo he realizado en el contexto de una reunión de la Asociación de teólogas de España; como son ellas las que deben resaltar los elementos femeninos del texto he querido ser exquisitamente sobrio en esa perspectiva; espero que mi lectura pueda servir para que ella sigan leyendo, buscando perspectivas nuevas, que yo no he descubierto o resaltado y trazando conclusiones o caminos que yo no he trazado.
No quiero que mi trabajo sirva sólo para mujeres, pues pienso que la buena teología que ellas hagan desde su perspectiva puede y debe valernos para todos. Sólo para culminar el tema, y abriendo mi discurso a otro nivel, quiero indicar que este podría ampliarse, contando de nuevo la historia de Marta y María, buscando para ello nuevas perspectivas y/o personajes. Cito algunas de las variantes que deberían tenerse en cuenta.
* convertir a las dos mujeres en varones que comparten “amistosamente” una misma casa, entrando en conflicto por sus funciones y/o por la llegada de un tercer personaje masculino o femenino;
* explorar las relaciones de estas dos mujeres o varones, en plano afectivo (hermanas/os, amigas/os, amantes, colaboradores…);
* describir el tipo de casa y/o aldea (familiar, de grupo religioso etc), precisando lo que significa la acogida del huésped, en contexto de exilio y desarraigo universal (millones de personas buscan casa) ;
* trazar varios finales, explorando las posibilidades que ofrece el simbolismo de la escena(reconciliación de Marta y María, que comparten escucha y trabajo, nueva lucha de poder entre ambas, sumisión de las dos bajo el poder de un tercero)
Contar este relato significa descubrir su vida antigua (sigue siendo el relato de Lc 10,38-42) y darle nueva vida, es decir, introducirlo en nuestro contexto. Yo me he limitado a trazar un ejercicio escolar que sigue siendo importante, pues nos ayuda a entender las claves viejas del texto. Pero es más importante todavía que el lograr que el relato siga siendo relato; y para ello hace falta contarlo, no sólo con palabras, sino también con la vida. Estoy seguro de que las mujeres que se han sentido aquí reflejadas a lo largo de 20 siglos podrán tomar la palabra y contar lo que dijo y supuso (o evocó) Lc, con nuevas palabras y gestos de vida, dentro de un mundo donde Jesús (todos los que son Jesús, por sufrimiento y soledad) sigue caminando hacia Jerusalén (hacia la muerte), buscando una casa donde se le acoja.
Bibliografía:
Comentarios:
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Evans, C.F., Saint Luke, PTI NT Commentaries, SCM, London 1990
Fitzmyer, J. A., El Evangelio según Lucas I-III, Cristiandad, Madrid 1986/8
Lagrange, Évangile selon Luc, EB, Paris 1927
Plummer, A. A., S. Luke, ICC, Edinburgh, London 1981
Schweizer, E., Das Ev. nach Lukas, NTD, Göttingen 1982
Schürmann, H. , Das Lukasevangelium I. Lk 1-9, HthK, Freiburg i. Br. 1982
Estudios especiales:
Brutscheck, J., Die Maria-Marta-Erzählung. Eine redaktionskritische Untersuchung zu Lk 10, 38-53, BBB, 64, Bonn 1986;
Id., La intención de Lucas en el relato de María y Marta: Sel Teol 30 (1991) 215-221;
Carter, W., Getting Martha out of the Kitchen: Luke 10, 38-42 again: CBQ 58 (1996) 264-280;
Fornari, I. M., La escucha del huésped (Lc 10, 38-42), EVD, Estella 1995;
George, A., L’accueil du Seigneur: Lc 10, 38-42: Ass.Seign 47 (1970) 75-85;
Karris, R. J., Women and Discipleship in Luke: CBQ 56 (1994) 1-20;
Prete, B., Il logion de Gesù: ‘Una cosa sola é necesaria’ (Lc 10, 42), en XXII Sett. Bib. Italiana, Brescia 1973, 149-175;
Schüssler F., E., La práctica de la interpretación, en Id., Pero ella dijo, Trotta, Madrid 1996, 78-106;
Solignac, A. y Donnat, L., Marthe et Marie (Lc 10, 38-42): DicSpir 10 (1980) 664-673.
NOTAS
[1] El mismo Jesús aparece así, en medio de la iglesia, como auténtica Marta, como el que sirve. es decir como el diácono de todos.
[2] En un primer nivel, Hech 6 ha destacado la importancia de los doce (que no pueden abandonar la palabra por las mesas); pero en otro nivel ha puesto de relieve la importancia de los siete, mostrando no sólo que sus ministerios son inseparables (los siete son también predicadores), sino que Esta no es una disputa para separar sino para vincular los rasgos y tareas de las dos hermanas. Pero Lc 10, 38-42 invierte de algún modo la visión de Hech 6, donde son los pobres los que protestan y el tema lo resuelven los mismos servidores de la palabra (los Doce), que aparecen como dirigentes principales de la iglesia. Aquí (en Lc 10) son los servidores de las mesas los que se quejan ante Jesús, siendo él quien resuelve la disputa, otorgando la primacía a la hermana que “escucha la palabra”.
[3] He contado la suerte de estas mujeres “elegidas” en la dura guerra de la vida en El Señor de los Ejércitos, PPC, Madrid 1997, cap. 2º.
[4] En esta perspectiva pueden y deben recuperarse algunos elementos de eso que pudiéramos llamar la interpretación arquetípica de María como la contemplativa, frente a Marta como la activa. Generaciones de exegetas y moralistas han proyectado desde antiguo sobre María los “valores” espirituales de tipo helenista (que Filón judío había exaltado en su Vida contemplativa) y los métodos de “contemplación” interior que descrito los viejos pensadores griegos o los nuevos virtuosos de la religión de oriente (hindúes, budistas, taoístas…). Todos ellos han sabido y saben que en el principio de la perfección se encuentra la necesidad de una vida interior, centrada en la escucha de la palabra del Señor.
En ese fondo pueden iluminarse algunos rasgos de la escena. Jesús aparece como huésped a quien debe acogerse de forma interior. Marta recibe y sirve a Jesús en gesto de preocupación externa, a través del servicio múltiple. María le recibe dentro de su alma, como a Huésped y Maestro interior, como presencia de Dios, Ley salvadora. En esa perspectiva se puede recordar la insistencia posterior del judaísmo, empeñado en escuchar y cumplir la Ley por dentro, como tarea suprema del auténtico rabino.
Pero esos rasgos no se pueden separar del conjunto del evangelio. Jesús enseña y María acoge su palabra, viniendo a convertirse en auténtica discípula; ambos dialogan y su diálogo se vuelve fuente de libertad y vida para María. Lógicamente, la María oyente puede y debe convertirse en María acogedora: en mujer capaz de crear iglesia a partir de la palabra compartida. La tradición evangélica (cf. Mc 6, 6-13 par), reelaborada por Lc (9, 1-6; 10, 1-11), sabe que es necesario acoger a Jesús en sus delegados (y de un modo especial en los más pobres, como indica Mt 25, 31-46). Si María escucha la palabra debe hacerlo, transformando su escucha en nuevo tipo de servicio humanizante, en diálogo personal.
[5] Sobre la disputa de hermanos en la Biblia sigue siendo básico L. Alonso Schökel, ¿Dónde está tu hermano? Textos de fraternidad en el libro del Génesis, San Jerónimo, Valencia 1985.
[6] Jesús defiende así a la mujer que en Mc 14, 3-9 ha realizado un gesto mesiánico (le ha ungido), en elección de amor y diálogo personal que se contrapone al deseo de “servicio” monetario de los que la critican. Pues bien, Jesús afirmar que ese gesto debe conservarse dentro de la memoria de la iglesia, como elemento del evangelio.
Desde ese fondo se comprende mejor la respuesta de Jesús a María, la mujer oyente de Lc 10, 38-42. Ella ha realizado también algo muy significativo: está “a los pies de Jesús”, no para un servicio de agradecimiento por el perdón (como la mujer de Lc 7, 36-50), sino para un servicio de diálogo personal: ella ha escogido la escucha de la palabra, ha optado por sentarse ante Jesús recibiendo su mensaje, ratificando, por tanto, su autoridad de maestro. Su elección permanece y nadie podrá quitársela dentro de la iglesia: ella queda dentro de ella como signo de una persona (mujer) que supera el plano de la pura acción, para vivir y realizarse en perspectiva de fidelidad a la palabra.
[7] La vinculación de las figuras (samaritanos, clérigos, Marta y María) nos permite re-situar nuestro pasaje en el contexto más amplio de Lc y en la historia de Jesús (y de la iglesia primitiva), sin encerrarlo ya en la oposición entre servicio externo (acción) y escucha interna (contemplación). El servicio a los demás (y especialmente a los pobres) no es en Lucas una tarea secundaria, subordinada a la contemplación, como a veces se ha supuesto, sino verdad y centro de todo el evangelio.
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