Conocimiento… o compasión.
Lc 10, 25-37
«Anda y haz tú lo mismo»
Es tan rematadamente sencilla la interpretación de esta parábola que apenas deja resquicio para añadir un comentario. Dos personas sagradas encuentran en el camino a un hombre malherido, se desentienden y siguen adelante. Un hereje samaritano, que también pasaba por allí, lo ve, se conmueve, se acerca, le atiende… Y ya está.
«Haz esto y tendrás la vida», le dice Jesús al letrado pedante que le había hecho una pregunta rebuscada para no quedar desairado delante de los suyos.
La genialidad de Jesús es que con esta historieta tan simple, tan comprensible por todos, nos sitúa ante el núcleo más íntimo de su mensaje; la compasión, pero aquí vamos a resaltar un aspecto concreto que consideramos básico para su seguimiento: el contraste entre la sabiduría estéril del letrado y la compasión activa del samaritano; entre su pregunta artificiosa y la sencillez extrema de la respuesta de Jesús.
«El evangelio es la sabiduría de los sencillos» —decía Ruiz de Galarreta—, y la verdad es que el evangelio resulta muy difícil de entender desde el intelecto, porque lo de Jesús tiene poco que ver con el conocimiento, y mucho con el corazón…
Por Jesús sabemos que todo el conocimiento que no lleva al servicio es infecundo; que lo importante no es la teoría sino el comportamiento; que no es el entendimiento ni la razón lo que justifica nuestra vida, sino la compasión; el amor… Y es evidente que amar no tiene nada que ver con filosofar, con entender, sino con sentir, con conmoverse, con acercarse, con implicarse, con servir…
Así lo debieron entender sus primeros seguidores, y nos consta por “Hechos” que fueron consecuentes con su mensaje. Pero llegaron los sabios, quisieron hacer del cristianismo algo más culto, más acorde con las tendencias de la época, olvidaron su estilo, desnaturalizaron su mensaje y se equivocaron. Y nosotros nos volveremos a equivocar si tratamos de convertir su propuesta en algo para eruditos imbuidos de metafísicas doctas, o para iniciados en posesión de un conocimiento que el resto de mortales al parecer no tenemos.
Si algo es de Jesús debe ser comprensible por todos sin excepción alguna, y si no es así, no es de Jesús. Podrá ser algo valioso (o podrá no serlo), pero no de Jesús. Lo de Jesús es tan sencillo que podríamos arriesgarnos a resumirlo en una sola frase: “Dios me quiere y me invita a responder a su amor con amor a los demás” … y asumido esto, el resto de consideraciones que nosotros podamos hacer no dejan de ser simples notas a pie de página…
El letrado de la parábola conocía maravillosamente la ley, pero se quedaba en el conocimiento. El samaritano, un hereje inculto y despreciado, es puesto de ejemplo por Jesús porque lleva la Ley en el corazón, aunque no la conozca, o la conozca mal.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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