“Espectadores amargados”, por Dolores Aleixandre.
De su blog Un grano de mostaza:
Nos ronda un fariseo amargado
Con frecuencia leemos escenas del Evangelio en las que aparecen personajes – fariseos, escribas, doctores- que, desde fuera, miran a Jesús solo para criticarlo. No participan de lo que ocurre, no disfrutan cuando hay alegría, ni se conmueven cuando hay dolor: lo suyo es quedarse al margen fijándose solo en lo negativo. Hay escenas en las que los evangelistas no han dejado constancia de ese tipo de presencias pero podemos fácilmente imaginar lo que ese tipo de personajes hubieran dicho de haber estado allí:
En Caná de Galilea: un fariseo soberbio, cumplidor escrupuloso de la ley y encima abstemio, ha rechazado la invitación a asistir a la boda: “Lo siento, pero no tengo por costumbre mezclarme con ese público de pobretones y pecadores que sin duda asistirán…” A pesar de ello, cuando le llegan rumores de que algo inaudito ha pasado, se asoma a la sala del banquete y comenta: “Pues sí que empieza bien ese galileo que se las da de profeta… Menudo disparate poner a disposición de esta gentuza tantos litros de un vino tan excelente. Se van a emborrachar por culpa suya, ya veremos la de comas etílicos que tendrá que recoger el Samur. Y no digamos lo de haber aparecido llevando a sus discípulos. ¿Es que va a formarlos así, en las ferias del populacho? ”.
En Cafarnaum, a orillas del lago: otro par de tipos resentidos miran la escena de la pesca desde la orilla: y murmuran por lo bajo: “Pero en qué estará pensando Pedro y cómo se le ocurre hacer caso a ese forastero que hace chapuzas en Nazaret pero que de pesca no tiene ni idea, ni siquiera se ha enterado de que en este lago se pesca de noche…” “Pues mira a los Zebedeos, embobados al ver tantos peces en sus redes … Anda que como se les revienten y se les hundan las barcas, lo van a tener crudo para remontar el negocio…Conmigo desde luego que no cuenten para un préstamo…”
Por si conocemos a alguien que da ese perfil o por si llegamos a reconocernos algunas veces en esa postura, no nos viene mal suplicar: “Del fariseo amargado que nos acecha, libera nos Domine…”
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