26.6.22. La mano en el arado, sin echar la vista atrás (Lc 9, 51-62. Dom 13 Ciclo C)
Del blog de Xabier Pikaza:
Volvemos al tiempo ordinario, Dom 13, Ciclo C, con una lectura esencial del evangelio de Lucas: (a) Jesús toma la decisión de proclamar el reino, subiendo a Jerusalén. (b) y lo hace de un modo “pacífico, sin luchar contra pueblos o grupos que no le reciben. (c) Lucas desarrolla, en esa lìnea, en cuatro pasajes ejemplares la nueva tarea de sus discípulos, trazando así la ruptura que exige su compromiso de reino.
Este evangelio parece escrito para nuestro tiempo: y define la necesidad de cambio radical de nuestra iglesia, año 2022, en un camino que parece vinculado al Papa Francisco, pero que encuentra grandes resistencias en otros llamados “discípulos, que en vez de seguir el camino de Jesús parecen seguir el camino de aquellos a quienes el evangelio presenta como opuestos a Jesús.
| X Pikaza Ibarrondo
Lectura: Lucas 9, 51-62
Introducción: (Éxodo o subida de Jesús: Cuando se cumplieron lo días de su éxodo o subida ) Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de su ascenso (subida), Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
- De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
- Mientras iban de camino, le dijo uno: “Te seguiré adonde vayas. “Jesús le respondió: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.”
- A otro le dijo: “Sígueme. “Él respondió: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre.” Le contestó: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.”
- Otro le dijo: “Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. “Jesús le contestó: “Quien pone la mano en el arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.”
Introducción
El evangelio de Lucas se divide en dos partes centrales: (a): Actividad de Jesús en Galilea, con su mensaje y proyecto de Reino: Lc 4, 14–9, 50). (b) Ascenso o subida a Jerusalén para iniciar el reino: Lc 9, 51-19, 27).
La segunda parte comienza con una “introducción solemne”: “cuando se cumplieron los días de su ´éxodo o subida”, esto es, los días de su gran salida, de su “salida” radical, de su ascenso a Jerusalén…
Actualmente (2022), por decisión del Papa Francisco, retomando el motivo de la salida/subida del Concilio Vaticano II, la iglesia católica puede y debe asumir y desarrollar los cuatro elementos esenciales de esta salida/subida (que han sido en parte también desarrollados por Mt 8, 18-22, siguiendo el esquema del Documento Q, el más antiguo de los textos escritos sobre el evangelio). S sus cuatro elementos esenciales marcan la tarea esencial de la Iglesia en este año 2022.
- Camino Zebedeo. Quieren extender o defender el Reino con “fuego” del cielo:
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?”. Él se volvió y les regañó: No sabéis de qué espíritu sois (D k etc.). Y se marcharon a otra aldea (Lc 9, 62-569.
Santiago y Juan, zebedeos “ejemplares”, de gran autoridad en la iglesia quieren defender (e imponer su reino) realizando (imponiendo)r el camino de Jesús de un modo violento, a modo de cruzada militar, a sangre y fuego, en contra del espíritu de Jesús. Éstos los celotas de Jesús, los “cruzados”, gerreros o guerrilleros de Cristo, que quieren defender el evangelio apelando a la violencia, a las guerras santas, a las inquisiciones y dictados letales… Sigue habiendo en la iglesia muchos antiguos o nuevos “zebedeos”, que pueden tener “razón política” en plano de democracia impositiva, pero que son contrarios al evangelio.
¿Hay una iglesia que quiere extender su poder con fuego del cielo? ¿con cruzadas, con imposiciones legale, con formas de dominaciòn sagrada?
2. Los zorros tienen madigueras, las aves del cielo nidos, pero el hijo del hombre…
Alguien (Mt: un escriba) le dijo mientras iban de camino,: ¡Te seguiré dondequiera que vayas!Jesús le dijo: Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza (Lc 9, 57-58; Mt 8, 18-20). Éstos son los que buscan en Jesús un tipo de seguridad, prestigio y mando. Ponen el evangelio al servicio de sus propios intereses.
El aspirante, a quien el paralelo de Mt define certeramente como escriba, busca poder. Parece que o tiene y quiere mantenerlo, ofreciéndose a Jesús como experto, intérprete del Libro, con un mando especial sobre los otros..
Un escriba es hombre de honor en el judaísmo sinagogal: tiene un buen puesto y espera mantenerlo con Jesús, volviéndose autoridad mesiánica: los discípulos de un buen maestro destacan por su sabiduría y conocimiento, como supone la Misná (Abot) y como ratifica la misma iglesia que honra a sacerdotes y doctores. Pero Jesús separa honor y seguimiento, evocando probablemente un refrán: “los zorros tienen madrigueras…”.
Los animales buscan y obtienen posesión-seguridad dentro del mundo, según principios cósmicos que reflejan la providencia de Dios, como el mismo Jesús sabe: “no os preocupéis…, mirad los pájaros del cielo” (Mt 6, 25-35 par). Sus discípulos, en cambio, deben superar ese nivel de seguridad y autoridad (poder) sobre los otros, abriendo un espacio distinto de comunicación, más allá de los esquemas de poder de las instituciones de este mundo. Jesús no necesita la autoridad de los escribas.
¿Hay una iglesia donde algunos (jerarcas o no) buscan nichos de poder, una iglesia para “medrar y dominar, para imponerse y lograr autoridad social sobre otros?
3. Deja que los muertos entierren a sus muertos
La tradición sinóptica sabe que el discípulo de Jesús debe ayudar a los padres necesitados (cf. Mc 7, 8-13; Mt 15, 3-6). Pero aquí, asumiendo una tradición de Jesús, el evangelio ha contrapuesto provocadoramente autoridad del reino y padre patriarcal. “Enterrar al padre” es más que un ritual funerario: es aceptar su autoridad, descubrirle como signo de Dios en un mundo jerárquicamente organizado, seguir al servicio de las leyes patriarcales. Jesús responde, en cambio: Deja que los muertos entierren a sus muertos… No ha venido a ratificar un tipo de autoridad patriarcal, sino a ofrecer a todos un camino de reino, en contra de un patriarcalismo clerical, masculino.
El padre patriarcal como fuente de poder social y religioso pertenece al mundo antiguo, al espacio de cosas que mueren (=de los muertos). Allí donde esa autoridad se impone no hay lugar para el reino: triunfa la genealogía de los poderes establecidos, triunfan los intereses cerrados del grupo que se sostienen y apoyan entre sí…, creando un mundo de influjos y poderes que excluye a los más pobres, es decir, los marginados, leprosos, enfermos, hijos ni familia, mujeres . Por eso, quedarse a enterrar al padre supone seguir cultivando ese mundo de exclusiones y “clases”, de autoridades impositivaa y jerarquías superiores, con una autoridad genealógica y familiar por encima de todos. Ese es un mundo que se reproduce para la muerte. Por eso, hay que dejar que los muertos entierren a sus muertos.
Tú, vete y anuncia el reino de Dios. Ciertamente, el reino incluye cariño gratuito y cuidado de los necesitados. Pero, precisamente por ello, rompe la estructura patriarcal, basada en el orgullo grupal (buenos padres, buenas familias) y en la nobleza genealógica, que la tradición posterior del cristianismo (de los códigos familiares de Col, Ef y 1 Ped a las pastorales) ha vuelto a sacralizar de alguna forma. Precisamente para anunciar el reino hay que superar ese padre patriarcal, descubriendo y cultivando la presencia de un Dios no patriarcal, cuyo amor se abre hacia todos los necesitados y excluidos, que no tienen un padre que pueda defenderles. Así pasamos de padre encerrado en un talión intra-grupal (de familia autosuficiente) al Padre de la gratuidad universal, superando los esquemas elitistas de la tierra.
¿Vivimos de enterrar muertos, de mantener privilegios, de guardar ventajas anteriores? ¿Somos una iglesia de sepultureros más que de resucitados?
4. Quien ha puesto la mano en el arado y sigue mirando atrás….
Otro le dijo también: Te seguiré, Señor, pero primero permite que me despida de los de mi casa.Pero Jesús le dijo: Ninguno que ha puesto su mano en el arado y sigue mirando atrás, es apto para el reino de Dios (Lc 9, 61-62).
Esta unidad resume y amplía los tres anteriores. Sabemos que el seguidor de Jesús no puede apelar a ninguna ventaja social (el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza: Lc 9, 58) ni familiar (no puede enterrar a su padre: Lc 9, 60), sino que debe recorrer hasta el fin su camino de Reino mantener su opción de un modo consecuente, en experiencia de nuevo nacimiento, sin poner la mano en el arado y seguir mirando atrás…, queriendo al mismo tiempo alcanzar la novedad del Evangelio, pero mirando hacia atrás, queriendo conservar los poderes jerárquicos antiguos, propio de una iglesia que emplea la violencia (tema 1), busca el poder (tema 2), sacraliza las tradiciones de poder patriarcal (entierra con honor s sus murtos: tema 3) y quiere ir adelante mirando hacia atrás.
¿Hemos puesto la mano en el arado… pero seguimos mirando siempre hacia un pasado muerto…? La iglesia actua, año 202 ¿vive miranal pasado. ¿Cómo puede abrir surco si no mira hacia el futuro de la nueva humanidad, del Reino de Cristo?
Nota
[1] No precisamos las variantes de Mt (que sitúa el pasaje en clave de llamada) y Lc (contexto de subida a Jerusalén). En ambos casos, el motivo es claro, como han destacado M. Hengel (Seguimiento y Carisma) y E. P. Sanders (Jesus and Judaism). Tanto la cultura oriental y grecorromana como el judaísmo tomaban al padre como autoridad suprema, de manera que enterrarle (cuidarle, mantenerle y reconocer su poder) constituía el primer deber social y religioso.
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