Domingo XV del Tiempo Ordinario.10 julio, 2022
“…, al llegar junto a él y verlo sintió lástima. Se acercó y le vendó las heridas, después de habérselas curado con aceite y vino; luego lo montó en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él.”
Es llamativo pero las tres historias la del sacerdote, la del levita y la del samaritano empiezan casi de la misma manera: “al verlo”. La diferencia es que el samaritano al mismo tiempo que lo ve ya está llegando “junto a él” y los otros dos, antes de acercarse lo ven y se alejan definitivamente.
Cuando vemos las cosas “desde lejos” es más fácil “pasar de largo”. Cuando los acontecimientos nos tocan de cerca es más sencillo que nos impliquemos. Lo que nos convierte en “buenos samaritanos” es la capacidad de sentirnos “cerca” de las demás personas y de sus sufrimientos.
Y esa capacidad es una semilla divina, un rasgo que nos asemeja a Nuestro Buen Dios que quiso hacerse uno de nosotros.
Dios, para la fe cristiana, es el “próximo”, el Cercano. El que se ha mezclado en nuestra historia. En Jesús Dios se ha ENCARNADO y nos invita a acercarnos unos a otros.
Solo cuando “nos acercamos” empezamos a saber lo que tenemos que hacer. Desde lejos es imposible actuar y lo único que vemos con claridad son las dificultades.
Cuando nos quedamos a distancia nos sucede como al sacerdote o al levita: nos invade el miedo. Solo vemos problemas y peligros, y en consecuencia, huimos. Nos alejamos más y más. El miedo nos quita lo más divino que tenemos: el amor compasivo.
Pero cuando además de ver nos acercamos, nos asemejamos más y más a Dios Trinidad. Emerge la misericordia. “Verlo”, ver al hombre caído y conmoverse es nuestra esencia más profunda. Por eso, cuando nos mueve la misericordia hacemos milagros.
Os dejamos el ejemplo actual de Lucia Lantero.
Oración
Conéctanos, Trinidad Santa, con la misericordia que nos asemeja a ti. Permítenos “ver de cerca” para que se conmuevan nuestras entrañas. Amén.
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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa
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