La fe y las obras.
Lc 9, 11-17
«Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos…»
En la fiesta del Corpus Christi se celebra la presencia real de Jesús en las especies sacramentales del pan y del vino, y esto se manifiesta sacando la custodia a la calle e invitando a los fieles a adorarla.
Desde nuestra óptica ilustrada, este tipo de devoción nos parece trasnochado, y nuestro primer impulso suele ser criticarlo o descalificarlo. Pero nos encontramos con un problema, y es que muchos cristianos —probablemente la mayoría— lo comparten, interpretan las palabras de Jesús como una fórmula mágica que convierte el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, y se conmueven al adorar la custodia o contemplarla en procesión por las calles de su ciudad.
Y al verlo, solemos pensar que son ellos los que creen mal y nosotros los que creemos bien; y como creemos bien, nos expresamos a menudo con un lenguaje asertivo que no deja espacio para ninguna otra creencia que no sea la nuestra. Nosotros somos la vanguardia que debe marcar el camino, porque, no en vano, nuestra fe se soporta sobre una firme base filosófica o exegética y no en tradiciones de dudosa procedencia e intencionalidad como son las de la Iglesia.
Hasta nos permitimos mirar con desdén a muchos que felizmente han alcanzado un equilibrio espiritual sano a través de esa fe, y que han adquirido tal espíritu de servicio, que los convierte en referentes para todo aquel que comparta los criterios evangélicos.
Si una mayoría de cristianos profesa una fe que a una minoría nos parece inapropiada, nos hallamos ante un dilema en el que solo parecen caber dos alternativas: o bien la devoción popular es la que interpreta adecuadamente el mensaje de Jesús, «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los humildes», o bien el cristianismo genuino es algo reservado a iniciados capaces de entender aquello que la gente normal no entiende.
La primera de estas alternativas nos resulta difícil de digerir y la segunda descabellada, así que algo debe estar fallando en nuestro razonamiento… Acudimos al evangelio y encontramos la respuesta, pues vemos el poco énfasis que se hace en la doctrina y su constante exhortación a la acción, al amor, al perdón, al servicio… Sería imposible recoger aquí todas las referencias al respecto que en él encontramos, pero podemos destacar como más relevantes las parábolas del buen samaritano, la higuera estéril y el juicio final.
El evangelio nos da dos claves importantes para enfocar bien las cosas. La primera, que las creencias son secundarias; que lo importante es el amor que da fruto. La segunda, que no se es vanguardia por pensar muy bien o saber más, sino por amar más y servir más… «El que quiera ser el primero entre vosotros…»
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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